319. EL BRAZO DEL APÓSTOL SAN PEDRO, EN SIRESA

319. EL BRAZO DEL APÓSTOL SAN PEDRO,
EN SIRESA
(SIGLO X. SIRESA)

El rey Sancho Garcés estuvo a punto de
morir a causa de una larga y penosa enfermedad, a pesar de haber
puesto en práctica todos los medios curativos que los físicos
tenían entonces a su alcance. Como no encontraba remedio a sus
males, decidió acudir a la protección del apóstol san Pedro, cuyo
brazo se veneraba en el monasterio de Siresa. El resultado fue
milagroso, pues don Sancho sanó y pudo regresar a palacio.

Mientras convalecía en el cenobio, su
abad contó al rey cómo había ido a parar allí reliquia tan
preciada. Según palabras del abad, san Leandro, obispo de Sevilla,
quiso que Hispania tuviera una reliquia del apóstol san Pedro, y
envió a Roma una comisión que encabezó Ciriaco, a la sazón obispo
de Zaragoza
y amigo del entonces pontífice san Gregorio.

En principio, el Papa negó el
beneficio, pero la tozuda insistencia de Ciriaco hizo que aquél lo
consultase con Dios por medio de un ayuno de tres días, aunque no
fue necesario esperar a que el plazo se cumpliera, puesto que tras el
primer día de ayuno el propio san Pedro se le apareció al pontífice
y le dijo que fuese a su sepulcro, en el que hallaría, separada de
las demás, la reliquia que debería entregar al obispo zaragozano.
Así fue como le entregó uno de los brazos del Apóstol, que fue
colocado cuidadosamente en un precioso relicario de oro y traído a
Hispania.

Tras largo viaje, Ciriaco regresó a su
sede con tan preciado tesoro y conoció la noticia de la muerte de
san Leandro, por lo que resolvió dejar la reliquia en Zaragoza.
Falleció también Ciriaco y el brazo del apóstol san Pedro, un
auténtico tesoro, continuó en la ciudad del Ebro hasta días antes
de la invasión musulmana, a comienzos del siglo VIII, cuando los
cristianos zaragozanos acordaron poner a salvo todas las reliquias y
ornamentos, muchos de los cuales fueron a parar al monasterio de San
Pedro de Siresa.

Sancho Garcés, antes de abandonar
Siresa, agradecido por la curación de que había sido objeto, hizo
donación de la villa de Usón al cenobio, cuando corría el año
923.

[Olivera, G., «Reyes de Aragón.
Sancho Garcés», Linajes de Aragón, II (1911), 4.]