Descúbrense en el monte Santo de Granada las
reliquias y libros de san Tesifonte y de otros santos discípulos del
apóstol Santiago.
El principio a esta santa invención lo
dio Sebastián López, natural de la villa de Torres, en el obispado
de Jaén. Buscaba este buen hombre un tesoro, y tenía noticia que,
cuando se perdió España, en el reino de Granada, en un cerro pelado que tenía piedras azules, se cerró una mina de oro, y que había
dentro de ella muchos aposentos, y tenía la boca a la parte de
poniente. Jamás se supo quien dio a este hombre esta noticia o
receta; e hizo todo lo posible para hallar lo que buscaba, sin dejar
cerro alguno que no andase ni mirase buscando piedras azules, que era
el primer señal que en el cerro había de hallar. Con esta ansia
llegó a Granada, y dióse a buscar su mina por los cerros más
cercanos a la ciudad. Antes de proseguir este suceso, es de advertir
que en el lugar donde está fabricada la iglesia catedral de Granada,
para proseguir aquel suntuoso edificio fue necesario derribar una
torre antigua: llegando ya a la mitad de ella, un viernes a 18 de
marzo, víspera de san José, 1588, con la tierra cayó en el suelo
una caja de plomo, no muy grande, pero bien cerrada; acudieron a ella
los oficiales, alegando cada uno el derecho que a la caja tenía,
pensando que era algún tesoro; llevaron al fin la caja al arzobispo
de aquella ciudad, que era don Juan Méndez; abriéronla y hallaron
dentro un hueso y un pergamino escrito, parte en lengua y letra
castellana, y lo más en lengua y letra arábiga, y es una profecía
de san Juan Evangelista, una relación árabe, en que refiere san
Cecilio, primer obispo de Granada, un viaje que hizo a la ciudad de
Atenas, donde dice que hubo de san Dionisio Areopagita esta profecía,
medio paño de aquel con que la Virgen nuestra señora se enjugó las
lágrimas en la pasión de su hijo, nuestro señor, y un hueso de san
Estévan, primer mártir. Está la profecía en letra y lengua
castellana, como la hablamos el día de hoy: son las letras coloradas
y negras, puestas cada una alternativamente en unas casillas como de
ajedrez, duplicando algunas y poniendo en medio otras letras griegas,
y al fin de todo está el evangelio de san Juan como el que oímos al
fin de la misa, y una firma al cabo, ni bien latina, ni del todo
arábiga, pero entiéndese que dice Cecilio, obispo de Granada; y
después de todo esto, está una memoria que declara todo lo que
queda dicho, y dice de esta manera:
RELATIO PATRICII SACERDOTIS.
Servus Dei Cecilius, Episcopus Granatensis, cum in Iberia esset,
et cum videret dierum suorum finem, occulte mihi dixit, se habere pro
certo suum martirium appropinquare, et utpote ille qui in die amabat,
thesaurum suorum reliquiarum mihi commendavit, et me admonuit ut
occulte haberem et in loco locarem, ubi in potentiam maurorum nunquam
veniret, affirmans esse thesaurum salutis, atque scientiae certae, et
plurimum laborasse et iter *fecime terra marique, et debere esse in
occulto loco donec Deus vellet illud manifestare; et ego melius quam
intellexi in loco clausi ubi jacet, Deum rogans ut eum observet.
Et
reliquiae quae hic jacent sunt: Prophetia divi Joannis Evangelistae
circa finem mundi; medius pannus quo Virgo Maria abstersit ab occulis
lacrimas in passione sui Filii sacrati; os divi Stephani primi
martiris. (san Esteban, Esteve, Estévan, Stephano, Stephanus, etc, protomártir …)
Deo gratias.
El dicho arzobispo recogió todo
esto y lo veneró como reliquias: murió aquel prelado, y se quedó
de esta manera; y el sucesor, que fue don Pedro de Castro y
Quiñones, no trató de ello, hasta que le obligó la
correspondencia de lo que se halló en el monte buscando el tesoro.
Continuaba, pues, Sebastián López en visitar los cerros vecinos
de la ciudad de Granada, que no son pocos: día de Todos Santos del
año 1594 subió al cerro que llamaban Val-Paraíso y hoy
Monte Santo, y allá halló una piedra que le pareció que
tenía oro, y margarita la llaman los afinadores.
De esta piedra tomó motivo para cavar, y lo continuó por algunos
días, y descubrió tres bocas de cuevas que mostraban serlo, en que
la tierra con que estaban llenas era movediza y puesta a mano: buscó
ayuda, porque solo no podía continuar la empresa, y porque se iban
descubriendo diversos caminos y ramos en aquella cueva, y en uno de
ellos, en el mes de marzo del año 1595, hallaron una lámina de
plomo con algunos renglones, escrita con letras extraordinarias e
inusitadas, nunca vistas ni leídas en inscripciones ni monedas
antiguas. Buscaron quien la leyese, y no hallaron nadie hasta que la
llevaron al colegio de la Compañía de Jesús, y un padre de ella la
leyó y halló que decía: Corpus ustum divi Mesitonis, martiris.
Passus est sub Neronis imperatoris potentatu. Fueron continuando en
cavar aquellas cavernas, y en diferentes días hallaron otras láminas
de la misma letra latina y ortografía, y en todas tres estaban
dobladas las letras hacia dentro, como que las hubiesen doblado para
así mejor guardar y conservar las letras. Decía, pues, la una de
estas dos últimas láminas de esta manera:
Anno secundo Neronis
imperii, Marcii kalendis, passus fuit martirium in hoc Illipulitano,
electus ad hunc effectum, sanctus Hischius, apostoli Jacobi
discipulus, cum suis discipulis Turilo, Panuncio, Maronio, Centulio,
per medium ignem, in quo vivi ambusti fuerunt; aeternam vitam
transivere; ut lapides in calcem conversi fuerunt; quorum pulveres in
hujus sacri montis cavernis jacent, qui, ut ratio postulat, in eorum
memoriam veneretur.
La otra lámina decía.
Anno secundo
Neronis imperii, kalendis aprilis, passus est matirium in hoc
Illipulita….us Ctesiphon, dictus, priusquam converteretur,
Abenatar, divi Jacobi apostoli discipulus, vir litteris et sanctitate
praeditus, qui plumbi tabulis scripsit librum illum,
Fundamentum Ecllesiae apellatum; et simul passi sunt sui discipuli
divus Maximinus et Luparius, quorum pulvis et libri sunt cum
pulveribus divorum martirum in hujus sacri mont … cavernis. In
eorum memoriam venerentur.
Prosiguióse en abrir y vaciar las
dichas cavernas, como dicho, y hallaron en una de ellas, como
mazmorra, entre cenizas, tierra y carbones, una cabeza o calavera de
hombre, y una pierna y pie y otros huesos, y muchos de ellos medio
quemados; y la mazmorra también quemada y abrasadas las paredes, que
parece claramente que el fuego se hizo allá dentro y fueron quemados
allí. Fueron cavando más adelante y vaciando la tierra, y
descubrieron otra caverna hecha a mano como horno, y estaba también
quemada y abrasada, y rajadas las piedras, paredes y el techo como si
hubiera habido calera allí con poderoso fuego, y allí
hallaron muchas cenizas, carbones y pedazos como de cal, y una masa
blanca muy liviana, tiznada y mezclada con carbones, que tendría de
bulto como dos fanegas, la cual, examinada por oficiales, son
huesos quemados, mezclados con cenizas y piedras que se quemaron
entonces; y esto parece que corresponde a la lámina de san
Hisquio, donde dice que él y sus cuatro discípulos fueron
quemados vivos, y vueltos en cal como piedras.
A 22 de abril del
mismo año 1595, se halló el libro que dice la una lámina: está
metido en una caja o cubierta de plomo; en el suelo de ella, por la
parte de dentro, tiene escrito de la misma letra antigua este
letrero.
LIBER FUNDAMENTI ECCLESIAE SALOMONIS CARACTERIBUS
SCRIPTUS.
A 25 del dicho mes y año se halló en otra caverna
otro libro, escrito en tablas de plomo, metido en una caja o cubierta
de plomo: y en esta cubierta, por la parte de dentro, en el suelo de
ella, está escrito, con la misma forma de letras y caracteres que
las dichas láminas, esto:
Liber De Essentia Dei, quem Divus
Cthesipon, apostoli Jacobi discipulus, in sua naturali lingua
arabica, Salomonis caracteribus scripsit; et alius,
Fundamentum Ecllesiae appellatus, qui in hujus sacri cavernis montis
jacet. Deus * Nerone Imperatore hos duos liberet libros. Imposuit
finem hic mr. suis operibus, scribens miracula et vitae …. itatem
sui magistri …. vi in hujus sacri montis ca…. est….
Lo que
falta no se puede leer, por estar muy gastadas las letras. Además de
esto, cavando en las cavernas de dicho monte, se hallaron otros diez
y seis o diez y siete libros en hojas de plomo y en lengua árabe, y
uno de ellos no se entiende en qué letras está; y en uno de
ellos se halla como san Tesifonte y Cecilio eran hermanos,
naturales de Arabia, y, como tengo ya dicho, el uno había
nacido ciego, y mudo el otro (no me grites que no te veo!), y
que Cristo nuestro señor les había dado la vista y habla y les
encomendó al apóstol Santiago, y así, por ser árabes,
escribieron aquellos libros en arábigo.
Esto es lo que
pasó en la invencion de las reliquias de san Tesifonte
y sus compañeros: las diligencias y averiguaciones que se hicieron
sobre la verdad de ellas, y las dificultades que se ofrecieron a
algunos, refieren el doctor Gregorio López de Madera en sus
discursos que hace de la certidumbre de estas reliquias, y don
Castellá Mauro Ferrer en su historia del apóstol
Santiago. Y así, las dejo, y solo traigo en él capítulo
siguiente la sentencia que dio sobre esto el arzobispo de Granada,
con que se quita y da solución a las dificultades que pueden
ofrecerse sobre esta dichosa invencion.