(SIGLO XII. SORIA)
El matrimonio entre el rey Alfonso I el
Batallador y Urraca de Castilla era un auténtico fracaso, habiéndose
llegado, incluso, a la reclusión de la reina en la fortaleza de El
Castellar, junto al Ebro, como es sabido. Mas temeroso de que
escapara dadas las escasas medidas de seguridad que ofrecía este
castillo, el monarca aragonés decidió confinar a doña Urraca en
Soria, plaza recién reconquistada por el aragonés, confiando a
varios nobles de esta ciudad la custodia y cautiverio de su esposa.
Batallador y Urraca de Castilla era un auténtico fracaso, habiéndose
llegado, incluso, a la reclusión de la reina en la fortaleza de El
Castellar, junto al Ebro, como es sabido. Mas temeroso de que
escapara dadas las escasas medidas de seguridad que ofrecía este
castillo, el monarca aragonés decidió confinar a doña Urraca en
Soria, plaza recién reconquistada por el aragonés, confiando a
varios nobles de esta ciudad la custodia y cautiverio de su esposa.
Aunque la reina, en apariencia, pareció
resignarse a su triste suerte, lo cierto es que en secreto mandó
sendas misivas solicitando ayuda tanto a don Pedro González de Lara
como al conde don Gómez de Candespina, ambos prohombres castellanos
enamorados de ella, que no dudaron en acudir en su socorro y, aunque
enemigos, aunaron sus esfuerzos con la esperanza de merecer cada uno
los favores de doña Urraca. De modo es que convinieron entrar
juntos en la fortaleza y confiar la decisión última a la dama.
resignarse a su triste suerte, lo cierto es que en secreto mandó
sendas misivas solicitando ayuda tanto a don Pedro González de Lara
como al conde don Gómez de Candespina, ambos prohombres castellanos
enamorados de ella, que no dudaron en acudir en su socorro y, aunque
enemigos, aunaron sus esfuerzos con la esperanza de merecer cada uno
los favores de doña Urraca. De modo es que convinieron entrar
juntos en la fortaleza y confiar la decisión última a la dama.
Una noche sin luna de octubre, sin que
los centinelas lo advirtieran, dos sombras escalaban sigilosamente el
muro del palacio hasta alcanzar la estancia donde esperaba preparada
la reina. Pasados unos instantes, y tras cerciorarse de que no habían
sido descubiertos por la guardia, los dos caballeros y doña Urraca
burlaban juntos toda vigilancia para salir galopando en dirección a
Sepúlveda.
los centinelas lo advirtieran, dos sombras escalaban sigilosamente el
muro del palacio hasta alcanzar la estancia donde esperaba preparada
la reina. Pasados unos instantes, y tras cerciorarse de que no habían
sido descubiertos por la guardia, los dos caballeros y doña Urraca
burlaban juntos toda vigilancia para salir galopando en dirección a
Sepúlveda.
Cuando clareaba el día, encabezaba la comitiva don Pedro
González de Lara, quien, por deseo de ésta, llevaba a la grupa de
su cabalgadura a la hermosa soberana de Castilla, mientras al final
del cortejo, malhumorado y pensativo, cabalgaba derrotado de amor el
conde don Gómez.
Enterado Alfonso I de la evasión de su
esposa, organizó hueste en los primeros días de noviembre,
alcanzando a los fugitivos en el campo de Espina, en tierras aledañas
de Sepúlveda. Don Pedro González de Lara, advertido a tiempo de la
presencia del Batallador, con fortuna logró huir camino de León y
ponerse a salvo con la reina castellana, pero el conde don Gómez de
Candespina se vio obligado a presentar batalla.
Junto a sus hombres,
luchó de manera valerosa y denodada hasta que fue herido de muerte
por una lanza que le atravesó el pecho y le partió el corazón,
para entonces malherido también de amor.
esposa, organizó hueste en los primeros días de noviembre,
alcanzando a los fugitivos en el campo de Espina, en tierras aledañas
de Sepúlveda. Don Pedro González de Lara, advertido a tiempo de la
presencia del Batallador, con fortuna logró huir camino de León y
ponerse a salvo con la reina castellana, pero el conde don Gómez de
Candespina se vio obligado a presentar batalla.
Junto a sus hombres,
luchó de manera valerosa y denodada hasta que fue herido de muerte
por una lanza que le atravesó el pecho y le partió el corazón,
para entonces malherido también de amor.
[Zamora Lucas, Florentino, Leyendas de
Soria, págs. 202-205.]
Soria, págs. 202-205.]
Panteón de Reyes de San Isidoro de León, donde fue sepultada la reina Urraca I de León. |
https://www.youtube.com/watch?v=WUsHGCtPZEs