Extractos del libro de Bernardino Gómez Miedes :
LIBRO
OCTAVO
Isla de Mallorca, el nombre y fama del Rey fue tan célebre, y se
extendió con tanta gloria y reputación suya, por todas partes: que
no solo acrecentó el temor y espanto a los Reyes Moros, pero mereció
todo favor y gracia para con los Príncipes Cristianos. Porque demás
que amedrentó al Rey de Túnez, uno de los más poderosos de África,
para que no osase enviar el socorro prometido al Rey de Mallorca: Y a
quien el sumo Pontífice y ciudades de Italia tuvieron en tanto, que
invocaron su favor y ayuda (como adelante se dirá) para contra el
Emperador Federico: También el Rey don Sancho de Navarra, entendidos
sus tan prósperos successos y señaladas hazañas, se le aficionó
en tanta manera, que lo prohijó, y aunque con desigualdad suya,
quiso también ser de él prohijado. Mas porque tratemos agora de
este tan señalado efecto de amor y afición, como se arguye de la
adopción, o prohijamiento, que pasó entre estos dos Reyes, junto
con los varios successos del: declaremos quien fue este Rey don
Sancho de Navarra, juntamente con las causas y razones que tuvo, así
para prohijar al Rey de Aragón, como para ser prohijado del, no
embargante que el partido del de Aragón fuese muy aventajado al
suyo. Fue este Rey don Sancho, el mejor y más esforzado que jamás
tuvo Navarra, a quien por su grande constancia en llevar siempre sus
empresas adelante, demás de ser muy valiente de su persona, llamaron
el fuerte. El cual después que salió victorioso de aquella
famosísima, y siempre memorable batalla de Vbeda, en las Navas de
Tolosa, cuando hecho un cuerpo con los Reyes de Castilla y Aragón,
vencieron a doscientos mil Moros (como en el primero libro se ha
dicho) volviendo a Navarra, con el ocio se hizo excesivamente gordo,
y también con la dolencia de gota que le sobrevino, que
miserablemente le atormentaba, vino a ser tan gafo, y lisiado de pies
y de manos, que ya no podía moverse de un lugar, sino estarse
tullido siempre en la cama, volviéndose tan difforme,
que tenía empacho de ser visto en público. Puesto que dicen otros,
que su mal fue una muy grave dolencia de cáncer que se le encendió
en una pierna, y que por esto se estuvo siempre retirado en el
castillo de Tudela, sin salir del mucho tiempo, y sin dejarse ver
sino a muy pocos de sus privados. Haziale a este buen Rey, viejo,
enfermo, y sin hijos continua y solapada guerra el Rey de Castilla,
pretendiendo tener derecho al reyno de Navarra, y para no mostrarse
en ella, solicitaba a don Diego López de Haro señor de Vizcaya (que
es la Cantabria marítima) con el cual de mucho antes tenía el Rey
de Navarra diferencias, por los pueblos de Alaua y Guipuzcua entre
Nauarra y Vizcaya. Y así con esta ocasión el de Castilla le valía
con gente y dinero para proseguir la guerra en su nombre contra el de
Navarra. Con esto don Diego con la gente Castellana corría el campo
a don Sancho, y no había quien le resistiese. De suerte que viéndose
don Sancho imposibilitado para defenderse dellos, y que por mucho que
se acomodaba en los partidos de paz que les movía, no querían venir
a concordia: determinó de avenirse con el Rey de Aragón, y con su
favor y ayuda valerse contra ellos. Pues como se hallase en Tudela,
ciudad de las principales de Navarra, de muy alegre, llano y hermoso
asiento, a la ribera del Ebro río caudalosísimo, en los confines de
Aragón y de Castilla, y a vista del gran monte de Moncayo, envió
sus embajadores al Rey don Iayme a Zaragoza, donde a la sazón era
llegado de la conquista de Mallorca, para hacerle saber, como tenía
muy grande voluntad y afición de alcanzar su amistad, y hacer
ciertas alianzas y conciertos con él muy a su gusto y provechosos
para sus Reynos. Y como por sus manifiestos impedimentos de edad y
dolencias, no pudiese ir en persona a verse con él, le rogaba muy de
veras quisiese venir a verle en Tudela, pues estaba propinca a
Zaragoza. Oído esto por el Rey, y entendida la gran dolencia y
impedimentos de don Sancho, pues la distancia no era más de una
jornada, determinó de ir a verle, y contentarle: así por conocer a
un tan esclarecido y bien nombrado Rey que tan amigo y estimado fue
del Rey don Pedro su padre: como por lo bien que a los Reyes está
visitarse, y conocerse por las personas: a fin de que viéndose como
en espejo los unos a los otros, y lo que son, con lo que representan
vengan en mayor conocimiento de si mismos: y consideren que el sujeto
de su grandeza y dignidad Real es naturaleza humana, y que en
sustancia no son más que los otros hombres, sino que viene de la
mano de Dios, alzar los muchos a uno por Rey y sujetarle. Llevó pues
consigo el Rey a don Atho de Foces su mayordomo mayor, a don Rodrigo
Lizana, don Guillen de Moncada, Pedro Pérez justicia de Aragón, y a
don Blasco Maza (no Alagón), del cual sobrenombre está equivocada
la historia del Rey, como sea así que don Blasco de Alagón andaba
entonces por el reyno de Valencia con Zeyt Abuzeyt en la conquista,
como dijimos en el libro cuarto. Llegados pues a Tudela, no pudo ser
el Rey, ni en la ciudad, ni fuera de ella, tan decentemente recibido,
como a su Real persona se debía, por los impedimentos y dolencias
del de Navarra. Antes fue necesario subir al castillo, y entrar
dentro del retrete
donde el Rey estaba, para en llegando, poderle más presto hablar que
ver. Y así por entonces hechos sus cumplimientos de palabras
amorosas, se salió a su aposento dentro en palacio, donde fue con
todos los suyos muy espléndidamente hospedado. El día siguiente
volvió a visitar al Rey don Sancho: el cual se esforzó a
enderezarse en la cama, y comenzando su plática dijo al Rey. Que el
grande amor y afición que le tenía junto con el deseo de ver su
persona, por ser hijo de tan esclarecido padre como lo fue el Rey don
Pedro su mayor amigo y compañero que tuvo en la victoria de Vbeda
contra los Moros, había sido la principal causa para procurar su
venida a Tudela: pero mucho más por acabar de entender del los
felices successos que había oído de sus memorables empresas:
habiéndose aventajado con ellas en valor y gloria, a todos los Reyes
de España: y no menos por la propinquidad y vínculo del parentesco
que entre ellos había: pues con ningún otro le tenía más conjunto
que con él, excepto don Tibaldo su sobrino hijo de Tibaldo Conde de
Champaña, y de doña Blanca su hermana. Al cual por su ingratitud y
menosprecio de muchas buenas obras de padre que le había hecho: en
fin le había dado ocasión para tratar y acabar con sus vasallos, le
privasen de la sucesión del Reyno, y llamasen a él que tanto les
convenía para todo beneficio común y defensa del mismo reyno. Por
esto hallaba que para debilitarle la sucesión, ninguna otra vía
mejor, ni más firme había, que prohijándose el uno al otro, y
acogiéndose en el total derecho y sucesión de sus reynos. Pues
podría con harto mejor partido ser él llamado a la sucesión de
Navarra, que no él a la de Aragón: siendo ya viejo de LXXVIII años,
y que no era posible naturalmente vivir más que él siendo mozo que
apenas llegaba a los XXIIII (XXIV). Como acabó su plática el de
Navarra, el Rey hizo muchas gracias por el buen concepto que de él
tenía, y la afición y benevolencia con que lo confirmaba: que no
faltaría por él de corresponder con su amor, y con todo el oficio
de agradecimiento que le debía. Y en lo que tocaba al negocio de la
adopción, que para él era muy nuevo y de mucha consideración, que
pensaría sobre ello, comunicándolo con los suyos, y que entendido
lo que era, y adonde podía llegar el efectuarse, sin perjuicio de
sus reynos y sucesor, él se revolvería y le respondería. Con esto
se salió afuera, y se fue a su aposento a tratar y consultar una tan
grande novedad con los suyos.
OCTAVO
Capítulo primero, de la fama y renombre que el Rey
ganó por la conquista de Mallorca, y como fue llamado y prohijado
por el Rey de Navarra.
Conquistada al ciudad
yIsla de Mallorca, el nombre y fama del Rey fue tan célebre, y se
extendió con tanta gloria y reputación suya, por todas partes: que
no solo acrecentó el temor y espanto a los Reyes Moros, pero mereció
todo favor y gracia para con los Príncipes Cristianos. Porque demás
que amedrentó al Rey de Túnez, uno de los más poderosos de África,
para que no osase enviar el socorro prometido al Rey de Mallorca: Y a
quien el sumo Pontífice y ciudades de Italia tuvieron en tanto, que
invocaron su favor y ayuda (como adelante se dirá) para contra el
Emperador Federico: También el Rey don Sancho de Navarra, entendidos
sus tan prósperos successos y señaladas hazañas, se le aficionó
en tanta manera, que lo prohijó, y aunque con desigualdad suya,
quiso también ser de él prohijado. Mas porque tratemos agora de
este tan señalado efecto de amor y afición, como se arguye de la
adopción, o prohijamiento, que pasó entre estos dos Reyes, junto
con los varios successos del: declaremos quien fue este Rey don
Sancho de Navarra, juntamente con las causas y razones que tuvo, así
para prohijar al Rey de Aragón, como para ser prohijado del, no
embargante que el partido del de Aragón fuese muy aventajado al
suyo. Fue este Rey don Sancho, el mejor y más esforzado que jamás
tuvo Navarra, a quien por su grande constancia en llevar siempre sus
empresas adelante, demás de ser muy valiente de su persona, llamaron
el fuerte. El cual después que salió victorioso de aquella
famosísima, y siempre memorable batalla de Vbeda, en las Navas de
Tolosa, cuando hecho un cuerpo con los Reyes de Castilla y Aragón,
vencieron a doscientos mil Moros (como en el primero libro se ha
dicho) volviendo a Navarra, con el ocio se hizo excesivamente gordo,
y también con la dolencia de gota que le sobrevino, que
miserablemente le atormentaba, vino a ser tan gafo, y lisiado de pies
y de manos, que ya no podía moverse de un lugar, sino estarse
tullido siempre en la cama, volviéndose tan difforme,
que tenía empacho de ser visto en público. Puesto que dicen otros,
que su mal fue una muy grave dolencia de cáncer que se le encendió
en una pierna, y que por esto se estuvo siempre retirado en el
castillo de Tudela, sin salir del mucho tiempo, y sin dejarse ver
sino a muy pocos de sus privados. Haziale a este buen Rey, viejo,
enfermo, y sin hijos continua y solapada guerra el Rey de Castilla,
pretendiendo tener derecho al reyno de Navarra, y para no mostrarse
en ella, solicitaba a don Diego López de Haro señor de Vizcaya (que
es la Cantabria marítima) con el cual de mucho antes tenía el Rey
de Navarra diferencias, por los pueblos de Alaua y Guipuzcua entre
Nauarra y Vizcaya. Y así con esta ocasión el de Castilla le valía
con gente y dinero para proseguir la guerra en su nombre contra el de
Navarra. Con esto don Diego con la gente Castellana corría el campo
a don Sancho, y no había quien le resistiese. De suerte que viéndose
don Sancho imposibilitado para defenderse dellos, y que por mucho que
se acomodaba en los partidos de paz que les movía, no querían venir
a concordia: determinó de avenirse con el Rey de Aragón, y con su
favor y ayuda valerse contra ellos. Pues como se hallase en Tudela,
ciudad de las principales de Navarra, de muy alegre, llano y hermoso
asiento, a la ribera del Ebro río caudalosísimo, en los confines de
Aragón y de Castilla, y a vista del gran monte de Moncayo, envió
sus embajadores al Rey don Iayme a Zaragoza, donde a la sazón era
llegado de la conquista de Mallorca, para hacerle saber, como tenía
muy grande voluntad y afición de alcanzar su amistad, y hacer
ciertas alianzas y conciertos con él muy a su gusto y provechosos
para sus Reynos. Y como por sus manifiestos impedimentos de edad y
dolencias, no pudiese ir en persona a verse con él, le rogaba muy de
veras quisiese venir a verle en Tudela, pues estaba propinca a
Zaragoza. Oído esto por el Rey, y entendida la gran dolencia y
impedimentos de don Sancho, pues la distancia no era más de una
jornada, determinó de ir a verle, y contentarle: así por conocer a
un tan esclarecido y bien nombrado Rey que tan amigo y estimado fue
del Rey don Pedro su padre: como por lo bien que a los Reyes está
visitarse, y conocerse por las personas: a fin de que viéndose como
en espejo los unos a los otros, y lo que son, con lo que representan
vengan en mayor conocimiento de si mismos: y consideren que el sujeto
de su grandeza y dignidad Real es naturaleza humana, y que en
sustancia no son más que los otros hombres, sino que viene de la
mano de Dios, alzar los muchos a uno por Rey y sujetarle. Llevó pues
consigo el Rey a don Atho de Foces su mayordomo mayor, a don Rodrigo
Lizana, don Guillen de Moncada, Pedro Pérez justicia de Aragón, y a
don Blasco Maza (no Alagón), del cual sobrenombre está equivocada
la historia del Rey, como sea así que don Blasco de Alagón andaba
entonces por el reyno de Valencia con Zeyt Abuzeyt en la conquista,
como dijimos en el libro cuarto. Llegados pues a Tudela, no pudo ser
el Rey, ni en la ciudad, ni fuera de ella, tan decentemente recibido,
como a su Real persona se debía, por los impedimentos y dolencias
del de Navarra. Antes fue necesario subir al castillo, y entrar
dentro del retrete
donde el Rey estaba, para en llegando, poderle más presto hablar que
ver. Y así por entonces hechos sus cumplimientos de palabras
amorosas, se salió a su aposento dentro en palacio, donde fue con
todos los suyos muy espléndidamente hospedado. El día siguiente
volvió a visitar al Rey don Sancho: el cual se esforzó a
enderezarse en la cama, y comenzando su plática dijo al Rey. Que el
grande amor y afición que le tenía junto con el deseo de ver su
persona, por ser hijo de tan esclarecido padre como lo fue el Rey don
Pedro su mayor amigo y compañero que tuvo en la victoria de Vbeda
contra los Moros, había sido la principal causa para procurar su
venida a Tudela: pero mucho más por acabar de entender del los
felices successos que había oído de sus memorables empresas:
habiéndose aventajado con ellas en valor y gloria, a todos los Reyes
de España: y no menos por la propinquidad y vínculo del parentesco
que entre ellos había: pues con ningún otro le tenía más conjunto
que con él, excepto don Tibaldo su sobrino hijo de Tibaldo Conde de
Champaña, y de doña Blanca su hermana. Al cual por su ingratitud y
menosprecio de muchas buenas obras de padre que le había hecho: en
fin le había dado ocasión para tratar y acabar con sus vasallos, le
privasen de la sucesión del Reyno, y llamasen a él que tanto les
convenía para todo beneficio común y defensa del mismo reyno. Por
esto hallaba que para debilitarle la sucesión, ninguna otra vía
mejor, ni más firme había, que prohijándose el uno al otro, y
acogiéndose en el total derecho y sucesión de sus reynos. Pues
podría con harto mejor partido ser él llamado a la sucesión de
Navarra, que no él a la de Aragón: siendo ya viejo de LXXVIII años,
y que no era posible naturalmente vivir más que él siendo mozo que
apenas llegaba a los XXIIII (XXIV). Como acabó su plática el de
Navarra, el Rey hizo muchas gracias por el buen concepto que de él
tenía, y la afición y benevolencia con que lo confirmaba: que no
faltaría por él de corresponder con su amor, y con todo el oficio
de agradecimiento que le debía. Y en lo que tocaba al negocio de la
adopción, que para él era muy nuevo y de mucha consideración, que
pensaría sobre ello, comunicándolo con los suyos, y que entendido
lo que era, y adonde podía llegar el efectuarse, sin perjuicio de
sus reynos y sucesor, él se revolvería y le respondería. Con esto
se salió afuera, y se fue a su aposento a tratar y consultar una tan
grande novedad con los suyos.
Capítulo
II. Como el Rey sabido el parecer y resolución de los de su consejo
cerca el prohijamiento, la dio por respuesta al de Nauarra, el qual
tuuo por buena, y del concierto que hizieron.
II. Como el Rey sabido el parecer y resolución de los de su consejo
cerca el prohijamiento, la dio por respuesta al de Nauarra, el qual
tuuo por buena, y del concierto que hizieron.
Maravillado quedó
el Rey extrañamente de la proposición hecha por el de Nauarra. Y
recogido en su aposento mandó llamar a los de su consejo que traía
consigo: a los cuales notificó la larga plática que con el Rey de
Nauarra había tenido, y lo que muy de veras le había propuesto
cerca de la adopción y prohijamiento que habían de hacer el uno al
otro, para poder entrar en la sucesión de los reynos. Puesto que el
fin y alma de esta proposición le parecía no era otro, que por
obligarle a la defensión de Nauarra contra Castellanos. Oyendo esto
los del consejo se admiraron muy mucho de tal demanda, y aunque a
la verdad parecía cosa muy aventajada para el de Aragón, todavía
se altercó
mucho, y hubo diversos pareceres sobre ello. Pues aunque al Rey le
estaba muy bien, y le convenía el partido, si quiera para mayor
confirmación del derecho antiguo que por sus antepasados fue
adquirido al Reyno de Nauarra: pero que adoptar el Rey al de Nauarra,
no le podía hacer, siendo vivo don Alonso su hijo único, ya jurado
Príncipe sucesor por los barones y grandes, y por las villas y
ciudades del Reyno, y también por los de Lérida. Porque era cosa
monstruosa un viejo de casi 80 años, ser prohijado por un mozo de
tan poca edad: y que también era muy fuera de razón y justicia
convidar a otro a la sucesión del Reyno, echando fuera al legítimo
sucesor del. Pues como se tratase esto entre ellos, y como cosa muy
desaforada y contra toda razón, se dejase indeterminada y dudosa:
con las mismas razones y dudas fue referida por don Blasco Maza,
Foces y Lizana, al Rey de Nauarra. El cual lo representó así a los
de su consejo. Pero como su fin era no tanto prohijar al Rey, cuanto
valerse de su favor y ayuda contra los Castellanos, y esto importase
muy mucho al Reyno: todavía volvió por respuesta a los mesmos, e
insistió, en que cumplía se hiciese esta alianza y confederación
por vía del prohijamiento: puesto que por él ningún derecho le
quedase a la sucesión de Aragón sino muertos el Rey y el Príncipe
don Alonso sin hijos. De suerte que leída esta determinación y
decreto de los Navarros al Rey, los halló tan útiles, y honrosos
para si, y para el Reyno de Aragón tan provechosos, que luego, con
la aprobación de los de su consejo, solo que le quedase la sucesión,
prometió de ayudar al Rey de Nauarra con todo su poder y estado: y
cumplir con diligencia cuantos conciertos y capítulos sobre esto se
formasen: y así el uno al otro se adoptaron de la manera que está
dicho. Halláronse presentes a este célebre acto los principales
señores de título, y Barones, con los síndicos de las ciudades y
villas Reales del Reyno de Navarra, y también los señores y de su
consejo que tajo (truxo) el Rey de Aragón. Los cuales por ambas
partes con juramento afirmaron, que tendrían perpetuamente ellos y
sus descendientes, por rato, y grato todo lo allí concertado y
decretado. La cual adopción y prohijamiento, aceptados por los dos
Reyes, y con la mano y sello de ellos firmados, se concluyó con
tanta autoridad y firmeza, que no deben tener en poco los Reyes de
Aragón su derecho tan justamente por esta vía adquirido a este
Reyno: si quiera para más justificar la antigua y pacífica posesión
que del tienen. Porque si se atiende a lo que significa adopción, si
se considera que el Rey con todo el reyno de Nauarra, que podían, la
hicieron, y con expreso juramento confirmaron el concierto y
cumplimiento de ella: si se examinare la causa dello, que fue por
valerse del favor y ayuda del Rey que adoptó, para beneficio y
defensa del Reyno constituido en tan manifiesta necesidad: si en fin
se tiene respeto, a que la cumplió el adoptado, y que lo defendió
con su persona, gente, y dinero, muchas veces, y las hubo contra el
Rey de Castilla, no embargante que era su propio yerno, como adelante
se dirá, no hay otro que inferir de todo esto, sino que con la
muerte del Rey don Sancho adoptante, se acabó de confirmar y
consolidar la sucesión y derechos del Rey don Iayme el adoptado, y
sus sucesores, en el reyno de Navarra. Según se muestra por el mesmo
instrumento y auto de adopción, el cual pone Geronymo Zurita en el
libro tercero de sus Annales de los Reyes de Aragón. Y que por ser
auto tan célebre y solemne le inferiremos aquí palabra por palabra.
Si quiera porque se entienda del lenguage que había entonces en el
Reyno de Aragón, haber sido poco diferente en los vocablos, del que
agora se usa, salvo en la pronunciación y estilo.
el Rey extrañamente de la proposición hecha por el de Nauarra. Y
recogido en su aposento mandó llamar a los de su consejo que traía
consigo: a los cuales notificó la larga plática que con el Rey de
Nauarra había tenido, y lo que muy de veras le había propuesto
cerca de la adopción y prohijamiento que habían de hacer el uno al
otro, para poder entrar en la sucesión de los reynos. Puesto que el
fin y alma de esta proposición le parecía no era otro, que por
obligarle a la defensión de Nauarra contra Castellanos. Oyendo esto
los del consejo se admiraron muy mucho de tal demanda, y aunque a
la verdad parecía cosa muy aventajada para el de Aragón, todavía
se altercó
mucho, y hubo diversos pareceres sobre ello. Pues aunque al Rey le
estaba muy bien, y le convenía el partido, si quiera para mayor
confirmación del derecho antiguo que por sus antepasados fue
adquirido al Reyno de Nauarra: pero que adoptar el Rey al de Nauarra,
no le podía hacer, siendo vivo don Alonso su hijo único, ya jurado
Príncipe sucesor por los barones y grandes, y por las villas y
ciudades del Reyno, y también por los de Lérida. Porque era cosa
monstruosa un viejo de casi 80 años, ser prohijado por un mozo de
tan poca edad: y que también era muy fuera de razón y justicia
convidar a otro a la sucesión del Reyno, echando fuera al legítimo
sucesor del. Pues como se tratase esto entre ellos, y como cosa muy
desaforada y contra toda razón, se dejase indeterminada y dudosa:
con las mismas razones y dudas fue referida por don Blasco Maza,
Foces y Lizana, al Rey de Nauarra. El cual lo representó así a los
de su consejo. Pero como su fin era no tanto prohijar al Rey, cuanto
valerse de su favor y ayuda contra los Castellanos, y esto importase
muy mucho al Reyno: todavía volvió por respuesta a los mesmos, e
insistió, en que cumplía se hiciese esta alianza y confederación
por vía del prohijamiento: puesto que por él ningún derecho le
quedase a la sucesión de Aragón sino muertos el Rey y el Príncipe
don Alonso sin hijos. De suerte que leída esta determinación y
decreto de los Navarros al Rey, los halló tan útiles, y honrosos
para si, y para el Reyno de Aragón tan provechosos, que luego, con
la aprobación de los de su consejo, solo que le quedase la sucesión,
prometió de ayudar al Rey de Nauarra con todo su poder y estado: y
cumplir con diligencia cuantos conciertos y capítulos sobre esto se
formasen: y así el uno al otro se adoptaron de la manera que está
dicho. Halláronse presentes a este célebre acto los principales
señores de título, y Barones, con los síndicos de las ciudades y
villas Reales del Reyno de Navarra, y también los señores y de su
consejo que tajo (truxo) el Rey de Aragón. Los cuales por ambas
partes con juramento afirmaron, que tendrían perpetuamente ellos y
sus descendientes, por rato, y grato todo lo allí concertado y
decretado. La cual adopción y prohijamiento, aceptados por los dos
Reyes, y con la mano y sello de ellos firmados, se concluyó con
tanta autoridad y firmeza, que no deben tener en poco los Reyes de
Aragón su derecho tan justamente por esta vía adquirido a este
Reyno: si quiera para más justificar la antigua y pacífica posesión
que del tienen. Porque si se atiende a lo que significa adopción, si
se considera que el Rey con todo el reyno de Nauarra, que podían, la
hicieron, y con expreso juramento confirmaron el concierto y
cumplimiento de ella: si se examinare la causa dello, que fue por
valerse del favor y ayuda del Rey que adoptó, para beneficio y
defensa del Reyno constituido en tan manifiesta necesidad: si en fin
se tiene respeto, a que la cumplió el adoptado, y que lo defendió
con su persona, gente, y dinero, muchas veces, y las hubo contra el
Rey de Castilla, no embargante que era su propio yerno, como adelante
se dirá, no hay otro que inferir de todo esto, sino que con la
muerte del Rey don Sancho adoptante, se acabó de confirmar y
consolidar la sucesión y derechos del Rey don Iayme el adoptado, y
sus sucesores, en el reyno de Navarra. Según se muestra por el mesmo
instrumento y auto de adopción, el cual pone Geronymo Zurita en el
libro tercero de sus Annales de los Reyes de Aragón. Y que por ser
auto tan célebre y solemne le inferiremos aquí palabra por palabra.
Si quiera porque se entienda del lenguage que había entonces en el
Reyno de Aragón, haber sido poco diferente en los vocablos, del que
agora se usa, salvo en la pronunciación y estilo.
https://ifc.dpz.es/recursos/publicaciones/24/48/ebook2473.pdf
Capítulo
III. Contiene el tratado formal del auto de concordia y adopción que
los dos Reyes de Aragón y Navarra se hicieron el uno al otro.
III. Contiene el tratado formal del auto de concordia y adopción que
los dos Reyes de Aragón y Navarra se hicieron el uno al otro.
Conocida cosa
sea ad todos los que son, & son por venir, que yo don Iayme por
la gracia de Dios Rey de Aragón, desaffillo ad todo ome, &
affillo a vos don Sancho Rey de Nauarra de todos mios regnos, &
de mias tierras, & de todos mios señoríos que oue ni he ni deuo
auer, & de castiellos & de villas & de todos mis
señorías. Et si por auentura deuiniesse de mi Rey de Aragó, antes
q d vos Rey de Nauarra, vos Rey d Nauarra que herededes todo lo mio,
assi como de suso es escrito, sines contradezimiento, ni contraria d
hulhome del mundo Et por mayor firmeza de est feyto, & de esta
auinença, quiero & mando que todos mios ricos homes, & mios
vassallos, & mios pueblos juren a vos señoría Rey de Nauarra,
que vos atienda lealmente (lealmét), como escrito es de suso. Et si
no lo fiziessen, que fincassen por traydores, & que nos pudiessen
saluar en ningún logar. Et yo el Rey de Aragon vos prometo, &
vos conuiengo lealmét, que vos faga aentender, & vos atienda
luego, assi como de suso es escrito: & si nó lo fiziesse, que
fosse traydor por ello. Et si por auétura embargo y auenenguno de
part de Roma, o houiere, yo Rey de Aragon so tenudo por conueniença
por desferlo ad todo mio poder. Et si nul home dl sieglo vos
quisiesse fer mal por est pleyto, ni por est paramiento que yo è vos
femos, que yo vos ayude lealment contra todo home del mundo. Adonde
mas que nos ayudemos cótra el Rey de Castiella toda via por fe sines
engaño. Et yo dó Sancho Rey de Nauarra por la gracia de Dios, por
estas palabras, & por estas conueniéças desafillo ad todo home,
& afillo a vos don Iayme Rey de Aragon de todo el Regno d
Nauarra, & de aquello qui el reyno de Nauarra pertañe: &
quiero & mádo que todos mios ricos homes & mios Concellos
juren a vos señoría, que vos atiendan esto con Nauarra, & có
los castiellos, & con las villas si por auentura deuéiesse antes
de mi que de vos. Et si no lo fiziessen que fossen traydores, assi
como escrito es de suso. Et ambos ensemble femos paramiéto &
conueniençia, que si por auétura yo en mía tierra camiasse ricos
homes, o Alcaydes, o otros qualesquiere en mios castiellos, aquellos
aqui yo los diere castiellos, o castiello, quiero & mádo que a
qll qui los reciba por mi que viéga a vos, & vos faga homenage.
Que vos atiéda esto assi como sobre escrito es. Et vos Rey de
Aragon, que lo fagades cúplir a mi desta misma guisa, & por
estas palabras en vuestra tierra. Et vos Rey de Aragó atendiendo me
esto, yo don Sancho de Nauarra por la gracia de Dios, vos pmeto a
buena fe que vos atienda esto assi como escrito es é esta carta. Et
si no lo fiziesse que fosse traydor por ello, vos Rey de Aragó
atédiédome esto assi como sobre escrito es en esta carta. Et sepá
todos aqllos qui esta carta verá, que yo dó Iayme por la gracia de
Dios Rey de Aragó: Et yo dó Sancho por la gracia de Dios Rey de
Nauarra, amigamos entre nos por fe sines engaño & fiziemos
homenage el vno al otro d boca & de manos, & juramos sobre
quatro Euangelios que assi lo atendamos, Et son testimonios de est
feyto, & de est paramiento que fizieró el Rey de Aragon, &
el Rey de Nauarra, & del Affillamiento assi como escrito es en
estas cartas, don Atho de Foces mayordomo dl Rey de Aragó, & don
Rodrigo d Liçana, & don Guillen de Moncada, & don Blasco
Maça, & don Pedro Sanz notario & repostero del Rey de
Aragon. Et don Pedro Perez justicia de Aragon, & frayre Andreu
Abad de Oliua, & Eximeno Oliuer móge, & Pedro Sáches d
Variellas, & Pedro Exemenez de Valtierra, & Aznar d Vilana, &
dó Martin de Miraglo, & don Guillé justicia de Tudela, &
don Arnalt Alcalde de Ságuessa. Facta carta domingo segúdo día de
Febrero en la fiesta de santa Maria Cádelera, in Era Millesima
ducétissima sexagessima nona en el castillo de Tudela. Que fue año
d la natiuidad del Señor M.CCXXXI. puesto que en este instrumento de
la adopción, ninguna mención se hace del infante don Alonso, como
el Rey lo affirma, por ventura de consentimiento de ambas partes.