Capítulo
IX.
Del
Método.
123
Hasta aquí hemos mostrado el modo como procede el entendimiento para
hallar la verdad, y los caminos por donde se va hacia el error, para
evitarlos: resta ahora manifestar el buen orden que entre sí han de
tener las verdades adquiridas. El buen Lógico deduce unas verdades
de otras con el raciocinio, combina entre sí las que pertenecen a
cosas distintas, y enlaza y ordena a un fin racional todo el complejo
de verdades que ha alcanzado con el uso y la meditación. Esto es por
lo que toca a su mismo entendimiento; pero muchas veces se ofrece
comunicar a los demás las verdades que ha adquirido, y para hacerlo
debidamente, es preciso ordenarlas con claridad, y enlazarlas con
orden para evitar la confusión. Porque dado que en el entendimiento
se hallen las verdades de la Geometría, de la Filosofía, y demás
Ciencias, si estas no se disponen con orden y conexión causarán
obscuridad. ¿Y qué diríamos si viésemos que hacia uno servir las
verdades de una de estas Ciencias para otras, con quien no halláramos
conexión? Importa, pues, ordenarlas y distribuirlas de modo, que
esclarezcan al entendimiento, y le conduzcan a la consecución de
aquellos fines racionales que se propone. Este orden, conexión, y
enlazamiento con que el entendimiento dispone las verdades ya sea
para alcanzar otras más importantes y obscuras, ya sea para
comunicarlas a los demás, es lo que llamamos método; y es cosa muy
cierta, que la falta de método que han tenido algunos Autores, ha
sido causa de que ni ellos se han aventajado mucho en el
descubrimiento de verdades importantes, ni han instruido a los demás
debidamente con la publicación de ellas.
124
Vanamente disputan algunos si el método es operación del
entendimiento distinta de las demás? Es cierto que el método
pertenece al discurso, y con él enlaza el entendimiento las verdades
de manera, que unas sirvan para deducir otras, lo cual se hace por
legítimas consecuencias. Cuando se ha de probar una verdad con la
vista de otras muy conexas, y cercanas con ella, fácilmente se hace
con simple silogismo; pero si se requiere gran número de verdades, y
que que pertenecen a cosas separadas para alcanzar alguna otra,
entonces es preciso ordenar las primeras de modo, que entre ellas
halle el entendimiento enlace y conexión, y al fin sirvan de prueba
a la que se ha de descubrir, o manifestar. Otros dicen, que no hay
necesidad de reglas para ordenar los pensamientos con método, cuando
sabe el entendimiento evitar los errores de los sentidos, de la
imaginación, y demás que hemos propuesto, y razonar de manera que
evite los sofismas, porque sabiendo estas cosas, con sola la natural
fuerza del ingenio, se ordenarán los pensamientos en el modo que sea
necesario para descubrir alguna importante verdad.
125 No dudo
yo, que el que sepa evitar los errores, y juzgar y razonar sanamente,
necesita de pocas reglas para discurrir con método, si tiene ingenio
claro y juicio atinado; pero como hay ingenios tardos, que alcanzan
una verdad simple sin transcender a otras más compuestas, y hay
entendimiento oscuros, que alcanzan una verdad de por sí sola, y no
comprenden la conexión que debe haber entre muchas para esclarecer
un asunto, por eso es preciso señalar las principales diferencias
del método, y las reglas conducentes para ordenar entre sí
debidamente los pensamientos.
126
El método en general se divide en sintético, y analítico: llámase
sinthético
aquel, con que el entendimiento procede de lo más simple a lo más
compuesto; y analítico es aquel con que procede desde lo más
compuesto a lo más simple. En el primero sube como por grados desde
lo más sencillo hasta lo más arduo. En el segundo desciende desde
lo más intrincado hasta lo más sencillo. Los que averiguan una
genealogía empezando por los antepasados, y descienden hasta el que
todavía vive, proceden con método sintético; y los que empiezan
por el que vive, y acaban en los pasados, con método analítico. Los
unos forman la cosa, los otros la deshacen. Los Químicos cuando
deshacen la textura de los cuerpos para conocer la naturaleza de sus
partes, proceden con método analítico. Los Geómetras, que de
axiomas fáciles y simples pasan a descubrir verdades difíciles,
usan del método sintético; y no hay duda ninguna, que uno y otro
método conducen a descubrir la verdad, bien que con diferencia de
modo, que hay cosas que no pueden averiguarse sino por el método
analítico, y otras por el sintético. Los Escritores modernos de
Lógica de ordinario prescriben muchas reglas para usar de estos
métodos con acierto; mas para evitar la prolijidad basta saber, que
todo método debe ser breve, seguro, y cumplido.
Es breve cuando
no encierra cosas superfluas, y con poco aparato descubre la verdad:
es seguro cuando procede con certeza en el modo de conseguirla; y es
cumplido cuando llenamente muestra la manera de saberla. Por eso en
faltando alguna de estas circunstancia, ya el método es defectuoso.
127
Para observar debidamente la brevedad, es necesario que se omitan las
cosas que no conducen, y que separadas del asunto no harían falta.
Por eso son intolerables en las conversaciones aquellos, que para
referir un acontecimiento cuentan mil cosas que no conducen a
descubrirlo, y quitadas de la narrativa, nadie dejaría de
entenderlo. En los libros se usa mucho esto, y cada día vemos
Autores que para referir una opinión suya, o ajena hacen mil
preámbulos, y razonamientos que nada conducen. Los periodos muy
largos, y los dichos sentenciosos son contra el buen método, porque
los primeros distraen, los segundos confunden al entendimiento. Los
paréntesis frecuentes son contra la brevedad que corresponde al buen
método, y mucho más las digresiones (a), porque con todas estas
cosas el entendimiento se distrae del asunto, ocupándose en cosas
que no son especiales de él; y no hallando conexión entre las cosas
que superfluamente se proponen, y las que se intentan probar, no
queda persuadido (b).
(a)
Etiam interjectione qua & Oratores, & Historici frequenter
utuntur, ut medio sermone aliquem inserant sensum, impediri solet
intellectus, nisi quod interponitur breve est. Quintil. lib. 8.
Instit. Orat. cap. 2.
(b) Fit ut cum incidentes quaestiones,
aliae quaestiones, & aliae rursus incidentibus incidentes
pertractantur, atque solvuntur, in eam longitudinem ratiocinationis
extendatur intentio, ut nisi memoria plurimum valeat, atque vigeat,
ad caput unde agebatur, disputator redire non possit. S. August. de
Doctr. Chr. lib. 4. cap. 20.
Fuera
de esto con noticias impertinentes y fuera del caso se carga la
memoria, y oprimida de la muchedumbre de cosas inútiles, no tiene
presente las nociones principales. Este defecto es muy ordinario en
los que emprenden obras muy largas. Galeno no supo evitarlo, y estoy
cierto que en algunos capítulos y tratados pudieran quitarse muchas
cosas sin hacer falta.
En Foresto, y Etmullero es comunísimo
este vicio; y aún en Hoffman se hallan razonamientos muy inútiles y
prefaciones molestas, que conducen muy poco, o nada al principal
asunto. Entre los Filósofos de las Escuelas es comunísimo este
defecto, como en los Letrados, y Comentadores, porque comúnmente
emplean razonamientos inútiles, y nada conducentes al descubrimiento
de lo que intentan manifestar. Los que usan de vanos adornos en los
escritos, de lugares comunes, y sentencias vulgares, incurren en este
defecto, porque dicen cosas que nadie ignora, y quitadas no harían
falta. Así es suma necedad empezar un discurso diciendo: El tiempo
es precioso, como dice Séneca; o de este modo: La verdad es buena,
como dice S. Agustín, porque estas sentencias son tan comunes, que
todos las saben. Si uno para probar la mortalidad humana dijera lo de
Horacio: Pallida mors, &c. y para mostrar la poca constancia que
los hombres tienen en las amistades, dijera lo que se atribuye a
Catón: Donec eris felix &c. fuera cosa ridícula, porque estos
son lugares comunes, o como suelen decir de N, que se pueden acomodar
a todos los asuntos, y en ninguno hacen falta; y ordinariamente se
descubre este vicio en los que afectan la erudición, y aunque sea
vulgar la proponen en todos los casos que se les ofrecen.
128
El otro vicio que se comete en la brevedad consiste en omitir lo
preciso: Brevis esse laboro, obscurus fio, dice Horacio (a). El
principal designio del que ha de manifestar una cosa, debe ser
ejecutarlo con claridad, para que pueda ser entendido. La claridad
pide, que nada se omita de lo que pueda conducir a penetrar los
asuntos, porque a veces la omisión de una pequeña circunstancia
estorba averiguar una verdad importante., De suerte, que para que la
brevedad sea bien ordenada se han de evitar dos excesos, es a saber,
la superfluidad, y la concisión. Los Autores que escriben
Compendios, muy pocas veces evitan la obscuridad, porque queriendo
ser muy breves, son confusos. Pretender enseñar las Artes y Ciencias
con compendios, es querer que se sepan sin los debidos fundamentos.
Lo que Quintiliano (b) notó acerca de la brevedad de los estilos, y
lo que reprehende en algunos antiguos es muy adaptable a muchos
Escritores de compendios.
(a) Art. Poet. vers. 25.
(b)
Profecto quidam brevitatis aemuli necessaria quoque orationi
subtrabunt verba, & velut satis sit scire ipsos quae dicere
velint, quantum ad alios pertineat, nihil putant; quinimo persuasit
quidem jam multos ista persuasio, ut id jam demum eleganter, atque
exquisite dictum putent, quod interpretandum, &c. Q. l. 4. Ins.
Or. c. 2.
129 Para que el método sea seguro, es necesario
que en el descubrimiento de la verdad se proceda con orden, empezando
por las verdades claras, y sucesivamente procediendo como por grados
hasta encontrar la que se busca. Este orden pide que no pase el
entendimiento de una proposición a otra, sin haber probado
bastantemente la primera, de suerte que esta ya bien establecida
,sirva de basa y fundamento a la otra, y así ha de procederse
ordenadamente hasta la postrera. La razón de esto es porque el
entendimiento llega a descubrir las verdades ocultas, si empieza a
encontrar alguna conexión de lo que busca e ignora, con lo que ya
sabe, y tiene establecido. Y notó muy bien Cicerón, que entre todas
las cosas hay cierto orden y enlace, de modo, que del conocimiento de
unas se llega al de otras (a). Por esto en los escritos jamás se ha
de probar una cosa por otra que se ha de decir en adelante, porque
hasta que llegue el lector a esta no podrá quedar convencido de la
verdad de aquella; exceptuando sólo algún caso particular, en que
puede ser preciso notar de paso to que con mayor extensión se ha de
explicar después (b).
(a)
Cicer. de Natur. Deor. lit. 4. cap. 4.
(b)
Ordinis haec virtus erit, & Venus, aut ego fallor,
Ut jam
nunc dicat, jam nunc debentia dici.
Pleraque
differat, & praesens in tempus omittat. Hor. Art. Poet. v. 42.
Esta
máxima se funda en la naturaleza universal, pues observamos que en
las producciones, generaciones, y otras acciones semejantes, procede
con orden desde lo más simple y más fácil hasta lo más compuesto
y embarazado. Y tenemos también de esto claros ejemplos en el modo
que usamos para aprender algunas Ciencias. Si uno quisiera saber lo
más sublime de la Aritmética, sin entender primero las reglas más
fáciles y simples, no podría conseguirlo; pero al contrario, si
empieza este estudio comprendiendo las reglas de sumar, restar,
multiplicar, y partir, que son las más simples, fácilmente llegará
a entender las de proporción y arte combinatoria. Cartesio deseaba
mucho la observancia de esta regla del método, y no puede negarse
que en sus escritos resplandece generalmente un método admirable. El
P. Mallebranche la observó tan estrechamente, que en su famosa obra
de la Inquisición de la verdad, apenas se hallará un capítulo que
pueda entenderse, sin entender primero los antecedentes. Boheraave
(Boerhaave) entre los Médicos guardó un método
rigurosísimo, y también Borello y Bellini, siendo preciso confesar,
que el buen método es muy raro en los libros de Medicina.
Si
todos estos célebres Escritores hubieran sido tan sólidos en la
doctrina, como exactos en el método, fueran dignos de la estimación
general de los sabios.
Para tratar llenamente un asunto es
menester poner todo lo que de él convenga saberse, procurando juntar
lo breve y seguro del método con la plenitud de la doctrina. Las
definiciones, divisiones, raciocinios bien ordenados, y según las
reglas que arriba hemos prescrito, hacen el complemento del buen
método.
130
Dúdase si se ha de usar en todos los discursos, ya sean de palabra,
ya por escrito, gobernados por la Lógica, del método geométrico,
que es el de los Matemáticos, o del de las Escuelas. Cartesio
trabajó mucho en introducir para todas las cosas el método
geométrico. El P. Mallebranche trabajó en esto más que Cartesio,
bien que siguiendo sus pisadas. La mayor parte de los modernos, como
de tropel, así como se dejaron llevar del sistema Cartesiano,
quisieron también imitar su método de escribir. El perjuicio que en
esta generalidad han causado a las letras, lo conocen todos los que
saben los verdaderos caminos de hallar la verdad; y si se hubieran
contentado con esto fuera menos malo; mas el caso es, que han tratado
con desprecio el método escolástico, tirando con toda suerte de
invectivas a hacerle odioso para desterrarle del mundo. Los de las
Escuelas, queriendo defenderse, han hablado también contra los
modernos y su método, y unos y otros mantienen la porfía sin
desistir de su partido. Lo que dicta la buena Lógica es, que uno y
otro método deben entenderse y usarse, según fuese la materia que
se trata, porque unos asuntos se compondrán muy bien con el método
geométrico, y otros con el escolástico. El método geométrico pide
definiciones, divisiones, axiomas, postulados, que se sientan como
presupuestos y concedidos para establecer las proposiciones. Pero son
muchísimos los puntos de las Ciencias, en los cuales no caben
definiciones, divisiones, &c.
¿Cómo se ha de definir una
cosa al principio de una cuestión, en que se disputan los predicados
esenciales de ella? ¿Y cómo se ha de dividir aquello de quien no
constan, y todavía se disputan las partes de que se compone?
No
pueden sentarse axiomas que sean disputables, ni admitirse postulados
de cosas que están en controversia. Pedro Daniel Huecio, Obispo de
Avranches, ha probado esto contra el método geométrico al principio
de sus Demonstraciones evangélicas.
131
He visto en libros de Física y también de Medicina establecerse
sistemas vanísimos con definiciones, divisiones, axiomas, y
postulados puramente arbitrarios. Ya se ve que si se le conceden a un
Autor todos estos antecedentes en el modo que él se los figura,
podrá de ellos deducir cuanto le sugiere su imaginación. Así que
cualquiera que haya de instruirse en la Física por los libros que
hoy la tratan matemáticamente, si no quiere ser engañado, debe
examinar con particular atención estas cosas que ponen a los
principios de los tratados, como fundamentos de lo que van a
establecer. En la Metafísica, y en la Teología todavía es más
difícil que en la Física el uso del método geométrico. En las
cosas que se pueden verdaderamente demostrar, viene bien este método;
pero como en la Física, Metafísica, Teología, y otras Artes son
innumerables los asuntos que no se pueden llevar a perfecta
demostración, por eso no conviene en ellas el método de los
Geómetras.
132
Leibnitz, sin embargo de haber sido excelente Matemático, hablando
de esto dice así: Es laudable querer aplicar el método de los
Geómetras a las materias metafísicas; pero también es menester
confesar, que hasta el presente raras veces ha salido bien; y el
mismo Cartesio con toda su grandísima destreza, que no se le puede
negar, en ninguna cosa ha tenido jamás menos desempeño, que cuando
ha intentado hacer esto en una de sus respuestas a las objeciones
(a). Todavía se explica Morhof, que trató esto de propósito, en
términos más expresivos: Yo (dice) me maravillo cómo estos linces
(habla de Mallebranche y otros modernos) con este su método, como
con una vara divinatoria, no han penetrado los secretos de los
antiguos, que nadie puede poner en duda, cuando los Filósofos de la
antigüedad, gobernados por sus principios, que algunas veces se
fundaban en analogismos y conjeturas, establecieron cosas tan
prodigiosas, de las cuales aún hoy nos admiramos, y profesamos
nuestra ignorancia, &c. (b)
(a)
Leibnitz Oper. tom. I. pág. 505. edic. de Gineb. de 1768.
(b)
Morhof. Polyhist. lib. 2. cap. 8. n. 7. tom. I. pág. 407.
Wolfio,
sin embargo de que todos sus escritos filosóficos los dispuso con
método geométrico, ya confiesa que no es necesario en toda suerte
de verdades usar del método de los Geómetras con definiciones,
axiomas, postulados, teoremas, problemas, corolarios y escolios;
porque dice que no son buenas las definiciones, proposiciones,
axiomas, y postulados, porque se pongan con estos títulos al
principio de los tratados, sino porque sean enteramente conformes a
las reglas de la Lógica; añadiendo, que se engañan los que creen
haber demostrado matemáticamente los asuntos que tratan, con tal que
a cada uno hayan puesto competentes títulos de definiciones,
axiomas, postulados, teoremas, problemas y corolarios (a).
133
La Geometría procede con buen método cuando trata de su objeto;
pero el trasladarla a otros asuntos puede hacerse pocas veces, como
lo he mostrado en mi discurso del Mecanismo. El Abad de Condillac,
cuyo examen del origen de los conocimientos humanos tiene algunas
cosas que tomar, y muchas que dejar, como pienso mostrarlo por menor
en otra obra, tratando del método dice así: Los Geómetras, que
deben conocer las ventajas de la Análisis mejor que los otros
Filósofos, dan muchas veces la preferencia a la Síntesis. Así,
cuando dejan sus cálculos para entrar en averiguaciones de diferente
naturaleza, no se halla en ellos la misma claridad, precisión, ni
extensión de entendimiento. Nosotros tenemos cuatro Metafísicos
célebres, Cartesio, Mallebranche, Leibnitz, y Lock. Sólo el último
de estos no fue Geómetra; ¡pero cuán grande exceso lleva a los
otros tres (b)!
(a)
Wolf. §. 793. página 375 y siguient.
(b) Esai sur l‘ orig. de
conoiss. humain. tom. 2. pág. 289.
134
En el método de las Escuelas conviene distinguir lo que es el
método, y lo que son los asuntos que con él se manejan. Las
cuestiones, y disputas escolásticas por lo común tratan de cosas de
poca importancia, y muchas de ellas son vanísimas: el método es de
suyo muy bueno, y muy a propósito para que la juventud se entere de
los verdaderos puntos de la Filosofía. Este método consiste en usar
de silogismos, y raciocinios atados unos con otros, para probar, o
rechazar las cosas que se disputan. Todas las invectivas que los
modernos han hecho contra este método, recaen sobre los defectos que
en su uso se cometen; pero el método mismo no han podido impugnarle
con solidez; porque ¿qué cosa hay más a propósito para examinar
la verdad de una proposición, que el silogismo, como ya hemos
mostrado? Y ¿qué manera ha de haber más segura y más breve para
descubrir, si lo que otro defiende es verdadero, o falso, que los
silogismos bien hechos, que a cualquiera le ponen en la necesidad de
conocer la verdad, o falsedad de las proposiciones? Si los asuntos
filosóficos fuesen todos demostrables, se pudiera excusar este
método, bien que aún entonces podría servir para hacer más
patente la evidencia; pero siendo los más de ellos opinables, y
tales que todavía se busca la certeza, ¿quién puede dudar que los
silogismos bien ordenados son el medio más a propósito que hay para
descubrir toda la certidumbre, de que es capaz la materia que se
disputa? No es nuevo este estilo, ni se empezó a conocer en las
Escuelas en los siglos medios, como cree el común de los modernos,
que no leen los antiguos originales. Los Griegos usaron del silogismo
en los asuntos probables para sentar y rechazar lo que se les
ofrecía, y a esta suerte de silogismos llamaron Epichiremata (a).
Las Escuelas lo tomaron de ellos, y lo introdujeron para disputar
de cosas probables, que podían defenderse por ambas partes; y en los
principios bien sabido es, que resultó de este método mucha
utilidad, como se ve en los antiguos Escritores Santo Thomas y S.
Buenaventura, que lo usaron con moderación: y si bien se mira, el
verdadero método lógico es este, puesto que el fin principal de la
Lógica es probar por el raciocinio. Yo estoy firme en el dictamen,
que no conviene quitar de las Escuelas la forma silogística, sino
arrancar los abusos y defectos que se han introducido en ella, porque
estoy persuadido que ningún otro método es tan a propósito para la
enseñanza de la juventud como este.
(a) Aristot. Topic. lib. I.
cap. II. tom. I. pág. 222.
135
Dicen algunos, poco o nada versados en la forma silogística, que un
discurso seguido sin argumentos silogísticos, enfadosos por la
molesta repetición de probar la mayor, la menor, &c. es muy
preferible al método escolástico, pues así se ve, como de un
golpe, todo lo que se quiere probar y decir
sin fatigar la atención del entendimiento. No hay duda, que en una
arenga, en un concurso de gentes no versadas en las Escuelas ni en
los silogismos, fuera cosa impropia y extravagante el silogizar para
probar un asunto; pero en las Escuelas, donde sin cumplimiento ni
ceremonias, bien que cortesmente y con policía, se trata de saber si
es verdad, o no lo que se asegura, no sirven tales razonamientos.
Hácense estos con estilo declamatorio: el que los pronuncia dice lo
que quiere; asegurado de que no le han de contradecir: danse al
discurso adornos, artificios y figuras, para captar a los oyentes:
las pruebas con alguna verosimilitud que tengan son bien recibidas,
porque todo junto conduce a excitar los ánimos a favor del que
razona. De esto nace, que semejantes razonamientos por lo común
prueban poco. Con el método de las Escuelas si uno establece una
cosa vana, se le pone en el estrecho de que lo conozca y lo confiese,
si no es pertinaz: a lo menos lo conoce todo el concurso, y no
permite que el error triunfe de la verdad. Yo sé muy bien que muchos
asuntos graves en diferentes lineas, que se reciben por esta suerte
de razonamientos engañosos, se rechazarían, si hubiese quien,
reduciéndolos a la forma silogística, manifestase su poca
estabilidad. Los que están acostumbrados a semejantes discursos,
rara vez en asuntos filosóficos llegan a descubrir bien la verdad:
por el contrario los que están habituados a la forma silogística,
aunque no usen de ella sino de razonamientos, descubren en la materia
hasta lo más íntimo de ella.
136 Cuando no se quiere usar
del método escolástico en todo su rigor, y se han de enseñar
algunas verdades bien averiguadas, y otras que necesitan averiguarse,
viene bien un método medio entre el geométrico y escolástico,
ordenando la serie de proposiciones del modo más conveniente, ya sea
analítico, ya sintético, para que de las cosas sabidas se pase a
las que no se saben, de las simples a las compuestas, al modo de los
Geómetras, y proponiendo los argumentos en contrario, como hacen las
Escuelas, con el nombre de Objeciones, para que satisfechas estas se
quiten los estorbos a la manifestación de la verdad. Suelen los
asuntos componerse de muchas verdades, que juntas sirven para prueba
irresistible de una conclusión. Si se miran las pruebas sólo por un
lado, aunque parezcan ciertas y buenas, pueden engañar por haber
otras cosas que las contradicen; y no pudiendo haber una verdad
contraria de otra, por eso es preciso satisfacer las objeciones, y
examinar de este modo el asunto por todos sus lados. De esta manera
se asegura el entendimiento por los argumentos que sientan la verdad,
y porque llega a entender que no hay cosa en contrario que la pueda
destruir. Los que en materias opinables usan del método matemático
sin proponerse las objeciones, no prueban bien sus asuntos, porque lo
que dan por bien probado puede ser destruido por objeciones de gran
peso. Así que no hay que fiarse mucho de la Filosofía de Wolfio, y
el Genuense, que quieren dar por demostrado lo que no lo es, y a
veces ni lo puede ser.
137
De este método se han valido con acierto algunos Escolásticos
doctísimos, como es notorio a los que están versados en la lectura
de esta suerte de Filósofos. Mas siempre convendrá mantener en las
Escuelas la forma silogística para probar y rechazar lo que sea
necesario, quitándose todos los abusos que en ella se han
introducido, para que estando bien limada, pueda ilustrar el
entendimiento de los jóvenes, y hacer que en ellos se arraigue la
verdad, y se conozca el error para evitarle. Si en el uso de este
método se quitan las porfías y acaloramientos, la confusión con
que se interrumpen hablando todos a un tiempo, el demasiado ahínco
en las altercaciones, la ostentación y vanidad con que se desprecian
unos a otros, la satisfacción arrogante y decisiva con que cada uno
asegura la opinión de su partido, los odios, burlas y desprecios con
que se miran los de opiniones opuestas, y en lugar de estas cosas se
arguye con modestia, con templanza, con ánimo de sujetarse el que
entiende menos al que sabe más, y con verdadera intención de
alcanzar la verdad, e ilustrar el entendimiento, ciertamente el
método silogístico será el más proporcionado para enseñar a la
juventud las Artes y Ciencias. El que haya frecuentado las Escuelas,
fácilmente echará de ver que estos defectos son personales; esto
es, de las personas que disputan; pero no del método; y si por ellos
se hubiera este de abandonar, fuera menester arrancar todas las viñas
por los defectos de los beodos. Los ejercicios literarios de argüir
y responder con forma silogística, según se usa en las Escuelas,
son admirables para arraigar en el entendimiento las ciencias, y
hacer que permanezcan. El probar la mayor de un silogismo, o la menor
con otro silogismo, es preciso hasta que se llegue a conocer la
buena, o mala constitución de la doctrina que se intenta introducir.
138 En un libro se pueden resumir muchas proposiciones en
una, poniendo la prueba de manera que las incluya a todas; pero esto
con la viva voz no se puede hacer, porque se distrae mucho el
entendimiento, y se le escapa la vista de lo principal. El estilo que
se guarda en muchas partes de hacer una licion
de puntos, y responder a dos argumentos es muy bueno, porque la
lección es un razonamiento seguido con que el candidato manifiesta
que está instruido en la materia; pero los engaños y apariencias,
que, como dijimos, suele haber en tales razonamientos seguidos, se
descubren con los argumentos que hacen los contrarios, y con el modo
de responder y satisfacer a ellos; y fuera conveniente que en todas
las Escuelas se introdujese la loable costumbre de la de Valencia,
donde el respondiente, concluido el argumento del contrario, le
resume y le satisface solo, y de espacio, para que el concurso
conozca que ha entendido la dificultad, que se ha hecho cargo de
ella, y se vea, si la solución, o satisfacción que da, es cumplida,
puesto que en la seguida del argumento no se puede esto conocer con
tanta claridad. El leer con el papel en la mano la disertación, o
discurso que uno ha trabajado sobre los puntos que se le dieron,
arguye muy poco saber y amor al descanso, porque no hay cosa más
fácil en cualquier asunto con mediana instrucción, que componer un
discurso que parezca lo que no es, y leerle sin trabajo ninguno: por
el contrario para decirlo de memoria es menester estar muy radicado
en la materia, tener prontas las especies, y estar expedito en el uso
de las pruebas y argumentos, las cuales cosas son necesarias en los
que han de ser Maestros de la juventud. Dicen que este estilo más es
prueba de memoria, que de saber, y que se han visto hombres muy
sabios, que por falta de la memoria se han perdido, o parado en las
lecciones de puntos. Yo no puedo creer que a los verdaderos sabios
les suceda esto, porque estos no se atan a la letra de la lección
estudiada, y les sucede lo que dice Horacio:
….
Cui lecta potenter erit res,
Nec
facundia deseret hunc, nec lucidus ordo (a).
A
los falsos sabios, que son los más, sí que les sucede alguna vez.
Mas si falta a alguno la memoria, aunque sea sabio, no es bueno para
Maestro, porque sin buena memoria, que suministre prontas las
especies, ninguno será a propósito para enseñar a los demás con
la viva voz.
139
Aunque es verdad, que los que no cursan las Escuelas y quieren pasar
por sabios, aborrecen la forma silogística, hablando mal de lo que
no conocen; con todo, el que sepa la fuerza del silogismo para
descubrir la verdad, o falsedad de las proposiciones, según lo he
mostrado tratando del raciocinio, no debe hacer caso de tales
desprecios, estando asegurado, que entre los modernos bien
instruidos, los que hablan con candor, están a favor de este método
para las Escuelas. Dupin en su método de estudiar la Teología,
tratando de este punto, y haciéndose cargo de lo que dicen los
modernos, escribe así: Es menester confesar que las disputas y
respuestas públicas, según el método escolástico, son de grande
utilidad, así para ejercitar el entendimiento haciéndole exacto,
como para proponer y resolver en pocas palabras las dificultades con
limpieza y precisión, sin que se pueda nadie escapar, porque se ve
obligado a concluir y probar directamente la proposición negada, o
de impugnar la distinción hasta que se haya apurado la dificultad,
&c (b).
Del mismo sentir es el P. Mabillon en sus Estudios
Monásticos, después de haber examinado la materia de propósito, y
del modo que podía hacerlo un hombre de los más doctos de nuestros
tiempos (c).
(a)
Art. Poet. vers. 40.
(b) Dupin. Method. pour etudier la Theologie,
chap. 25. pág. 274.
(c)
Mab. de Stud. Mon. c. 10. p. 168.
El
Marqués de Sant-Aubin, aunque rechazó con expresiones fuertes la
Lógica de las Escuelas, habla de la forma silogística en estos
términos: Sin embargo del desprecio que el vulgo de los modernos
hace hoy de las reglas de los silogismos, es preciso confesar que
enseñan los medios infalibles de resistir al error de las
conclusiones, y que la forma silogística, bárbara solamente en la
apariencia, es en el fondo muy ingeniosa, &c. (a).
Nuestro
Luis Vives, que reprendió tanto los abusos de la Dialéctica de las
Escuelas, nunca impugnó la forma silogística, sino los defectos
personales de los que la ejercitan. El aprecio que de los silogismos
han hecho Wolfio, y Heineccio lo hemos manifestado tratando del
raciocinio, donde hemos puesto algunas pruebas a favor del estilo
escolástico, las cuales conviene juntar con las que aquí
proponemos.
140
Es verdad que Lock no gusta de este método; pero también lo es que
sus impugnaciones son comunes, y que forzado de la verdad puso estas
palabras:
A la verdad los silogismos pueden servir algunas veces
para descubrir una falsedad ocultada con el esplendor brillante de
una figura de Retórica, y de intento encubierta con un periodo
armonioso que hinche agradablemente el oído: pueden, vuelvo a decir,
aprovechar para que un razonamiento absurdo se manifieste con su
deformidad natural, desposeyéndole del falso celaje con que está
cubierto, y de la agradable expresión que al pronto engaña el
entendimiento:::: yo convengo, que los que han estudiado las reglas
del silogismo hasta alcanzar con la razón, por qué en tres
proposiciones enlazadas entre sí con cierta forma, la conclusión ha
de ser ciertamente justa; y por qué no lo ha de ser con certeza en
otra forma: convengo, vuelvo a decir, que estas gentes están
aseguradas de la conclusión que deducen de las premisas, según los
modos y figuras, que se han establecido en las Escuelas (b).
(a)
Sant-Aubin traitè de l‘ opinion, tom. 2. pág. 6.
(b)
Lock Esai del entendem. lib. 4. chap. 17. §. 4. pág. 559.
Dignas
son de ponerse aquí las palabras de Facciolato, escritor inteligente
y primoroso: Por Dios y por los hombres os ruego (habla con los
jóvenes que han de estudiar la Lógica) no os dejéis engañar, ni
permitáis se os metan por fuerza ciertos libritos escritos con
agudeza y elegancia, de quienes se dice que son de socorro al
entendimiento humano, y que enseñan el Arte de pensar. Apenas
comprehenden pocas cosas que pertenezcan a formar un Lógico; y los
que en estos años se han entregado a ellos, a primera vista ha
parecido que son grandes indagadores, y jueces de la verdad; pero
cuando se ha venido a las manos y a la pelea, y ha sido preciso
disputar bien, entonces se ha descubierto qué tales eran. De este
modo los ejercicios públicos de los Estudiantes, que se practican
por la costumbre y
instituto de nuestros mayores, quitada la contienda, se han
convertido en ciertas lecturas::: Hoy confiesan todos los que en esto
pueden tener voto, que la Física de cada día se perfecciona con
nuevas observaciones, y que la Lógica fue llevada por Aristóteles,
el mayor ingenio de los mortales, a su última perfección. Mientras
durará el mundo y se honrarán las letras, saldrán al público Escritores que estas mismas cosas las dirán de otra manera,
acomodándolas a los oídos de su siglo; pero si alguno quisiese
introducir en las Escuelas diferente arte de raciocinar y de
disputar, acaso podrá engañarlas con la novedad, mas no ha de poder
lograr que dure mucho. Este es el camino más llano de averiguar la
verdad, aprobado no con la opinión de pocos hombres, sino con el
juicio de toda la antigüedad, y allanado con el uso de mucho tiempo.
Seguidle y os llevará derechamente, con el deseo de aprovechar, a Ia
Filosofía, es decir, a todo conocimiento de las cosas mejores (a).
(a)
Facciolat. Paraenesis logicae artia studios, pág. 211.
FIN
DE LA LÓGICA.