L’ALMOYNA Y L’ORACIÓ.
(Á n’en M. V. Amer.)
N’es una, una verge bella,
Tota perfum, blanca flòr;
N’es l’altre germana d’ella,
Tota bàlsam, tota còr.
Com dos llíris d’un sol brot.
De senzillés van compostes
Y vesten blancor de néu;
De un palau molt alt son hostes,
Que illumina el llum de Déu.
(Á D. M. V. Amer.)
Hay una virgen bella, toda perfume, flor de blancura deslumbrante; tiene una hermana, cáliz es su corazón de bálsamo esquisito.
Ambas de rostro angelical, son las muy amadas del Señor, hijas gemelas de una madre, como dos lirios de un mismo tallo.
La amable sencillez, hé aquí su atavío; blancas son sus vestiduras más que la nieve, y habitan en un excelso palacio, donde la divina luz resplandece.
L’hermosura les iguala,
L’una en terra ‘ls ulls acala,
Y los alsa l’ altre al cèl.
Totes dues reclinades,
Escoltant el món callades,
Per si n’òuen algun crit.
Una dama ab gran amor,
D’hermosura sens exempla
Rodada de resplandor.
Cuant despunta l’auba clare,
Cuant l’auba n’ha despuntat:
Nostra mare Caritat!
Empreniu las vostres vies,
qu’un nou jorn ja n’es vengut.
A albergar dins los esprits. –
Son iguales en belleza y sus corazones copas de miel. Una, con ojos de insondable melancolía, mira el triste suelo; la otra los alza a las celestes esferas.
En vela siempre y atentas a los eternos gemidos del mundo, escuchan silenciosas de día y de noche, por si alguno de ellos hiere sus oídos.
Contemplándolas con amor infinito las vigila una matrona de sin igual gallardía, rodeada de celestes resplandores.
Apenas el alba sonríe a los mortales, apenas ha despuntado: – Salud, madre! salud, madre! Madre nuestra Caridad!
– ¡Hijas mías! ¡hijas mías! A los hombres todos salud! Emprended vuestros caminos, que nuevo día clarea ya en el horizonte.
Contra el hombre batalla el implacable dolor; sus gritos congojosos mi corazón entristecen: descended; sean los espíritus vuestro albergue.-
Y aixamplant ses ales blanques
Com los aucells de les branques,
Baixan en tèrra d’un vòl.
Van a cumplir lo vòt séu,
Parlant ab son dols llenguatge
Y sols visibles de Déu.
– Germaneta, ma germana,
Germaneta ¿ahont vols anar?
Despértense aucells y flòrs,
Y al Déu de les maravelles
Vull elevar tots los còrs.
¿Qué hi dirá ta veu suau?
– Parlará á lo còr del noble,
Cercantlo dins son palau.
A comensar vá lo dia
Per guanyar l’home el sustent,
Qui no tenen aliment.
Y los dos ángeles de consolación estienden sus alas de cisne, como pájaros que de un vuelo saltan a la tierra desde la alta copa del árbol.
Caminito de un lugar, van a cumplir el voto suyo, hablando su armonioso lenguaje, y únicamente visibles de Dios.
– Hermanita, hermana mía, ¿adónde quieres ir? – Del monasterio la campana, la campana voy a tañer.
Ya las estrellas se apagan, las aves y las flores ya despiertan; quiero que al Dios de las maravillas levanten el vuelo todos los corazones.
– ¿Y tú, hermana, qué dirás en el pueblo con tu voz de suavidad hechicera?- La haré resonar en el alma del magnate, sorprendiéndole en su tugurio.
El día empieza, ha llegado la hora de que los mortales ganen su cotidiano sustento, y hay muchos desvalidos que en vano hambrientos lo reclaman.
Per çò m’en vaig a l’orella,
Y es ma veu que l’aconsella
Cuant sent son còr que li diu:
¿Veus lo gòig que te rodetja,
Lo pler que sempre ‘t segueix,
La ditxa que te festetja,
L’òr qu’en tes mans resplandeix?
No cregues que l’Etern vulla
Que, ab tant, el còr tengues buyt,
Perque entri el vici en ton còr,
Pensa que lo que te sobra ,
Li falta a lo téu germá;
Lo que Déu damés te dá.
Que per cada gust que ‘t donas,
Plora cent llágrimes éll;
Que ab las púes tú ‘l coronas
Por esto me inclino al oído del rico altanero; y es mi voz que le aconseja cuando le dice su corazón:
¿Ves el júbilo que te circunda, el placer que siempre te sigue, la dicha que te corteja, y el oro que en tus manos resplandece?
No te figures que permita el Altísimo, que abundoso en tantos bienes terrenales, quede pobre y desmedrado tu corazón, y que, árbol de mucha hoja, no le des flor ni fruto.
No creas que tanto te mime para que entre el vicio en tu alma, y harto de la miel del panal, de la abeja te olvides y de la flor.
Piensa que tus sobras hacen falta a tus hermanos menesterosos, y que la miseria del pobre es lo que Dios te concedió con exceso.
¡Infeliz! ¡Cuántas lágrimas vierte por cada uno de tus gustos! Con las espinas de tu pomposo ramillete martirizas su frente mustia.
Que n’es llarga s’agonia,
Com los teus plaers son bréus;
Que sa fortuna faria
Cada gust petit del téus.
Dónalos, donchs, lo que tiras
Als pobrets necesitats;
Floretes que sols no miras,
Y jòchs que tens olvidats.
No vullas que mentres goses,
Muyra de fam ton vehí;
Que ‘t fassa ton llit de roses
Puis lo qu’el rich sacrifica
Déu l’hi torna y centuplica
Y aconsellant la riquesa,
Vaix inspirant sempre el bé,
Y lo del qui ‘l bé vol fé.
Y tú, ma dolsa germana,
¿Qué fás en est mon per l’hom?
– Prench la veu de la campana
Perque me senta tothom.
Porque larga es su agonía, como fugaces son tus placeres; y el menor de tus goces labraría su fortuna.
Haz dádiva pues a los necesitados de lo que locamente desperdicias, florecillas que apenas miras, juguetes pueriles que ya olvidados tienes.
¡Guardéte Dios de gozar, mientras tu hermano desfallece de hambre; de que mulla tu blando lecho de rosas el que no sabe en donde reclinar su soñolienta cabeza.
Pues lo que el opulento, a impulsos de su caridad, sacrifica, se lo devuelve Dios centuplicado, cuando traspasa los umbrales de la Eternidad.
Y aconsejando así a la riqueza, inspiro siempre el bien, en pro de mis muy amados pobrecillos y para bien de los que desean practicarle.
– Y tú, dulce hermana mía, ¿qué haces en este mundo para el hombre?- Tomo la santa voz de la campana, para que a todas partes llegue mi celestial reclamo:
Convertida en sò argentí,
M’en entr’ en lo còr sensible,
Y llavòrs li parl’axí:
¿Veus l’univers que ‘t sustenta,
La vida que ‘t dona Déu?
¿Veus lo sòl que te calenta,
No cregues que el Etern vulla,
Puis éll te tregué a la llum,
Y sias flòr sens perfum.
No cregues qu’ets sa semblansa,
Perque li sias ingrat;
Ni que culles l’esperansa
Per tenir l’àrbre olvidat.
Tos ulls axeca a l’altura,
Parla ab ton Déu, criatura
Que ton Déu te sed d’amor.
Ou l’aucellét que li canta,
Remor de fonts y torrents.
Y en todas invisible, convertida en argentino acento, penetro en los corazones afectuosos y les hablo así:
Estiende la mirada por el maravilloso universo, considera la vida que el Señor te regala, contempla el sol que te calienta, todo cuanto el hombre juzga suyo.
No creas que permita el Eterno, que habiéndote sacado de las tinieblas del no ser, la fe no acojas en tu corazón, y que seas flor sin perfume.
No juzgues que te crease a semejanza suya para que tan inmenso beneficio le pagues con negra ingratitud, para que descuidases el árbol que por fruto te da la celeste Esperanza.
Levanta los ojos a las alturas, y humildemente postrado, platica con tu criador, criatura, que sediento está de tus adoraciones.
Oye al pajarito que le canta, oye los suspiros del viento, la música del bosque, el rumor de torrentes y fontanas.
Agraït feslí oració, (fesli, fésli)
Pensa qu’es l’home, s’imatge,
Que té esperit y llenguatje
Per poder parlar ab ell.
Pensa que ni ha que l’ofenen,
Essent tan bò, essent tan gran;
Que no comprenen d’on venen,
Que no comprenen ahont van.
Que ni ha que sa lley flastoman,
Desconeguent sa mercé.
Qu’olvidan lo sacrifici
Que ha fet Déu per sa salut,
Y exemple donan del vici
Fent bèfa de la virtud.
Pensa que Déu tot ho olvida
Que sa bòndat no té mida,
Cuant sént d’un home lo plòr.
Agradecido envíale tu oración, como la rosa su perfume, por la corona de rey de la creación con que ciñe tu frente.
Piensa que el hombre, hecho a imagen suya, es de todo lo mas bello y más noble: que tiene espíritu y lenguaje para poder hablar con él.
Reflexiona que, con ser tan bueno, con ser tan grande, hay quienes le ofenden, ignorantes de su destino y sin saber de donde vienen ni a donde van.
Que no faltan blasfemos de su ley divina, desamparados de la fé sacrosanta, que no saben enfrenar su soberbia, y desconocen sus mercedes.
Que olvidan el sacrificio que ha hecho Dios para su salvación, y ejemplo dan del vicio, escarneciendo la virtud.
Piensa que Dios todo lo perdona con un solo suspiro del corazón; que su bondad es infinita, cuando el llanto de los hombres llega a sus misericordiosos oídos.
Que ni ha qu’ab sanch de llurs venes
Compran la vida, mesquins;
Y de estraviats p’els camins.
Pobres de esprit qui s’arrufan,
Viudes y òrfens sens consòl,
Despullats qui s’escarrufan,
Sens que tengan agombòl.
Malats qui ‘n son mal gemegan,
Espaordits devant la mòrt;
Y navegants qui se negan,
Lluny de la platje ó del pòrt.
Qu’esperant dels qui no ‘s cansan
Prechs al cèl por lo be séu,
Hi ha difunts que no descansan
Pensa qu’Éll en tot cuant obra,
De bondat hi possa el dó;
Qu’una pregaria li sobra
No olvides que en lucha sangrienta se maltratan muchos cuitados: no olvides que, desconfiando del cielo, hay muchos que desesperanzan.
Que hay quienes con sangre de sus venas compran ¡mezquinos! la vida; que los hay entre cadenas, que los hay descarriados;
Pobres de espíritu que se amilanan, viudas y huérfanos sin consuelo, desnudos ateridos que anhelan un abrigo bienhechor.
Enfermos acongojados que ante la muerte despavoridos tiemblan, y náufragos presa de las olas traicioneras, lejos de la playa o del puerto.
Almas doloridas, que desde su morada de espiacion, esperan su libertad de los que por ellas ruegan al cielo; difuntos que aun no han conseguido descansar en la paz del Señor.
Piensa que todas las obras suyas llevan el sello indeleble de su bondad; que una plegaria le sobra para remedio y perdón.
Per ço, alsa els ulls del abisme,
Y encén, ánima de néu,
La llum d’amor al prohisme,
Y recúllte solitaria,
Posa fòch en l’urna d’òr;
Fés l’encens de ta pregària.
Y l’encenser de ton còr.
Gran Déu es qui ‘ns feu axí!
Al poble aném via dreta,
Y surt l’auba ab llum de rosa,
S’òbri la ponsella closa,
Y el campanars del vilatge
Tocan campanes al vòl.
¡Ó dels àngels santes obres!
¿Quín miracle ab ells es féu?
Y s’úmpl’el temple de Déu!
Aparta pues tu vista del abismo, y enciende, alma de nieve, la luz del amor al prójimo, la luz del divino amor.
Y en solitario recojimiento, pón fuego en la urna de oro; sea incensario tu corazón, celestial incienso tus oraciones.
– Hermanita, hermanita, grande es el Dios que nos hizo! Al pueblo vamos derechamente, y que nos conceda buen viage. –
Y el alba clarea circundada de celajes sonrosados, rasgando el velo de la noche; ábrese el aromoso botón de las acopadas flores, y las estrellas se apagan.
Las más empinadas cumbres con la luz del naciente sol resplandecen, y en los campanarios tocan a vuelo las campanas.
¡O de los ángeles obras santísimas ¡O milagro! Hoy los pobres sonríen, hoy está lleno el templo del Señor.