V. Siglos intermedios.

V.

Siglos
intermedios.

Homéridas: Rapsodos: Cíclicos: Gnómicos: Sofos o
Sabios.
¿Qué hicieron los griegos en los largos cuatro siglos y
medio que corrieron desde Homero hasta Solon, o sea entre esta época
y la clásica?
Oír y pagar muy bien y con gusto a todo el que
les recitaba o cantaba algo de Homero, sin pensar ningún ingenio en
hacer más ni otro tanto porque ni lo creían posible, ni se lo
estimaran, ni aun fuera escuchado, satisfaciendo a todos de todos
modos, y con razón, lo que de aquel podían haber fuese poco o
mucho.
Mas en la Jonia dicen que se formó una como escuela de
aoidos, (cantores, poetas), que se miraban como los herederos
de los poemas de Homero y aun continuadores de su espíritu, a
quienes llaman Homéridas, atribuyéndoseles generalmente los
himnos que suelen imprimirse después de la Odisea, y el poemita de
la Batracomiomaquia.
Otros procedentes sin duda de la misma
escuela en un principio se andaban por los pueblos en las fiestas y
reuniones generales, en los convites y funciones de los poderosos, en
los juegos públicos y ceremonias solemnes cantando los poemas de
Homero, cuyo uso o costumbre de necesidad, de gusto y de gloria
nacional fue de todos los tiempos, siglos, épocas y circunstancias,
(Ya se ha dicho que Hiparco mandó que se cantasen en la fiesta
principal de los atenienses que eran las Panateneas)
manteniendo a infinitos de ellos esta profesión alegre y holgazana,
y habiendo llegado a los últimos tiempos, como insinuamos y es de
ver en el Banquete de Jenofonte y en los Memorables.
Y porque unían y juntaban trozos de aquellos poemas para tener más
que cantar, se les llamó rapsodos y rapsodistas
(zurcidores de cantos); y de aquí la equivocación de haber andado
sueltos los poemas de Homero.
Solían tener, según Píndaro,
algunos preludios o invocaciones poéticas a Júpiter para dar
principio y solemnidad a su canto. Pues si bien lo dice de los
homéridas, es también aplicable a estos, siendo quizá todos unos
en un principio. Tomaban regularmente una rama de laurel en la mano
(rabdos) para cantar, (rabdodos) lo que algunos, entre
ellos Boileau, han equivocado con rapsodos, tomando de rabdos
(malamente) esta palabra.
Dicen que en la Beocia dejó también
Hesíodo otra escuela de aoidos, de la cual salió Píndaro. Y
es de creer, pues se sabe que allí hubo siempre certámenes públicos
de poesía.
Mas ni los unos ni los otros cayeron en la temeridad
de componer poemas de las cosas de la guerra de Troya; y hubieron de
venir otros menos desconfiados que se atrevieron a componerlos de lo
que Homero se dejó por cantar: es decir desde
los huevos de la fácil Leda
hasta la vuelta de los
griegos a sus casas, unos unas partes, otros otras, formando un
círculo (ciclo) de todos aquellos hechos, y de ahí (dicen)
el llamarlos poetas cíclicos. Nada se conserva de ellos,
aunque se cree que lo aprovecharon los poetas que más
adelante
vendrán en la época bizantina; y los nombres de algunos, como
Aretino de Mileto, Lesques de Lesbos, Estásino de Chipre, y algún
otro.
Pero antes de la grande época siguiente hubo poetas
gnómicos (sentenciosos); y aunque no hay causas
conocidas de la inclinación a este género, bien podemos conjeturar
alguna, siendo ya después la imitación y el gusto dominante quien
lo continuó hasta los sofos o sabios que también los más
fueron poetas, y hasta los líricos.
Ya se entiende que para
sacar a los hombres de un estado sin inspiración ninguna eficaz y
determinada, ha de sobrevenir algún acontecimiento extraordinario: y
quizá fue la famosa guerra segunda de Mesenia en que el poeta
Tirteo, dado para ser el consejo de ella a los lacedemonios
por los atenienses de orden del oráculo, y sufridas primero una o
dos derrotas, animó a los lacedemonios con sus versos y ganaron una
gran victoria contra los mesenios, lo cual hizo mucho ruido y se
celebró en toda la Grecia. Después publicó cinco libros de versos
(en metro elegíaco) de las cosas de la guerra, que se han perdido,
no conservándose sino poco más de cien versos (112) en dos o tres
fragmentos. Pues bien: estos versos debieron leerse con entusiasmo
por todos los griegos por la ocasión a que se debieron; y como
también son gnómicos en parte y en cierto sentido, naturalmente
debieron excitar la emulación de otros poetas, y de aquí el gusto y
la afición a este género poco después, como hemos dicho, pasando a
ser morales simplemente los que nacidos en el campo de batalla habían
sido principalmente guerreros.

Mimnermo, de Colofon,
o según otros, de Mileto, no pensó de joven sino en amores y
diversiones: al acercarse la vejez lloró la brevedad de la
vida, la ignorancia del hombre acerca del bien y del mal; &c. No
llegan a 50 los versos que se han conservado. Floreció entre las
olimp. 38 y 45. Pero los más célebres son los dos siguientes.

Teógnides, natural de Megara, floreció en la
olimp. 55 y compuso varias obras o más bien epístolas morales que
dirige a diferentes amigos, formando entre todos sus fragmentos uno
como poema (que no lo es) de 1240 versos elegíacos.

Focílides,
de Mileto y del mismo tiempo, usó el verso exámetro, y
quedan muy pocos. En un fragmento de ocho versos hace venir a las
mujeres de una perra, de una abeja, de una jabalina y de una
yegua, dándoles las cualidades de estos animales.
Mas no quieren
que sea suyo el poema Noutético (moral) de 218 versos heroicos
(traducido por nuestro Quevedo) porque habla de la esperanza de una
resurrección parecida a la del dogma cristiano, y sin otra razón lo
creen otros del 2.° y 3.° siglo de la iglesia. Yo sin embargo lo
creo del tiempo de aquellos gnómicos por la poesía, y porque el
dogma de la resurrección era mucho más antiguo y conocido en el
oriente. Diógenes Laercio asegura que el historiador Teopompo
lo atribuye a los magos de Caldea, diciendo que según ellos
resucitarán los hombres y serán inmortales. Con que si este era el
tropiezo, ya se ha quitado. Ya podemos creer de Focílides el poema
que lleva su nombre; ya lo podemos creer tan antiguo y del tiempo de
estos poetas. Mucho se parece su doctrina a la nuestra; pero también
hay errores que no caben en ella. Y Pitágoras o el autor de los
Versos de oro, y otros antiguos han hablado como él en muchas cosas.

Pitágoras. Se le atribuye un fragmento de 70 hexámetros que
llaman versos de oro por la excelencia de su doctrina; en que después
de muchos y buenos preceptos, promete al justo el cielo y la
inmortalidad.
Se duda que sean suyos, pero no todos los antiguos
dudaron. Floreció en la olimp. 60.
Su doctrina, como filósofo
se puede ver en Laercio, y aun mejor en sus discípulos (citados al
hablar de los dialectos). Mas para el error tan antiguo y general de
su abstinencia de carnes y de ciertas legumbres véase a a. Gelio
lib. IV, cap. XI
¡Cómo gustamos de aplicar o de creer lo
ridículo en todo hombre que vale más que nosotros! Por fin
notaremos que él fue el primero que se llamó filósofo,
(amante de la sabiduría), en vez de sabio, como antes se llamaban; y
que fundó la escuela itálica en Crotona, aunque natural de
Samos.

Calino, de Efeso, nos dejó por el mismo tiempo
un hermoso fragmento imitando a Tirteo, hallándose los milesios en
guerra con los persas.

Los Sofos o Sabios fueron Tales,
Solon, Quilon, Pítaco, Bias, Cleóbulo, Periandro, Anacarsis, Mison,
Epiménides y Ferécides que aun fue maestro de Pitágoras. Los siete
primeros son los que llevan el título de sabios como por excelencia,
y fueron contemporáneos habiendo nacido Tales en la olimp. 35, 1.°
(fundador, como se sabe, de la escuela jónica), y Solon en la misma
3.° y dado leyes a los atenienses en la 46.
a Tales oyó
Anaximandro; a este Anaxímenes; a este Anaxágoras; a este Arquelao;
a este Sócrates que nació el año 4.° de la olimp. 77, y aun
recibió alguna lección de Anaxágoras. En Arquelao acabó el
estudio (casi exclusivo) de la filosofía natural, es decir, de la naturaleza, profesando Sócrates la moral y continuando ya en las
escuelas que de su discípulos se formaron muy pronto.

Solon.
El mejor ciudadano de Atenas, legislador prudentísimo, sabio sin
ostentación, hombre sin tacha, de tanto celo y valor que se fingió
loco para hablar a los atenienses de la isla de Salamina y excitarlos
a la empresa de recobrarla, por estar prohibido bajo pena
de la
vida el proponerlo. Instituyó (reformó quizá) el consejo o
tribunal del Areópago. Como poeta gnómico o moral compuso muchos
versos dando consejos a los atenienses, a los magistrados, una elogía
sobre Salamina, y otras cosas; de que solo nos han llegado algunos
muy cortos fragmentos. Viajó por el Asia, y según Heródoto estuvo
en la corte de Creso. Añaden que fundó la ciudad de Solos en
Cilicia.
Continuaron después otros poetas escribiendo
gnomas (sentencias y avisos) para el pueblo, para sus amigos,
como el citado Teógnides, y luego otros, siendo los más conocidos
Naumaquio, Lino y Riano. (Este ya en tiempo de los Tolomeos de
Egipto). El primero en un poemita de 73 versos recomienda a las
doncellas la virginidad, y les da consejos y reglas si pasan al
estado de casadas. Todo muy bien, todo dicho con fácil elegancia. Y
no son inferiores los 21 versos de Riano sobre la ciega vanidad de
los hombres. De Lino aun es menos lo que se conserva.
Finalmente
fue también poeta gnómico el famoso Cricias, uno de los
treinta tiranos de Atenas, el presidente de ellos. Se conserva muy
poco; así como de otros muchos que se entregaron al desahogo y a la
vanidad de enseñar a otros lo que tal vez ellos no hacían.

Jenófanes, Parménides, Empédocles compusieron poemas dogmático
– filosóficos, o sea de las cosas de la naturaleza, que no nos han
llegado; pero de que se aprovechó dicen el gran Lucrecio. También
se añade que no era grande su mérito. (Ol. 60-80). Yo no creo que
Lucrecio tomase nada de estos poetas sino en alguna muy menuda parte,
pues en el libro I los cita y refuta sus sistemas de la creación ú
origen de las cosas.
Diógenes Laercio trae unos veinte versos de
Empédocles, compuestos ya cuando estaba perdido de la manía de
hacerse adorar por Dios, pasando a ella del respeto conque le
miraban los pueblos.