VIII.
Época greco-romana.
Llámase así porque comprende el
tiempo que la Grecia estubo sujeta a los romanos, que fue
desde la toma y destrucción de Corinto por el cónsul L. Mumio hasta
la traslación de la silla del imperio a Bizancio por Constantino.
Los escritores griegos de esta época, o trataron de las cosas de los
romanos, o estubieron en Roma, o en fin vivieron bajo la dominación
e influjo de los romanos. La mayor parte fueron historiadores;
poetas, pocos y malos; y muchos sofistas, habiendo vuelto a resucitar
este título que venía a significar filósofo y literato.
POETAS.
Como poetas se citan Apolodoro, Escimno, Dionisio Periegeta, Babrio,
Opiano y algún otro. De todos ellos se conserva alguna obra que
jamás he tenido la curiosidad de leer fuera de las Fábulas de
Babrio (otros dicen Babrias), que a la verdad son dignas de leerse,
teniendo no sé qué aire y perfección del gusto alejandrino. Con
todo la descripción de la tierra en hexámetros por Dionisio y el
poema de Opiano sobre la Pesca dicen que son de muy buena poesía.
Babrio puso en verso coliámbico las fábulas que andaban con el
nombre de Esopo, y hay algunas de mucho mérito. Faltan bastantes sin
embargo, siendo solo 130 las que tenemos. Habíanse perdido, y el año
1840 una comisión enviada por el gobierno francés a examinar los
manuscritos que se decía había en un monasterio del monte Atos,
trajo una copia de ellas, y la imprimió, y después se han reimpreso
en todas partes.
Del autor se sabe muy poco; solo por conjeturas
se cree que vivió en Antioquía de Siria y bajo los últimos
seléucidas. (Olim. 155 == 60).
Mas no debe equivocarse con un
tal Gabrias (que no sé quién fue) hombre de malísimo gusto, que
puso en verso cuarenta y dos fábulas reduciéndolas a cuatro versos
cada una. ¡Qué valentía!
HISTORIADORES. Polibio, de
Megalópolis en la Arcadia, amigo y compañero del gran Filopemen
(olim. 146), magistrado en su patria y enviado de embajador a
Euergetes, y luego llevado como en rehenes a Roma, fue amigo, del
segundo Escipion, viajó por las Galias y España, y compuso
una Historia romana desde la segunda guerra púnica hasta la
destrucción del reino de Macedonia y cautividad de Perseo, en
cuarenta libros, de los que solo se han salvado los cinco primeros y
algunos fragmentos de los otros.
Hace del filósofo en ella:
busca y señala las causas, los fines, la conexión o correspondencia
de los hechos, juzga, reflexiona. Esto será muy bueno en general; y aunque es el gusto de mi tiempo o más bien la moda, no dejo de
decir que ni siempre es necesario ni se deja de pecar por afectación
y por decir tal vez lo que cualquiera conoce. Nunca me han gustado
las historias esplicadas, y apruebo solamente algunas
indicaciones.
El que más necesite, poco fruto sacará de nada.
Su estilo es de buen historiador, pero nunca me ha parecido ni
puro ni elegante.
Diodoro de Sicilia, natural de Argirio en
esta isla, en tiempo de a. César, viajó también mucho y escribió
una historia universal hasta la olim. 180 en cuarenta libros, de la
cual solo se conservan quince, y de estos solos cuatro seguidos. Gran
prologuista, buen geógrafo y cronólogo, pero sin otra alabanza.
Dionisio de Halicarnaso (Caria, Asia menor) compuso por el mismo
tiempo una Historia de las antigüedades de Roma, curiosa si hay otra
para estas noticias; pero de veinte libros que eran, solo nos quedan
los once primeros, y llegan al año 312 de Roma. La compuso para sus
paisanos, y se conoce. Su estilo no es el de los antiguos
historiadores griegos.
Como crítico tiene las obras siguientes:
Caractéres de los antiguos (poetas, historiadores y
oradores). Comentarios sobre los retores (oradores) atenienses. – La
retórica y la composición de los nombres, se disputa si son o no
suyas: y aun las dos primeras nos han llegado según dicen muy
alteradas. a mí no me lo parecen tanto.
Nicolás de
Damasco, de aquel siglo así mismo, historiador universal y del cual
se conserva muy poco.
Flavio Josefo, judío, hombre muy
principal entre su gente, de la secta de los fariseos, sacerdote en
Jerusalen, gobernador de Galilea por los suyos, hecho
prisionero por Vespasiano. acompañó después a su hijo Tito al
sitio de aquella infeliz ciudad (año 70 de J.C.) para influir si
podía en los ánimos de sus hermanos. Retirado luego a Roma compuso
la Historia de aquella guerra escribiéndola primero en su lengua,
después en griego, dejándonos en ella un modelo comparable al
mejor de cualquiera edad. En seguida compuso las Antigüedades
judáicas desde la creación hasta cerca de su tiempo, y en
ellas ha merecido siempre menos alabanza que en la historia. Otro
Libro contra Apion sobre la antigüedad, religión y costumbres de
los judíos; y un Elogio de los Macabeos, dan testimonio de su
constancia y de la seguridad de su carácter. En cuanto al estilo,
siempre quizá (por lo que a mí me sucede) parecerán mejor sus
obras traducidas que en la lengua que las escribe. No sé que
tiene su griego.
Arriano (Flavio) de Nicomedia, discípulo de
Epicteto, gobernador de Capadocia, casi a mediados del 2.° siglo,
escribió la Anábasis o Expedición de Alejandro al Asia, y una
descripción de la India, y el famoso Manual de Epicteto
recogiendo sus lecciones.
En la Anábasis y en el Manual usa
el dialecto ático, en la India el jónico. Lo entendía como
historiador y como filósofo, y su estilo es bastante parecido al de
Jenofonte a quien se propuso por modelo.
Apiano, de
Alejandría, jurisconsulto en Roma, escribió en tiempo del primer
Antonino una historia romana por provincias, idea o método feliz,
pero de la cual solo queda lo perteneciente a las guerras de Cartago,
de España, Siria, Iliria, de los Partos y Mitrídates, con cinco
libros de las guerras civiles, que es lo mejor escrito, lo que
escribió con más cuidado y gusto, con más advertencia y esmero.
Generalmente es sencillo y claro.
Dion Casio, senador romano,
aunque de Nicea en Bitinia, escribió una historia general romana
desde Eneas hasta Alejandro Severo, en 80 libros, de que apenas
quedan la mitad, y los veinte últimos abreviados por Juan Xifilino
monge de Constantinopla en el siglo XI. Tiene cosas buenas
y cosas malas, y queriendo imitar a Tucídides (á Tucídides!) no ha
imitado a nadie.
Herodiano, de Alejandría; pasó en Roma la
vida y fue empleado en altos puestos: compuso una Historia de los
emperadores desde la muerte de M. Aurelio (que trae muy hermosamente
escrita) hasta Gordiano el Menor, que es desde el año 180 hasta el
240.
Por mi gusto le pongo en mérito el primero después de los
antiguos escritores de la grande época, aunque tenga una que otra
voz que las costumbres del pueblo de quien escribe le obligaban a
adoptar; o el tiempo si no es lo mismo. Su estilo me recuerda siempre
a Jenofonte, aunque no se equivocan.
Zózimo, abogado del Fisco
en Roma, tiene en dos libros un compendio de Historia romana desde
Augusto hasta los hijos de Constantino, pasando muy ligeramente en el
primero y extendiéndose bastante en el segundo, o sea en lo de su
tiempo. El estilo es puro, agradable y casi elegante; pero como
gentil, y acérrimo y preocupadísimo, parece que no tomase la pluma
sino de ira y venganza contra Constantino, proponiéndose casi
exclusivamente probar que el descuido y olvido de los juegos
seculares y la impiedad de Constantino son las causas verdaderas de
la decadencia del imperio; y trae oráculos antiguos, &c. Se ha
perdido algo al fin del libro primero, que es la muerte de Probo y el
principio del reinado de Diocleciano. Y apesar de todo es
autor que siento no se reimprima.
SOFISTAS. Plutarco, de
Queronea (n. el año 37 de J. C.), filósofo, literato, biógrafo,
que junto todo y el desempeño de tantas y tan varias obras le hacen
el escritor más notable del siglo de Trajano.
Su
grande obra de las Vidas paralelas de los grandes capitanes griegos y
romanos está traducida a todas las lenguas, y en la nuestra desde la
primera luz de las buenas letras. Sus demás obras intituladas
Morales, que también son estimadas, no se leen tanto. Por lo demás
sus juicios no siempre son seguros ni circunspectos; admite alguna
vez noticias no bien examinadas como se vio en lo de Esquilo y más
aun en lo que dice de Demóstenes y Esquines; y el estilo, bien que
natural, franco y culto, no presenta la pureza de un griego siempre
igual y legítimo, o digamos de carácter genuino antiguo sino a
ratos.
Eliano, de Preneste en Italia, a principios del siglo
3.°, sofista ocioso que quiso ganar opinión de escritor griego,
compuso una Historia varia así como la Silva de nuestro Pero Mexía,
pero muy inferior en mérito, y una Historia de los animales en la
que no puso más trabajo que estractar a Aristóteles. La
primera contiene algunas cosas curiosas: si no ¿qué sería? Pero
también se contradice fácilmente olvidando en unas partes lo que
había dicho en otras. Algunos alaban su estilo; yo no sé de qué
alabarlo sino es algún esmero en dos o tres historietas y
descripciones.
Filostrato (el antiguo) sofista y retórico en
Atenas y en Roma en tiempo de Severo, escribió la vida del embaidor
Apolonio Tianeo, toda ella un tejido de fábulas y absurdos que él
quizá vendió de buena fé. Las Vidas de 59 sofistas, y una
Descripción de ciertos cuadros en Nápoles, que dicen es útil para
la historia de la pintura.
Un sobrino suyo del mismo nombre
llamado el Joven publicó una Ecfrasis, descripción o explicación,
de un cierto número de estatuas que dicen no han existido nunca,
siendo un mero ejercicio de retórica. No sería lo mismo la Ecfrasis
de las estatuas del gimnasio Zeuxipo hecha con tanta elegancia y tan
buenos versos por el poeta Cristódoro en tiempo del emperador
Anastasio I (491-518), que se halla en el tomo primero de la
Antología de Leipsic. (Leipzig, Alemania)
Diógenes
Laercio por ser de Laerte en Cilicia, en tiempo también de Severo,
escribió las Vidas de los filósofos por escuelas y como por
sucesión de unos a otros en lo posible. No era él gran filósofo,
pues anda muy someramente en los sistemas y aun en el carácter de
hombres que pedían más advertencia; pero al fin y al cabo allá a
su manera lo viene a apuntar todo. En Platón, Zenon y Epicuro se
alarga hasta consagrar a este un libro entero, y a aquellos poco
menos.
En el estilo no se preció de muy correcto, si no está
alterado o viciado; era también poeta y bastante fácil, como lo
prueban los epigramas característicos de muchos filósofos con que
adorna su libro. Pone las sentencias de casi todos ellos, y copia los
testamentos.
Dion Crisóstomo, sofista, estoico, perseguido
por Domiciano y muy querido de Trajano, compuso 80 discursos o
declamaciones, esmerándose en el estilo acaso demasiado, aun en los
pensamientos. Trata de filosofía y de otras cosas. Fue natural de
Prusia en Bitinia.
Elio Arístides y Máximo de Tiro, poco
después, dejaron también discursos en el mismo género y gusto. El
primero fue natural de Adrianópolis en Bitinia.
Luciano, de
Samosata en el Eufrates, sofista, profesor primero en
Antioquía, después en Atenas, después en otras partes, al fin en
Roma, procurador en Egipto por los Antoninos, escribió tanto y con
tanta variedad en los asuntos, que parece aguardaba solo que le
ocurriese una idea para al punto ponerse a escribir sobre ella. Sus
obras forman cuatro tomos regulares (de la ed. de Leipsic), y si no
hay en ellos para todos los humores y gustos, hay para no cansarse de
reír, o de observar y aprender, hasta el más puro estilo ático. La
más leída y celebrada es los Diálogos de los muertos, ¡Cuánta
sátira! ¡cuánta moral! ¡Cuánta verdad! No quería a Sócrates, y
también se nota parcialidad o adulación romana en el diálogo de
Alejandro, Aníbal y Escipion.
Fue hombre que a título de
filósofo no tuvo escuela ni secta, y lo mismo juega con los dioses
que con los hombres, con los príncipes que con los cínicos, aunque
son (estos) sus héroes en filosofía, presentándonos siempre a
Diógenes y a Menipo haciendo la burla a todos y como únicos
verdaderos filósofos.
Tiene juguetes como el Elogio de la mosca,
el Juicio de las vocales y otros. Y después de los diálogos de los
muertos y de los dioses, lo que más se lee es el Sueño o su
vocación y vida, y el Timon o misántropo.
Habla de los
cristianos en la muerte de un tal Peregrino, a quienes desprecia como
ignorantes y fanáticos; pero al mismo tiempo resulta de lo que dice
un testimonio a su favor, semejante al de Plinio, en cuanto a su
caridad y a la inocencia de sus costumbres. Lo de la diosa de Siria
está en disputa si es suyo. a mí no me lo parece, no por el
dialecto, sino porque no veo allí a Luciano en nada.
Ateneo,
egipcio, sofista (190-210), autor de los Deipnosofistas (sabios en la
mesa o cenando). Trata de todo lo que se puede ofrecer en una reunión
de hombres muy leídos; pero perdiendo mucho tiempo sin embargo en
hablar de manjares, de guisos, peces, tarros, ollas, &c. Dirán
que sin él no tendríamos estas noticias: en verdad pues que si
fueran solas no se hallaría en esta lista. Pero hay otras, y con
ellas algunos trozos de poetas antiguos que sin él no tendríamos.
Longino, ministro o secretario y consejero de la llamada
reina Zenobia de (Palmira) en su resistencia contra el emperador
Aureliano, a quien lo entregó vilmente aquella ingrata mujer como
víctima propiciatoria. Su tratado de lo Sublime (que es más bien de
lo Bello) es lo mejor que nos dejó la antigüedad: pero
desgraciadamente no nos ha llegado entero. (m. 275).
Zenódoto y
Diogeniano hicieron colecciones de Refranes (siglo 3.!): Lesbónax
compuso un tratado de las Figuras: Hermógenes una Retórica y unos
Progimnasmas, no habiendo podido trabajar sino hasta los 25 años de
edad que perdió el habla y la memoria: y Julio Polux un Onomástico
(vocabulario) de voces sinónimas (siglo 2.°)
Hubo todavía
otros y otros sofistas: más ¿a qué nombres inútiles? Con todo no
deben omitirse los dos siguientes.
Dionisio de Tracia un siglo
antes o poco más de J. compuso la primera Gramática de la lengua
griega; de debiéndose extrañar que los antiguos no pensasen en
componer semejantes libros porque naturalmente vienen y son
inspiración de tiempos de decadencia.
Cuando todos hablan bien,
nadie piensa en enseñar a nadie. Y más que el estudio de las
lenguas ni ha estado ni estará nunca en las gramáticas, aun el de
las muertas, sino es para sus primeros rudimentos; aunque en mi
tiempo no se quiera entender y se seque a los jóvenes en las
escuelas.
Hesiquio, alejandrino, lexicógrafo y cuyo léxico
o diccionario nos ha llegado, no se sabe en qué tiempo floreció
(quizá entre los siglos 4.° y 5.°), y le pongo aquí por no omitir
un nombre más digno que algunos otros. Puede ser que estubiera
mejor con los de la época siguiente; pero el ser natural de
Alejandría parece que lo una más con estos.
FILÓSOFOS. Casi
parece impropio este título en aquella edad: pero los hubo y no
despreciables.
Aneo Cornuto, Musonio Rufo (desterrados por
Neron), y el emperador M. Aur. Antonino fueron estoicos
dignos de mucho respeto. Del primero se celebra un tratado de los
dioses: del segundo se hallan muchos fragmentos o extractos en
Estobeo, que se distinguen por la pureza y naturalidad del estilo y
por la verdad práctica y juiciosas observaciones de la doctrina: y
M. Aurelio escribió un Repertorio de preceptos y reflexiones a sí
mismo, todo él muy bueno, sea lo que quiera después de lo presente,
haya o no otra vida, acabe o dure el alma &c.; muerto este
antiquísimo dogma de todo verdadero filósofo a manos de la nueva
impiedad o escepticismo de aquellos siglos. Algunas dificultades que
ofrece en su inteligencia, vienen sin duda de que para él una
insinuación, una alusión o apunte bastaría, siendo hechos y
afectos propios los que revuelve, y para nosotros ya no es lo mismo.
También nos han llegado algunas Cartas.
Los neoplatónicos
Porfirio discípulo de Plotin que lo fue de Amonio Saccas, autor de
la secta o escuela (siglo 3.° y 4.°), y Yámblico discípulo de
aquel, confundieron la doctrina de Platón y la de Aristóteles
acerca del hombre, de las virtudes, del mundo y de la divinidad, pero
perdiéndose al fin en las regiones de de un misticismo oscuro que
tal vez daba en un panteísmo disimulado: si bien este error era
mucho más antiguo y más común de lo que se cree.
El escéptico
Sesto Empírico (a fines del 2.° siglo) de Mitilene, médico y
filósofo, dejó dos libros, uno de las Hipotíposes pirrónicas, y
otro contra los científicos y astrólogos (matemáticos). No he
podido dar con estas obras. Hubo dos Sestos más, también filósofos, y uno de ellos sobrino de Plutarco y maestro de M.
Aurelio.
MÉDICOS. También la medicina tuvo profesores insignes.
De Asclepiades ya hemos hablado. Fue natural de Prusia en Bitinia. a
él siguieron Ateneo el cilicio en tiempo de Domiciano, y Areteo de
Capadocia, medio siglo más tarde, y de los cuales dicen que se
conserva alguna cosa.
GEÓGRAFOS. Ya previne que pertenecían a
esta época algunos de los que se nombraron en la pasada. Aquí pues
citaremos al sofista Pausanias, discípulo del famoso Herodes Atico y
autor de una Descripción de la Grecia, dividiéndola en comarcas, y describiéndolas como en relación de un viaje por ella.
Curiosidades y noticias de sitios, pueblos, templos, monumentos,
nombres y hechos históricos, faltarán bien pocas. Solo que no sabe
describir con gusto y sentimiento, y a veces dice las cosas de un
modo que apenas se entiende. Floreció después de mediado el 2.°
siglo.