
Un jeroglífico es un tipo de escritura en la que las palabras no se representan con signos alfabéticos o fonéticos, sino que el significado de las palabras se expone con símbolos o figuras. Los jeroglíficos pueden ser ideogramas o fonemas, dependiendo del valor que se les da en su interpretación.
El término “jeroglífico” proviene del griego “hieroglyphikós“, compuesto por “hierós” (sagrado) y “glýphein” (cincelar), ya que este sistema de escritura se utilizaba principalmente tallado en piedra en relieve o en bajorrelieve.
Los jeroglíficos más famosos son los utilizados por los antiguos egipcios, que se estima fueron utilizados hasta el siglo V d.C., aunque de manera paralela con otros sistemas de escritura más sencillos.
Los jeroglíficos egipcios combinaban ideogramas, signos consonánticos y signos determinantes, y sus símbolos eran figurativos, representando cosas reconocibles como animales o partes del cuerpo.
El descifrado de los jeroglíficos egipcios fue posible gracias a la Piedra de Rosetta, descubierta en 1799, que contenía inscripciones en jeroglífico, demótico y griego antiguo, lo que permitió a egiptólogos como Jean-François Champollion y el científico Thomas Young descifrar el sistema.
Además de los jeroglíficos egipcios, existieron otros sistemas de escritura jeroglífica en sociedades como la cretense o la maya, aunque la mayoría de ellos no pudieron ser descifrados.
En la actualidad, el término “jeroglífico” también se utiliza para referirse a un pasatiempo o juego de ingenio en el que una frase aparece expresada por medio de un conjunto de signos y figuras.