De
la erección del título de conde de Barcelona, de Urgel,
vizconde (pone vizonde) de Ager y otros.
El
primer conde de Barcelona fue Bara: este tomó el
gobierno el año 805 y gobernó hasta el de 826 que fue
privado del gobierno. Ludovico Pío, hijo de
Carlo Magno, rey de Francia y sucesor suyo, que murió el año
815, nombró a Bernardo, cuyos merecimientos de conde de
Barcelona lo promovieron a camarero (camerlengo,
camarlengo) de Ludovico, que, en su lugar, nombró a
Vifredo, que por otro nombre es llamado Guifre, Jofre
o Godofre (el velloso, lo
pelut, Gottfried, Godofredo). Este era catalán de
nación y descendía de gran linaje. Su padre se llamó Jofre
o Guifre, era señor del castillo de Ria o Arria
en Rosellón, fue prefecto de Barcelona, y casó con
Almira, prima de Carlo Magno. Este Jofre era hijo de
Guifre de Neustria, que casó con una hija o hermana de
Texalion, duque de Baviera (Bayern).
Este Jofre fue hijo
de Carlos Martel, padre de Pepino, rey de Francia.
Almira, madre de
Guifre y muger de Jofre, señor del castillo de Ría,
era hija de Laudunda, cuyo marido ignoro, por no haber llegado
a mi noticia. Esta Laudunda era hija de Carlos Martel, así que los
padres de nuestros condes eran primos hermanos. Gobernó el
condado con mucha paz y prudencia hasta el año 858, en que murió.
Este fue el primero de los condes de Barcelona, que dio principio a
aquella ilustrísima casa y descendencia de la cual se precian
tener sangre los mayores reyes y príncipes del mundo.
Asímismo
por estos tiempos tuvieron principio los condes de Urgel. Este
condado en estos tiempos no era hereditario, sino que el rey de
Francia lo daba o encomendaba a un caballero, que era como
hacerle gobernador de él por vida; y muerto o promovido a
cargos mayores, el rey nombraba a otro. El primero que hallamos en
historia fue Armengol de Moncada, de quien diré después, y
el segundo un caballero llamado Seniofredo que no lo tuvieron
hereditario, sino de por vida.
De los Vizcondes de Ager no
hallo su principio hasta años adelante, como veremos en su lugar.
Es opinión de algunos, que como cosa asentada la defienden,
haber Carlo Magno erigido en Cataluña nueve condados, nueve
vizcondados, nueve noblías y nueve varvesorías, y
novecientas casas de caballeros, dividiendo la tierra de Cataluña en
nueve partes o regiones, y dando a cada uno de ellas un conde,
un vizconde, un noble y un varvesor; y esto con intento de
no haber de erigir cada día títulos y que se contentaran los que le
servían con los erigidos, como lo hizo en Aquitania, donde,
después de haber conquistado aquella provincia el rey Pepino, su
padre, erigió Carlos en ella nueve condados, dándoles a otros
tantos caballeros que quería honrar y hacer merced, y esto en honra
de los nueve coros de ángeles, con cuyo favor y amparo
prometía buen suceso a todas sus empresas. Ya confiesan los que son
de esta opinión, que entonces no estaba Cataluña ni aún la mitad
de ella en poder de cristianos, ni aún lo estuvo de muchos años
después; pero lo hizo para cuando lo estuviese. Sucedió a los tales
a quien dio estos títulos como a muchos obispos, arzobispos y aún
primados, que toman el título de las tierras que no solo están en
poder de infieles y aún sería muy dificultoso de conquistarlas,
pero, lo que más es, que son tierras que nunca se lee haya habido en
ellas prelados, y a los tales obispos llaman de anillo,
porque tienen todo lo que los demás obispos, salvo que no tienen
esposa ni ovejas; mas si aconteciese reducirse a la fé
católica las tales tierras, serían suyas; y en estas cosas las más
veces se precia más el honor que del tal título se recibe, que
no lo que podrían rentar en caso que viniesen a poseer los pueblos o
lugares de donde él se toma; pero dejada aparte la opinión de estos
novenarios títulos para aquellos a quien agradare, trataré
de los dos títulos de conde de Urgel y vizconde de Ager,
que son el asunto de este libro.