II.
Altabiskarco cantua.
El canto de Altabiscar.
Altabiskarco cantua.
Corría el año 788 de la Era cristiana.
El poder de los Omniadas (Omeya, Omeyas), representado por Abderramán I que tenía su asiento en Córdoba, iba afianzándose en el centro y mediodía de España; pero a la vez las tribus berberiscas repartidas por la parte oriental y septentrional de la península, movidas por sus odios de raza y por la esperanza de su emancipación, no cesaban de conspirar contra el emirato.
Sulimán ben Alarabi, walí de Zaragoza (N. E. de Barcelona; Sulayman ben Yaqzan de Sarakusta), en cuya ciudad dominaba un marcado espíritu de hostilidad hacia la familia de los Omeyas, solicita el apoyo de Carlo-Magno contra el emir de Córdoba, y el rey franco halagado por la idea de conquista y de engrandecimiento de sus reinos que tan fácil se presentaba a sus ojos con esta protección, invade la España en la primavera al frente de un numeroso ejército por los desfiladeros del Pirineo oriental y por las gargantas de Ibañeta.
Dirígese sobre Zaragoza, pero sea que los musulmanes llevaran a mal el llamamiento de un príncipe cristiano y de un ejército extranjero, sea por otra causa cualquiera, en vez de hallar aliados como creía ve sublevarse contra él todas las poblaciones de una y otra margen del Ebro, y temiendo el impetuoso arranque de tan formidables masas, determínase a regresar a la Galia, por los mismos puntos por donde había entrado,
“con gran peso de oro – dicen algunos anales francos, – pero con gran peso de bochorno también.”
Vuelve a Pamplona, cuyos muros hizo desmantelar, y prosiguiendo su marcha se internó en los desfiladeros de Roncesvalles sin haber encontrado enemigos.
“Sólo en aquel valle funesto – dice Lafuente (1: Parte II, libro I de su historia general de España) – había de dejar sus ricas presas, la mitad de su ejército, y lo que es peor para un guerrero, su gloria. Dividido en dos cuerpos marchaba por aquellas angosturas el grande ejército de Carlo-Magno a bastante espacio y distancia el uno del otro. Carlos a la cabeza del primero, “Carlos, – dice el astrónomo historiador, – igual en valor a Aníbal y a Pompeyo, atravesó felizmente con la ayuda de Jesucristo las altas cimas de los Pirineos.” Iban en el segundo cuerpo la corte del monarca, los caballeros principales, los bagajes y los tesoros recogidos en toda la expedición. Hallóse éste sorprendido en medio del valle por los montañeses vascos, que apostados en las laderas y cumbres de Altabiscar y de Ibañeta, parapetados en las breñas y riscos, lanzáronse al grito de guerra y al resonar del cuerno salvaje sobre las huestes francas, que sin poderse revolver en la hondonada, y embarazándolas su misma muchedumbre, se veían aplastadas bajo los peñascos que de las crestas de los montes rodando con estrépito caían. Los lamentos y alaridos de los moribundos soldados de Carlo-Magno se confundían con la gritería de los guerreros vascones, y retumbando en las rocas y cañadas aumentaban el horror del sangriento cuadro. Allí quedó el ejército entero, allí todas las riquezas y bagajes: allí pereció Egghiard, prepósito de la mesa del rey, allí Anselmo, conde de Palacio, allí el famoso Roland, prefecto de la Marca de Bretaña, allí, en fin, se sepultó la flor de la nobleza y de la caballería francesa, sin que Carlos pudiera volver por el honor de sus pendones ni tomar venganza de tan ruda agresión. (1: Eginhard. Annal. – Id. vit. Karol. Magn. (N. E. Karolus Magnus, Carlomagno, Charlemagne, Karl der Große) Cap. 20.
“Tal fue la famosa batalla de Roncesvalles, como la refiere el mismo secretario y biógrafo de Carlo-Magno que iba en la expedición, desnuda de las ficciones con que después la embellecieron y desfiguraron los poetas y romanceros de la edad media de todos los países. Por muchos siglos siguieron enseñando los descendientes de aquellos bravos montañeses la roca que Roldán, desesperado de verse vencido, sajó de medio a medio con su espada, sin que su famosa Durindaina ni se doblara ni se partiera; aún muestran los pastores la huella que dejaron estampada las herraduras del caballo de aquel paladín; aún se conservan en la Colegiata de Nuestra Señora de Roncesvalles, fundada por Sancho el fuerte, (N. E. Rey de Navarra, Sancho VI, que estuvo en las Navas de Tolosa, Úbeda) grandes sepulcros de piedra, con huesos humanos, astas de lanzas, bocinas, mazas y otros despojos que la tradición supone pertenecientes a aquella gran batalla.”
“Entre los cantos de guerra que han inmortalizado aquel famoso combate – continúa diciendo el mismo Lafuente – es notable por su enérgica sencillez, por su aire de primitiva rudeza, por su espíritu de apasionado patriotismo, de agreste y fogosa independencia el que se nos ha conservado con el nombre de Altabizaren cantua.”
Tal es el canto que vamos a analizar, y tales son sus orígenes históricos expuestos con gran verdad y colorido por el eminente historiador español citado.
¿De cuándo data ese robusto y varonil canto?
Se ignora a punto fijo. Hay quien lo supone contemporáneo de la rota de las huestes del gran rey franco; hay quien lo cree con mucho posterior, y no faltan tampoco quienes tratan de fijar su origen en nuestro propio siglo.
Sustentan la primera opinión, que parece desde luego la más fundada, numerosos escritores nacionales y extranjeros. De ella participa también el joven y distinguido poeta navarro D. Hermilio Oloriz, que resumiendo lo expuesto en favor de esta tesis, dice: (1: El romance en Euskaria. Artículo publicado en la Revista Euskara. Año I. Núm. 4. Pamplona. Mayo de 1878.)
“El nombre de Karlomano (N. E Carlomán se llamaron varios reyes, el primogénito de Carlos Martel, un hermano de Carlomagno, Carlomán de Baviera, Bayern, Carlomán II) y no de Karlomagno que la citada poesía da al Emperador, el aire de primitiva rudeza que en ella se respira, como un sabio historiador lo nota, (2: Lafuente) y finalmente, la absoluta carencia de esas fábulas, y de esos semi-dioses con que la exaltada imaginación popular adorna todas sus pasadas hazañas, engrandecidas por la misteriosa acción del tiempo, prueban elocuentemente la indiscutible antigüedad del canto mencionado.”
“Para hacer más sólido nuestro razonamiento, – continúa – dirijamos una mirada a la literatura de Castilla: ella también se ha inspirado en nuestro Roncesvalles, mas… de qué suerte?
“Muchas generaciones habían sucedido a la de los vascos de Ibañeta. Su recuerdo trasmitido de padres a hijos, con el entusiasmo de una gloria que ya tenían por suya, iba poco a poco en los relatos perdiendo su parte de verdad y ganando elementos imaginativos que le dieron al cabo ese aspecto extraordinario y maravilloso que distingue a la leyenda. Entonces nació el poeta que rimó aquella fábula inverosímil, en cuyo primer término aparece el semi-dios, el mito, Bernardo del Carpio. Lo mismo acontece en los famosos romances del Cid, personaje tan enaltecido y sublimado, que nos ha hecho dudar de su real existencia, la cual con su grandeza legendaria, prueba clara y palmariamente el intermedio que existió entre el poema y la vida del héroe. No así el canto de Altabiscar, que examinado rigurosamente, no es sino la relación de la batalla, sin absurdos, sin fábulas, sin mitos, tal como un testigo pudo describirla, si el testigo como el pueblo hubiera sido un gran poeta.”
Efectivamente, la misma sobriedad de este canto, la relación de aquel extraordinario combate hecha con tal naturalidad y completamente despojada de toda ficción de la fantasía; su misma grandilocuente rudeza, sus formas verdaderamente primitivas, su rara austeridad, su enérgica sencillez, todo parece confirmar la gran antigüedad del Canto de Altabiscar.
Lo que sí creo posible, y aun tengo por seguro, es que este poema, compuesto indudablemente, como sucede con la mayor parte de los cantos bascos, para ser acompañado de la música, se haya conservado durante mucho tiempo por la sola tradición oral, sin ser siquiera escrito, trasmitiéndose durante siglos enteros de boca en boca, y de generación en generación, viviendo con más o menos ligeras alteraciones de forma en la memoria del pueblo que le dio cuna, hasta que, como sucede siempre, llegó un momento en que la *tradición acabó por oscurecerse o desfigurarse, y el canto por olvidarse en todo o en parte, sufriendo así un largo paréntesis en la historia de su existencia.
El Canto de Altabiscar nace de nuevo a la vida a fines del siglo pasado. Sacólo del largo olvido en que se hallaba el famoso la Tour d’ Auvergne, que lo halló copiado en un antiguo manuscrito encontrado entre otros curiosos papeles en un Convento de Fuenterrabía el 5 de agosto de 1794. Desde esta fecha el poema citado llega a adquirir existencia imperecedera, pues reconocida su importancia histórica y literaria halla bien pronto eco principalmente en los escritores de la nación vecina que lo dieron a conocer en diversas publicaciones, y recorre hoy el mundo traducida a la mayor parte de las lenguas europeas.
Ha llamado mucho la atención en esta magnífica poesía su rara y especial forma métrica, sujeta al parecer a diversas y distintas combinaciones más o menos artísticas, más o menos libres.
El ya citado escritor navarro Sr. Oloriz opina que el Altabiskarco cantua se escribió en varios metros, dominando empero el octosílabo asonantado, al cual parece tender desde su comienzo, si bien en muchas partes la melodía se destruye, “lo cual se explica por el modo con que se nos ha legado.”
“Pero desde que se empieza a leer la sexta estrofa, – añade – el metro aparece fijo, la cadencia no interrumpida, y la duda que las anteriores pudieron difundir en nuestras inteligencias desaparece ante ella, como las sombras ante la luz.”
En comprobación de su tesis, y para demostración de “la ilógica forma” en que hasta hoy se ha escrito dicha composición, por respecto al antiguo manuscrito en que fue hallada, el Sr. Oloriz reproduce dicha estrofa en esta forma, añadiendo que existe en ella un verso incompleto:
“Escapa, escapa, indar eta
zaldi dituzuenac!
escapa hadi, Karlomano
erregue, hire luma
beltzequin eta hire capa
gorriarequin.
(1: Este es el verso señalado como incompleto por el Sr. Oloriz.)
Hire iloba maitea, Errolan
zangarra, hantchet hila
dago; bere zangartasuna
beretaco ez tu izan.
Eta orai, Euskaldunac,
utz ditzagun arroca
horiec, jauts ghiten fite, igor
ditzagun gure dardac
escapatcen direnen contra.”
En concepto del Sr. Oloriz basta la citada estrofa para probar que desde antiguo el romance era usado por los vascones; pero por si todavía queda lugar a dudas, copia la siguiente, esperando disipar con ella todo recelo:
Dice así esta:
“Badoazi!, badoazi!,
non da bada lantzazco sasi
hura? Non dira heien erdian
agheri ciren cer nahi
colorezco bandera hec?
Ez da gheiago simiztaric
atheratcen hein arma
odolez bethetaric.
¿Cembat dira? aurra condatzac
hongui. Hoguei, hemeretzi,
hemezortzi, hamazazpi,
hamasei, hamabortz,
hamalau, hamairu, hamabi,
hameca, hamar,
bederatzi, zortzi, zazpi,
sei, bortz, lau, iru, bi, bat.”
“Ahora bien, – arguye el Sr. Oloriz como resultado de sus observaciones: – dado que en uno de los dos cantos que hemos heredado de nuestros inmortales ascendientes, se usa el romance octosílabo, ¿será ilógico pensar que el romance es euskaro? Hasta hoy pudo haber dudas y vacilaciones, porque se trataba de hacerlo oriundo de lenguas en que era desconocido; pero una vez que entre los antiguos monumentos de nuestra poesía se halla el romance, no siendo más que dos los monumentos que se conservan, compréndese que el romance entre los vascones debió ser tan popular como después lo ha sido entre los castellanos.”
Dejo la cuestión planteada en los mismos términos del Sr. Oloriz, sin entrar por mi parte en este momento a dilucidar tan importante punto, que requiere mayor espacio y un detenido y maduro examen.
Para terminar estos ligeros apuntes, y en corroboración de la idea de que el canto de Altabiscar fue escrito para ser acomodado a la música, debo manifestar que todavía se conserva en los pueblos de ambas vertientes del Pirineo, y especialmente en los de la montaña que fueron teatro del glorioso hecho de armas, que recuerda parte de esta original melodía, la relativa a la numeración explanada en las estrofas III y VII.
Muchísimas son las traducciones ya en prosa, ya en verso, que se han hecho de este expresivo y varonil canto vascongado, y recuerdo entre otras en este momento las francesas de los Sres. Monglawe, Chaho, Barandegui-Dupont y Michel; las castellanas de Doña Gertrudis Gómez de Avellaneda, Lafuente, Llanos y Alcaraz, y Feced, y las de los escritores vasco-navarros señores Araquistain, Nombela, Illarregui, Obdulio de Perea, y Hermilio Oloriz.
A continuación del canto original y de su traducción literal que siguen a estas páginas, tengo el gusto de ofrecer una nueva y excelente versión libre, hecha expresamente para el Cancionero por mi buen amigo el ilustrado catedrático de este Instituto D. Francisco Rodríguez Sánchez de Alba, versión que a no dudarlo será leída con gusto por su viril entonación y por las muchas bellezas que encierra.
Altabiskarco cantua.
(Dialecto bajo-navarro.)
I.
Oyhu (1) bat aditua izan da
Escualdunen mendien artetic,
Eta etcheco jaunac, (2) bere athearen aitcinean (3) chutic (4)
Ideki tu beharriac, (5) eta erran du: “Nor da hor? – Cer nahi dautet?”
Eta chacurra, (6) bere nausiaren oinetan lo zaguena,
Altchatu da, eta karrasiz (7) Altabiscarren (8) inguruac (9) bethe ditu.
II.
Ibañetaren lepoan (10) harabotz (11) bat aghertcen da,
Urbilteen (12) da, arrokac ezker eta ezcuin jotcen dituelaric;
Hori da urrundic heldu den armada baten burrumba. (13)
Mendien copetetaric (14) guriec errespuesta eman diote;
Beren tuten (15) soinua adiaraci dute,
Eta etcheco-jaunac bere dardac zorrozten tu. (16)
III.
Heldu dira! heldu dira! cer lantzazco sasia!
¡Nola cer nahi colorezco banderac heien erdian aghertcen diren!
¡Cer simistac (17) atheratcen diren heien armetaric!
Cembat dira? Haurra, condatzic onghi!
Bat, biga, hirur, laur, bortz, sei, zazpi, zortzi, bederatzi, hamar, hameca, hamabi, Hamahirur, hamalaur, hamabortz, hamasei, hamazazpi, hemezortzi, hemeretzi, hogoi. (18)
IV.
Hogoi eta milaca oraino!
Heien condatcea demboraren galtcea liteque.
Urbilditzagun (19) gure beso zailac, (20) errotic (21) athera ditzagun arroca horiec,
Botha ditzagun mendiaren patarra (22) behera
Hein buruen gaineraino;
Leher (23) ditzagun, herioz jo (24) ditzagun.
V.
¿Cer nahi zuten gure men lietaric Norteco (25) guizon horiec?
¿Certaco jin (26) dira gure bakearen nahastera? (27)
Jaungoicoac mendiac eguin dituenean nahi izan du hec guizonec ez pasatcea.
Bainan arrokac biribilcolica (28) erortcen dira, tropac lehertcen dituzte.
Odola churrutan (29) badoa, haraghi puscac dardaran (30) daude.
Oh! ¡cembat hezur carrascatuac! (31) cer odolezco itsasoa! (32)
VI.
Escapa! escapa! indar eta zaldi dituzuenac!
Escapa hadi, Carlomano erreghe, hire luma beltzekin eta hire capa gorriarekin;
Hire iloba maitea, Errolan zangarra, (33) hantchet hila dago;
Bere zangartasuna (33) beretaco ez tu izan.
Eta orai, Escualdunac, utz ditzagun arroca horiec,
Jauts ghiten fite, (34) igor ditzagun (35) gure dardac escapatcen direnen contra.
VII.
Badoazi! badoazi! (36) non da bada lantzazco sasi hura?
Non dira heien erdian agheri ciren cer nahi colorezco bandera hec?
Ez da gheiago simiztarik atheratcen heien arma odolez bethetaric.
¿Cembat dira? Haurra, condatzac onghi.
Hogoi, hemeretzi, hemezortzi, hamazazpi, hamasei, hamabortz, hamalaur, hamairur,
Hamabi, hameca, hamar, bederatzi, zortzi, zazpi, sei, bortz, laur, hirur, biga, bat.
VIII.
Bat! ez da bihiric aghertcen gheiago. (37) Akhabo da:
Etcheco jauna joaiten ahal zira zure chacurrarekin,
Zure emaztearen eta zure haurren besarcatcera, (38)
El canto de Altabiscar.
(Traducción literal en prosa castellana.)
I.
Un grito ha sido oído
En medio de las montañas de los Bascos,
Y el Echeco-jauna, de pie delante de su puerta, (de la de su casa)
Ha abierto las orejas, (ha escuchado atento) y ha dicho: “¿Quién está ahí? ¿Qué me quieren?”
Y el perro, que dormía a los pies de su amo,
Se ha levantado y ha llenado con sus gritos (con sus violentos ladridos), los contornos de Altabiscar.
II.
En el collado de Ibañeta aparece (resuena) un fuerte rumor,
Se aproxima, rasando a derecha e izquierda las rocas;
Es el estruendo de un (algún) ejército que ha llegado de lejos;
Los nuestros les han respondido desde lo alto de las montañas, haciendo sonar sus cuernos,
Y el Echeco-jauna aguza sus flechas.
III.
¡Ya llegan! ya llegan! ¡Oh qué selva de lanzas!
¡Cómo aparecen en medio de ellos múltiples banderas de varios colores!
¡Qué de rayos salen de sus armas!
¿Cuántos son? Muchacho, cuéntalos bien.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once, doce, Trece, catorce, quince, diez y seis, diez y siete, diez y ocho, diez y nueve, veinte, (18)
(Según la fé de erratas, falta este texto:
IV.
Veinte ¡y por miles todavía!
El (querer) contarlos sería tiempo perdido.
Unamos nuestros nervudos brazos, arranquemos de sus raíces (de cuajo) estas rocas,
Lancémoslas de alto en bajo por la pendiente de la montaña
Sobre sus cabezas;
Aplastémoslos, hirámoslos de muerte.
V.
¿Qué querían de nuestras montañas esos hombres del Norte?
¿Por qué han venido a turbar nuestra paz?
Dios cuando ha hecho (o creado) las montañas ha querido que no las franqueasen los hombres.
Pero las rocas (abandonadas a su ímpetu), caen rodando (y) aplastan las tropas (invasoras.)
La sangre cae a torrentes, los pedazos de carne (separados del tronco) palpitan, (se estremecen)
¡Oh!, ¡cuánto hueso roto! ¡Qué mar de sangre!
VI.
¡Huid, huid!, los que aún tenéis fuerzas y caballos.
Huye, rey Carlomagno, con tu pluma negra y tu capa encarnada;
Tu amado sobrino, el bravo Roldán, yace muerto allá abajo;
Su bravura de nada le ha servido.
Y ahora, Euskaldunas, dejemos esas rocas,
Bajemos prestos, lancemos nuestros dardos contra los que huyen.
VII.
¡Huyen! ¡Huyen! ¿Dónde está pues aquella selva de lanzas?
¿Dónde las banderas de todos colores que en medio de ellos se divisaban?
Ya no lanzan rayos sus armas, cubiertas de sangre.
¿Cuántos son? Muchacho, cuéntalos bien.
Veinte, diez y nueve, diez y ocho, diez y siete, diez y seis, quince, catorce, trece,
Doce, once, diez, nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno.
VIII.
Uno. ¡Ni uno se ve ya…! Todo acabó.
Echeco-jauna, puedes volver a tu casa con tu perro,
A abrazar a tu esposa y a tus hijos.
(1) Oyhu u oihu, bn., lab., oyu, lab., oju, guip., vizc., grito.
(2) Etcheco-jauna o echejaun-a, señor de la casa. Llamábase así antiguamente al señor o dueño de casa solariega.
(3) Aitzin-a, ainzin-a, ante, delante. – Athearen aitcinean… delante de la puerta.
(4) Chut, chutic, o zut, zutic, derecho, erguido.
(5) Beharri-a, bn., lab., belarri-a, guip., belarri, ja, vizc., oreja. Ideki tu beharriac, por Ideki ditu beharriac, liter. ha abierto las orejas. Ha aguzado el oído.
(6) Posible es que en vez de esta voz se viera escrito en el primitivo original zakurra, pues aquel es un diminutivo que no cuadra bien en este lugar.
(7) Karrazi-a, bn., garrazi-a, lab., guip., equivale propiamente a grito violento, fuerte, expresivo. El grito o alarido del perro tiene su peculiar nombre en la voz saunga o saunka. Zakurra zaungaz o zaunkaca…
(8) El Altabiscar es una colina que domina el valle de Roncesvalles.
(9) Inguru-a, alrededor, contorno, inmediaciones.
(10) Lepoa, cuello, collado, colina. Ibañetaren lepoan, en el collado de Ibañeta. – En el dial. bn. esta voz se ve sustituida frecuentemente por la de borthia o borthuia (N. E. puerto). En el guip. se usa también comúnmente con igual significación la voz mendisca.
(11) Harabotz, o habarrotz, abarots, abarrox, ruido desagradable. De abar o adar (rama, y ots-a, (ruido); ruido o crujido de las ramas al desgajarse.
(12) Urbildu, aproximarse, acercarse.
(13) Burrumba, bn., rumor, ruido.
(14) Mendien copetetaric, desde las cumbres de las montañas, o desde lo alto…
(15) Tuta, bn. Desígnase con este nombre al cuerno de guerra, o la trompeta de un solo tubo. Clarín.
(16) Zorrozten tu por zorrozten ditu.
(17) Simista, chimichta, rayo. Por la parte de Baigorry dicen chismista. Pouvreau escribe asimismo zizmixta.
Cer simistac atheratcen diren hein armetaric… liter. Qué rayos salen de las armas de ellos…
(18) El vascuence forma dos cadenciosos versos contando del uno al doce y del trece al veinte, versos que invirtiendo el orden al repetirlos correlativamente del veinte al uno tampoco pierden su sonoridad.
No sucede así en el lenguaje castellano, y de ahí la necesidad en que se han visto todos los traductores de este canto de intercalar en esta estrofa diversas frases y exclamaciones, haciéndole perder su naturalidad y sencillez, y el sabor verdaderamente extraño del original.
(19) Urbilditzagun. Acerquemos, aunemos… Véase la nota 12.
(20) Zail-a, o zalla, según los div. dial., duro, resistente, fuerte.
(21) Erro-a en los div. dial., la raíz. Errotic athera ditzagun arroca horiec… “Saquemos o arranquemos de raíz esas rocas…”
(22) Patarra, bn., lab., colina. Patarra behera, “por la colina (o por la pendiente de la colina) abajo.”
(23) Leher-lehertu, bn., lab., ler, lertu, guip., aplastar.
(24) Herioz jo ditzagun. liter. peguémosles de muerte… es decir, hirámosles de muerte.
(25) Es verdaderamente extraña la presencia de esta voz en el canto, pues la lengua basca tiene su propia voz ifar, ifarra o iparra, para designar el Norte o Septentrión, palabra que se ve en muchas voces
compuestas, tales como ifar aize-a, viento Norte, ifar * kacha, el polo ártico, ifar-aldea, hacia el Norte, y otras varias.
(26) Jin, jitea, bn., sul, jen, jeitea, nav., lab., es el verbo venir, opuesto del juan, juatera, jun, jutera, o yun (N. E: llun, lluny; lejos), yutera, que expresa la significación contraria de ir o marchar.
(27) Nahas, nahasi, nahasten, bn., lab., nastu, nasten, g., naastu, vizc., mezclar, confundir, perturbar, y también a veces importunar.
(28) Posible es que esta palabra haya sufrido algún cambio al ser copiada, pues dudo que existiera así en el original, porque no hay tal voz biribilcolica.
Para expresar la idea del autor bastaba decir: Bainan arrokac amilka (ambilka o iboilca) erortcen dira…, pues la lengua euskara tiene a falta de uno estos tres verbos para expresar el concepto de rodar o caer dando vueltas.
(29) Odola churrutan badoa… la sangre corre a torrentes… Me parece que hubiera estado mejor empleada en este caso la voz zurrutan, que parece más llena y expresa en mi sentir mejor la idea.
(30) Dardaran daude… Las carnes están temblorosas… La frase no es muy propia.
(31) Carrascatuac o crascatuac, rajados. ¡Cembat hezur carrascatuac! ¡Cuántos huesos quebrados… rotos… (N. E. cascados.)
(32) ¡Cer odolezco itsasoa…! ¡Qué mar de sangre…!
(33) Zangar, zangarra, bravo. Zangartasuna, la bravura.
(34) Jauts ghiten fite, bajemos o descendamos al punto. – Jauts, jautsi, bn., lab., equivalente al guip. jachi o jechi, significa bajar.
Fite, adv. de tiempo, al punto, enseguida. (N. E. fito fito)
(35) Igor ditzagun, enviemos (o lancemos), .. pues el verbo igor, igorri, igortzen, bn., lab., egorri, guip., significa enviar.
(36) Badoazi!, badoazi!, ¡Ya van, ya van! En algunas ediciones se lee equivocadamente badoadi por badoazi o badoaci, errata nada extraña pues es harto fácil en la composición tipográfica el cambio de la letra d por la c.
(37) Ez da bihiric aghertcen gheiago!, liter. Ya no aparece más ni un solo grano. (Bihi-a, bn., lab., grano): es decir, ya no aparece absolutamente ni uno solo.
(38) Besacartu, besacartzea, abrazar.