CARTA 7.
Observaciones sobre el oficio antiguo de Passione imaginis. Crucifijo devotísimo venerado en la parroquia de S. Salvador. Si es el de Berito: si vino a Valencia por el Turia. Preces del Señor Orbe a Benedicto XIII.
Mi querido hermano: Sin ejemplar y sin que sirva de título de posesión va hoy esta carta, cuando apenas habrás recibido la otra. Hágolo así porque se pasa el mes de Noviembre y no quisiera que se me olvidara lo que he leído y reflexionado con motivo de la fiesta que he visto celebrar aquí el día 9 del mismo al Santísimo Cristo de S. Salvador. Por lo que se dirá luego verás que esta es la fiesta que anuncian los códices antiguos de esta Iglesia en el mismo día con el título de Passione imaginis. Lo que en esto se propusieron nuestros mayores es lo mismo que se habían propuesto los Prelados de otras Iglesias del Oriente y Occidente, que fue desagraviar al Señor de los ultrajes que a su imagen hicieron los judíos en Berito. Pero a este objeto ha sabido dar mayor extensión el amor de la patria mal entendido, adoptando especies inciertas, con que saca el partido que puede la mentira, y la piedad queda expuesta a la burla de la irreligión. De esto juzguen otros: a mí sólo me toca poner en tu consideración mis observaciones sobre esta fiesta para cuando te se (se te) ofrezca hablar de ella. Hay pues aquí una celebre Iglesia parroquial con el título de S. Salvador, donde se venera un crucifijo verdaderamente devotísimo, del cual creen algunos del pueblo, y aun aseguran varios escritores (a)
(a) V. Escolano lib. V. cap. IV., Juan Bautista Ballester, Identidad del Christo de S. Salvador con el de Berito. Valencia 1672. El P. Antonio Juan Andreu, Descalzo de San Francisco, Relación del Cristo del Rescate c. X. Valencia 1625.
que siendo Obispo de esta Iglesia D. Fr. Andrés Albalat en el año 1250 vino por el mar, y entrando por el Turia, y subiendo contra su corriente hasta la vista de la ciudad, permaneció inmóvil hasta que los fieles, sacándole del agua, le colocaron en el altar mayor de dicho templo, al cual con este suceso se le mudó el título que tenía de S. Jorge en el de S. Salvador. Otros dicen que esta venida fue río abajo. En el año 1738 se erigió un monumento en el pretil del río que representa este suceso. Añaden también algunos que esta es (1: V. el apéndice núm. XI.) la misma imagen tan celebrada de Berito, cuya fiesta se propagó por casi toda la cristiandad por encargo del Metropolitano de aquella Iglesia. Dejando aparte la verdad de este hecho, que tengo por averiguado, a pesar de las dudas de los herejes, y aun de algunos historiadores católicos, lo cierto es que la fiesta de Passione imaginis pudo tener principio en esta Diócesis, como en otras, del encargo de aquel Prelado, o del ejemplo de otras Iglesias; pero de ningún modo procedió de la venida de la imagen, y mucho menos de su identidad con la de Berito.
Diré primero lo que me ocurre sobre este último punto, y luego iremos al otro. Que esta devotísima imagen no pueda ser la de Berito lo prueba su misma estructura, distinta de la otra por la memoria que de ella se conserva en el sermón del Obispo de Siria Atanasio (a: V. Acta Synodi Nicoen. II. act. IV), cuyas palabras en el texto griego son estas, (texto griego que no puedo transcribir): las cuales a la letra suenan in tabula quidem erat ad vivum depicta. Y aunque en la edición de Labbé y Cosart, en lugar de in tabula depicta se lee honestè depicta: una y otra versión dan el verdadero sentido al original, mostrando que esta imagen de Berito era pintada, y no de bulto como la de Valencia, Lo cual confiesa también D. Agustín Sales, llamando al crucifijo de Berito imagen pintada, teniendo presente la autoridad del Cardenal Baronio.
Vamos al tamaño. Esta sagrada imagen es del natural, y acaso mayor. De la de Berito hacen formar distinto juicio las lecciones del oficio de esta fiesta, que se hallan en nuestros códices, conformes con el testimonio del Obispo Atanasio y de Sigiberto. Porque después de contar en las tres primeras, como el cristiano se dejó olvidada la imagen en su casa (el Obispo Atanasio la llamó cellulam) y como el judío que entró a habitarla, después de algunos días convidó a comer a un amigo, y la ira de este cuando vio el crucifijo; en la lección cuarta describen las escusas del inquilino con estas palabras: ille autem cùm adhuc praedictam imaginem non vidisset, sacramentis quibus poterat, affirmabat, quod illam de qua dicebat, imaginem penitus ignorabat. Parece inverosímil que el huésped que debió registrar la casa para comenzarla a habitar no viese una imagen del tamaño de esta de Valencia, y más estando infixa parieti contra lectuli faciem, como dicen las mismas lecciones. Y si era regular que la hubiese visto, también lo era que no diese esta escusa, en que no debía ser creído. Por otra parte merece atención que el P. Antonio Nachi, Jesuita, en el tomo IV de las cartas edificantes (edic. de Madrid de 1774), tratando de la misión de Siria, con ocasión de recordar el milagro del Cristo de Berito, asegure que se conserva aun esta imagen en aquella ciudad, diciendo: este monumento tan precioso está colocado en un lugar subterráneo de la Iglesia de S. Salvador (de Berito), que sirve a los turcos de mezquita; y los cristianos y los turcos acuden a pedir socorro en sus dolencias y necesidades a este milagroso simulacro. También hago memoria de haber leído, y no sé donde, que se conserva este crucifijo en la Basílica de S. Salvador de Roma. Esto me ocurre; quisiera hallar más documentos que dejasen este punto bien apurado.
El otro artículo acerca de la milagrosa aparición o venida de la imagen por el Turia, lo trató con extensión en sus Observaciones a las Antigüedades de Valencia el P. Fr. Joseph Texidor, de mi Orden, hombre diligentísimo, que por amor de la patria y de la verdad trabajó años en apurar este y otros hechos. Allí encontré demostrados los puntos siguientes.
1.° Que en el año 1245, ya firma en varias concordias el Cura de esta parroquia con el título de S. Salvador. Por consiguiente que es supuesto el título de S. Jorge, y mucho más la mudanza de él, que con motivo de la venida de esta imagen en el año 1250 suponen Escolano y otros.
2.° Que en ninguna de las escrituras de dicha Iglesia se halla la palabra crucifijo o su equivalente hasta el año 1548. Cosa que parece imposible, si ya desde el siglo XIII era aquí venerado con un motivo tan plausible. Porque siendo así, era preciso que en testamentos, fundaciones de misas, aniversarios &c. no olvidasen los fieles tan preciosa alhaja.
3.° Que en el siglo XVI el Venerable Fr. Juan Micó predicó seis sermones en dicha Iglesia y fiesta, los cuales se conservan entre sus obras con el título de Passione imaginis, y nada dice de que sea esta la imagen de Berito; sólo refiere aquella historia poco más o menos como está en los sermones del discípulo, y como la refieren los breviarios de esta Iglesia MSS. e impresos en las lecciones de maitines, sin señalar el lugar de donde las tomaron, y como la refiere en la fiesta de la Exaltación de la Cruz un santoral MS. que se conserva en el archivo de la Catedral, que parece ser del siglo XV.
A estas observaciones del citado escritor deben añadirse las resultas que tuvieron las preces del XXII Arzobispo de esta Iglesia D. Andrés de Orbe y Larreategui sobre esta materia. Pidió este Prelado a Benedicto XIII el año 1729 (1429, Papa Luna) que restituyese a esta Iglesia el oficio antiguo de Passione imaginis de que había usado hasta la reforma de S. Pío V. No he podido hallar la respuesta del Papa, como he encontrado las preces del Señor Orbe, de que envío copia (a). Pero el efecto mostró no haber accedido a ellas la santa Sede; pues en tal caso gozaría hoy esta Diócesis la gracia que solicitó aquel Prelado, o a lo menos la dicha parroquia, donde ese día se reza, no el oficio antiguo de Passione imaginis, sino el general de la Dedicación del templo de San Salvador. Todas las apariencias son de que Benedicto XIII, siguiendo el ejemplo de S. Pío V, desestimó la súplica por no estar bien averiguada, así la milagrosa venida de esta santa imagen como su identidad con la de Berito. Aún tiene mayor peso este argumento, si consideramos la condescendencia de la santa Sede en restituir a esta Iglesia algunos oficios antiguos abolidos por S. Pío V, como las de la sangre de Jesucristo, del Ángel Custodio y los dos Santos Vicentes. Sin embargo que el de la sangre era mucho más reciente, que el de que hablamos. Por donde se ve que para la concesión de este otro oficio, hubo justo inconveniente, que sin duda fue la falta de documentos en apoyo de los hechos de que se trata. Por otra parte la venida reciente de este simulacro por el Turia la callan los mismos códices de esta Iglesia, aunque refieren el suceso de Berito; no siendo verosímil este silencio de un hecho tan señalado y glorioso para esta Iglesia en unos códices cercanos al tiempo en que se fija; antes bien, si tal hubiera, de hecho tan maravilloso, hubieran dejado memoria o alusiones por lo menos en algunos de los responsorios, y en el ofertorio y comunión de la misa, como sucede con menos motivo en las fiestas de S. Lázaro, San Onofre y otros; o a lo menos algún vestigio en la oración, en la cual sólo se habla de la pasión de Jesucristo, y tal cual códice añade la palabra imagen. Lo restante del oficio es tomado en unos del de la Exaltación de la Cruz, en otros del que celebraba esta Iglesia de quinque plagis. Alguna consideración merece la reflexión que ofrecen las preces que he dicho; y es, que esta fiesta es de un origen muy reciente, a saber, del año 1460; lo cual, aunque sólo se entienda del oficio y misa, no es verosímil que sucediese, si tan antigua es la venida de esta imagen como suponen. Tampoco es fácil combinar con esta época posterior a la canonización de S. Vicente Ferrer la grande devoción que se supone haber tenido este Santo a dicha santa imagen. Porque si tal fuera, parece regular que con su crédito y autoridad lograra, aún viviendo, que se estableciera esta fiesta, de la cual no me acuerdo haber visto alguna memoria en sus sermones.
En fin, yo no niego la posibilidad de estos hechos; pero vuelvo a decir que desearía nuevas luces que desvaneciesen mis dudas sobre ellos, y más tratándose de este devotísimo crucifijo cuya sola vista despierta muy tiernos afectos, y es santamente y con gran fruto venerado en esta ciudad, y a sus moradores sirve como de asilo y lugar de refugio en las calamidades privadas y públicas. Hablo con esta franqueza de la piedad, constándome que contra la sólida devoción de los pueblos nada influyen las controversias históricas sobre el origen de las imágenes; en las cuales quiere la Iglesia que veneremos, no lo que son en sí, sino lo que representan, y que prescindamos de todas las circunstancias históricas sobre su origen y portentos, cuando no están apoyadas en documentos sólidos. Y así aun cuando la devoción de nuestros mayores haya sido sorprendida en este punto como yo lo sospecho, por la oscuridad de los tiempos; sin embargo son muy dignos de alabanza y de imitación los que siguiendo el ejemplo de Santo Tomás de Villanueva y de otros siervos de Dios, buscan en la presencia de este divino simulacro un despertador de la compunción y del fervor del espíritu que debe vivir siempre en nosotros.
¿Qué diré de los oradores que olvidando este fin que es el principal de la oratoria cristiana emplean todo el tiempo y caudal en probar que esta es la imagen de Berito? Cosa que aun siendo cierta y pudiéndose demostrar, era bien tratarla separadamente y en otras ocasiones, mas no en un sermón, en el cual no debe ocupar más lugar que el que se permite a la narración para sacar de ella el fruto que espera el pueblo: que no todos acuden a la Iglesia llevados de la curiosidad de oír glorias de la patria, sean como sean.
En resolución, yo creo que esta imagen y su fiesta no tuvieron otro origen que la devoción de esta ciudad y sus Obispos; los cuales, como ya dije, en desagravio del descomedimiento de los judíos de Berito establecieron tal vez esta fiesta anual, a imitación de los pueblos de Oriente y de Occidente, que desde luego (a) la habían instituido por encargo del Metropolitano de aquella Iglesia. Por lo demás me consta que los piadosos literatos de esta ciudad no dan oídos a los que según la expresión de D. Lucas de Tuy: dicunt aliqua esse fingenda, licet vera non sint, ad Christi nominis gloriam dilatandam… Veritas namque cum sit, vult veridicis praeconiis collaudari. (Luc. Tud. adv. Albig. error. lib. II. cap. XI.)
Se me olvidaba decir que hasta la mitad del siglo pasado ha permanecido en esta Catedral una capilla con la invocación de Passione imaginis, en cuyas paredes se conservaban algunas pinturas de la historia de Berito; y es la misma capilla que ahora se llama del Santo Buen Ladrón. Mas aun siendo esto así, como lo es, y que el Obispo D. Fr. Andrés de Albalat fundó en ella una capellanía con el título del cuerpo de Cristo, que es también advocación de la misma capilla; y posteriormente se fundó otra con el título de la imagen ultrajada, lo más que de allí pudiera colegirse a mi parecer es, que en el siglo XIII ya se había introducido aquí la devoción a la imagen de Berito, pero no que la fiesta deba su institución a la venida de la imagen, ni menos a su identidad, supuesto que no hay documentos de lo uno ni de lo otro. Valencia 28 de Noviembre de 1802.
NOTAS Y OBSERVACIONES.
(1) La imagen tan celebrada de Berito. Berito, ciudad marítima de la antigua Fenicia, conocida con el nombre de Colonia Felix Julia, llamada ahora Beirut,
o como dicen los italianos, Baruti, está situada a la costa del mar de Siria, no lejos de Sidón, como consta del Itinerario de Antonino: algunos geógrafos modernos (Baudrand art. Berytus) la colocan entre Trípoli y Damasco (V. Le Quien Oriens christ. t. III. p. 90. 1326). De la antigüedad de este pueblo hay varias memorias en Strabon (Estrabón) (lib. XVI.), y en Plinio (lib. V. cap. 20). En ella hizo Agripa un suntuoso teatro, donde se hicieron juegos y otras representaciones con gran magnificencia (Tillem. Histoire des Juifs, art. XXXI. ap. Hist. des Emper. t. I. p. 475). Eusebio hace memoria de una famosa escuela que había en Berito, por cuya causa vivió allí mucho tiempo S. Aphiano Mártir (de Martyr. Palaestinae cap. IV). Otro tanto cuenta Sócrates (Hist. eccles. lib. IV. c. 27.) de S. Gregorio Neocesariense después que dejó la escuela de Atenas. Por una ley de Teodosio II fue erigida su Iglesia en Metrópoli honoraria de la Fenicia, igual en título de dignidad a la de Tiro, no en la jurisdicción: dio ocasión a esto la contestación de Phocio, Metropolitano de Tiro, con Eustatio, Obispo de Berito, examinada y disuelta en el Concilio de Calcedonia (Tillem. 5. Leon. art. CXIV. CXV. t. XV. p. 676). De la ruina de una gran parte de esta hermosa ciudad y de sus muros que tanto alaba Dionisio Afric. (Beryti et moenia grata) por el terremoto del año 349 y 112 del imperio de Constancio, y de la fingida conversión de algunos gentiles vecinos de ella aterrados con este azote, a pesar del testimonio de Teophanes, duda Tillemont en la vida de aquel Emperador (art. XIII. t. IV. p. 349). Blas Terzi (Syria sacra lib. I. c. 171) dice que apenas llegará ahora el vecindario de este pueblo a dos mil personas y que tienen en él los católicos un Obispo Maronita, y otro Griego los cismáticos. De los Obispos pertenecientes al último estado de esta Iglesia desde el siglo XI habla Le Quien en la obra citada (Oriens Christ. t. III. p. 1326, 1327).
En esta ciudad sucedió la maravilla de que tratamos, de la cual habla Baronio el día 9 de Noviembre, y cuya historia refiere Sigeberto por estas palabras: judaei imaginem Salvatoris invenientes in domo cujusdam judaei, ibi relictam à quodam christiano, eam injuriose deposuerunt, et omnia opprobria quae judaei Christo Jesu intulerunt, ejus imagini inferebant. (Sigeb. Cron. ad ann. 765). En confirmación de este suceso suele alegarse también el tratado de un antiguo Obispo de Siria llamado Atanasio, y otro sermón cuyo título es: sermo sanctae memoriae Patris nostri Athanasii de imagine Christi, quod factum est miraculum in civitate Beryto, tempore Constantini et Irenis uxoris ejus.
En el (cap. IV.) se refiere más a la larga el suceso, añadiéndose que aquella imagen había sido primero de Nicodemo, después pasó a manos de Gamaliel, de Santiago, de Simeón, y últimamente de Zaqueo, habiéndose libertado de la ruina de Jerusalén: que toda aquella multitud de judíos, vista la sangre y agua que milagrosamente salió del costado de la santa imagen, se convirtieron a la verdadera fe: que el Metropolitano de Berito guardó en redomas de cristal varias porciones de aquella sangre y agua, las cuales envió a diversos pueblos de Asia, África y Europa, dando cuenta de tan gran maravilla, de la cual queda un insigne testimonio en las actas del Concilio Niceno II (act. IV) A los centuriadores magdeburgenses y otros que intentaron desmentir esta historia responden Simón Maiolo (Historiar. tot. orb. centur. IV. c. X.), y Jac. Gretsero (de Cruce Christi lib. I c. XCVIII.)
(2) La habían instituido por encargo del Metropolitano de aquella Iglesia. Por testimonio de Sigeberto y del Obispo Atanasio consta que el Metropolitano de Berito envió desde luego a varios pueblos de la cristiandad porciones de la milagrosa sangre y agua que salió de esta imagen: hoc insuper ab eis efflagitans, ut annos singulos in mense Novembri… nono die ipsius mensis… non minori reverentiam quàm Natalis Domini vel Pascha, ista dies praecipuam observatione colatur. De este encargo procedió, a juicio de Molano, la rápida propagación de esta fiesta, así en Oriente, como en Occidente. Establecida la fiesta, era ya fácil que se sacasen copias de aquella prodigiosa imagen, y que se colocasen en capillas o templos con su advocación, como sucede hoy día aún en España con varias imágenes de Jesucristo y de nuestra Señora. Y así D. Agustín Sales, refiriendo a otro propósito que en el antiguo misal valentino (impreso en Venecia el año de 1509 fol. CCXCVIII) a 9 de Noviembre se halla la misa: in festo passionis imaginis Domini Jesu Christi, añade: pero esta no era propia de Valencia, sino común a todas las Iglesias, tanto del Oriente, como del Occidente, como advierte César Baronio en sus notas, por celebrar todas el milagro de la imagen pintada de Berito, que menciona en el dicho día el martirologio romano (Sales Memor. del santo sepulcro pág. 126).