XXIII.
Toma César la montaña de Gardeny, Junto a
Lérida; hácese fuerte en ella, y queda señor de la campaña.
Pasados dos días después de esto, llegó Julio César, que
venía de Francia, dejando allá hechas las cosas que cuenta en sus
Comentarios; y reconociendo el lugar donde halló sus
capitanes, y enterado de la naturaleza de aquel terreno, mandó hacer
otra vez aquella puente que se había llevado la corriente del río,
y que la labrasen de noche por más disimular, y puso en guarda de
ellos y de los ganados y fardaje que allí había, seis
cohortes, que eran mil seiscientos y veinte hombres, y luego,
con toda la demás gente de su ejército, dividido en tres
escuadrones, presentó la batalla a los capitanes de Pompeyo, Afranio
y Petreyo. Afranio sacó toda su gente y puso su real en medio de la
montaña de Gardeny, y allá se entretenía excusando la
batalla, porque no la deseaba.
Entonces conoció César que aquella guerra no se podía acabar de
una vez, y mudó de pensamiento, y quiso acercar su real al de los
enemigos; y para hacerlo más secreto y a su salvo, ordenaba cada
mañana los escuadrones y poco a poco se fue acercando al pie de la
montaña de Gardeny; así que Afranio y Petreyo estaban un
poco más arriba y en punto superior al de César. César, para
mejor fortificarse, dividió su ejército en tres escuadrones: los
dos puso en la delantera; y tras de estos dos quedó el otro,
trabajando en abrir un foso que distaba del real de los pompeyanos
cerca de cuatrocientos pasos; y esto lo hicieron con gran secreto,
sin que lo entendiesen ni viesen los enemigos, porque los escuadrones
y la caballería estaba delante de los que trabajaban en la obra: y
de esta manera quedaron hechos los fosos, antes que los pompeyanos lo
supiesen ni viesen; y metida la gente de César dentro, y dejándolo
todo muy fortificado y a punto para resistir cualquier acometimiento
que quisiesen hacer los de Pompeyo, mandó venir aquí las cohortes y
el fardaje, y todo lo demás que había dejado y quedaba junto de
las dos puentes que estaban más arriba de Lérida, cerca de
Balaguer. Puestos aquí los de César, y defendidos con aquel foso
que habían abierto, que tenía quince pies de alto y otros quince de
ancho (y nadie vio ni oyó la excavación), fueron levantando
el terraplén, aunque con trabajo, por haber de traer la fagina
y forraje de lejos; porque aquella comarca es muy falta de leñas, y
habiéndola de llevar de lejos, habían de llevar los que trabajaban
en la obra mucha guarda; y aunque Afranio y Petreyo bajaron del
puesto donde estaban a impedirlo, no pudieron, porque César con tres
legiones y el foso que había hecho estaba muy defendido, y así se
hubieron de retirar al lugar de donde habían salido.
Pasados
tres días, pensó César en tomar un cerro o altura (podium:
pueyo : pui : puig: puch; collem : coll : collado) que estaba
entre la ciudad de Lérida y aquel montecillo donde está edificado
el castillo de Gardeny, confiando que, siendo él señor de
ella, podría mucho estrechar a los de la ciudad de Lérida y aún
ganarles la puente, que era lo que él más deseaba; y contando esto
César, lo dice con estas palabras:
Erat inter oppidum
Ilerdam et proximum collem ubi castra Petreius
atque Affranius habebant planities circiter passuum CCC, atque
in hoc ferè medio spatio tumulus erat paulo editior, quem si
occupasset Caesar et communisset, ab oppido, et ponte,
et commeatu omni quem in oppidum contulerant, se interclusurum
adversarios confidebat: que entre la ciudad de Lérida y el
montecillo o collado de Gardeny donde Petreyo y Afranio
tenían sus reales, había una llanura de trescientos pasos, poco más
o menos, y en medio de esta llanura había un cerro o altura
algo levantada que, tomándola César y fortificándola, confiaba que
quitaría a sus enemigos la ciudad y la puente, y todo el bastimento
que en la ciudad tenían. Porque, si bien se mira, la distancia que
hay entre la ciudad de Lérida y el collado de Gardeny, no muy
lejos de donde está el monasterio de los padres capuchinos,
parece que en siglos pasados estaba esta altura que César deseaba
tomar, la cual el día de hoy está allanada, para poder mejor correr
por allá el agua de las acequias y regar aquella fresca y deleitosa
huerta; porque el espacio de mil setecientos años que han pasado
desde aquellos tiempos hasta el día de hoy, ha allanado, no
montecillos como estos, sino montes, reinos y dilatadas
provincias; pues no hay cosa que coma y consuma más que un
dilatado espacio de tiempo.
Codiciaba mucho Julio César este
puesto, para apoderarse después de la puente de la ciudad: pero los
de Pompeyo se lo defendían muy bien, como a paso para ellos no solo
importante, sino muy necesario, y perdido él, eran todos perdidos.
Es esta puente de que habla César la que el día de hoy está cerca
el monasterio de san Agustín,
aunque queda poco rastro de ella. Antes del año 1617 se
descubrían cuatro arcos; y después, con las avenidas e inundaciones
tan notables que hubo en Cataluña el dicho año, quedaron muy mal
tratados; y por debajo de esta puente pasaba en tiempo de César
el río, y la ciudad se podía rodear de todas partes, sin
impedimento de él, porque estaba tan lejos de ella, como hay el día
de hoy desde el portal que llaman de la Puente hasta esta
puente de San Agustín; porque la puente por donde se pasa el
día de hoy cuando entramos en la ciudad de Lérida, es obra
nueva y moderna, y ha sido necesario edificarse, por haber dejado el
río el álveo antiguo, y haber vuelto su curso hacia la
ciudad. Sobre el tomar esta altura, hizo venir César tres legiones,
y formó de ellas sus escuadrones, y mandó a los alfereces
(alférez, alféreces) de una legión que corriesen a ocupar
aquella altura o cerro; pero los de Afranio y Petreyo, que conocieron
el pensamiento de César, corrieron por camino más corto, y ocuparon
el lugar antes que los de César llegaran, y sobre querer echarlos de
allí, trabaron una gran pelea. Señaláronse en ella los portugueses
y otros españoles que estaban en el campo de Pompeyo, y
peleaban con correrías y acometimientos súbitos y repentinos; y lo
mismo hacían los romanos de Pompeyo, que ya lo habían aprendido de
los nuestros (escaramuza); y fingían muchas veces huir de
ellos y retirarse a la ciudad, y con esta estratajema los
llevaron hasta los muros, y cuando estuvieron aquí, unos los
acometieron por la parte del río, y los otros rodearon la ciudad y
bajaron por la parte donde es el monasterio de Predicadores, y
los cogieron en medio y mataron muchos, porque peleaban en puestos
desiguales, y los de César estaban bajos y los otros altos; y como
los de César no estaban acostumbrados a pelear con correrías, sino
a pie quedo y con escuadrón cerrado, estaban desatinados, porque
aquel modo de pelear, para ellos era extraordinario y muy inusitado.
Al principio se peleó con dardos y saetas, y ningún
tiro hicieron los pompeyanos en valde, y cada día les acudía gente;
y acabadas estas armas arrojadizas, se llegó a pelear con espadas
y dagas, y duró esta pelea cinco horas, y los de César se
vieron en grandes aprietos; y diee César que no se declaró la
victoria por ninguna de las partes, antes, todos se juzgaron
vencedores. Murieron, de los de César, según él dice, setenta
hombres, y seiscientos quedaron heridos: de los de Pompeyo murieron
doscientos. Afranio y Petreyo mandaron fortificar el alto era
entre la ciudad y el collado, de Gardeny, que tanto habían codiciado
los de César, y puso en él tal guarnición que no pensó más
César en quitársele, y quedó contento de verse señor de la
campaña, que está sobre el río Segre, y que los enemigos quedasen
cerrados dentro de Lérida, y en las fortificaciones que habían
hecho en el collado de Gardeny, y cerro que habían tomado.