XXXVI.
De los obispos que ha habido en Lérida y Huesca,
ciudades principales de los pueblos ilergetes.
(1) Deben
leerse con desconfianza todos estos episcopologios:
quien desee más amplias y más seguras noticias, consulte el Viage
literario de Villanueva,
la España sagrada, y otras obras que tratan ex profeso de la
materia, que nuestro autor hubo de tocar tan sólo incidentemente, y
aun, como hemos dicho, sin tiempo para corregir lo escrito.
Tratando en esta historia de las cosas más excelentes y más
notables que hallo en los pueblos ilergetes, quedo obligado, como a
parte principal, tratar de los obispos que ha habido en tres ciudades
de ellos: estas son Urgel, Lérida y Huesca. De los de Urgel pienso
tratar en sus propios lugares, por estar muy mezclados los hechos de
los obispos y de los condes. De los de Lérida y Huesca pienso hacer
aquí dos catálogos; el de Lérida más largo y más cumplido que el
de Huesca, porque de los primeros no hallo más memoria de la que
anda en un sínodo que juntó en dicha ciudad su obispo don
Francisco Virgilio, y aún faltan algunos que han llegado a mi
noticia, a más de los que están en aquel catálogo. De los de
Huesca solo los nombraré, y si importa hacer de alguno de ellos,
para mejor inteligencia de esta obra, mención, lo haré; porque de
lo demás que pudiera decir, hallará cumplida narración el lector
en la historia de Huesca, que con mucha erudición y aplauso
de todos ha sacado a luz Francisco Diego de Aynsa e Iriarte
hijo de ella. Es tanta la honra y lustre que recibe una ciudad por el
obispo, que no puede un pueblo llamarse propiamente ciudad, no
habiendo en ella obispo (o McDonald´s hoy en día); cuya
dignidad la ennoblece del modo que se puede llamar imperial, por
gozar de privilegios imperiales, como lo dice el jurisconsulto
Alejandro; y por ser de la primera y de las mejores de la Iglesia,
que tuvo principio de los santos apóstoles, fray Gerónimo Román,
en su República Cristiana, dice que es orden, y fúndalo en
que la Iglesia romana, en la primera colecta que canta el viernes
santo, que es por el papa dice: «Roguemos por nuestro
beatísimo papa N., para que Dios, que lo puso en el orden de los
obispos, etc. »; que ser patriarca, primado y arzobispo, no
es sino oficio y cargo, aunque al fin todos son obispos, y tanto
quiere decir obispo como vigilante u hombre que mira sobre la grey:
y este nombre obispo era muy usado entre los romanos, y era
magistrado en la república, y su cargo era cuenta de la provisión
común de la ciudad, así de pan como de otras cosas; y parece en el
Digesto en el título De muneribus et honoribus, ley últ., §
7; y Cicerón, en la epístola XI del libro séptimo Ad Atticum, hace
memoria de este magistrado con nombre de obispo; y después los
cristianos lo tomaron para los prelados que rigen las Iglesias, y a
ellos pertenece la jurisdicción de todos los clérigos de su
diócesis, y aun antiguamente los monjes les estaban sujetos; pero
después se eximieron: y comunmente son más los obispos que los
patriarcas, primados y arzobispos; porque en cada ciudad ha de haber
un obispo, según se saca de muchos concilios y decretos, y no se
permite que en lugares y villas ruines haya obispos, porque no sea
estimada en poco la dignidad. En Italia hay muchos, porque hay muchas
ciudades; y en España no hay tantos de gran parte, porque no hay
tantas ciudades; y comunmente estos son más ricos que aquellos,
porque tienen más súbditos, y aun obispos hay que tienen dos
ciudades, como en Cataluña el de Urgel, que tiene la ciudad de Urgel
que se llama Seo de Urgel, y la ciudad de Balaguer; y
el de Vique, que tiene las ciudades de Vique y de Manresa;
y esto porque sea mayor la renta de la mensa episcopal, y se
puedan tratar con el fausto y ostentación decente a tan alto oficio,
y dar largas limosnas a los pobres, y sean más estimados de los
seglares y respetados de sus súbditos; y por esto nuestros pasados
dieron a las Iglesias y prelados muchas jurisdicciones, rentas y
vasallos de que en el día de hoy gozan, ilustrando con ellos su
persona y oficio; y así podemos afirmar que de las ciudades más
principales de España son Lérida y Huesca y la Seo de Urgel, pues
muy pocas tuvieron obispos antes que ellas.
De la de Urgel es muy
posible san Tesifonte nombrase su primer obispo: de las otras
dos tengo por cierto que los tuvieron al principio que España
recibió la fé católica con la predicación del apóstol Santiago,
aunque no tenemos de Lérida noticia hasta el año 268 de Cristo
señor nuestro, de san Licerio; y de los de Huesca no tuvimos
noticia hasta Vincencio, que lo fue el año 553; pero es
cierto que antes de estos hubo otros de que no nos queda noticia,
como acontece a las Iglesias de Toledo, Zaragoza y otras, que ignoran
muchos de sus antiguos y primeros prelados y pastores; y san
Ildefonso en sus Claros Varones se queja del descuido de
los antiguos en escribir los nombres de los obispos; y así no será
culpa mía en estos episcopologios de estas tres Iglesias,
pasar largos años, y aun centenares de ellos, sin nombrar los
obispos que fueron en estos tiempos; porque es sabida la falta que
tuvimos de escritores de aquellos tiempos y poca curiosidad que había
en ejercicios de letras, porque sabían más valerse de las lanzas
para sacar de España los enemigos, que de plumas para dejar memorias
de sus hechos; y así, tomándolo de los episcopologios de Lérida y
Huesca, y de lo que dejaron escrito Padilla y se halla en los
concilios y en otros libros, diré lo que he visto, con deseo que el
curioso y deligente que hallare otras noticias las ponga en su
lugar, supliendo y enmendando aquello en que aquí hubiere falta o
yerro.
Catálogo de los obispos de la ciudad de Lérida.
El primer obispo que hallo de esta ciudad fue el glorioso san
Licerio, del cual, aunque en el episcopologio que sacó a luz, en
un sínodo que anda impreso el año 1618, el obispo don Francisco
Virgilio, sucesor de este santo, no haga memoria, ni menos en la
tabla de los días feriados de la corte de aquel obispado, ni fray
Vicente Domenech hable de él en su Flos Sanctorum de
santos de Cataluña; con todo, no ha querido Dios se perdiese
del todo la noticia de él, porque Dextro la da en el año 268, y
dice: Init sedem *ilerdensem S. Licerius, vir sanctisimus, ad quem
missit litteras Paulatus, episcopus Toletanus. Que san
Licerio, varón santísimo, fue el primer obispo de Lérida, y que
Paulato, obispo de Toledo, le envió cartas: y después,
en el año 311, dice el mismo autor: Concilium Toleti
contrahitur, in defensione illiberitani: Sanctus Licerius,
episcopus carensis vel carinensis, (suena como
Cariñena) in Hispania, Ilerdae, (hoy en día se
pronuncia con esta ae : e final: Lleidae : Lleide, por los
autóctonos, como Tortosae, y en la provincia de Zaragoza: Favara :
Favarae, Maella : Maellae) celebratur, quò translatus
fuisse dicitur cum sede: y el Martirologio romano, a 27 de agosto,
dice: Ilerdae, in Hispania Tarraconensi, Sancti
Licerii, episcopi: y Marieta en sus Santos de España, dice:
«Reza la Iglesia de Lérida de este santo obispo Licerio y
confesor, a los 27 del mes de agosto;» y Alfonso de Villegas
dice: “De san Licerio, obispo y confesor, reza la Iglesia de Lérida
a 27 de agosto.” Fue este santo obispo Carense o Carinense,
y de aquí pasó a Lérida con su Iglesia, de suerte que el obispado
Carinense o Carense fue transferido a Lérida, y san Licerio, que era
obispo de este obispado, lo fue de Lérida, y de aquella hora
adelante Lérida fue hecha silla episcopal como hoy lo es, y no
sabemos que en la que dejó san Licerio fuese puesto otro obispo, ni
aun podemos atinar dónde era.
El emperador
Antonino en su Itinerario, hace mención de Care
y le pone inter Siminium et Cesaraugustam; y Plinio,
lib. 3. cap. 3., dice: Carenses populos, in Hispania,
complutensibus proximos esse. Y así estaban estos pueblos muy
lejos de la ciudad de Lérida, y por otro nombre los llamaban en
latín Caracitani; y hace de ellos memoria Plutarco en
la vida de Sertorio, y el autor del Diccionario histórico
y poético dice llamarse así, de Caraca, pueblo de la
España Tarraconense, entre los carpetanos, que son los que
hoy decimos del reino de Toledo; si ya no dijésemos que Cara
fuese Guadalajara, a quien Antonio de Nebrija llama
Caracia o Caraca, de donde derivan Caracitani y
Caracenses, que son los de Guadalajara. Sea uno o sea otro, lo
cierto es que este pueblo estaba más arriba de Zaragoza, y pareció
conveniente en aquella ocasión que la silla episcopal fuese
transferida a Lérida, que por ser muy poblada necesitaría de pastor
y prelado; y por eso el padre Bivar dice, que las cartas que
Paulato, arzobispo de Toledo, escribió a san Licerio
fueron sobre la translación de una Iglesia a la otra, por ser
primado y pertenecerle el mirar las causas y conveniencias de esta
translación, que debió ser por andar en aquellas partes muy cruel
la persecución, o por necesitar la ciudad de Lérida de pastor; más
que la ciudad o pueblo que dejaba san Licerio, cuya vida fue
santísima y el gobierno muy prudente, y por eso obligó a Dextro, en
el año 311, que el santo sería muerto, a volver a hacer memoria de
él.
Prudencio es el segundo obispo que hallo de Lérida:
este floreció el año 400; y dice Dextro que él y Heros,
obispo de Tortosa, y Lázaro, obispo de Vique, enviaron
a Paulo Orioso con cartas y con los cánones que se habían
hecho en el concilio de Zaragoza, el que se había congregado
el año 380, a los obispos de África que estaban celebrando un
concilio general. Lo que contenían estos cánones y porqué fueron
enviados a estos obispos, y de la herejía de Prisciliano,
contra quien se juntó aquel concilio, hablan largamente Carrillo,
en la vida de san Valero; Padilla en su historia eclesiástica,
y Bivar en los comentarios de la historia de Lucio Dextro.
Andrés
fue el tercer obispo, el cual en el año 540 asistió al primer
concilio de Barcelona; y García de Loaysa, en las adiciones al
concilio Ilerdense, dice que este fue antecesor de Februario.
Februario, cuarto obispo, asistió al concilio Ilerdense,
del cual queda hecha memoria arriba, congregado por Sergio,
arzobispo de Tarragona, el año 546; y Graciano, en su Decreto,
en muchas partes se vale de los cánones de este concilio. Murió el
mismo año de 546.
Ampelio sucedió a Februario, y luego,
el mismo año, asistió al concilio que se congregó en Valencia,
de siete obispos.
Polibio asistió y firmó en el concilio
Toledano tercero congregado en tiempo del rey Recaredo, a
8 de los idus de mayo, año de Cristo 589, en el cual se hallaron
sesenta y dos obispos, y condenaron la herejía de Arrio.
(Arrianismo).
Amelio asistió y firmó en onceno
lugar el concilio Barcinonense segundo,
celebrado el año 14 del rey Recaredo, y en el año de Cristo 599.
Suesario asistió al concilio Egarense, que se
juntó en Egara, en el principado de Cataluña, cerca de la
villa de Terrasa, y no en Ejea de los Caballeros, como
han afirmado algunos, el año de 614.
Fructuoso asistió al
cuarto concilio Toledano, no menos grave y principal que el
tercero, en el cual se hallaron también sesenta y dos obispos y
siete procuradores de obispos ausentes, que también se firmaron en
él. Celebróse en tiempo del rey Sisenando, año 634, y
firmábanse los obispos por la antigüedad de la consagración, y a
este cupo el cuadragésimo segundo lugar. Asistió asímismo al sexto
concilio Toletano, celebrado a 9 de febrero del año 638, en el
segundo año del rey Chintila, al que asistieron cuarenta y
siete obispos de España y Francia, y cinco procuradores de obispos
ausentes.
Gauduleno o Gaudiolano. En su tiempo se
celebró octavo concilio Toledano, a 17 de las calendas de
enero del año de Cristo 653, con asistencia de cincuenta y dos
obispos: entre ellos no se halló Gauduleno, sino que envió a
*Suterico, diácono, que asistió y firmó por él.
Eusendo
asistió y firmó en dos concilios Toledanos: estos son, el
décimotercero, que se celebró en tiempo del rey Ervigio, y
se hallaron en él cuarenta y ocho obispos, ocho abades, veinte y
siete procuradores o vicarios de obispos, y veinte y un condes
y varones ilustres; el otro fue el decimoquinto, donde asistieron y
firmaron sesenta y dos obispos, once abades y otras dignidades, cinco
vicarios de obispos ausentes, y diez y siete condes. Celebróse este
concilio a los 15 de mayo de 688.
*Auredo (no se lee bien)
fue puesto en silla episcopal después de Eusendo. Este asistió y
firmó el concilio Toledano décimosexto que se congregó a 2 de mayo
del 693, y hubo cincuenta y ocho abades, tres vicarios de obispos
ausentes, y quince condes o varones ilustres.
Era rey de España Egica, y era el año sexto de su
reinado y también del pontificado de Sergio; y este es el
último de los obispos de Lérida que fueron antes de la pérdida de
España, permitida de Dios por los pecados del pueblo y de los que le
regían, como apuntamos en su lugar.