CAPÍTULO
XXXI.
apóstoles san Pedro y san Pablo a España, y fundación de
Fraga en los pueblos ilergetes, y demás sucesos de
ellos, hasta la muerte del emperador Domiciano.
XXXI.
De la venida y predicación de san Saturnino
(
apóstoles san Pedro y san Pablo a España, y fundación de
Fraga en los pueblos ilergetes, y demás sucesos de
ellos, hasta la muerte del emperador Domiciano.
No solo
hizo Dios nuestro señor merced a estos reinos y tierras de España
enviándoles el apóstol Santiago y sus discípulos para predicar el
evangelio; pero cada día enviaba otros, y entre ellos el apóstol
san Pedro, príncipe y cabeza de la Iglesia y vicario
de Cristo señor nuestro. Fue su venida, según la opinión de
nuestro Dextro, a los 10 años de la natividad del Señor,
(cuántos años tenía cuando conoció a Jesús? Ya predicaba su
doctrina en España cuando Jesús aún tenía 10 años? Será a los
10 años de la muerte de Cristo?) y llevó consigo desde
Aquitania algunas imágenes: una de estas es la de Atocha,
imágen harto conocida en España por los muchos milagros y
maravillas obra Dios por ella. Fue la entrada de san Pedro en España
por la ciudad de Tarragona, como lo dice Simón Metafraste,
referido por fray Laurencio Surio en el tomo tercero; y de
aquí se ve cuán antiguo es en la Iglesia el uso de las santas
imágenes, con que queda confundida la impiedad de estos herejes
modernos que con diabólica furia las persiguen y profanan.
Por
este tiempo vino también san Saturnino, a quien en Cataluña
llamamos san Cerní. Este santo, según dice Nicolás
Bertrando in Gestis Tolosae, referido por Pujades, predicó
en la ciudad de Roda, en el condado de Ribagorza, que
si no era de la región de los ilergetes, a lo menos no era muy
apartada de ellos; y según se infiere de las palabras de aquel
autor, dejó allá obispo; porque dice que este santo dejó
ordenado que desde Roda se acudiera a los concilios que se celebrasen
en España, argumento cierto del fruto salió de su predicación y de
los muchos fieles dejó convertidos, pues les hubo de dejar prelado y
asignarle la provincia donde había de acudir en los concilios.
Mientras estas cosas pasaban en España, fue emperador de Roma, y
señor en lo temporal de España, Claudio (este murió en el
año 45 de la Natividad); y le sucedió en el imperio el impío y
cruel Nerón, en cuyo tiempo fue el martirio de san
Tesifonte, y demás santos cuyas reliquias se han descubierto en
el monte Santo de Granada.
Durante el imperio de Nerón, a
los 64 años de la venida de Cristo señor nuestro, vino san
Pablo a España, y llevó en su compañía muchos de sus
discípulos. De esta venida aún hay memoria en la ciudad de
Tarragona, donde edificó el templo que llaman Santa Tecla la
Vieja, no lejos de la catedral, a la misma santa, según
lo dice Icart en el capítulo 37 de las Grandezas de
Tarragona.
En el año 70 de Cristo señor nuestro murió el
impío y cruel Nerón, después de haber terriblemente perseguido a
la Iglesia, como lo atestiguan todas las historias eclesiásticas; y
esta cuentan por la primera de las persecuciones que ha sufrido la
Iglesia de Dios, en cuyo tiempo padecieron martirio los sagrados
apóstoles san Pedro y san Pablo, y en nuestra corona de
Aragón muchos santos prelados y otros, que cuentan Dextro
y el Flores de santos.
Muerto Nerón, fue nombrado emperador
Galba, y tras este Vitelio, y duró a cada uno pocos
meses el imperio, pues el año 71 tuvimos a Otón (Oton),
cuyo imperio con ocho meses quedó acabado, y se siguió el de Tito
y Vespasiano, que fue muy señalado, por haber ellos, por
divina permisión, destruido la ciudad de Jerusalén, en
castigo del enorme pecado que cometieron en ella dando la muerte al
Salvador del mundo, Cristo señor nuestro, cuyos lamentables sucesos
cuenta Josefo, como testigo de vista de aquella gran miseria y
calamidad.
En el imperio de Vespasiano llegaron los pueblos
ilergetes a gran número de gente, porque había mucho tiempo
que gozaban de paz y sin aquellas guerras que vimos en ellos en
tiempos pasados. Llegó el número de los vecinos, que no cabían en
las poblaciones, lo que obligó a muchos de ellos a salirse de ellas,
y fueron a buscar lugar donde vivir, fundando nuevos pueblos y
lugares por aquellas comarcas vecinas, y entre otras una que, como
más principal que las demás, callando el nombre de las otras, se
conservó el de esta, y en honor del emperador Vespasiano, se llamó
Gallica Flavia porque el emperador se llamaba Galo Flavio,
como cuentan todos los autores que han escrito de él. Está esta
población de esta otra parte del río Cinca: fundóse el año del
Señor de 72, y después, corrompido el nombre la llamaron y hoy
llaman Fraga.
Está sentada en un altozano y monte de
tierra, el cual, por delante, comido por las corrientes y crecientes
del río Cinca, hace que la entrada sea áspera, de manera que pocos
la pueden defender de muchos: por las espaldas se levantan unos
collados no ásperos y todos cultivados; pero tan pegados con el
pueblo, que impiden que se pueda dañar con los ingenios antiguos ni
artillería moderna.
A Vespasiano sucedió su hijo Tito, y
a este Domiciano, en cuyo imperio los pueblos de la España
Tarraconense pusieron una estatua, honrando con ella a Cayo
Valerio Arabino, natural de Vérgido, que es la Seo de
Urgel. Este varón había en su república tenido los cargos y
dignidades que en ella había, y también había sido sacerdote en
Roma y sacerdote augustal en la España Citerior; y esta estatua y
honra la vino a merecer por el cuidado y fidelidad con que trató el
cargo que aquí tuvo de los libros y matrículas y padrones públicos
que para los tributos se hacían. Dura aún la inscripción de la
estatua, y dice:
C. VAL. ARABINO
FLAMINI. E. VERGIDO
OMNIB.
HON.
IN. R. P. SUA. FUNCTO
SACERDOTI. ROMAE. ER. AUG.
P.
H. C.
OB. CURAM
TABULARII. CENSUALIS.
FIDELITER.
ADMINIST.
STATUA
INTER. FLAMINALES. VIROS
POSITA
EXORNANDUM
UNIVER. CENSUER.
Púsose esta estatua en
Tarragona, donde se halla esta inscripción, como lo dicen Ambrosio
de Morales y el doctor Gerónimo Pujades.