CARTA XXXVII. Fábrica de la antigua iglesia de Tortosa…

CARTA XXXVII. 

catedral de Tortosa

Fábrica de la antigua iglesia de Tortosa: su verdadero sitio: descripción de su claustro, capítulo y otras oficinas: consagración y conclusión del templo actual: monstruosidad de su fachada: cementerios antiguos de Tortosa: construcción de uno moderno: inscripciones que se han de poner en él: vestidura de los prebendados de esta catedral.  

Mi querido hermano: Con las instancias que el papa Adriano IV hizo al conde Don Ramón Berenguer, o más bien con el vivísimo deseo que el conde tenía de completar una obra que le costaba tantos sacrificios, pudo ya el primer obispo Gaufredo tratar del edificio material de la iglesia y convento, al mismo tiempo que cuidaba de plantear y zanjar sólidamente el edificio espiritual. Sin embargo, no se comenzó a edificar la iglesia nueva hasta el año 1158, diez después de conquistada la ciudad; contentándose con celebrar los oficios divinos en la mezquita mayor, que les cedió el conquistador, y cuya consagración y purificación hizo sin duda el arzobispo de Tarragona D. Bernardo, luego que entraron las armas cristianas en la ciudad. Duró la fábrica veinte años, como se ve por la inscripción siguiente grabada en una de sus piedras: Anno Incarnationis Domini M.C.LVIII. caepit hoc templum aedificari;  quod XX. annis aedificatum fuit. 

Esta piedra, que se halla ahora en el pasillo bajando del claustro al patio del horno de los canónigos, estaba antes en una pared cerca de la sacristía vieja, junto adonde ahora está el coro. Así lo atestigua Despuig en el diálogo I. Facilitaba esta empresa la liberalidad con que acudieron a tan santo objeto aquellos fieles, de lo cual quedan hartas memorias entre los documentos de aquel tiempo. En el mismo año en que se concluyó el edificio, que fue el de 1178, le consagró y dedicó el arzobispo de Tarragona Berenguer a 28 de Noviembre. Halláronse en fiesta tan alegre los reyes de Aragón D. Alfonso y su mujer Doña Sancha, que con gran liberalidad habían contribuido a ennoblecer esta iglesia. Asistieron también otros obispos y señores principales, muchos de los cuales firmaron la famosa donación que hicieron los reyes a esta iglesia publicada por el M. Risco (T. 42. de la España Sagrada, pág. 310.).

No se reducía la nueva fábrica a sola la iglesia, comprendía también los departamentos necesarios para la vida reglar, que ya desde los años 1153 se hallaba aquí establecida; es a saber, habitación para canónigos y dependientes, enfermería, refectorio, capítulo, hospicio, granero &c. Gran parte de estas oficinas ya no existen; pero quedan todavía en pie el claustro, y en él una pieza que llaman el Palau, que debió servir de refectorio, y también la capilla única, que ahora llaman de Santa Candia, la cual hasta el siglo XIV, en que se trajeron las reliquias de esta Santa, estuvo dedicada a S. Juan. Esta capilla tiene tres puertas prolijamente labradas; éntrase en ella bajando seis gradas: es gótica con dos columnitas de jaspes en el medio y algo prolongada; tiene todas las apariencias de haber servido de capítulo, según la disciplina monástica. Y a este aludía sin duda la constitución que hizo el obispo D. Arnaldo de Jardino en 1298, mandando que el reponer las losas que se removiesen en el claustro para abrir sepulturas, estuviese a cargo del camarero: in claustrono canonicorum, et in claustrono ante januam capituli fiat per thesaurarium, et in aliis duobus claustronibus fiat per priorem.

Otra memoria de los edificios antiguos se conserva en la rúbrica de la procesión del día de ánimas, que nota así un ordinario antiguo de esta iglesia: Primò vadat processio  ordinatè coram sepulcris episcoporum. Postea in claustram super sepulcra canonicorum. Postea fiat ibi alia absolutio loco granerii. Postea veniat processio in claustro ante capitulum. Postea intret processio capitulum..Postea veniat processio in claustro ante refectorium. Postea vadat in claustro ante majestatem. Postea vadat in cerqua nova retro altare B. Mariae. Postea ad portam septentrionalem; postea ad occidentalem. En esta sucesión de estaciones es imposible dejar de reconocer que la capilla de Santa Candia era antiguamente el capítulo. De esta capilla, o capítulo, se pasa a otra pieza grande, que hoy sirve de archivo: obra de bien diferente arquitectura que el claustro; pero que sin duda perteneció a la vida reglar de esta iglesia

Todos estos edificios son respetables por su ancianidad, y dignos de ser conservados con esmero: mayormente estando las paredes llenas de inscripciones sepulcrales, cuyo conjunto es una paleografía de los siglos XIII, XIV y XV. La capilla de Santa Candia la adornan a maravilla diez urnas, donde están depositados los huesos de los primeros obispos después de la restauración. Se hallan levantadas en la pared como unas seis varas entrando a mano izquierda. Todas son obra del siglo XIV; y el que entendió en ella mostró más su piedad en recoger las cenizas de tan venerables prelados, que su deseo de procurarles un monumento duradero hasta el fin de los siglos. Porque teniendo a mano jaspes sin número y exquisitos, y piedra blanca de gran solidez, escogió una materia deleznable, que se deshace por sí misma. Así es que en algunas de aquellas urnas, ni aun hay indicio de la inscripción que se puso. Buen escarmiento para los que aman la gloria póstuma, debida a la amistad o al mérito.

Volviendo a lo que decía, cree el vulgo que la iglesia vieja construida en el siglo XII no fue más que lo que ahora es esta capilla de Santa Candia. Mas para salir de esta preocupación bastará a cualquiera considerar que este edificio no tiene ni ha tenido otra salida, ni aun ventana, que las tres puertas del claustro. Y no es verosímil que a los fieles seculares de todas clases se diese indistinta entrada a la iglesia, atravesando un claustro de vida reglar. Así que, desde que comencé a ver con mis ojos estos edificios, siempre creí que la iglesia primera estuvo donde la actual. Posteriormente me contó el abogado D. Josef Pinyol, que en sus días vio derribar una gruesa pared, que cerraba el espacio medio entre los dos pilares primeros como entramos por la puerta principal. 

Despuig en sus coloquios asegura que la sacristía vieja estuvo cerca de donde ahora está el coro. Juzgo pues que el templo antiguo ocuparía la parte inferior del actual, y acaso se extendería desde norte a mediodía. Me confirmo en este parecer, porque en la escritura que se hizo de la consagración de la nueva iglesia en 1597, dándose razón de las causas que hubo para ello, se hallan las siguientes palabras: Mutatâ materiâ, mutatâ etiam formâ, soloque ipsius similiter mutato, et ex magnâ parte ampliato. Y cierto que no había lugar para esta última expresión, si la antigua hubiera estado en Santa Candia. 

 Aumentándose después el número de los fieles, y deseosos de ensanchar y renovar su iglesia, comenzaron a desprenderse de alhajas y caudales para el efecto. 

Dióles en esto ejemplo el obispo D. Berenguer de Prats con su cabildo, ofreciendo para la fábrica la décima de todos sus frutos, y asignando además la anata de todos los beneficios que vacasen dentro de veinte años. Fue esto a principios de 1340. 

Con estos auxilios se logró comenzar el nuevo edificio en el año 1347, poniendo su primera piedra el obispo D. Bernardo de Oliver a 21 de Mayo. El altar mayor estaba ya construido en 1351, que cierto no fue poca diligencia; es el mismo que hoy persevera. Del mismo tiempo son los dos púlpitos de piedra, lo mejor del templo. Para la continuación del edificio se buscaron nuevos recursos en los años siguientes. En el de 1375 el obispo D. Guillermo de Torrellas, además de las indulgencias que publicó para la fábrica, le aplicó las anatas de los beneficios que vacasen en los cincuenta años siguientes. Constitución que aprobaron el arzobispo de Tarragona y el papa Luna en 1400, y después el concilio Basileense (Basilea, Basel) a 13 de Marzo de 1441. En este mismo año a 12 de Abril consagró el altar mayor el obispo Caratense D. Bernardo, auxiliar del de esta iglesia D. Otón de Moncada, que entonces se hallaba ausente, y en el dicho concilio. Prosiguiendo la fábrica consagró todo el templo el obispo D. Baltasar Punter a 8 de Junio de 1597. No porque estuviese todo el edificio concluido; que sólo llegaba hasta el testero del coro con poca diferencia. Su total perfección no se verificó hasta estos últimos años, si merece llamarse perfección el raro capricho del arquitecto, que siguiendo un orden distinto de arquitectura, quiso hacer un todo de lo que sólo debía ser parte del templo. Hablo de su fachada principal, que se me figura lo que en un libro impreso en el siglo XV parecería una portada de los Bodonis, Ibarras y Monforts. No sé por qué a los poetas cuando tratan de suplir algún verso en los poemas del siglo XIV les han de obligar a acomodarse a su lenguaje y estilo; siéndoles permitido a los arquitectos concluir un templo gótico con pedazos postizos de arquitectura greco-romana. Y aun la de esta fachada tiene otras nulidades, que indica Don Antonio Pons: de suerte que este edificio se halla por la dicha causa muy distante del quid simplex et unum, que es el alma de las bellas artes.

El citado viajero describe con exactitud las tres naves góticas de que consta este espacioso templo, y abomina con razón de los altares, que efectivamente están muy distantes del buen gusto que reina entre los individuos del cabildo. De esta clase es también la costosísima capilla de la santa Cinta, donde se colocó esta preciosa reliquia el año 1725. He visto un plan reciente hecho a instancias del cabildo para su renovación, en el cual brillan a competencia la piedad y el buen gusto.

El coro es obra de fines del siglo XVI; la madera de Navarra. Hallábase ya colocado en su actual sitio en el año 1600, cuando el obispo D. Gaspar Punter costeó la magnífica reja que le divide del cuerpo de la iglesia: su coste fue de más de dos mil libras; dejó además aquel próvido prelado seis libras de renta anual para que se cuidase de su limpieza y aseo. 

La sacristía es obra moderna. También lo es la torre de las campanas, de las cuales la llamada de portes o sorda, se fundió en 1453. Del mismo tiempo son algunas otras, aunque no tienen nota del año; mas lo indica el carácter de las inscripciones, que sólo tienen esto de particular

Acerca de las sepulturas, consta por la rúbrica que dije del día de ánimas que los obispos se enterraban dentro de la iglesia, los canónigos en una parte del claustro, que es sin duda el colateral al templo actual, donde todas las inscripciones son de canónigos y dignidades; en las otras tres partes tenían los fieles alguna libertad de elegirse sepultura; pero eran pocos, y por lo regular solos los conversos y hermanos de la congregación. Para el común de los fieles tenía la iglesia un famoso cementerio en el campo llamado de S. Juan, al mediodía de Tortosa, cuya mitad se adjudicó para este objeto a la iglesia, y la otra mitad para socorro de los peregrinos. Así se resolvió después de grandes debates entre el obispo Gaufredo y los templarios de Amposta, por el arzobispo de Tarragona y Guillermo Ramón de Moncada nombrados árbitros en la causa. Aprobólo todo el conde D. Ramón. Irán sobre esto varios documentos curiosos (a: Van al fin en el apéndice.). Con esta ocasión se les cedió a los templarios para cementerio una parte de la zuda, que era el castillo de la ciudad. Hízoles esta gracia el obispo D. Ponce de Mulnells, la cual confirmó en 1197 el sucesor D. Gombaldo; prohibiéndoseles dar sepultura en él a los parroquianos de la iglesia, nisi ipsi, dice, ad zudam ascenderint pedibus suis, vel equitando, sine adjutorio hominis vel feminae, exceptis tribus personis, videlicet Morone filio Moronis, et matre suâ Sibiliâ, et Petro de Genestar, si in fine vitae suae elegerint sepulturam in praedicto cimiterio. Uno y otro cementerio estaban separados de la iglesia de la ciudad, y no por eso los miraban con horror los fieles. Con el tiempo se trocaron las ideas, y vino a suceder aquí lo que en todas partes, que el hedor de los cadáveres disminuía la asistencia al templo. El actual cabildo, conformándose con las sabias providencias de nuestro Gobierno, ha resuelto la construcción de un nuevo cementerio, pues ya no le era posible reponer el antiguo, el cual se está ya construyendo a la parte oriental de la ciudad a la falda del castillo

Es prolongado, de 2352 varas catalanas de longitud y 2018 de latitud. En la portada, que es sencilla, se halla escrito via universae carnis. Al frente se edifican muchas bóvedas cuadradas de veinte palmos. Sobre este orden de bóvedas correrá otro de nichos para los que elijan sepultura separada. El centro ocupará la capilla; debajo de ella estará el panteón del cabildo y clero. Para la bendición de este lugar y traslación de los huesos de las antiguas sepulturas al osario nuevo, se ha designado el día 3 de Septiembre de este año de 1804. En dos pedestales de mármol a la subida de la capilla se han de colocar las siguientes inscripciones, obra del canónigo D. Jayme Bancalli, boloñés, y catedrático que fue de Cervera

I.a 

Por Decreto de Carlos IV 

Padre de la patria, 

el illmo. cabildo edificó 

y perfeccionó este lugar 

para sepulturas. 

Se bendijo 

en 3 de Septiembre de 1804. 

II.a

D. O. M. 

Mortalitatis exuviae 

ab humili loco 

in hunc ampliorem 

vitae translatae 

III non. Sept. ann. MDCCCIV

Sobre la puerta dé la bóveda para el cabildo se ha pensado colocar este letrero. 

D. O. M. 

Collegium canonicorum Dertos.

Benè de religione cogitans 

Sanctarum legum vindex, 

sibi 

H. M. F. C.

El diseño de esta bóveda y del templete o capilla sobre él lo ejecutó Don Joseph Miralles, arquitecto de Tarragona.

Para la puerta de la capilla he visto compuesta la siguiente inscripción: 

Hoc templum 

fovens memoriam pietatis 

religioni

dicavit 

colleg. canonic. Dertos  

ann… 

Ya se hubiera bendecido este lugar, y estuviera hace días servible, a no haberse fiado la construcción de las bóvedas a un aparejador, que ciertamente no cuidaba mucho de su fama póstuma. Ahora se trabaja en su conclusión con solidez y actividad.

El cabildo tiene entre tanto su sepultura saliendo del coro al cuerpo de la iglesia, sobre la cual hay estos dísticos. 

*(borroso) Sicte gradum, lentusque agito, nec *saxa, viator,

Haec temnas: sacra sint in monimenta tibi.

Jaspidis hic cellis rogitas qui funere subsint

Jam cineres? nostri lumina magna chori.

Hanc metamorphosim miraris? Summa potestas

Morti est: in cineres vertere summa potest. 

La rúbrica que antes decía del día de ánimas, nos ha conservado la memoria de un rito antiguo de esta iglesia. Después de las estaciones en la catedral prosigue así:

His dictis dicantur VII. Ps. Poenit., et eos dicendo eat processio ad S. Johannem de Campo (que era el cementerio de la iglesia desde el siglo XII); et finitis dicantur letanía legendo cunctis respondentibus. Et cum fuerit juxta ecclesiam, cantores incipiant: Inter natos &c. Postea egrediatur processio de ecclesiâ, et vadat ad majus carnerium, ubi rami benedicuntur.   

Acerca de las vestiduras que usaban antiguamente los canónigos, así corales como comunes, no he podido fijarme todavía. Son pocas las memorias que de esto hay, y ninguna de los dos siglos primeros después de la restauración. La noticia más antigua es del año 1307 en que el obispo D. Pedro de Betteto ordenó que los canónigos sellas, frena, et calcaria habeant ordinatâ, et in sellis *(borroso) pannum rubeum non portens; indumenta superiora scissa non portent; sed omninò clausa. Nec in mantellis portent pelles inordinatas. Más contraída y especificada que esta es la constitución que en 1414 hizo el papa Luna con el título de reformatione ecclesiae Dertusens., donde  supone que los canónigos sobre cierta ropa talar vestían de continuo la sobrepelliz, y en algunos tiempos del año capas negras en el coro. Otras cosas establece y prohíbe, que mejor se verán en la letra de la constitución que dice así: “Statuimus…quòd de cetero canonici ecclesiae Dertusensis portent vestem superiorem habitui proximam panni obscuri et honesti clausam ante et retro, et rotundam per circuitum; supra quam deferant superpellicium continuè ad consuetudinem ipsius ecclesiae, et ab inde utantur capis nigris in ecclesiâ suo tempore jam ibi laudabiliter statuto. Quodque dicti canonici cum hujusmodi capis vel superpelliceo per totum ambitum et circumferentiam sedis, et canonicae Dertusensis, congruis tamen temporibus, incedere valeant. Extra verò septa ecclesiae et loca praedicta proficiscentes portent supra habitum, sive superpellicium clocham, vel mantellum apertum. Tempore autem pluviali, et itinerationis, si voluerint, mantellum clausum, sive rondellum, caputium vero de subtus indutum continuè deferentes. Sic itaque vestes praedictas deferant, quòd superpellicium ullatenus non abscondant… Infra vero ecclesiam, claustrum, capitulum, et refectorium, ac dormitorium, non capuciis, seu almuciis nigris utantur; prohibentes ne dicti canonici de caetero ferant in vestibus, capis, capuciis, vel almuciis, folraturas de ventribus variorum, seu squilosorum, etiam cum dorsis permixtis, nec de sindone rubeâ, vel viridi, sed dumtaxat lividi, nigri, vel obscuri coloris. Possint autem uti dorsis variorum, vel squilosorum in capis, almuciis, et vestibus condecenter.” 

Pocos años después el concilio provincial de Tortosa de 1429 hizo una constitución en que concede a los canónigos de las catedrales el uso de algunos vestidos y adornos prohibidos a lo restante del clero, entre los cuales se expresa lo siguiente: 

Neque folraturas deferat pellium de mars (marta), de fugines (fagina), de vebres (visón ?), de ludries (nutria; llúdria), de squirolos (ardilla; esquirol, esquiruelo; squirrel en inglés) vulpium (vulpes: zorro, zorra)… neque diploides, aut collaria, vel manicas de panno sirico… Nullus audeat in vestibus, vel in capuciis folraturam portare de vars, vel grisis, usu rivetorum quarumcumque pellium in manicis, vel collariis ab omnibus et singulis supradictis penitus rejecto. 

En el siglo XVI hallo que para tiempo de invierno se usaba en esta iglesia la capa coral con pieles de color de gris. Mas por la escasez y gran coste de este género, que sólo vendían los franceses, y en atención a que se deterioraban con el calor de este clima, y a que no había quien supiese componer este vestido, y a la diversidad de color en las pieles, que era ocasión de risa para el vulgo; resolvió el cabildo con su obispo D. Fr. Martín de Córdoba y Mendoza que en adelante en lugar de las pieles se usase de pelfa parda, tela que abundaba mucho en estos reinos de Aragón. Fue esto a 27 de Octubre de 1568; poco después confirmó esta constitución S. Pío V. Como en la secularización de las iglesias reglares de estas provincias, que se hizo en 1592, no quedó comprendida la de Tortosa, es probable que mantuviese la costumbre antigua en orden a los vestidos. Mas en esto no puedo asegurar nada, porque aun perseverando con el dictado y forma exterior de reglar, adoptó a fines del siglo XVII el uso de los hábitos canonicales, conforme lo llevaban los canónigos de Tarragona, iguales a los de Valencia, a excepción de que los roquetes son más largos y mayores los bonetes. 

Dios te guarde &c.