CAPÍTULO XVIII.

CAPÍTULO XVIII.Estado de las cosas de España, y de los gobernadores que vinieron a ella; presa de Corbins y Arbeca, pueblos ilergetes.

La pérdida de las décadas de Tito Livio ha oscurecido casi lo mejor de los hechos de nuestros ilergetes y de los demás españoles, y puesto en olvido lo que aconteció por estos reinos; de donde viene que todos los que escriben de estos tiempos,
pasan tan de corrida, como cosa de que no tienen nada que decir ni
afirmar con certeza. No dudo yo que después de haber pasado todo lo
que queda dicho, quedarían herederos y descendencia de Belistágenes
o de su hijo, príncipes de los ilergetes, que poseerían en devoción
del pueblo romano aquellos pueblos; pero tengo también por cierto,
que esta devoción no sería de mucha durada, porque estaban los
romanos tan deseosos de tener guerra con Ios españoles, y por
ocasión de ella merecer triunfos, ovaciones, coronas, adquiriendo riqueza y reputación, que ellos mismos aborrecían la paz y sosiego; y eran tantas las sobras y tiranías que usaban con los
españoles, que ellos mismos eran causa y ocasión que cada día
hubiese levantamientos y tomasen las armas contra ellos, para
librarse del yugo tan pesado en que estaban metidos; pero el fruto y
provecho de estos levantamientos y empresas no era para ellos, sino
para los romanos, que, con título de rebeldes al senado y pueblo
romano, de fementidos y perjuros, les quitaban la hacienda,
tomaban los pueblos, y a veces los vendían por esclavos, y ellos
quedaban ricos, atrayendo a si todo el oro y plata que podían, para
meterlo en Roma en sus triunfos y ovaciones, ganando reputación
entre los suyos y buen nombre en aquella ciudad; y lo que más era de
lamentar fue, que jamás tuvieron los romanos guerra en ninguna
provincia de España, que, para sojuzgarla, no se valiesen de la
gente de otra provincia de España; y era tal la desdicha de los
nuestros, que jamás se supieron unir y juntar todos, y hacer un
cuerpo para echar a los romanos, porque si así lo hicieran, es
cierto que quedaran libres de enemigos tan continuos, codiciosos y
pesados; pero la poca confederación y discordias de los nuestros,
admitió los extranjeros, y aún los engrandeció: y esta ha sido
siempre la felicidad de las naciones bárbaras que han llegado
a España, de cartagineses, romanos, godos, moros y otros, que nunca
les ha faltado el favor y socorro de los naturales, que son
los que después lo han llorado, cuando la experiencia les ha
enseñado ser imposible el remedio.
Sucedió a Marco
Catón en el gobierno de Cataluña, que era
provincia de la España Citerior, Sexto Degio y
de la Ulterior Publio Scipion Nasica, que era hijo de
Cayo Neyo Scipion, aquel de quien queda dicho que murió a
manos de Mandonio e Indíbil y sus ilergetes. Sexto Degio tuvo
algunos encuentros con los vecinos del Ebro que, cansados de
los inmoderados y excesivos tributos que les pedía, tomaron las
armas diversas veces con gran daño de sus romanos; y si no le
valiera Scipion, que estaba en Portugal, quedara del todo perdido y
acabado. a estos sucedieron, Cayo Flaminio en la Citerior, y Marco
Fulvio Flavio Nobilior en la Ulterior; y respetando Flaminio el valor
de los españoles, porque no tenía el ejército ni el poder que los
otros procónsules habían tenido, no solo conservó la paz con
ellos, sin hacerles sobras ni agravios, pero a sus armas más presto
volvió las espaldas que la cara. Después de estos vino Lucio
Emilio Paulo y el mismo Marco Fulvio fue confirmado otra vez, y
gobernaron los años 189 y 188 antes de Jesucristo señor nuestro. Al
año siguiente tuvimos a Publio Junio y Plaucio Hipseo:
a estos fueron sucesores Lucio Manlio Acidino y Cayo
Atinio, que gobernaron los años 186, 185; y los años siguientes
de 184 y 183 fueron nombrados en Roma Lucio Quincio Crispino
para la Ulterior, y Cayo Calpurnio Pisón para la Citerior; y
en el entretanto hubo algunas revoluciones en Portugal, do
murió Cayo Atinio que gobernaba aquella provincia
(Lusitania), y Acidino tuvo guerra con los celtíberos,
junto a Calahorra; y si no
llegara un poderoso ejército
de tres mil soldados de a pie y doscientos de a caballo, todos
romanos, y veinte mil infantes y trescientos caballos latinos, lo
pasaran mal.
En el año siguiente fueron nombrados Aulo
Terencio Varron para la Citerior, y P. Sempronio Longo
para la Ulterior: a estos dio el senado cuatro mil soldados de a pie
y cuatrocientos de a caballo, todos romanos, y cinco mil infantes y
quinientos caballos latinos, para que con esta gente y caballos
reformasen los ejércitos de España, y enviasen los soldados viejos
a descansar, según era estilo de aquella república, que nunca
olvidaba el premio ni descanso de los que bien habían servido. En
tiempo de este Varron, los vecinos de Corbins, pueblo
de los ilergetes, que está en un alto donde se juntan Segre y
Noguera Ribagorzana, cansados de los romanos y de su insaciable
codicia, tomaron las armas para librarse de ellos, y lo mismo
hicieron otros pueblos vecinos, aunque lo calla Livio, y solo dice de
Corbins. Sus palabras son estas (1: Liv., lib. 39, c. 42. ): Aulus
Terentius in Suessetanis oppidum Corbionem vineis
et operibus expugnavit, captivos vendidit; quieta deinde hiberna et
citerior provincia habuit. Dice que Aulo Terencio,
por fuerza de armas, con torres y cavas que hizo alrededor de ellas,
tomó la villa de Corbion y vendió por esclavos todos los que
tomó vivos. Por haber hecho mención en este lugar de la palabra
vineis, explica lo que es este instrumento y dice fray
Gerónimo Román en su República, que hoy llaman gato y los
latinos vinee o vineas,
y era hecho de esta manera:
tomaban madera lijera y delgada y tablas, y armaban una como
tumba ancha, de ocho pies de altura, y de largo diez y siete; estaba
muy llena de aldabas y asas; cercábanla y guarnecíanla por los
lados de mimbres, porque aunque tirasen muchas pedradas y golpes, no
se rompiese. Iba guarnecida y cubierta de pieles de animales recién
muertos, y estos muy doblados, porque si acaso viniese fuego, no lo
pasase fácilmente; y puestos dentro muchos hombres, iban con sus
artificios muy apriesa, y llegando a los muros, los
minaban y daban con ellos en tierra. Hacen mención de esta
máquina Propercio, Vegecio, Lipsio y otros. Asímismo dice Livio,
que vendió por esclavos a todos aquellos que cogió vivos en aquella
ciudad. El modo como se hacían estas ventas era, que sacaban en
lugar público a los que habían de ser vendidos, y les ponían
guirnaldas en las cabezas, y con esta señal daban a entender que
eran cosa de la república, para que los comprasen de mejor gana, por
la seguridad grande que había en la venta; y esto era lo que dice
Livio en otro lugar sub corona vendere. Asímismo a estos
esclavos, para que fuesen más vistosos, les ponían en pie sobre una
piedra algo levantada, y a los que eran vendidos así, decían
que erant de lapide empti, esclavos comprados de encima la
piedra; y si los tales eran ultramarinos, les pintaban los
pies de una pintura o engrudo blanco, para que el que compraba
supiese lo que compraba; y asímismo, cuando vendían otras cosas,
hincaban una lanza en el lugar donde se hacía una almoneda, y
a este tal modo de vender las cosas llamaban subhastare (sub+hasta
o asta), que es lo mismo que ponellas debajo de la
lanza o vendellas debajo la lanza o debajo la guirnalda.
Con esta presa de Corbins quedó muy sosegada esta parte de Cataluña,
y en todos los pueblos ilergetes nadie le osaba mover, escarmentados
todos con el castigo que había hecho Terencio con los de
aquella villa, el cual se quedó en Cataluña, donde invernó
(se dice que dijo: recullòns, quína rasca fot), aunque
después no le faltaron encuentros con los celtíberos, junto
a Ebro, donde les tomó algunos pueblos.
Lo que aquí se
puede dudar es, si este pueblo Corbion es Corbins;
porque de las palabras de Livio se echa de ver claro que era en los
suesetanos, región diferente, aunque muy cercana de los
ilergetes, y Corbins, como hoy se ve, está entre
Lérida y Balaguer, a la orilla de los ríos Segre y Noguera
Ribagorzana, que es en medio de los pueblos ilergetes.
Seguiré en esto la opinión de Gerónimo Pujades (1: Lib. 3, cap.
52. ), que siente ser Corbins, y siguiendo a Florián de
Ocampo, halla que los ilergetes y suesetanos eran muy vecinos y
rayaban en la vuelta del septentrion con los vascones,
en cuya región moraban las suesetanos, que tomaron el
nombre del pueblo de Sangüesa, que antes se llamaba Suesa,
según parece en cartas públicas y privilegios que dice haber visto
aquel autor, concedidos por el rey de Aragón y Navarra, donde
está aquel pueblo; y así fue muy posible por razón de la vecindad,
como vimos a Indíbil valerse de los suesetanos, como de vecinos que
le eran, siempre que quisiese; y fue fácil cosa a Livio meter a
Corbins en los suesetanos, extendiendo los límites de ellos hasta
Segre, entendiendo que Corbion estaba en su distrito; y
hácese más creíble esto, porque, entre los pueblos del reino de
Navarra y merindades de ella no hallo ninguno que se llame
Corbion, ni aun le sea semejante en el nombre, y es muy fácil
a los autores forasteros, como era Tito Livio, alargar o estrechar
los términos de las provincias, escusados de no haber estado en
ellas.
Esta presa de Corbins fue año de 181, y el año después
entró Varron triunfando en Roma, y llevó en el triunfo gran
tesoro. Terentius, qui ex Hispania decesserat, ovans urbem
iniit. Translatum, argenti pondo IX millia CCCXX; auri
LXXX pondo, et duae coronae aureae pondo LXVII, que, según el
traductor de Livio, eran mil trescientas libras (pondo,
pound) de plata, ochenta y dos de oro, y
sesenta y siete que pesaban las coronas del mismo metal; y Ambrosio
de Morales, que lo reduce a la moneda de ahora, dice que las dos
coronas de oro pesaban valor de setecientos ducados, y lo
demás subía a valer poco menos de cien mil ducados; do se echa de
ver la riqueza que había en España, pues no habiendo hecho otras
conquistas, ni tenido otras victorias, sino esta de Corbins y
otras de los celtíberos, llevó tanto tesoro a Roma.
En
este mismo año fueron pretores en la España Citerior Quinto
Fulvio Flaco, y en la Ulterior Publio Manlio. La primer
cosa que hallamos haber hecho Fulvio Flaco, fue poner cerco en un
lugar fuerte en los pueblos ilergetes llamado Urbicua, que hoy
llamamos Arbeca, a fines del llano de Urgel (lo
pla de Urgell), no lejos de los montes de Segarra,
muy señalado por el insigne alcázar (alcássar, al-qasr árabe,
que vinieron después) que tenían en él los duques de la
casa de Cardona, señores que fueron de aquel pueblo y
baronía. Los de este pueblo debían haber hecho algún gran
movimiento, pues obligó a Flaco que luego diera sobre él: túvolo
cercado muchos días, y le dio muy recios combates, y en ellos
perecieron muchos romanos, y vinieron para socorrerle muchos
celtíberos; pero no fueron poderosos para hacer alzar el
cerco, aunque hubo muchas peleas y escaramuzas, porque siempre
hallaron brava resistencia, y perecieron muchos romanos y otros
quedaron heridos; y los celtíberos de cansados se volvieron,
porque no se sentían con fuerzas para valer a los cercados, aunque
hicieron todo lo que les fue posible, y así la ciudad fue tomada,
saqueada y del todo destruida, y los despojos de ella dio el pretor
a los soldados. Así lo cuentan todos, sacándolo de Tito Livio (1:
Liv., lib. 40, c. 16. ), cuyas palabras son estas:
Fulcium
Flaccum, oppidum hispanum, Urbicuam nomine,
oppugnantem, Celtiberi adorti sunt: dura ibi proelia aliquot
facta; multi romani milites et vulnerati, et interfecti
sunt. Victi perseverantia Fulvii,
qui nulla vi abstrahi ob obsidione potuit, Celtiberi, fessi
proeliis variis, abcesserunt. Urbs, amoto auxilio eorum, intra paucos
dies capta et direpta est; praedam militibus praetor
concessit. Ha parecido traer estas palabras, para deshacer la opinión
de algunos, que han afirmado que Arbeca era en la Celtiberia,
lo que no dice Livio, sino que los celtíberos la socorrieron,
aunque Pujades no quiere que Urbicua sea Arbeca,
sino un pueblo llamado Ciutat, que está más abajo de la Seo
de Urgel, en la ribera del Segre, en un alto, o Ciutadilla,
que está (a) dos leguas de Arbeca, no muy lejos del
monasterio de Poblet (1).
Alcanzada esta victoria,
prosiguió este pretor su gobierno, que para la España
tarraconense fue harto peor que una peste; pues en algunas
batallas que tuvo con los españoles, afirma Paulo Orosio
(2), natural de Tarragona, autor muy antiguo y grave, que en
la España tarraconense mató veinte y tres mil hombres y
cautivó cuatro mil; y Ambrosio de Morales, que lo saca de
Tito Livio, dice haber muerto treinta y dos mil celtíberos,
presos diez mil y novecientos caballos y ciento sesenta y dos
banderas, lo que no hubiera sido, si no le hubieran favorecido
otros españoles amigos suyos, que esta fue, como dije,
la desdicha de estos reinos, que siempre tuvieron los romanos
de su parte españoles por amigos, con cuyas fuerzas vencieron
y destruyeron a los otros que estaban en desgracia de los romanos,
y siempre salió de nosotros mismos el astil con que fuimos
cortados.

(1) Pujad., lib 3, c. 53.
(2) Oros., lib. a, c.
20, in fine.