CAPÍTULO XIII
ÚLTIMO PERÍODO DE LA UNIVERSIDAD
AUTÓNOMA.
LA POLÍTICA EN LA UNIVERSIDAD. – “LA
TERTULIA PATRIÓTICA”. – LIBERALES Y ABSOLUTISTAS. – INTENTOS DE
SUPRESIÓN DE ESTA UNIVERSIDAD. – GESTIONES PARA IMPEDIRLO EN
DIVERSAS ÉPOCAS. – PROPÓSITOS FRUSTRADOS DE SUS ENEMIGOS.
En lo que a la enseñanza se refiere,
relatado queda ya todo cuanto podíamos decir, en los diversos
capítulos de este libro, que alcanza hasta las últimos planes de
estudio de 1845 y 1857, cuando las Universidades españolas perdieron
su independencia.
Vamos a estudiar en éste algo que no
es docente, pero que está íntimamente relacionado con el ambiente
de la época, el cual envolvió a nuestros universitarios; son los
últimos momentos de nuestra Universidad autónoma y libre.
Hubo un período en la Historia moderna
de nuestra patria, verdaderamente tormentoso; nos referimos a las
enconadas luchas entre liberales y absolutistas; entre los
partidarios de la Constitución hecha en Cádiz, en plena guerra con
el francés, y los que, enemigos de esas Cortes y de esa
Constitución, querían a todo trance el gobierno absoluto de
Fernando VII. No vamos aquí a reseñar esas luchas entre unos y
otros partidarios, pero sí la parte que en ellas tomó nuestra
Universidad, la cual no pudo o no supo sustraerse a ellas.
Terminada la guerra de la
Independencia, se sentó Fernando VII en el trono de sus mayores;
pero no por eso gozó de paz España y de tranquilidad: las luchas
políticas y religiosas enconaron los ánimos, desataron las pasiones
de tal modo, que nuestra desventurada patria fue teatro de
sangrientas escenas, de hechos cruentos que llevaron a todos los
ámbitos la perturbación y el desorden.
Fernando VII, aquel Monarca tan
“deseado” por sus súbditos y por el que se vertieron
torrentes de sangre española, comenzó su reinado aboliendo la
Constitución, que en un principio había jurado, dando comienzo la
batalla entre liberales y realistas, que ocasionó gran número de
víctimas y que tuvo su primer desenlace en la sublevación militar
acaudillada por Riego y Quiroga, que estalló en Las Cabezas de San
Juan, el 1.° de enero de 1820, y cuya conspiración se propagó a
varias ciudades, entre ellas Zaragoza; estos hechos obligaron al
Monarca español a abolir el Santo Oficio, restablecer la
Constitución del año 1812 y convocar Cortes.
Ya en 1814 la Universidad había
elevado a las Cortes el siguiente mensaje:
“Señor: La feliz traslación del
Gobierno español al centro de la Península, tan vivamente deseada
por todos los buenos, excita los patrióticos sentimientos del
Claustro de esta Universidad, que dirige sus votos a los
representantes de aquella nación leal y vizarra que dio exemplo a
las demás de Europa en constancia 7 energía para sacudir el yugo
francés. = Dígnese V. M. recibir la gratitud y memoria de este
Cuerpo Literario, por sus desvelos en favor de la Monarquía y por
las gracias particulares que ha dispensado a esta Escuela. = Nuestro
Señor prospere a V. M. como necesita la Patria. = Zaragoza, febrero
12 de 1814. = Por el Claustro de la Universidad Literaria… = A. S.
M., Las Cortes Generales”. (Fol. 157, G. núm. 45).
De su presentación se encargó el
diputado D. Juan Francisco Martínez, el cual pocos días después
mandaba a la Universidad la siguiente carta:
(Lámina 14, pág. 407. FERNANDO VI
(es el VII). (Fot. Mora). Retrato de Goya, Museo Provincial.)
“Illmo. Señor: Muy señor mío y
de todo mi respeto: Hoy se ha dado cuenta en el Congreso de la
exposición de V. S. I. felicitando a las Cortes por su traslación a
esta capital de la Monarquía, y se ha puesto en el acta el Decreto
acostumbrado de haberla oído con agrado. = Con esto creo haber
satisfecho puntualmente el encargo que V. S. I. se ha servido
hacerme, y deseo complacerle en asuntos de mayor entidad. = Dios
guarde V. S. I. muchos años. = Madrid 19 de febrero de 1814. =
Illmo. Señor: B. L. M. de V. S. I. su más atento servidor y cap.n
Juan Francisco Martínez. = Illmo. Sr. Rector y Claustro de la
Universidad de Zaragoza”. (Fol. 163, G. núm. 45).
El triunfo de los liberales provocó
las consiguientes manifestaciones patrióticas, fundándose centros y
sociedades en muchas poblaciones, en los cuales se ensalzaban los
principios de Libertad y Constitución.
En 13 de abril de 1820 se había
fundado en la nuestra por todos los amantes del sistema
constitucional una Sociedad patriótica (1), que ese mismo día tuvo
su domicilio social en el Teatro mayor (Paraninfo) de nuestra
Universidad, según acuerdo del Claustro, que por unanimidad dispuso
franquearlo a los socios de la misma. (Fol. 107, G., núm. 52).
En 26 de octubre de ese mismo año las
Cortes relevaron a los sesenta y nueve exdiputados de las ordinarias
de 1814, que firmaron el manifiesto o representación al Rey y que
llevaba la fecha de 12 de abril de aquel año.
A dichos exdiputados se les privaba de
todos sus empleos, cargos públicos, pensiones, honores y
condecoraciones; entre ellos se hallaba el doctor de este Claustro
Universitario y arcediano de Daroca D. Juan Francisco Martínez; el
jefe político de la Región lo comunicó a la Universidad, para que
ésta exonerara a dicho señor.
En 3 de agosto ya vemos a los
milicianos que piden, y se les concede, autorización para que en los
patios de la Universidad hagan el ejercicio de armas de sargentos y
cabos (fol. 124, G., núm. 51) y en 10 de diciembre del siguiente año
se acuerda por el Claustro facilitar el Teatro, para que en él
celebren sus reuniones los electores del partido.
(1) Reglamento | formado por la
Sociedad patriótica | de la Ciudad de Zaragoza | aprobado | en las
sesiones celebradas en los días catorce y quince de Abril. | Impreso
por disposición de la misma. | (Adornito). – En la Imprenta de
Andrés Sebastián | año 1820. – 8.°; 20 págs. con portada. – (B.
S. Carlos, Zaragoza).
La Tertulia patriótica, aquella
Tertulia que hemos dejado instalada en el Paraninfo de nuestra
Universidad, llegó un día en que el retrato del Monarca Emperador
Carlos I, instaurador de este centro de enseñanza, y que ocupaba el
testero principal, molestó a los socios que la formaban, porque en
el reinado de aquel Emperador estuvieron muy oprimidas las libertades patrias; y
llevaron su audacia a pedir, por medio de los asesores de la Universidad, que ésta quitara
del sitio donde se hallaba colocada la efigie del augusto monarca, y
el asunto se trató en Claustro celebrado el 15 de marzo de 1822,
bajo la presidencia del Rector D. José Antonio Marco, y en él los
asesores expusieron que los individuos de la Tertulia miraban con
extrañeza que en la sala del Teatro Mayor, donde celebra sus sesiones, estuviera
colocado al frente el retrato del Emperador Carlos V (1), y el
Claustro, dócil y complaciente, acordó sustituirlo con el de
Fernando VII, y si éste no se hallaba muy a mano con el del fundador
Cerbuna, aunque fuera poniendo un obispo cualquiera con una
inscripción al pie que diga que es Cerbuna.
Para qué hacer comentarios; los
lectores los harán del grado que gusten.
Rápidamente varían los
acontecimientos en España; los cien mil hijos de San Luis, al mando
de Angulema, toman a Cádiz, donde se habían refugiado las Cortes y
el Rey, que se había visto obligado a asistir a ellas; disuelven las
primeras, libertan al segundo que empieza a ejercer, nuevamente, su
poder absoluto (30 de septiembre de 1823), declarando nulo todo lo
hecho desde el 17 de marzo de 1820 y vemos que nuestra Universidad
pasa rápidamente de constitucional a absolutista.
(1) Hasta tiempos muy modernos estuvo
arrinconado el retrato del Monarca Emperador, del que erigió la
Universidad de Zaragoza; en el manuscrito ya citado varias veces
“Registro de las reformas y sucesos notables…”, al fol.
56, se dice: “De la numerosa Galería que ostentaba el
Claustrillo de la Universidad de Cerbuna, sólo uno respetaron las
minas francesas: el retrato del magnífico Emperador Carlos Quinto.
Maltratado por aquel suceso y por incuria (el que escribió estas
líneas ignoraba el acuerdo del Claustro) recientemente, el Rector
Sr. Hernández Fajarnés acordó su restauración, encomendándola al
insigne pintor D. José González, quien la hizo de manera tan hábil
y primorosa (aparte la economía de la difícil obra) que dicho
retrato, además de veneranda y única reliquia de la antigua
Universidad, que tributó este homenaje al invicto César, es
testimonio perenne de la gratitud debida a quien acordó instituirla
años antes de que Cerbuna la fundase en el solar de los antiquísimos
Estudios de Zaragoza”. Hoy ocupa ese retrato el testero
principal del salón de actos de la facultad de Derecho.
Queda disuelta la Tertulia patriótica;
de sus papeles se incauta el Claustro, según órdenes superiores; por el Inventario de ellos,
que publicaremos oportunamente, vemos que Valero Roces, bedel de la
Universidad, cobraba y pagaba cantidades de la Tertulia, como si en
ella ejerciera las funciones de conserje.
En 9 de junio de 1823, y cumpliendo las
recibidas de la Regencia, el Claustro acuerda que en la Capilla de la
Escuela se celebre un aniversario en sufragio de las almas de los que
han muerto en defensa del Altar y del Trono; tuvo lugar dicha
solemnidad religiosa el 16 del expresado mes, invitándose al
Ayuntamiento.
En 30 del mismo mes se acuerda
felicitar a la Regencia por su instalación; enviándola el siguiente
documento:
“Serenísimo Sr.: El Rector y
Claustro de la Universidad literaria de Zaragoza se apresura a
ofrecer a V. A. S. el homenaje más respetuoso por su gloriosa
instalación, y sus más ardientes votos por la prosperidad y acierto
de V. A. S. en el Gobierno de la desgraciada España, cuias riendas
toma, después de sus más amargos y aciagos días. = Vacilaba el
trono, caía el Altar, y la Nabe del Estado iba a sumergirse, quando
la providencia cambió felizmente nuestra lamentable situación y se
puso V. A. S. al frente de los negocios públicos. Todas suertes de
dichas se esperan de V. A. S., pero principalmente la de que un día
pueda entregar al Monarca el cetro de oro, que ahora le conserva en
depósito, para el momento venturoso de su redención con toda la
Real Familia. = El espíritu público está de parte del Rey Nuestro
Señor, y por su poder anterior del 7 de marzo de 1820 y de parte de
V. A. S., si así lo procura. Este cuerpo literario pedirá al Cielo
todas sus bendiciones para V. A. S. y que le comunique las luces que
sólo vienen de lo Alto, y que en vano se apropia el hombre reducido
de su orgullo y de una infernal filosofía; los efectos funestos de
estos dos falsos principios son los que tanto nos hacen llorar y han
traído las lágrimas continuas a los ojos de todos los buenos
españoles, siendo muchos los casos en que cada uno de ellos, como
otro Iteli, no se dolía ni moría por la pérdida de sus hijos, sino
por la del Arca Santa. Zaragoza. (Sin fecha). (G., núm. 54, fol.
145).
Al principio hay la siguiente nota:
“Con carta misiva al Sr. Dr. D.
Josef Duaso se ha de embiar para el Martes en papel blanco lo
siguiente, dirigiéndolo al Agente”.
En esa misma fecha y cumpliendo una
orden del Ministro de Gracia y Justicia Sr. Calomarde, se acuerda se
cante en la capilla de la Universidad un solemne Te Deum en acción
de gracias por la entrada en España del ejército libertador y que
se hagan rogativas por la libertad y fidelidad del monarca.
Pocos días después, el 8 de julio, la
Universidad acuerda pedir el restablecimiento de la Inquisición, a
cual efecto se redacta, se imprime y se remite la siguiente
“Representación del Ilmo.
Claustro de la Universidad Literaria de esta capital de Zaragoza A. S. A. Sma. La Regencia del Reino, en
solicitud del restablecimiento del Santo Tribunal de la Inquisición. = Serenísimo
Señor: El Claustro de Rector, Consiliarios y Catedráticos de esta Universidad literaria, con el
más debido respeto hace presente a V. A. S.: Que si todos los españoles amantes de su
Religión Católica tienen un derecho para elevar sus voces a V. A.
S. por sí, o los Ayuntamientos que los gobiernan, y son los
verdaderos y legítimos órganos de la voluntad general, para que se
digne restablecer el Santo Tribunal de la Inquisición, con mucha
más razón pueden alegarlo las Universidades literarias, y muy
particularmente la de esta capital de Zaragoza, donde puede decirse
con gloria, subiendo hasta la más remota antigüedad, hallarse la
cuna de la fe católica que profesa toda la nación española. Las
Universidades literarias, Serenísimo Señor, son las depositarías
de toda doctrina y los encargados de dirigir la instrucción de la
juventud, que un día ha de ocupar los primeros empleos de la
monarquía.
“Las Universidades literarias son
unas verdaderas auxiliares del Gobierno mismo, y de los desvelos
ardientes del Santo Tribunal de la Inquisición, porque en vano
trabajarían los primeros, si en las escuelas públicas, lejos de
haber un concierto y armonía con sus providencias, se esparciesen
semillas, que un día produjesen el amargo fruto de la impiedad y
libertinaje…
“Este es un dilema infalible en
nuestra España católica y religiosa, o Constitución o Inquisición;
aquélla excluye a ésta por sus principios de libertad y
republicanismo, y la Inquisición se opone directamente a uno y otro
como dique, que contiene el verdadero libertinaje; con Constitución
o Carta Constitucional, por más templada que se suponga, cae la
Inquisición, y si aquéllas son contra la voluntad general de los
religiosos españoles, la Inquisición es de su voto y deseo … las
llamadas Cortes generales y extraordinarias de Cádiz, cuando lo
extinguían en su determinación de 22 de febrero de 1813 dijeron en
el artículo 2.° del capítulo 1.° El Tribunal de la Inquisición
es incompatible con la Constitución; pues también los religiosos
españoles dicen lo mismo en contrario sentido: No queremos la
Constitución; pues queremos la Inquisición…
“Esta Universidad literaria,
altamente convencida de la importancia del restablecimiento del Santo
Tribunal de la Inquisición, se abstiene de hacer su defensa por
creer hallarse ésta de parte de sus apologistas, bien conocidos a V.
A. S. y de la benignidad y justicia en sus procedimientos y sólo
presenta toda su apología en la imperiosa y precisa necesidad de su
reparación. Tampoco quiere alegar por mérito que en el reinado
feliz de los Reyes Católicos, el primer inquisidor aragonés, que
perdió la vida por su zelo, perteneció a esta Escuela, y a este
Cabildo Metropolitano, con gloria de estos dos dignos y respeta- bles
Cuerpos: Por todo lo expuesto, “Suplica a V. A. S. se digne
mandar el restablecimiento del Santo Oficio de la Inquisición, para
la conservación de la pureza de la fe, de la moral y el Trono, en lo
que recibirá singular merced, y como así lo espera del acendrado
catolicismo de V. A. S. Zaragoza 8 de julio de 1823. = Serenísimo
Señor. – A L. P. de V. A. S. = Dr. Gregorio Peña y Garro, Rector, y
Pro- Cancelario. = Siguen las firmas de los Consiliarios y
Catedráticos. = Gregorio Ligero, Secretario. (Al pie). = Con
Licencia | en Zaragoza: En la Imprenta de Miedes, | año 1823, 2
hojas folio”, (B.U.Z., G., núm. 54, fol. 134).
Pero la fiebre absolutista de nuestros
universitarios de aquella época llega a más todavía: se acuerda
enviar a la Regencia la siguiente representación, pidiendo que no
haya Cortes:
“Serenísimo Señor: El Rector y
Claustro de la Universidad literaria de Zaragoza, en el Reyno de
Aragón, a V. A. S. con el más profundo respeto expone: Que por
demasiado pública ha llegado a herir sus oídos la voz casi general
y melancólica de que al regreso de S. M. al Trono de sus mayores
podrán establecerse Cámaras de Diputados con carta Constitucional,
sin que se le permita sentarse en él, con aquella magestad de que
gozaba antes del 7 de marzo de 1820.
“No permita V. A. S. este gran
desastre, que vendría a ofrecer el triste resultado de querer curar
una enfermedad política, que la harían incurrir en otra semejante.
“Imperium multorum hand
bona res, decía ya Homero en su famosa Iliada, Rey unicus esto,
infiriéndose que no debe haber sino un Imperante, de modo que el Rey
no sea sólo un mero ejecutor de las Leyes que la multitud formó;
los gritos, las opiniones y dictámenes encontrados están
diametralmente opuestos a la calma que ha menester el Solio de la
Ley.
“A un solo centro, Serenísimo
señor, deben dirigirse todos los puntos de la circunferencia que
forma la rueda del Estado, y nunca salió templado un instrumento que
manejaron muchas manos con diverso tacto y sensaciones diferentes.
“El Monarca, uniendo en sí todas
las atribuciones supremas, evita y contiene de un solo golpe las
incorrecciones y tumultos populares, y el secreto en los Consejos y
en las mismas providencias con la uniformidad, actividad y claridad
en su ejecución, no son ni pueden ser los caracteres de un Gobierno
representativo, donde las pasiones se hallan siempre en choque y
agitación, sino del de uno solo independiente y absoluto. Por tanto,
“A. V. A. S rendidamente suplican
se sirva impedir de todos modos el Establecimiento de Cámaras o
Carta Constitucional, y que sea sorprendido sobre este importante
asunto el ánimo de S. M. a su regreso al Trono en el momento dichoso
de su libertad, por convenir así a la Religión y a la Patria. –
Zaragoza 20 de septiembre de 1823”. (Rubricado). (G., núm. 54,
fol. 148).
En 10 de octubre se adorna la fachada
de la Universidad por el triunfo de los 100.000 hijos de San Luis y
la liberación del Rey, dándose comisión a los Sres. Suaso y
Castiel para felicitar a S. M. en nombre de la Universidad; en 1825
(20 de octubre) se declara que los jefes y oficiales de voluntarios
realistas pueden acudir a los actos literarios con su uniforme; y en
1827 se recibe y se acuerda cumplimentar en todas sus partes la Real
Cédula de S. M. y Señores del Consejo, por la que se manda guardar
y cumplir la Bula, que en la misma se inserta, del Papa León XII, en
la cual prohíbe y condena de nuevo toda secta o sociedad
clandestina, cualquiera que sea su denominación.
La muerte de Fernando VII, la elevación
al trono de su hija Isabel, la protesta, a mano armada, de su tío el
Infante D. Carlos M.a Isidro, protector oficial de la Universidad de
Zaragoza, dieron lugar a incidentes y sucesos desagradables entre los
mismos escolares, divididos en bandos, y de los cuales ya nos hemos
ocupado en el correspondiente capítulo.
En 1836 la Universidad de Zaragoza,
cumpliendo órdenes de la Reina Gobernadora, juraba la Constitución
del año 1812 en Claustro pleno de Doctores.
***
Muchas de las Universidades españolas
arrastraban, a mediados del pasado siglo, una existencia lánguida y
miserable por falta de medios pecuniarios, con los cuales atender
dignamente a las dotaciones de sus cátedras; pero encastilladas en
sus privilegios pugnaban por sostenerse contra todo y contra todos, a
pesar de su escasa matrícula y de lo mermado de sus rentas.
Los diversos planes de estudios, dados
en la primera mitad del siglo XIX y que iban lentamente centralizando
la enseñanza e hiriendo de muerte la autonomía universitaria, no
era suficiente para que determinados centros docentes comprendieran
la necesidad en que se hallaban de desaparecer, para que de este modo
pudieran vivir más esplendorosamente, en bien de la enseñanza, los
que por sus timbres de gloria y sus medios económicos podían
desenvolverse con más amplitud e independencia.
Cerca de cuarenta Universidades
llegaron a existir en España: tuvieron Universidad Alcalá, Almagro, Ávila, Baeza, Barcelona, Cervera, Estella, Gandía, Gerona, Granada,
Huesca, Irache, Lérida, Lucena, Luchente, Madrid, Murcia, Oñate,
Orihuela, Oropesa, Osma, Osuna, Oviedo, Palencia, Palma de Mallorca,
Pamplona, Sahagún, Salamanca, San Cristóbal de la Laguna en
Tenerife, Santiago, Sevilla, Tarragona, Toledo, Tolosa, Tortosa,
Valencia, Valladolid, Vich y Zaragoza.
La de Palencia desapareció muy pronto;
la de Sahagún fue trasladada a Irache; las de Estella y Pamplona no
llegaron a establecerse; de la de Tolosa, aunque dicen que se creó
en 1540, no queda memoria alguna; de las de Murcia, Lucena, Luchente
y Oropesa hay tan escasas noticias que no se sabe cuándo cesaron;
las de Barcelona, Gerona, Lérida, Tarragona, Tortosa y Vich se
refundieron en la de Cervera, desapareciendo a principios del siglo
XIX la última y reapareciendo la primera; la de San Cristóbal de la
Laguna no se erigió hasta fines del siglo XVIII.
A principios del siglo XIX existían
las de Alcalá, Almagro, Ávila, Baeza, Cervera, Gandía, Granada,
Huesca, Irache, Mallorca, Oñate, Orihuela, Osma, Osuna, Oviedo,
Salamanca, Santiago, Sevilla, Sigüenza, Toledo y Zaragoza; mas como
aquel plan tuvo poca vida por las circunstancias que atravesó
España, subsistieron todavía algunas de ellas o se restablecieron
después de la invasión francesa, hasta que la falta de recursos y
las vicisitudes políticas las hicieron desaparecer.
El plan de Calomarde (1824) dejó las
de Salamanca, Valladolid, Alcalá, Valencia, Cervera, Santiago,
Zaragoza, Huesca, Sevilla, Granada, Oviedo y la de Toledo
condicionalmente; mandando establecer una en Mallorca y otra en
Canarias y dejando reducidas a Colegio-Universidad las de Ávila,
Osma, Sigüenza, Orihuela y Oñate.
En 1845 existían las de Barcelona,
Granada, Huesca, Madrid, Oviedo, Salamanca, San Cristóbal de la
Laguna, Santiago, Sevilla, Toledo, Valencia, Valladolid y Zaragoza.
Por fin, en la reforma de aquel año,
se suprimieron las de Huesca, Toledo y San Cristóbal, erigiéndose a
Madrid en Central de todas las facultades, y quedando las de
Barcelona, Granada, Oviedo, Salamanca, Sevilla, Valencia, Valladolid
y Zaragoza con más o menos facultades; éstas son la Universidades
que subsisten hoy, más la de Murcia, de reciente creación, y la
parcial de La Laguna.
Tres veces estuvo la de Zaragoza
amenazada de muerte: la primera, en 1829; la segunda, en 1836, y la
tercera, en 1855.
Ya en los diversos estudios que se
venían haciendo por los gobiernos de aquella época, para dotar a
España de planes generales de enseñanza, entraba en la mente de los
legisladores la supresión de ciertas y determinadas Universidades
por las causas que hemos expuesto al principio de este capítulo; a
este fin se les había pedido a todas datos estadísticos de los
fondos y rentas con que contaban, del número de sus facultades y
cátedras, sueldos de sus profesores e ingresos por matrículas y
grados.
En 6 de octubre de 1829, en Claustro
general, expuso el Rector que a su noticia habían llegado informes,
que consideraba autorizados, de que se trataba de suprimir la
Universidad de Zaragoza; la Junta de arreglo, atendiendo a la
urgencia del caso, había redactado un memorial para el Monarca, en
el cual se solicitaba se dejara sin efecto tal medida; también se
había solicitado del Infante D. Carlos M.a Isidro, como protector de
la Universidad, pusiera en juego toda su influencia cerca del Rey,
para evitar lo que tal vez iba a ser pronto una realidad; también
expuso el Rector se habían dirigido apremiantes cartas a diversos
personajes, amantes unos, hijos otros de esta Universidad, para que
apoyaran las peticiones hechas. No figuran en los libros de Gestis ni
el borrador de la solicitud al Rey, ni el memorial dirigido al
Infante, pero sí la carta que copiamos a continuación del
Secretario de S. A., y que dice así:
“Recibí a su tiempo la carta que
V. S. me escribió como Rector de la Universidad literaria de
Zaragoza, de acuerdo de su Claustro general, en que me incluyó una
reciente exposición del mismo al Serenísimo Señor Infante Don
Carlos, dirigida a manifestarle su gratitud por la protección que S.
A. le había dispensado quando se trató DE SUPRIMIRLA, A LA QUAL
CONTRIBUYÓ EN GRAN PARTE EL HABERSE FRUSTRADO EL PROYECTO DE LA
SUPRESIÓN.
“Así que la recibí la puse en
manos de S. A., haciendo lo mismo con la misiva, y tuvo especial
gusto y satisfacción en leerla. Sus deseos son, como lo han sido
siempre, los de aprovechar quantas ocasiones se le ofrezcan de
emplear el influxo que pueda tener en la conservación de los Cuerpos
y los establecimientos útiles que el Rey N. S. se ha servido poner
baxo su protección; y entre ellos la Universidad de Zaragoza es uno
de los que le merecen más particular atención: TOMÓ, PUES, UN
VERDADERO INTERÉS EN APOYAR SU SOLICITUD EN AQUELLA CRÍTICA
OCASIÓN, y lo tomará siempre que pueda ser necesaria su mediación
para facilitar la subsistencia y la prosperidad de esa ilustre
Escuela.
“Como Secretario de Cámara de S.
A. tengo la honra de hacerlo saber de su orden al Claustro por medio
de V. S. para su inteligencia y satisfacción, y como individuo de él
por mis grados de Maestro en Artes y de Doctor en ambos Derechos;
QUANDO SUPE SE TRATABA DE SU SUPRESIÓN, ME APRESURÉ A CUMPLIR MI
DEBER, HACIENDO INMEDIATAMENTE QUANTAS GESTIONES ESTUVIERON A MIS
ALCANCES PARA IMPEDIRLO; y lo mismo haré siempre que el Claustro me
considere útil al apoyo de sus justas solicitudes, pues con-
tribuiré gustoso, no sólo a la conservación, sino a las mejoras y
al lustre de una Escuela a quien debo la parte más principal de la
instrucción científica que adquirí en mi primera juventud.
“Sírvase V. S. hacerlo así
presente al Claustro general, renovándole con este motivo las veras
de mi decidido afecto y de toda mi consideración. = Dios guarde a V.
S. muchos años, = Madrid, 7 de noviembre de 1830. = Pascual Vallejo.
= P. D. Anteayer me devolvió S. A. la carta de V. S. que se le había
traspapelado; por eso he tenido que diferir hasta ahora mi
contestación a ella. = (Rúbrica). = Sr. D. Joaquín de Cistué,
Rector de la Universidad literaria de Zaragoza”.
Por tal carta claramente se ve que los
rumores eran muy ciertos y que sin la protección del hermano del Rey
la Universidad de Zaragoza hubiera sido suprimida.
Nuevamente se puso sobre el tapete esta
cuestión el año 1835, es decir, cuando en Madrid se elaboraban
proyectos de enseñanza y nuevos planes de estudio. En Claustro
celebrado el día 8 de octubre se trató de los rumores esparcidos
sobre supresión de algunas Universidades y entre ellas la de
Zaragoza; el Claustro acordó todas aquellas disposiciones encaminadas a evitar tan
descabellada medida, que la mente de algún legislador acariciaba;
hay que tener en cuenta que la Universidad no tenía ya su valioso protector, que había empuñado las
armas contra Doña Isabel II.
El Claustro envió a la Reina el
siguiente memorial:
“Señora: El Rector, catedráticos
y doctores de la Universidad literaria de la heroica Zaragoza,
después de tributar a S. M. sus más profundos respetos, hacen
presente: = Que ciertas voces esparcidas sobre supresión de esta
Universidad literaria, han afectado de alguna manera el civismo de
los zaragozanos y con mayor intensión el de los individuos de la
misma, sin que se les presente otro medio para mitigar su dolor, que
depositarlo, cual hijo afligido, en el pecho tierno de su cariñosa
madre. ¿No lo son ciertamente Isabel II y su Augusta Madre Cristina,
de los españoles todos, de los aragoneses, de los zaragozanos?
“Los que suscriben. Señora,
llenos de una idea tan dulce y consoladora y comisionados por el Gremio y Claustro de la misma
Universidad, van a manifestar a V. M. las razones de apoyo y
conveniencia pública para la continuación de esta Academia
literaria y para que sea una de las que subsistan en el nuevo sistema
que pueda establecerse; mas procurarán hacerlo. Señora, con toda
aquella precisión que les sea dada, no sólo por molestar menos a V.
M., cuanto que bástale a un hijo contristado descubrir la pena a su
madre.
“Zaragoza, Reina y Señora, la
inmortal Zaragoza, como capital antigua del Aragón, y cuya
Universidad se data de la antiquísima época de César-Augusto, su
fundador, tiene todas cuantas oportunidades y conveniencias físicas,
morales y políticas pudiera haber tenido la famosa Atenas, cuna en
un principio, y emporio en su progreso, de todas las ciencias.
“Una situación geográficamente
ventajosa, poco distante de las provincias de Cataluña, Navarra,
Rioja, Soria y otras; un clima saludable, casas espaciosas y cómodas,
comestibles baratos. Silla arquiepiscopal con un numeroso Cabildo
eclesiástico, que en sus dos Templos metropolitanos y magníficos,
tributa el culto a su Dios, con aquella pompa y magnificencia que le
son debidas; un Tribunal Superior de Justicia, en que los Tirones de
Jurisprudencia, y aun los más adelantados pueden aprender y
reducir a práctica todos sus preceptos teóricos; un Hospital Real y
general en que los estudiantes de medicina encuentran un teatro
anatómico, y el campo más vasto para practicar, ampliar y extender
los conocimientos de la ciencia más interesante a la Humanidad; una
Sociedad Económica de Amigos del País, en que se enseñan las
Matemáticas, Economía civil y de Comercio, Química, Botánica,
Agricultura y Dibujo; una Real Casa de Misericordia, que entre los
desvalidos que abriga en su seno por fundación antigua del arzobispo
Luna mantiene treinta plazas de estudiantes para otros tantos pobres,
con una plaza de toros que ofrece en el curso del año varias
diversiones de equitación y equilibrios, cuyos rendimientos ceden a
beneficio de los hospicianos; unos paseos sumamente deliciosos; un
coliseo moderno, que sobre aumentar el fondo de los propios de la
ciudad, en el pie que se halla establecido en esta Capital, puede
mirarse como una escuela práctica de todo linaje de virtudes, y
servir por lo mismo de esparcimiento a la juventud estudiosa, que
acaso no habiéndolo, podría entregarse a otras distracciones menos
económicas y conformes a la moral; una Comandancia general de las
armas, cuya aptitud imponente es bastante para tener a raya la
fogosidad más ciega de la inconsiderada juventud escolar, aunque la
de esta Universidad se ha comportado hasta el día, amante en extremo
del orden, y sumisa a las autoridades constituídas; un no se qué.
Señora, de clima tan fausto y propicio a las ciencias y estudios,
que si no temiéramos molestar demasiado la atención de Vuestra
Majestad, ni ofender de otra parte la delicadeza de tantos
personajes, acompañaríamos, con mucha honra de esta Universidad, un
catálogo muy numeroso de Barones muy esclarecidos e insignes por su
ciencia y saber, hijos de la misma, que actualmente y al lado del
Trono de V. M. se hallan prestando a la nación española servicios
muy importantes en el Gobierno, Estamentos, Concejo, Tribunales; mas
baste, Señora, con lo dicho.
“Pues todo este semillero tan
fecundo de hombres esclarecidos, todas estas ventajas y conveniencias
tan recomendables, todas, todas, Señora, desaparecerían con la
velocidad de un relámpago, con la supresión de esta Universidad
literaria. Y en un caso tan terrible, además, ¿por qué vía
ocurrían a su natural y precisa subsistencia, un sinnúmero de
familias huérfanas y desvalidas a resultas de ambos asedios, que en
el día la cifran en el hospedaje que prestan a los estudiantes?
¿Cómo concluir la carrera literaria sus hijos, que solamente pueden
verificarlo en sus hogares, por falta de medios para trasladarse y
mantenerse en otros puntos? ¿Qué fruto sacaría ya la Universidad
de los gastos enormes que tiene emprendidos para cerrar las brechas
que en su dilatado edificio abrió el furor de la misma guerra? ¿Cómo
reedificarse esas casas situadas en los extremos de esa capital
invicta, arruinadas al embate del horrísono cañón enemigo,
asestado contra Zaragoza, por la invasión y saña más ecsecrables?
“Los suplicantes, Señora,
poniendo la mano en su pecho, se atreven a asegurar a su amada Reyna,
que la conservación de esta Universidad literaria es el mejor
antídoto para enjugar las lágrimas que todavía manan de los ojos
de tantos desgraciados, y cicatrizar las heridas, que aun se ven
abiertas en los corazones de los Numantinos modernos, con motivo de
la guerra de la Independencia. = Es verdad, Señora, que los fondos
de esta Universidad literaria sufrieron cierto menoscabo con la
quiebra de las temporalidades censuarias de esta capital, y que los
que tiene señalados en el día están reducidos a las pensiones de
treinta mil r. v. sobre la mitra de Jaca, veinte mil sobre la de
Tarazona y quarenta mil sobre la de esta ciudad, sin que se haya
cobrado, después de su concesión, sino la primera, y solamente dos
o tres años. Mas ¿qué es esto, Reyna munífica, en comparación de
todo lo demás? Así que: = A V. M. rendidamente piden y suplican,
que a beneficio de Zaragoza, la Heroica, y de tantos mártires de la
Independencia nacional, se sirva mandar, que en el nuevo arreglo de
Universidades literarias se cuente con la de esta capital, que tantas
ventajas ofrece para todo género de Liceos, cuya gracia, protectora
de las le- tras, llevará a las generaciones más remotas, a la paz
del augusto Romano, el dulce nombre de Isabel II. Zaragoza 4 de
Septiembre de 1835. = Señora. = Al pie del Trono de la Reyna de
España se postran, con el más profundo respeto, los comisiona- dos
de la Universidad literaria de Zaragoza. = Dr. Valero Tomás,
Vice-Rector. = Dr. Lorenzo Español. = Dr. Juan Romeo. = Doctor Luis
María Cistué, Barón de la Menglana. = Dr. Eusebio Lera. = Dr.
Pedro Ortiz de Urbina. = De acuerdo del Claustro: Gregorio Ligero,
Secretario. (Fols. 10 y 11 del G., núm. 66).
A la Exposición – que se hizo imprimir
para poder mejor circularla – acompañaba esta carta para el ministro
de Estado:
“Excmo. Sr.: Sometida al cuidado
de V. E. por nuestra Augusta Reyna, la Secretaría de Estado y del
Despacho del Interior, cuyo objeto es promober el bien estar y
felicidad de los pueblos de España, rogamos a V. E. que al poner en
las reales manos de S. M. la adjunta exposición, se sirba inclinar
su real ánimo para que conceda a la heroica Zaragoza la gracia que
su Universidad literaria solicita en la misma. = Ofrecen a V. E. su
atención y respetos. = Zaragoza 4 de septiembre de 1835. = Excmo.
Señor”. (Borrador). (Fol. 12, G. núm. 66).
Además remitió la exposición
dirigida a S. M., a los siguientes señores, para que se sirvieran
apoyarla:
D. Pedro Foz, Arzobispo de Méjico, del
Consejo de Gobierno; D. Ramón Pelegrín, Decano de la Sección de
Gracia y Justicia del Consejo; D. José Canga Argüelles, de la
Sección interior del Consejo; D. Eusebio Bardají, Decano de la
Sección de Estado del Consejo Real; D. Pedro González Vallejo,
Obispo y Prócer del Reino; M. I. Sr. Dr. Fermín Gil de Linares,
Ministro de la Real Audiencia de Madrid; M. I. Sr. Dr. Marcial
Antonio López, Fiscal cesante de la Real Audiencia de Madrid; señor
don Santiago Tejada, Jefe de la Facultad, de la Secretaría de Gracia
y Justicia.
El borrador de la carta a estos señores
dirigida dice así:
“Excmo. Sr.: Movida esta
Universidad literaria por ciertas voces de supresión de la misma en
el nuevo arreglo que puede establecerse, ha dirigido a S. M. una
reberente esposición a favor de su continuación, cuya copia
acompaña a V. E. = Este Cuerpo, que tanto se honra de contar a V. E.
entre sus individuos, se lisonjea igualmente de que se serbirá
interponer su poderoso influjo para que no se pribe de vida a nuestra
madre común literaria. = Dios guarde a V. E. muchos años. =
Zaragoza, septiembre de 1835. = Excmo. Señor” (1).
(1) En 30 de marzo de 1836 se trató en
Claustro la importante cuestión de Protector de la Universidad y se
acordó que en Madrid hubiera una Comisión, con carácter
permanente, de Individuos de esta Universidad, con un Presidente y un
Secretario, “en la forma que la tiene la Real Sociedad
Aragonesa”.
Nuevos temores hubo de supresión de
esta Universidad el año 1855; el 10 de mayo de ese año, el Rector
citó a una reunión a todos los catedráticos para manifestarles
tenía noticias fidedignas de que las Cortes constituyentes trataban
de que en España quedaran sólo cinco Universidades y que podía ser
que ésta fuera suprimida. Se convino, por todos, que era necesario
obrar con prontitud y energía, nombrándose una Comisión compuesta
de los doctores Ballarín, Alacanó, Delgado, Andreu y Lesarri, en
representación de todas las facultades, los que, bajo la presidencia
del Rector, se avistaron con el Ayuntamiento para que, como Patrono
de la Escuela, uniera a ésta sus gestiones. Se escribió al Duque de
la Victoria, Presidente del Consejo de Ministros, haciéndole ver lo
funesto que sería para esta población que se suprimiese la
Universidad literaria y suplicándole que interpusiera toda su
influencia y prestigio en el Gobierno, para que no cesara en sus
funciones este Centro de enseñanza, enumerándole las razones que
para ello había.
La Diputación provincial secundó
también estas gestiones, a pesar de que la Universidad no se había puesto en contacto con
ella.
Pocos días después recibió el Rector
una carta del diputado D. Claudio Moyano, diciéndole que la Asamblea
constituyente había aprobado una proposición suya en la cual pidió que no se suprimiera ninguna de
las actuales Universidades, dándose por terminadas las gestiones a
la solución favorable de este asunto encaminadas.
fue respetada nuestra Universidad en
todos los planes de estudio elaborados en esas épocas;
desaparecieron algunas que fueron sus enemigas y que procuraron
siempre el menor lustre de este Centro docente, pero Zaragoza
continúa teniendo su Universidad, aquella Escuela fundada a costa de
tantos afanes y sacrificios y sostenida por el patriotismo de sus
hijos.
No creemos que en los tiempos que
corren pueda desaparecer ni ver mermadas sus enseñanzas; cuando al
fomento de la cultura patria deben dirigir sus mayores anhelos todos
los gobiernos, sean cuales fueren sus ideales políticos, no debe
pensarse ni en supresión de facultades ni de centros docentes.