I.
Tota
la seua desditxa.
Dintre
‘ls llansolets d’Holanda
L’hi
sonreya fá poch dias
Que
altre mes bell no n’hi havía.
I.
No
dormía ya el tierno niño en su cuna pequeña de mimbres, mas junto
a la cuna desierta, lloraba una pobre madre la mayor de las
desdichas.
Poco
ha le sonreía su hijuelo, el ídolo de su corazón, arrebujado entre
finas sábanas de Holanda: y era tan hermoso para ella, que ninguno
podía comparársele. Loca de amor la apasionada madre, complacíase
en tenerle entre sus brazos, le estrechaba contra su pecho, y a
fuerza de besos enrojecía su rostro tiernísimo diciéndole:
–
Rey de mi alma! vida de mi vida! antes de de que te conociera, no
pude comprender toda la intensidad del gozo. Ay, luz de todas mis
esperanzas! Ay, fuente de mis alegrías todas! –
Jo no conexía ‘l gotx
Y
ompl’ el bressolet de llágremes,
Passantne
les diades tristes.
No
entra ‘l sol dintre la cambra
Ni
dins l’ ánima afligida;
Lo
mon endolat ovira.
Y
vindrán tristes y fredes
Sense
pauma benehida.
Llasseta,
n’está pensant
Si
le hi ressucitaria
Que
‘s el mateix d’altres dias.
Y
passan les diades tristes.
Ay,
llum de ses esperançes!
Ay,
font de ses alegríes!
Pobre madre, pobre madre!
la angustia la tiene ya desfallecida; y pasa triste las horas,
inundando de lágrimas la fría y desierta cuna de su pequeñuelo. El
sol no se atreve a penetrar en la oscuridad de la estancia, ni en la
pena profunda de aquel corazón afligido. No hay fiestas ya para la
atribulada madre, que ve el mundo cubierto de luto. Vendrán las
ferias de Navidad, mas ¡cuán tristes y cuán frías ! Vendrá la
vigilia de Reyes, pero no habrá juguetes ni muñecos! Llegará el
domingo de Ramos y no verá la madre palmas bendecidas !
Desgraciada
imagínase a veces que el Dios a quien siempre invocó en sus
oraciones, le resucitará a su idolatrado niño. Para alcanzar el
milagro, ofrece a la Virgen la más rica de sus joyas, y una corona
de plata a Jesús crucificado.
Mas
los días pasan en la tristeza y el tierno niño no torna. Ay, luz de
todas sus esperanzas! Ay, fuente de sus alegrías todas!
II.
Desque
llur dol esplayava
Dintre
sa cambra soleta,
Desde
llavores la vida
Y
axó fa que ab dolsa veu
Podrém
sentirla quant canta,
Gronxant
d’un peu lo bressol,
Cançonetes catalanes, (tú sí que saps cóm se guañe una joya als
jochs florals!)
Per
adormí un infantó
Y
un altre que ‘n té a la falda.
Tot
cantant, cantant sonriu,
Tot
sonrient l’hi cauhen llágremes,
Sonriu
als fillets que té,
Plora
‘l fillet que l’hi manca.
Son
dos ángels, dos esteles,
Son
com l’arch de Sant Martí
Los
infants que vuy esguarda.
Los
contempla embadalida
II.
En
pos del día viene la noche, tras la noche luce la alborada, y
después de la lluvia asoma el sol en el cielo: vueltas va dando el
mundo sin tregua ni descanso. Muchas había dado ya desde que la
desventurada madre, triste y sola en su estancia, exhaló en llanto
su dolor. Por fin la muerte cedió a la vida; y por esto se oye la
dulce voz de la infeliz, que más sosegada, entona cantarcillos catalanes para adormecer al hijuelo que
mece en su cuna y al que descansa más tiernecito en su regazo.
Cantando
una tonada tras otra, acaba por sonreír, mas sus sonrisas terminan
también en lágrimas. Sonríe a los pequeñuelos que Dios le
conserva, y llora al otro que le falta. Los que viven son dos
angelitos, dos hermosos luceros; son el bálsamo y el consuelo de su
llagado pecho, el iris en que se fijan todas sus miradas.
Contémplales embebecida
la amorosa madre, y les llena de apasionados besos: mas ay, con gotas
de llanto cubre
Mes ay! llurs galtetes
rojes
Les
besades son d’amor,
Les
llágremes d’anyorança!
Els
aprompta cent joguines,
També
‘ls trau les seues joyes,
Y
ensemps van perles y llágremes,
Al
cel s’en pujan les altres.
Ben
de matinet s’afanya,
Feynera
quant trenca l’auba;
També
la robeta banya;
Cuyta
p’els fillets que dormen,
A
l’ Iglesia s’els emporta
Y
allí prega ajonollada;
Al
que té al cel encomana.
Sos
ulls se negan de llágremes,
Y’ls
axeca al cel pensant
Que
‘l mes estimat l’hi manca.
L’esperit
mòr d’anyorança,
Que
es lo cor dels fills que viuhen
Y
dels fills que han mort es l’ánima.
sus mejillas rosadas,
cubre sus frentes de nieve. Los besos son de amor, mas sus lágrimas
las arranca la memoria del hijuelo ausente. Apróntales mil juguetes,
y cuando de ellos se cansan, les permite jugar también con sus
joyas, juntas van y confundidas lágrimas y perlas. Estas caen
desparramadas por el suelo, aquellas suben a las celestes alturas.
Muy
de mañanita la madre se levanta, y afánase desde muy de mañana;
hacendosa cuando el día empieza, y no menos diligente cuando viene
la noche. Mas, mientras la aguja cose y surce (zurce),
humedece con llanto su labor; desvélase por los hijuelos que
duermen, y llora por el que la tierra guarda en su seno. Llévalos
consigo a la Iglesia, y allí ruega con ellos de hinojos; y
encomienda al angelito que tiene en el cielo, los que Dios en el
mundo le conserva. Cuando la gente los va reparando, se le arrasan de
lágrimas sus ojos, y los levanta al cielo, al pensar que allá se
subiera el que más ama.
Y
si su corazón se regocija, su espíritu muere apenado por la
ausencia del ángel que perdió, que el corazón es de los hijos que
viven, y el alma para los que se fueron.