TOMO II

M. Jiménez Catalán y J. Sinués y
Urbiola

Historia de la Real y Pontificia
Universidad de Zaragoza

OBRA PREMIADA

por el

Patronato Villahermosa – Guaqui

en el

CONCURSO 1920- 21

Zaragoza

Tip. La Académica – Cinegio, 3

1924

PATRONATO VILLAHERMOSA- GUAQUI

Historia de la Real y Pontificia
Universidad de Zaragoza

CONCURSO DE 1920- 21

M. JIMÉNEZ CATALÁN y J. SINUÉS Y
URBIOLA

HISTORIA DE LA REAL Y PONTIFICIA

UNIVERSIDAD DE ZARAGOZA

TOMO II

ZARAGOZA

Tipografía “La Académica” –
Cinegio, 3

1923

Si el amable lector ha seguido con
benévola atención el curso de las materias tratadas 
en el primer tomo de nuestra Historia,
pronto se habrá dado cuenta de que en él tan sólo 
hemos estudiado los fundamentos y el
régimen y gobierno de la Universidad cesaraugustana.
Diríase haber analizado todo el
aparato externo del templo magnífico en donde los
doctores aragoneses se cobijaron y
donde la voz honrada del saber sonó con acentos 
solemnes y armoniosos.
Ahora, en este volumen segundo,
procuramos poner de manifiesto la labor científica 
realizada por los universitarios de las
distintas facultades en sus cátedras, ajustándonos, 
como siempre, a las notas documentales
y dejando hablar a éstas, cual corresponde a toda obra basada en la
más depurada investigación histórica.
Organización de Facultades, planes de
estudios, doctrinas filosóficas sustentadas, lo 
que constituye, en fin, el contenido
espiritual de nuestra Escuela máxima, es lo que 
en el transcurso de esta segunda parte
desarrollamos.
Y a un tiempo mismo hemos creído de
singular utilidad decir algo de los elementos 
auxiliares que tuvo la Universidad para
mejor realizar su labor docente: colegios, 
academias, repasos, fueron los
organismos que coadyuvaron en la empresa cultural del Alma máter.
Entusiasmo creciente y probidad
literaria son las dos características que resplandecen
principalmente en nuestro trabajo. Entusiasmo, porque sin él no hay
empresa posible y, además, porque cuanto más ahondamos en las
excelencias y bondades de nuestra Universidad, tanto más se enardece
en nosotros el cariño hacia ella.
No por esto dejamos de comprender y
consignar sus defectos: dejaría de ser obra humana si no los
tuviera.
Pero sus faltas son las de su época.
¿Por ventura hay alguna institución
que pueda desasirse por completo del ambiente que le rodea?

En historia no hay más remedio que
abstraerse de los tiempos actuales, y para juzgar 
debidamente un hecho de nuestros
antepasados, tenemos que situarnos mentalmente 
en sus días coetáneos; pensar y
sentir como ellos: entonces nuestro juicio será cierto.
Por último, nos resta rendir un
tributo de gratitud a la opinión pública, manifestada 
en la Prensa diaria y periódica, por
la bondad con que ha acogido la publicación 
del primer tomo de esta obra. Ella nos
alienta para seguir adelante en la difícil 
tarea de dar fin a la Historia
documental de la Universidad de Zaragoza.