COLECCIÓN DE DOCUMENTOS INÉDITOS DEL ARCHIVO GENERAL DE LA
CORONA DE ARAGÓN.
Publicada de Real órden
POR EL ARCHIVERO
MAYOR
D. Próspero de Bofarull y Mascaró.
TOMO I.
casos, como dia: día, á: a)
PRELIMINAR.
Pocos
monarcas de Europa pueden gloriarse de poseer y conservar un depósito
tan rico y copioso de actas del alto gobierno y de correspondencias
diplomáticas y familiares de sus augustos predecesores, como los de
España que ciñen la corona de los antiguos estados de Aragón.
El
archivo general de este reino, establecido en la ciudad de Barcelona,
custodia en efecto, no solo las matrices o registros de cancillería
y del real sello secreto de aquellas interesantes escrituras, si
que también muchas y diferentes colecciones de pergaminos
originales sueltos, de bulas pontificias, de procesos de las antiguas
cortes por estamentos, de cartas reales, de códices y códigos
curiosos, de causas de Estado y de gravámenes, de sentencias de la
antigua real Audiencia del principado de
Cataluña, etc., con
otra multitud de volúmenes de registros, pergaminos y papeles no
menos interesantes, que han pertenecido a diferentes autoridades y
corporaciones estinguidas, y particularmente al voluminoso
archivo de la antigua Diputación de los tres Brazos de Cataluña,
que suprimió el Sr. D. Felipe V en 1714, agriado por la guerra de
sucesión.
Estas escrituras, ordenadas cronológicamente y
colocadas con el mejor método y aseo, empiezan en el gobierno del
primer conde soberano de Barcelona D. Wifredo el
Velloso, a mediados del siglo 9.°, y acaban en los reinados de
la dinastía de Borbon en España, después de la muerte sin
sucesión de Carlos 2.° de la de Austria; formando juntos la serie
de diez siglos y treinta y nueve soberanos, divididos en sus cuatro
épocas principales, que son:
1a, la de los primitivos condes de
Barcelona.
2a, la de los antiguos reyes de Aragón.
3a, la de
los de la casa de Austria;
y 4a, la de la casa de Borbon, que
felizmente reina en la augusta persona de Doña Isabel 1a de Aragón
y 2.a de Castilla (q. D. g.).
Desde el año 1346, en el
floreciente reinado de Pedro 3.° de Cataluña y 4.° de Aragón,
llamado el Ceremonioso y vulgarmente el del punyalet,
hasta nuestros días, todos los soberanos sin interrupción han
dictado varias providencias más o menos atinadas para el aumento,
conservación y arreglo de este precioso archivo; especialmente el
Sr. D. Fernando 7.° (q. D. b.), a quien debe su casi completa
restauración y un doble volumen de papeles del que tenía a su
regreso de Francia en el mes de marzo de 1814.
Mas ninguno de
aquellos monarcas, en tan larga serie de años, estimó conveniente
mandar, que se publicase una colección de documentos escogidos de
él, para ilustrar la historia del propio y ajeno reino en toda la
estension de sus diferentes ramos; por manera que puede
decirse con sobrada razón, que esta abundantísima mina de oro
apenas se ha comenzado a esplotar.
Sin embargo es preciso
reconocer, que ninguno de nuestros soberanos, a pesar del espíritu
de reserva y ocultación del Sancta Sanctorum de los archivos en los
pasados siglos, ha tenido en
absoluta inacción este tesoro; pues
son muchos y muy antiguos y recientes los reales permisos concedidos
a diferentes escritores nacionales y estranjeros, para
investigar, copiar y publicar las escrituras de este sagrado depósito
de fé pública; con cuya sabia medida se ha suplido y suple en parte
la falta de una colección diplomática general, tan deseada, como
necesaria a la pública ilustración.
Así es, que sin estos
permisos ni la Crónica universal de España de Pedro Miguel
Carbonell, ni los Anales de la Corona de Aragón de Gerónimo Zurita,
ni la Historia inédita de los condes de Urgel de Diego Monfart (que
original se conserva en este archivo), ni la Crónica universal de
Cataluña de Gerónimo Pujades, ni la Historia de los condes de
Barcelona de Fr. Francisco Diago, ni los Anales de Cataluña de
Narciso Feliu, ni la continuación de la España sagrada de Fr. José
de la Canal, ni el Viaje literario a las Iglesias de España de Fr.
Jaime Villanueva, ni las memorias de Capmany, ni la Historia de
España del Sr. Cortada, ni finalmente otras muchas obras que han
publicado diferentes escritores para ilustración de la historia de
estos reinos, tendrían el mérito que han podido proporcionarles
estos Reales permisos:
Pero todas estas publicaciones juntas,
aunque de grande estima, no son más en realidad que una pequeña
parte de la copiosa colección que ofrecen los inmensos materiales
que encierra este archivo; pues algunos de los indicados escritores
se han limitado a referir solo los hechos, sin citar siquiera las
escrituras de las que los estrajeron; al paso que las vaciadas
en los apéndices de los demás son en tan corto número, que
comparativamente no merecen el nombre de colecciones generales.
Las
inéditas que compilaron los eruditos canónigos premostratenses de
Sta. María de Bellpuig, Caresmar, Pascual y Martí, y otros sabios
investigadores; no menos que la publicada por el Ilmo. arzobispo de
París en el apéndice de su Marca hispánica, contienen solo
un muy corto número de documentos de este archivo: únicamente a la
principiada por el P. Mariano Ribera, religioso mercenario y
especulador del establecimiento durante la sangrienta guerra de
sucesión, que existe en el mismo, puede dispensársele con algún
fundamento este título general; porque abraza los dos primeros
siglos después de la restauración de Barcelona por Ludovico Pio,
el año 801 de la
Encarnación. En la obra de los Condes de
Barcelona vindicados se citan o copian también todos los documentos
de este archivo que más pueden esclarecer la oscura y escasa época
de aquellos soberanos.
Pero nada de esto es comparable con lo
mucho que todavía puede publicarse de este archivo, especialmente de
la florida edad media, en que enlazada la casa de Aragón con la de
Barcelona, conquistadas Valencia y las Baleares, estendida la
dominación de estos soberanos a Italia y a varios otros puntos de
Asia y África, aumentadas rápidamente la civilización, las
relaciones diplomáticas y los negocios, cabalmente en la oportunidad
de la introducción del uso del papel en la cancillería de este
reino, que facilitó la escritura, crecieron asimismo
considerablemente las existencias y la importancia de este
establecimiento.
Con tantos y tan ricos materiales como se ha
indicado, carece, sin embargo, el público de una colección
diplomática que dé a conocer y justifique cuáles fueron en sus
tiempos nuestros usos y costumbres, nuestras leyes y cortes, nuestras
espediciones marítimas y terrestres, gloriosas o
desgraciadas, nuestras relaciones así interiores como esteriores,
el temple de nuestras antiguas instituciones políticas, la
circunspección, firmeza, sabiduría, prudencia y tino con que se
condujeron nuestros mayores en las crisis y situaciones más
espinosas y delicadas, y en fin todo cuanto pueda contribuir a
esclarecer nuestros hechos cual pasaron, y no como los pintan y
desfiguran algunos
escritores modernos que nunca han visitado
nuestros archivos, olvidando a cada paso que la verdad y la
imparcialidad son los dos ejes sobre que debe girar la historia de
las naciones.
Para desvanecer sus inexactitudes y ausiliar
a los escritores sesudos y de buena fé, así nacionales como
estranjeros, facilitándoles armas para impugnarlos; y a fin de
proporcionarles al mismo tiempo un caudal de verdades para esplayar
sus talentos sobre los diferentes puntos o ramos de la historia, sin
que tengan que emprender largos, costosos y aventurados viajes; la
Reina Ntra. Sra., que tanto se desvela en difundir las luces en sus
dominios, considerando que la publicación de los más interesantes
documentos que conserva este rico depósito del archivo de la Corona
de Aragón ha de ser un presente de gran valía para la historia
nacional, y también para la literatura y las ciencias, se ha servido
disponer en reales órdenes de 28 de marzo y 7 de junio de 1846, y 28
de abril del presente año, que sin pérdida de tiempo se forme y
publique a expensas y bajo la inspección de su ilustrado gobierno
una continuada colección de estos documentos, dirigida por el actual
jefe del
mismo establecimiento.
Deseando asimismo S. M. que
esta colección se ponga cuanto antes en estado de producir alguno de
los muchos y buenos resultados que con tanto fundamento se promete, y
considerando también que las antiguas cortes son indudablemente las
fuentes de las que ha emanado la buena legislación que elevó este
antiguo reino al más floreciente y respetable estado, y las supremas
asambleas, en las que se trataban y resolvían por los monarcas los
negocios más graves del Estado; ha resuelto igualmente, que la
publicación empieze por los procesos de aquellas respetables
cortes, dando la preferencia a las actas del parlamento que los
catalanes celebraron en las ciudades de Barcelona y Tortosa, para
que, después de conciliados los aragoneses y valencianos, que en
aquella sazón hervían en bandos y parcialidades, pudiesen los tres
reinos de consuno resolver con prudencia y justicia sobre el gran
negocio de la sucesión a la corona, que se hallaba vacante
por muerte sin
hijos del desventurado D. Martín, ocurrida
en el monasterio de Valldoncella, estramuros de
Barcelona, el día 31 de mayo de 1410: hecho singular en la historia
de las naciones, digno de ser imitado por todas las que se precian de
cultas y humanas, y que, al fin, produjo el célebre compromiso de
Caspe y la elección del infante de Castilla D. Fernando
de Antequera, con
la que se apagaron nacientes odios, y se
evitaron el derramamiento de sangre de millares de inocentes y los
horrores de la cruel y fratricida guerra que amenazaba a los pueblos,
y que la sabiduría, prudencia y tino de nuestros antepasados supo
neutralizar.
Para completa ilustración de tan memorable hecho,
le prepararemos con una sucinta introducción, acompañada de varios
documentos curiosos, comprobantes de sus antecedentes y del lastimoso
estado que presentaba la casa real de Aragón en los últimos años
anteriores a la muerte del rey D. Martín, en que la horfandad
de los reinos precisó al cuerpo municipal o consejo de Ciento de
Barcelona y a los tres brazos de Cataluña, escitados
por el gobernador general del Principado D. Gerardo Alamany
de Cervelló, a instalar un parlamento que, tomando la iniciativa
y poniéndose de acuerdo con los que formasen Aragón y
Valencia, pudiesen los tres unánimes resolver en
justicia el gran negocio de la sucesión a la corona,
según y conforme lo había ordenado el difunto monarca en los
últimos momentos de su existencia.
Las dificultades casi
insuperables que hubieron de vencerse, tanto para conciliar los
partidos y enemistades en que hervía
el reino, como para contener los amagos y amenazas de los aspirantes
al trono, las pondrá de manifiesto el segundo período de esta
colección, presentando un estrado de las actas de dicho parlamento
de Cataluña, y copia fiel en su idioma natural de los
documentos de conocido interés en los respectivos lugares,
hasta la final y unánime determinación de los tres parlamentos
de Aragón, Cataluña y Mallorca, y Valencia, que se redujo a
nombrar nueve compromisarios, tres por cada reino, y uno por
cada brazo, que, reunidos en el castillo de Caspe,
decidieron por fin aquella gran cuestión, nombrando a D.
Fernando de Antequera, infante de Castilla, sin más
contradicción que la del malhadado D. Jaime, último conde de Urgel.
Las actas de dicho compromiso formarán
el último período de esta primera publicación, que continuará
después bajo el mismo método por los demás procesos de cortes,
hasta entrar en las colecciones de documentos más interesantes de
cada reinado y de algunos preciosos códices que conserva este
archivo, a tenor de las citadas reales órdenes, que en todos tiempos
serán para los literatos un grato recuerdo de la ilustración de S.
M.
REALES ÓRDENES.
Ministerio de la Gobernación de
la Península. = Sección de instrucción pública. Negaciado
3.° = En la memoria que ha remitido V. S. a este ministerio de mi
cargo, dando cuenta de los trabajos ejecutados en ese archivo durante
el año próximo pasado, ha llamado la atención de S. M. la
colección de actas de cortes y demás documentos que ha reunido V.
S., y cuya importancia los hace dignos de ver la luz pública, para
esclarecer puntos interesantes de la historia nacional. Siendo
notorio el afán que demuestran en el día casi todos los gobiernos
europeos por sacar del polvo de los archivos estos preciosos
monumentos que tan útiles son a la literatura, S. M. desea que no
quede España ajena a este general movimiento, dejándose a los
estranjeros, como lo están haciendo, la gloria de aprovecharse de
las muchas riquezas que de este género poseemos. Es por lo tanto su
voluntad, que sin desatender la necesaria economía se emprenda una
serie de publicaciones, en que se vayan dando a conocer cuantos
documentos dignos de ver la luz contenga ese depósito, confiando a
V. S. tan importante trabajo, como la persona más apropósito para
dirigirlo y llevarlo a cabo con buen éxito. En su consecuencia,
manifestará V. S. las actas o documentos que para este objeto
merezcan la preferencia; el modo más conveniente de hacer la
publicación, pudiendo ser por entregas mensuales o quincenales; el
costo de la impresión y demás gastos que esta empresa debe
ocasionar, añadiendo cuantos datos juzgue oportunos y sea preciso
tener a la vista para el mayor acierto. De Real orden lo comunico a
V. S. para su inteligencia y efectos consiguientes. Dios guarde a V.
S. muchos años. Madrid 28 de marzo de 1846.= Burgos.= Sr. Archivero
general de Aragón.
Ministerio de la Gobernación de la
Península. = Sección de instrucción pública. Negociado núm. 3.=
La Reina (q. D. g. ) considerando que la publicación de las actas de
cortes y otros muchos documentos interesantes que se conservan en ese
rico depósito de la Corona de Aragón ha de ser un presente de gran
precio para la historia nacional y también para la literatura y las
ciencias, se ha servido disponer que, sin pérdida de tiempo, se
forme y publique una ordenada colección de ellos bajo la inmediata
dirección de V. S. y a espensas del Gobierno, con cargo a la
partida concedida por las cortes para esta clase de trabajos en el
artículo de Archivos generales del presupuesto. De real orden lo
digo a V. S. para los efectos correspondientes. Dios guarde a V. S.
muchos años. Madrid 7 de julio de 1846.= Pidal.=Sr. Archivero de la
Corona de Aragón.
Ministerio de Comercio, Instrucción y
Obras Públicas. = Instruccion pública. Negociado 4.° = Deseando la
Reina (q. D. g. ) llevar a cumplido efecto lo determinado en sus
soberanas resoluciones de 28 de marzo, y 7 de julio del año próximo
pasado, relativamente a la impresión y publicación de cuantos
documentos dignos de ver la luz pública contenga ese archivo, ha
tenido a bien resolver se adopten con este fin las disposiciones
siguientes:
1.a La colección de los documentos inéditos del
Archivo general de la Corona de Aragón, deberá salir a luz a la
mayor posible brevedad, y tau luego como se hallen impresos dos o
tres cuadernos, a fin de que no se interrumpa la publicación, que se
procurará sea regularmente periódica desde que parezca la primera
entrega. Al efecto se principiará por las Actas del compromiso de
Caspe, según el original remitido por el archivero para su exámen
y revisión.
2.a Por la depositaría de la universidad de
Barcelona se facilitarán al archivero general de Aragón las
cantidades que necesite para este objeto, siempre que no escedan
de cuatro mil reales mensuales; y dándose cuenta por aquel de su
inversión, para la aprobación de S. M.
3.a Se dará órden a
todos los administradores de correos para que se entiendan con el
referido archivero respecto de las suscripciones. El importe de estas
ingresará en las depositarías de las universidades del reino, a
donde lo entregarán los comisionados o administradores del ramo
comprendidos en el respectivo distrito universitario.
4.a Con el
objeto de que esta colección tenga la debida publicidad, se
remitirán prospectos por el ministerio de Estado a los cónsules y
agentes consulares de S. M. en países estranjeros, pudiendo los
mismos admitirlas suscripciones que se presenten y librar su importe
a favor del tesorero de este ministerio de mi cargo; y dando al
propio tiempo el oportuno aviso al archivero encargado de la
publicación, para que espida los correspondientes ejemplares
a los interesados.
5.a El número de ejemplares de la obra no
escederá de mil, de los cuales se remitirán doscientos a
este ministerio para distribuirlos según convenga entre las
secretarías del Despacho, Potencias estranjeras, Academias
Nacionales, Bibliotecas y demás establecimientos públicos. De Real
órden lo digo a V. S. para su inteligencia y cumplimiento en la
parte que le corresponde, a cuyo fin le devuelvo el manuscrito que
comprende las primeras entregas de la obra enunciada. Dios guarde a
V. S. muchos años. Madrid 28 de abril de 1847. = Pastor Díaz. = Sr.
Archivero general de la Corona de Aragón.
Y PARLAMENTOS
DE
CATALUÑA, ARAGÓN Y VALENCIA,
CUSTODIADOS EN EL ARCHIVO GENERAL
DE LA
CORONA DE ARAGÓN,
y publicados de real órden
por
el Archivero mayor
D.
Próspero de Bofarull y Mascaró.
Tomo I.
Barcelona,
en el Establecimiento tipográfico y litográfico
de
D. JOSÉ EUSEBIO MONFORT.
1847.
ACTAS DEL
PARLAMENTO DE CATALUÑA, QUE PRECEDIÓ AL COMPROMISO DE CASPE Y
ELECCIÓN DEL INFANTE DE CASTILLA DON FERNANDO, EL DE ANTEQUERA,
DESPUÉS DE LA MUERTE DEL REY DE ARAGÓN DON MARTÍN EL HUMANO (1).
colegio de medicina y cirujía de Barcelona, que tantos
profesores eminentes ha dado en alivio del doliente; la espaciosa y
bien dispuesta fábrica del hospital general de Santa Cruz de la
misma ciudad, en que este rey puso la primera piedra; y sus muchas
limosnas y disposiciones benéficas, son otros tantos comprobantes de
la justicia con que la posteridad honra su memoria con el renombre de
humano. Merece particular mención, por lo que puede
contribuir a ilustrar el origen de la sífilis, la Real orden que dio
en 20 de noviembre de 1401 (92 años antes de la venida de Cristóbal
Colón de América) a las autoridades de Gerona, para que castigasen
y espeliesen de aquella ciudad a los rufianes y mujeres
prostitutas, que contagiaban y propagaban la putrefacción de su mal,
en perjuicio de la salud pública y de las buenas costumbres. Aunque
en el día se tenga ya casi por indudable que la existencia de tan
terrible enfermedad ha sido muy anterior al descubrimiento del Nuevo
Mundo; apuntamos este documento, porque no son pocos los que creen
todavía, que la importaron en Europa los compañeros de Colón.
Tampoco nos atreveremos a asegurar si es físico o solamente moral el
sentido que debe darse a las palabras de la citada Real órden; pero
de cualquier modo es un documento que justifica las miras
humanitarias del monarca que la espidió. Véanse los
registros núm. 2,211, fol. 132; 1,325, fol. 41; 2,197, fols. 149 y
199; 2,198, fol. 93; 2;,203, fols. 17, 20 y 21, y otros.
INTRODUCCIÓN.
Un monarca justo y pío, de las
mejores prendas y del más suave carácter, de complexión algo
débil; entrado en años; sin esposa, sin hijos, hermanos ni
descendiente alguno legítimo que le sucediese; importunado
incesantemente con pretensiones prematuras e inconsideradas de
ambiciosos y poderosos parientes, rodeado de cortesanos intrigantes
movidos por diferentes afecciones: acometido el país de una
mortífera peste, y envuelto finalmente el Estado en disensiones
intestinas y en un espantoso cisma que dividía la unidad de
la Iglesia católico-romana …: tal era el triste cuadro que
presentaba la casa real de Aragón en los primeros años del siglo
XV, y tal el porvenir funesto que podían prometerse los reinos de
aquella antigua y respetable corona, que descansaba en las sienes del
desventurado D. Martín.
Este digno sucesor del conde soberano de
Barcelona D. Ramón Berenguer 4.° y de su esposa la reina doña
Petronila de Aragón, hija de Ramiro el Monje, amado de sus vasallos
y lleno de satisfacciones y esperanzas, mantenía en una dichosa y
sólida paz sus estados, sin otro grave cuidado que el de procurar
con los demás príncipes cristianos de Europa la apetecida unión de
la Iglesia católica, conciliando a su deudo Pedro de Luna o
Benedicto XIII (1) con los demás pontífices electos en diferentes
cónclaves por los cardenales de sus respectivas partidos, que por
tantos años turbaron la comunión de la Iglesia romana.
(1)
Aunque varios escritores dicen que el antipapa Luna fue pariente de
la reina Doña María, y el respetable Zurita afirma que nació en la
villa de Illueca de Aragón y que fue hijo de la distinguida familia
de los Lunas, que tanto figuraron en aquel reino, especialmente en la
época que describimos; sin embargo el pueblo de Figuerola de la
Conca de Tremp, en Cataluña, conserva la tradición de haber
nacido allí este antipapa de otra familia también distinguida que
antiguamente habitaba en aquel pueblo, y de la que todavía queda la
casa solar arruinada y muchas noticias de ella en los libros
parroquiales.
También se gloria el mismo pueblo de Figuerola de
ser patria del célebre almirante de Aragón Roger de Luria
o Lauria, como que existe aun la familia de Llenes,
establecida en el día en Anglesola, cuyos señores después del
apellido de Llenes añaden el de Roger de Luria en sus firmas.
La
discreta reina doña María, condesa de Luna, descansaba a su augusto
esposo, desempeñando con toda eficacia y acierto la lugartenencia
del reino que le tenía confiada; mientras que el esclarecido
príncipe heredero, don Martín, rey de Sicilia por sus
derechos o por heredamiento de su primera esposa doña María,
hija de Federico 2.° de aquel reino, reducía con su pericia
militar y política y con los ausilios de su padre a algunos
rebeldes de Sicilia y Cerdeña que se habían sustraído a su
obediencia.
En esta tranquila situación se hallaban la real casa
y estados del bondadoso don Martín, cuando las enemistades, odios y
encarnizados bandos de los Urreas y Lunas en Aragón, y
de los Soleres y Centelles en Valencia, fueron un
triste presagio de mayores discordias, y de los males sin cuento que
dentro de poco hubieron de sumergir al rey y al reino en la mayor
consternación.
La inesperada y temprana muerte de la reina doña
María, ocurrida en Villareal del reino de Valencia en
29 de diciembre de 1407 (1), después de haber otorgado el día
anterior su testamento, nombrando heredero al rey de Sicilia y
usufructuario al de Aragón, llenó de amargura el corazón de este
monarca, que mandó conducir el cadáver de su esposa al magnífico
panteón del monasterio de Sta. María de Poblet con todo el
ceremonial y pompa regia acostumbrada en aquellos siglos (2).
(1)
Si bien algunos escritores refieren la muerte de esta reina al año
1406, y otros la ponen al siguiente, no se sigue de aquí ningún
anacronismo, pues todos convienen en opinión; porque los primeros
cuentan los años del nacimiento de Cristo en el sentido común o
vulgar, es decir, de 1 de enero a 31 de diciembre, inclusive;
mientras que los segundos los toman a lo curial de la antigua
cancillería, que los empezaba el mismo día de Navidad y los
concluía en el de Noche buena o 24 de diciembre siguiente. En este
concepto, habiendo muerto la reina doña María de Luna el día
23 de diciembre en el sentido vulgar, debe entenderse el año 1406,
que en el curial es el 1407.
Debemos también advertir, en orden
a datas, que todas las escrituras de este archivo desde el
siglo 9° al 12° están fechadas por calendas romanas y por
años de los reinados de Francia, a excepción de alguna que otra que
a estos años añade los de la Trabeacion o Encarnación que
en el sentido moral es lo mismo. Para sacar la correspondencia,
cuando se necesite, podrá acudirse al «arte de verificar las datas»
de los PP. Maurinos. La costumbre de datar los escribanos por los
reinados de Francia la abolió el rey don Alfonso el Casto de
Aragón en el concilio que se celebró en Tarragona en 1.180,
mandando que en adelante se datase por calendas y años de la
Encarnación; y así se practicó hasta mediados del año 1351, en
que el rey don Pedro el Ceremonioso mandó en las cortes de
Perpiñan, que en adelante se fechase por días del mes y año del
nacimiento de N. S. Jesucristo, cuya práctica desde entonces no ha
sufrido alteración. Castilla fechaba antiguamente por
la Era de
Augusto y días andados del mes: Italia por calendas e indicciones.
(2) El ceremonial de la coronación de los reyes y reinas de
Aragón, y el de las exequias, cuando ponían de cuerpo presente sus
cadáveres en el tinell o salón mayor del palacio de
Barcelona y el camarlengo mayor y los alguaciles rompían delante del
regio cadáver los sellos reales y las varas á presencia del
pueblo, con otras curiosidades dignas de todo recuerdo, pueden verse
minuciosamente en la colección de registros de este archivo, n°
1,529, y n° 3 de la colección de códices.
Si fue dolorosa
para don Martín la pérdida de su excelente esposa la reina doña
María de Luna, pudo no obstante mitigar este sentimiento el cariño
de un hijo que le quedaba de las más elevadas prendas y adorado de
sus pueblos, a quienes prometía un digno sucesor de la gloriosa
estirpe varonil del conde don Wifredo el Velloso y conservada
sin alteración por espacio de cinco largos
siglos.
Este
esperanzado sucesor, jurado en las cortes de San Salvador de Zaragoza
el año 1398, había casado de primeras nupcias con la reina doña
María de Sicilia, de la que enviudó a mediados del de 1399, sin
que le quedarse hijo alguno de esta señora; y aunque enlazó de
segundas, en 1402, con doña Blanca (1), hija y heredera de
Carlos el Noble de Navarra, tampoco los tenía de esta reina,
cuando la muerte de la de Aragón; por haberse malogrado en la
infancia uno llamado don Martín como su padre. Pero como este
príncipe y su esposa doña Blanca vivían en la mejor armonía, y se
hallaban ambos en lo más florido de su edad, no causaba la menor
alarma pública la falta momentánea de un segundo sucesor, que
estaba en el orden de todas las probabilidades.
Entretanto,
reparado el monarca de Aragón de la pérdida de su esposa doña
María, y ocupado enteramente en el buen gobierno de sus estados y en
el gran negocio de la unión de la Iglesia, pasaba sus días con
tranquilidad en Barcelona y en su inmediata quinta de Bellesguart,
donde recibió el día 14 de julio de 1409 con la mayor satisfacción
la plausible noticia de haber su hijo don Martín de Sicilia ganado
la famosa batalla de Sant-Luri a los rebeldes del partido de
Brancaleon Doria, con la que se aseguraba la pacificación de
la isla de Cerdeña.
La alegría del tierno padre por tan
señalada victoria y las acciones de gracias que con tan plausible
motivo tributó públicamente al Todo-Poderoso fueron tales, cuales
pueden verse en la carta que dirigió el rey a su gran privado y
mariscal don Pedro Torrelles, en la que se vé pintada
la gran piedad del monarca (2) y su bellísimo carácter.
(1)
Esta señora casó algunos años después con don Juan 2.° de
Aragón, y fue la madre del desgraciado príncipe don Carlos
de Viana.
(2) fue efectivamente don Martín tan
dado a la piedad, como acredita el número de iglesias y capillas que
mandó fabricar, y la multitud de reliquias que poseyó y resultan de
varias cartas y del inventarío (Registro núm. 2,526) que en su
muerte recibió su esposa la reina doña Margarita. Una de
ellas fue Calicem lapideum, cum quo dominus noster Jhesus-Christus in
sua sacra coena sanguinem suum pretiosissimum consecravit, et quem
beatus Laurentius, qui ipsum habuit a sancto Sixto, existente Summo
Pontifice, cujus discipulus erat, missit et dedit monasterio, etc., y
que, según el pergamino núm. 136 de la colección de este reinado,
adquirió el rey don Martín del abad y monasterio de San Juan de
la Peña, en cambio de otro de oro, que después de algunos años,
según una nota de Pedro Miguel Carbonell, se custodiaba
en la seo de Valencia, así como se guarda hoy en Génova el
Grasér o fuente en que se sirvió el cordero pascual en
aquella sagrada cena.
Pero aun humeaban los inciensos en
las bóvedas de la iglesia catedral de Santa Cruz y Santa Eulalia,
en que se celebraron, cuando llegó a Barcelona la dolorosa e
infausta nueva del fallecimiento del idolatrado príncipe don
Martín, ocurrido en el castillo de Cáller de Cerdeña
el día 25 del mismo mes de julio en que se dio
aquella batalla, después de haber otorgado su testamento, nombrando
heredero a su padre, recomendándole sus dos hijos naturales don
Federico y doña Violante, y eligiendo vicario o
lugarteniente general del reino de Sicilia a su esposa la
reina doña Blanca.
El llanto de los barceloneses y
sucesivamente de los demás pueblos de Cataluña, Aragón, Valencia y
Mallorca luego de divulgada tan infausta nueva está fuera de toda
ponderación; pues según refieren los dietarios antiguos y los
historiadores de más nota, los vecinos de todas edades y sexos de
esta desconsolada ciudad andaban por las calles anegados en lágrimas,
exclamando que aquel día habían perdido toda su honra y gloria,
adquiridas con grandes sacrificios en tantos siglos.
No fue menor
el sentimiento y conflicto en que se hallaron las autoridades para
participársela al rey, que estaba bien ajeno de este disgusto en su
quinta de Bellesguart; pero como afortunadamente estuviese allí con
el monarca el apóstol y taumaturgo valenciano el Mtro. Vicente
Ferrer, religioso dominico, cuyas virtudes, doctrina y
predicación pública por las plazas de los pueblos de Cataluña le
habían adquirido la mayor reputación e influencia, especialmente
con don Martín; se dio el encargo a este santo religioso para que,
acompañado de los conselleres de la ciudad (1), participasen
al descuidado padre la dolorosa noticia.
Recibióla el rey con la
más cristiana resignación, aunque estuvo a pique de sucumbir al
dolor y desconsuelo que le causó, no solo por la inesperada y
temprana muerte de un hijo único y de tales prendas, si que también
por las fatales consecuencias que preveía en daño de sus amados
pueblos.
(1) El cuerpo municipal de Barcelona, por privilegio
del rey don Jaime 1:° concedido a esta ciudad a 3 de las nonas de
noviembre del ano 1274 (Registro núm. 10, fol. 191.) se
componía
de cinco conselleres y cien jurados, cuyo cargo era
anual y no requería más circunstancias que la probidad del elegido,
probus homo. Por esta razón se titulaba Consejo
de
Ciento, y su primitiva atribución fue la de congregarse dos
veces cada semana para aconsejar al veguer y al baile
lo más conveniente a la utilidad pública y fidelidad al rey. La
elección para estos encargos la hacían en un principio los vocales
cesantes; pero, posteriormente fue preciso valerse de la
insaculación, para evitar las intrigas. Su autoridad y atribuciones
fueron tan grandes y democráticas, que pueden compararse con las de
un senado republicano, cuyo dux o presidente era el primer
consejero o Conseller en cap: Senatus Populusque
Barchinonensis se lee aun en la lápida del dintel de la puerta
del gran salón de las Casas Consistoriales en que este consejo
celebraba sus sesiones. El señor don Felipe 5° extinguió
este cuerpo municipal después de la guerra de sucesión,
sustituyéndole el Ayuntamiento .
Desde este momento
empezaron, en efecto, a notarse gestiones ambiciosas y prematuras en
algunos personajes elevados, deudos de la real casa de Aragón. Don
Jaime, conde de Urgel, el desdichado, biznieto por
línea masculina de don Alfonso 3.° de Aragón, que acababa
de casar con la infanta doña Isabel, hija de don Pedro 3.° y
hermana del mismo don Martín, no dudaba por ambos respetos
que le asistía el derecho de preferencia en la sucesión a la
corona de Aragón: el anciano don Alfonso, duque de Gandía y
conde de Ribagorza y Denia, descendiente por la misma línea
masculina de la casa de Aragón, e hijo de don Pedro, conde
de Ampurias y Ribagorza, que lo fue de don Jaime 2.° y
hermano de don Alfonso 3.°, no era de los que se creían con
menos derecho: con el mismo se consideraba don Fernando de
Antequera, hijo segundo de la reina de Castilla doña Leonor,
que lo fue de don Pedro 3.° de Aragón y hermana de don
Martín: don Luis, duque de Calabria, hijo de doña Violante,
que lo era de don Juan 1.° de Aragón, casada con el duque de
Anjou, que se titulaba rey de Nápoles, fundaba el suyo en la
proximidad del parentesco en que se hallaba con los últimos monarcas
de Aragón, si bien que de línea femenina: finalmente, el hijo
natural de don Martín de Sicilia, don Federico, que su
difunto padre había tan eficazmente recomendado en el sobredicho
testamento, y a quien su abuelo amaba con la mayor ternura, no sin
deseos de elevarle a la dignidad real, al menos del reino de
Sicilia, también se hallaba en el caso
de poder gestionar
con bastante fundamento.
Sin embargo, como la edad del
desventurado don Martín no estaba tan adelantada ni destituida de la
esperanza de poder conservar la estirpe varonil del inmortal conde
don Wifredo el Velloso, no faltó prudencia ni buena intención
en las cortes de Cataluña, que se hallaban entonces abiertas,
para aconsejar e inducir al monarca a que pasase a segundas nupcias
con doña Margarita, hija del
conde de Prades y de
doña Juana de Cabrera, joven modesta y agraciada, deuda de la
misma casa real y educada por la difunta reina doña María de Luna,
a quien realmente pasó a sustituir.
Celebráronse las bodas en
la real capilla de la quinta de Bellesguart el día 17 de
setiembre de 1409, con dispensa y bendición del entonces papa
Benedicto 13.°, que depuesto por el concilio de Pisa y
abandonado de todos los príncipes cristianos, menos del rey don
Martín, su deudo y amigo, se había refugiado al reino de su
naturaleza, donde por fin acabó sus días en la obstinación,
retirado al castillo de Peníscola, el día 23 de mayo del año
1423 (1). Asistieron a la ceremonia otros varios personajes, incluso
el Mtro. Vicente Ferrer, que tanta influencia tuvo en los
negocios públicos de aquella turbulenta época.
( l ) Fue
este antipapa en Peníscola lo que Napoleón en la isla africana, que
jamás pudo olvidar la púrpura que había vestido en las orillas del
Sena, según refieren las historias de los presentes y pasados
tiempos. Cuando después de haber favorecido con todas sus fuerzas la
elección de don Fernando, se vio abandonado por este monarca,
cuéntase que al despedirse de él le entregó un papel en que le
decía: «Ex nihilo feci te, et pro mutua mercede, solum me
dereliquisti in deserto. Dies tui erunt pauci, et vita tua
abreviabitur, illegilimaque tua progenies, in nefario incestu
concepta, non regnavit usque ad quartam generationem. » Cuyas
proféticas palabras vio el vulgo cumplidas en
parte con la
prematura muerte de dicho soberano, acaecida en Igualada a 2
de abril de 1416.
Así lo refiere Monfart en su Historia
inédita de los condes de Urgel, cap. 63. § 32.
Pero a
pesar de la condescendencia de don Martín, ni se logró el efecto
deseado, ni acallaron las pretensiones de los aspirantes al trono; en
tanto, que el rey se vio insultado por alguno de sus deudos en su
mismo real palacio, mientras que las cortes, que se hallaban aun
reunidas en Barcelona, noticiosas de tales demasías, y viendo por
otra parte que no aparecían síntomas de una esperanza que
tranquilizase la alarma pública, resolvieron en sesión de 15 de
abril de 1410 presentar una súplica al rey, rogándole
respetuosamente que sobre el grave negocio de la sucesión se dignase
tomar consejo de sus reinos, y dictar una medida preservativa y
bastante a acallar la ansiedad general.
Habíase anticipado ya el
rey a los deseos de las cortes, escribiendo a todos sus reinos que le
enviasen mensajeros, para que con su asistencia y consejo pudiese
declarar a quien correspondería la corona, en caso que a Dios
pluguiese llamarle a sí, sin haberle concedido hijos varones: y esta
fue la respuesta que dio el monarca a la demanda que se le hacía,
añadiendo haber obrado así espontáneamente para mayor bien del
reino, y no porque reconociese en los demandantes ningún derecho
para obligarle a ello.
A pesar de tanta diligencia, no parece que
tuviese efecto la junta convocada, ya porque los reinos, faltos aun
del necesario acuerdo acerca de la persona que más les convenida
designar, demorasen el acudir al llamamiento; ya porque el mismo don
Martín no anduviese tampoco muy solícito en dar su fallo, en duda
como estaba, y luchando entre la conciencia del derecho, y el
extremado cariño que profesaba a don Fadrique: mas no dejó
de ventilarse privadamente el negocio en los consejos del monarca,
abogando por quien bien le placía cada uno de los cortesanos.
Esta
irresolución del rey, unida a lo dudoso del negocio, fomentaba las
esperanzas de todos los aspirantes, dándoles aliento para continuar
sus intrigas en palacio y sembrar la discordia en el país, con la
mira de acrecentar el número de sus partidarios. A poco de haber don
Martín contraído su segundo matrimonio, presentáronsele ya los
embajadores de don Luis y doña Violante de Nápoles, que
entre las felicitaciones que le dirigieron por su enlace, soltaron
una demanda de herencia a favor del hijo de aquellos príncipes, y
pidieron además, que como inmediato sucesor fuese educado en la
corte de Aragón; pero el rey no quiso dar oídos a semejante
súplica, juzgándola, como debía, muy prematura, ya que solo por
complacer a sus reinos y cumplirles el deseo de que les dejase un
heredero directo acababa de pasar a segundas nupcias. No había sido
tampoco de los menos diligentes el conde de Urgel don Jaime de
Aragón: fuerte, más que por su derecho, por los numerosos
partidarios que le daban sus multiplicadas relaciones de parentesco y
amistad con las principales familias de Cataluña, el favor de que
gozaba con los Lunas de Aragón, y la adhesión que le profesaban
todos los valencianos; no tuvo reparo en ostentar muy altamente sus
pretensiones, y en subir luego, como quien dice, el primer escalón
del trono, pidiendo le fuese conferida la lugartenencia general
del reino, cargo que solamente se daba al inmediato heredero.
Don Martín, con quien gozaba el conde de muy poco valimiento, ya
porque le diese sombra su
desmesurado poder, ya porque se
recelase de la influencia y altivo carácter de su madre, accedió
sin embargo a lo que le pedía, y le envió a Zaragoza, sin
duda más que por complacerle y aumentarle autoridad, con la mira de
alejarle de sí, y comprometerle entre los bandos de Lunas y Urreas
(1) que agitaban aun a la sazón aquel reino. Así sucedió en
efecto; y aunque fue allá el conde, nunca pudo
llegar a ejercer
su oficio, y privado del apoyo y autorización del rey, hubo de
abandonar aquella capital al cabo de poco tiempo, retirándose al
pueblo de Almunia.
Seguía entretanto don Martín en
sus deseos de que le sucediese don Fadrique; pedíanselo además los
sicilianos, se lo pedían también algunos aragoneses,
y para este objeto habíase ya tratado secretamente de la
legitimación de aquel príncipe con el papa Benedicto. El conde de Urgel, a quien su madre, que no se apartaba del monarca, y la misma
reina, que también le favorecía, noticiaban todo lo que ocurría en
palacio, empezaba ya a perder sus esperanzas; y acabaron estas de
desvanecérsele, cuando el rey señaló el día 1.° de junio para
celebrar solemnemente la legitimación de su nieto. Trasladóse para
esto don Martín de su quinta de Bellesguart al monasterio de
Valldoncella; pero cuando iba a ver satisfechos sus más constantes
anhelos, sorprendióle a 29 de mayo una cruel enfermedad que en pocos
días le llevó al sepulcro, muriendo en la celda de la abadesa de
aquel monasterio a los 31 días de mayo del año 1410, sin haber
designado el sucesor, ni haber tenido siquiera resolución bastante
para contestar categóricamente a las preguntas que sobre esto le
hicieron, así la condesa de Urgel y otros magnates que le rodeaban,
como las repetidas embajadas que las cortes le enviaron para
explorar su voluntad.
(1) … pero había otro linaje, que
era el de los Urreas, que no estaba bien con las cosas del conde, y
se había ya declarado por Ludovico, hijo de la reina de Nápoles; y
el que más se mostraba por él era el arzobispo de Zaragoza don
García Fernández de Heredia, que había sido obispo de Vique
en Cataluña, y era fama que recibía algunas rentas del rey Carlos
de Francia. Monfart, fol. 383.
Monarca bondadoso, deseó como
el que más el bienestar de sus pueblos, y sacrificó sus
inclinaciones por lograrlo; pero dudando del derecho que asistía a
cada uno de los aspirantes al trono, aborreciendo quizás más de lo
que debía al desdichado conde de Urgel (2), y encariñado con su
nieto don Fadrique, no se atrevió a decidir por sí negocio de tanta
importancia, y legó al país
una manzana de discordia, que
hubiera podido acarrear fatales consecuencias, sin el celo de algunos
buenos patricios, y la sensatez y cordura de todos los súbditos.
Favorecíale hasta aquí la suerte al de Urgel; pues murió el rey en
sazón que todos sus competidores contaban aun con escasas fuerzas, o
se hallaban lejanos del territorio donde debía decidirse la
competencia: así es que, contando además con la común opinión de
todo el principado, que le era favorable, no se contentaba ya con
usar de su oficio de lugarteniente, sino que aspiraba a tomar
insignias de rey; y las hubiera usurpado, a no haber visto que el
país acogía malamente sus exageradas pretensiones.
(2)
Mereció justamente este conde el sobrenombre de desdichado, que le
dan todos los historiadores. Después de haber visto contra toda
esperanza desatendidas por los compromisarios
de Caspe sus
pretensiones al trono, fue el único de los competidores que
se rebeló e hizo armas contra el rey don Fernando; pero
sitiado en Balaguer, hubo de rendirse; entregóse prisionero, vió
confiscados todos sus estados, y separado de su familia, fue llevado
al castillo de Ureña y de allí al de Játiva, donde
acabó desastradamente sus días, después de haber expiado su
rebelión con diez y nueve años de cárcel. Hállanse curiosas
noticias acerca de este último conde de Urgel, en la historia
manuscrita de Diego Monfart, y en el proceso que contra él y
su familia mandó formar el rey don Fernando.
Las cortes
entretanto, que con la prematura muerte de don Martín habían
quedado abiertas; nombraron, antes de separarse,
doce personas
que representasen y gobernasen el principado; y encargaron al
gobernador de Cataluña, asociado de los cinco conselleres de
Barcelona; el despacho de cuantas providencias fuesen necesarias
para la tranquilidad del país.
Fue una de las primeras el
intimar al conde de Urgel que licenciase su gente de guerra y se
abstuviese de usar de su lugartenencia; pues no debían permitirse
semejante autoridad ni tales aprestos, si habían de ser iguales
todos los pretendientes y debía al cabo prevalecer la justicia.
Tampoco el principado quería decidir por sí solo este negocio, pues
recordaba cuan quejosos quedaron aragoneses y valencianos, cuando
Cataluña, sin consultar su voluntad, aclamó por reina a doña
María, primera consorte del mismo don Martín, entonces duque
de Montblanc; pero no tuvo reparo en tomar la iniciativa,
instando al gobernador para que convocase un parlamento (1), que se
pusiese de acuerdo con los demás reinos para la celebración de otro
general, en que se descerniese la corona a quien tuviese mejor
derecho. Accedió el gobernador, y espidió la convocatoria.
Tales
fueron los hechos que prepararon la reunión de aquel gran jurado
nacional, que adjudicó a un infante de Castilla la herencia de los
Wifredos y Berengueres. Así se desprende de documentos que a
continuación van insertos, y de otros muchos análogos que se hallan
custodiados en este archivo.
(1) Para que las asambleas de la
nación mereciesen el nombre de cortes, era esencial
que fuesen convocadas y presididas por el monarca. Cuando les
faltaba esta circunstancia, como sucedía en los interregnos,
entonces se les daba el nombre de parlamento.
ÍNDICE
de los documentos de la introducción al Parlamento de Cataluña,
por su orden cronológico (cronolójico en el original) y
correspondencia de su numeración romana.
AÑO DE 1403.
Núm.I, 15 de enero.
Convenio entre el rey don Martín de Aragón y el
Común de la república de Génova, confirmando las
paces ajustadas a 21 de noviembre de 1386, y estableciendo ciertas
reglas para indemnizar los perjuicios que aragoneses y
genoveses se habían causado mutuamente desde la celebración
de aquel tratado.
AÑO DE 1405.
II. 4 de mayo.
Capítulos
de paz y alianza ajustados por los reyes don Martín de Aragón
y don Martín de Sicilia, padre e hijo, con el rey moro de
Granada don Mafomat, hijo del rey Abolageig, en que
estipularon el mutuo comercio, la ayuda que debían darse, la
devolución de cautivos y otras cosas que resultan de este tratado.
AÑO DE 1407.
III. 7 de junio.
Carta del rey don Martín a la reina doña Violante, su cuñada, en la cual le dice,
que habiéndole participado su consejero mosen Galcerán de Sentmenat la prisión de Artal de Alagón, rebelde y
traidor a él y al rey de Sicilia, su primogénito; y que el rey de Jerusalén y de Nápoles, hijo de la misma dona Violante, le
hizo prender en París en el hostal de les tres puncelles, y
llevarlo después al castillo de Ganges, según se contaba en
la corte del padre santo; le escribía a dicho rey de Nápoles,
rogándole que lo tuviese bien guardado, hasta tanto que él le
avisase de su intención.
El rey don Martín
escribe al conde de Urgel, diciéndole que su hermana la infanta doña Isabel no había podido partir de Barcelona hasta el sábado último,
por haber de menester algunas cosas necesarias a su partida; y que no
habiéndose podido por lo mismo verificar la solemnización del
matrimonio de dicha infanta con don Jaime, hijo de dicho conde; le
suplicaba que lo prorogase
hasta por todo el mes de junio,
dentro de cuyo término, con la gracia de Dios, se podría
solemnizar.
V. 9 de junio.
Carta del rey don Martín de
Aragón a Dalmacio Bier, procurador real en los condados de Rosellon y Cerdaña, diciéndole, que habiéndole
participado su hermana la reina doña Violante, que el rey Luis de Francia había preso en París a Artal de Alagón; partiese
inmediatamente a verse con dicho rey Luis, y le suplicase de su parte
que le entregase el preso, mandándole conducir a uno de los puertos
de mar de Provenza, a donde don Martín enviaría una galera para
recogerle y castigarle por sus traiciones, rebeldías y
confederaciones con el común enemigo Lanzalao; y que para más
obligar a dicho rey Luis, le participase que su hijo el rey de
Sicilia, don Martín, había dado consejos y ayuda de naves y gente
al capitán de las suyas que se hallaban en Palermo, y salvaguardia a
la princesa de Taramo contra del referido Lanzalao.
VI.17 de agosto.
Instrucciones dadas por el rey don Martín al baile general de Aragón y a Berenguer de Bardaxí, sus consejeros,
de lo que debían decir de su parte en el concilio provincial que iba a celebrarse en Zaragoza sobre la unidad de la Iglesia.
VII.
4 de octubre.
Carta del papa Benedicto 13° (Pedro de Luna)
al rey don Martín, refiriéndole la desunión que había entre él y
Angelo Corario, el cual aspiraba al pontificado y se hacía
nombrar Gregorio.
VIII. 2 de diciembre.
Testamento de don Martín, rey de Aragón, nombrando heredero suyo a don Martín,rey de Sicilia, su primogénito.
IX. 30 de diciembre.
Carta
del rey al camarero de la reina, pidiéndole la cama de terciopelo, y
la tunicella con que se había consagrado reina su mujer, para
en el caso de que le subsiguiese la muerte. A continuación va el
documento que manifiesta el fallecimiento de dicha reina doña María de Aragón.
AÑO DE 1408.
X. 27 de junio.
Carta
del rey don Martín a los diputados de Aragón, pidiéndoles consejo
sobre si daría o no acogida en sus reinos al Padre santo, que
trataba de venirse a ellos por causa de la desunión que se había
suscitado entre él y el rey de Francia, a quien había escomulgado
porque le había negado la obediencia.
XI. 18 de agosto.
Contesta el rey don Martín al conde de Urgel, manifestándole el
gran placer que había tenido en saber que su mujer hubiese dado a
luz una infanta; y que hallándose indispuesto para ir personalmente
a sacarla de pila, había trasmitido sus veces al efecto al abad
de Santas Cruces. /
linfanta vostra muller /
XII. 20 de setiembre.
Contesta
el rey don Martín a la carta que el conde de Denia le había
escrito, implorando su amparo y protección para con el duque de Gandía, su padre, quien le había desheredado por via de testamento,
nombrando heredero suyo al rey de Sicilia.
XIII. 20 de setiembre.
El rey don Martín, accediendo a la súplica del conde
de Denia, escribe al duque de Gandía para que no le desherede, antes
bien le bendiga y perdone; previniéndole al mismo tiempo que el rey de Sicilia no admitirá la herencia.
XIV. 19 de octubre.
Carta o mandato del rey don Martín de Aragón a don Lope de Gurrea, quejándose de que sus bandos con don Antonio de Luna
habían influido en las elecciones de los jurados de Ejea
contra toda costumbre, y que si se entrometía otra vez en estos
asuntos, sería castigado en su persona y bienes.
XV. 23 de octubre.
El emperador de Constantinopla, contestando a
las cartas que por parte del rey don Martín le había presentado
Pedro de Quintana, su mensajero, le renueva sus afectuosas
relaciones y amistad, y le envía por medio de su embajador Manuel Crusolora, o Chrysolora, algunas reliquias que le había pedido,
correspondientes a la pasión de Jesucristo, como son: algunas
partículas de la columna en la que fue ligado; de la piedra sobre
que san Pedro se había recostado llorando amargamente su trina negación; de la piedra en que había sido puesto el Redentor
para ser ungido después del descendimiento de la cruz; y de las
parrillas en que había sido asado san Lorenzo. A continuación de
dicho carta se halla el salvoconducto de la Diputación de Cataluña a favor de dicho Manuel Crusolora, para que pudiera
volverse a Constantinopla.
AÑO DE 1409.
XVI. 27 de enero. (probablemente de 1409)
Carta de varios cardenales al rey
don Martín, desde Pisa, suplicándole que envíe sus nuncios o embajadores e interponga todo su valimiento, a fin de que el
papa Benedicto Luna acuda al concilio que iba a
celebrarse en aquella ciudad.
XVII (Sin fecha: pero se halla
entre los documentos de 1409).
Instrucciones que el rey don Martín de Aragón dio a su camarero Francisco Martorell,
sobre lo que debía decir al papa (Luna) en orden a las declaraciones
del concilio de Pisa, que S. M. reprobaba altamente.
XVIII. 29 de abril.
Convenio celebrado entre don Martín
de Aragón y su sobrino don Juan 2.° de Castilla, sobre comercio y
apertura de puertos marítimos y terrestres, cerrados en el reinado
de don Enrique 3.°; libre tráfico de mercaderías entre ambas
potencias, y arreglo del derecho de quema por los daños causados en
las pasadas guerras, etc. / aparece lengua aragones / damnificados /
XIX. 7 de mayo.
Capítulos
matrimoniales entre don Federico, hijo natural del rey de Sicilia, de
una parte; y doña Violante, hija del ínclito don Jaime de Prades, de la otra.
XX. 18 de mayo.
Carta del rey don Martín de Aragón al maestro Vicente Ferrer (San Vicente),
credencial de su consejero el religioso Francisco Perera,
penitenciario del papa, que le enviaba para cierto asunto de interés.
Carta del rey don Martín de Aragón a su primogénito el rey de Sicilia, dándole
parte de su buena salud, y manifestándole la satisfacción que le
habían causado las noticias que le daba de la suya y de su reino, y
sobre las ordenanzas que había dictado a la escuadra de Sicilia: le
avisa de los socorros que le enviaba con mosen Pedro Torrelles, y le
da algunos buenos consejos.
XXII. 25 de junio.
Carta del
rey don Martín de Aragón al emperador Miguel Paleologo,
moderador de Romea, recomendándole eficazmente al noble
Alioto de Caupena, señor de la Legena de la Payada.
XXIII. 6 de julio.
Los diputados del general de Cataluña
felicitan al rey de Sicilia, por haberle declarado sucesor a la corona de Aragón el rey don Martín, su padre.
XXIV. 22 de julio.
Carta del rey don Martín a mosen Pedro Torrelles, su
embajador en Sicilia, significándole el gran placer que había
experimentado al recibir las nuevas que le comunicaba de la victoria
obtenida en Sant-Luri por su primogénito. Le da noticia de hallarse
en Barcelona el maestro Vicente Ferrer «que dice misa alta y predica maravillosamente todos los días,» y le dice que el papa estaríatambién aquí el día 1.° del próximo agosto.
XXV. 25 de julio.
Testamento del señor don Martín, rey de Sicilia,
nombrando heredero a su señor padre don Martín, rey de Aragón,
dejando el condado de Luna a su hijo natural don Federico, habido
cuando soltero de cierta mujer llamada Tarsia, también
soltera; y encargando a dicho señor su padre que se digne casar con
magnificencia a su hija natural Violante, que había tenido
también de otra mujer soltera, por nombre Agatucia.
XXVI.
agosto.
Instrucciones sobre lo que mosen Jaime Roura ha de
hacer y decir, por mandato del rey de Aragón, a la señora reina de Sicilia y otras personas de aquel reino en su embajada. Jacme Roure.
XXVII.
3 de agosto.
Carta del rey de Aragón don Martín al rey de Sicilia, su primogénito, haciéndole saber que en el concilio de Pisa había sido elegido papa el cardenal de Milán, natural
de Candía, que es llamado Alejandro 5.°; y que de
esta elección disentían su primo-hermano el rey de Castilla, y
otros reyes y condes.
Alejandro 5.° |
XXVIII. 5 de agosto.
Don Martín, rey de Aragón y de Sicilia, después de la muerte de su primogénito,
nombra gobernador de la isla de Cerdeña a mosen Guillermo Ramon de Moncada. (Muncada)
XXIX, 6 y 8 de agosto.
Cartas del rey de Aragón y de Sicilia a la reina de Sicilia, su nuera, consolándola
por la muerte de su esposo, y confiriéndole la administración y gobierno de aquel reino.
XXX. 7 de agosto.
Proposición
hecha a la corte de Cataluña por mosen Sperans-in-deo Cardona,
vicecanciller del rey don Martín, sobre el modo de proveer a los
gastos que habían de ocurrir para la conservación de Cerdeña y Sicilia, después del fallecimiento del soberano de este reino.
Carta del rey don Martín a mosen P., mandándole que él, en unión con los
barones, nobles, caballeros y gentiles hombres que están en Cerdeña,
ponga todo su conato en recobrar y reducir totalmente dicho reino
a su obediencia, siguiendo lo que él y otros habían hecho ya para
gloria y exaltación de su real corona, antes del fallecimiento del rey de Sicilia, su primogénito.
XXXII. 18 de agosto.
Carta
del rey a mosen Pedro Torrelles, capitán general de la armada, en
que le decía, que accediendo a las súplicas del conde de Urgel y
diputados de Cataluña, y tomado consejo del Padre santo en presencia
del maestro Vicente Ferrer, del prior de Vall-de-Jesuchrist y mosen
Francisco de Aranda, había determinado casarse cuanto antes; que
luego pasaría a Cerdeña, y para el efecto le mandaba que le enviase
bien aparejada la galera dels Cans, para pasar en ella
personalmente a dicho reino.
XXIII. 22 de agosto.
Nombramiento de tutor y curador del egregio niño don Federico,
hijo natural del rey de Sicilia, ya difunto, hecho por el rey don
Martín de Aragón a favor de Pedro de Torrelles, con amplios poderes
para dirigir, gobernar y administrar los bienes de dicho pupilo, ya
legitimado por dicho rey don Martín.
XXXIV. 26 de agosto.
Carta del cardenal de España al rey don Martín, participándole,
que el dux y común de Venecia, después de grandes consejos tenidos
con los mayores letrados, y oídas y consideradas todas las razones
de los embajadores del concilio general, y las de los embajadores deAngelo Corario y otros, determinaron que la obediencia que daban a
dicho Corario fuese retirada, y dada al papa Alejandro 5.°
XXXV.
16 de setiembre.
Carta del rey don Martín a los mallorquines,
notificándoles que habiendo quedado sin hijo heredero por la muerte
del rey de Sicilia, su primogénito, había deliberado con consejo
del Padre santo y a ruego de las cortes generales de Cataluña,
elegir por mujer y reina a la egregia doña Margarita de Prades,
y celebrar al siguiente día su matrimonio.
XXXVI. 24 de
setiembre.
Contestación del rey don Martín al cardenal de España, diciéndole que siempre tendría por verdadero papa y
vicario de Cristo a Benedicto 13.°, y no consentiría que en sus
dominios fuese maltratado por nadie.
XXXVII. 18 de
octubre.
Carta del rey don Martín al procurador de Catania,
dándole orden para que de los fondos secretos provenientes de su
oficio, pague a Antonia, nodriza del ínclito Federico de Aragón,
nueve onzas de oro anuales, que el rey de Sicilia difunto le
había concedido como a tal nodriza.
XXXVIII. 21 de octubre.
Carta del rey don Martín al rey don Carlos el noble de Navarra, en la que, después de manifestarle el sentimiento que
tenía por la muerte de su primogénito el rey de Sicilia, le hace
saber que había conferido la lugartenencia de aquel reino a la reina viuda, en los mismos términos con que la tenía en vida de su
marido.
XXXIX. 7 de noviembre.
Carta del cardenal de España al rey don Martín, diciendo que aquel a quien él llamaba
papa, y el otro (Angelo Corario) que se titulaba Gregorio, habían
sido por todo el concilio general y universal Iglesia declarados,
pronunciados y condenados por públicos y notorios herejes y
cismáticos, y depuestos del papazgo y de la Iglesia; y
que concordemente y sin contradicción alguna había sido elegido
papa y verdadero vicario de Cristo Pedro de Candía, de la
orden de san Francisco, cardenal de Milán y natural de Grecia.
XL.
22 de noviembre.
Carta del rey don Martín al rey de Navarra, su
hermano, en la que, después de participarle que él y su amada mujer
disfrutan de salud, le ruega que dé crédito a cuanto de su parte le
dirá su consejero mosen Dalmacio de Dernius.
XLI. 22
de noviembre.
Otra carta del mismo rey, dirigida al duque de Borgoña, diciéndole lo mismo.
XLII. 22 de noviembre.
Otra
al duque de Berry de igual contenido.
XLIII…
Instrucciones dadas al embajador Dalmacio de Dernius, enviado a
Francia.
XLIV. 30 de noviembre.
Carta de don Pedro Torrelles, proponiendo para obispo de Sales a don Ramon de Moncada, (Muntcada) porque el obispo que había estaba preso en su poder,
pues era cismático y afecto al antipapa, y andaba predicando entre
los sardos malas doctrinas.
XLV. 16 de diciembre.
Comunicaciones que mediaron entre las cortes de Cataluña
y el vicecanciller del rey, a fin de que dicho señor saliese de Barcelona junto con la señora reina su esposa, y eligiese
S. M. el punto que fuese más conveniente en el Principado para trasladar a él la corte, y evitar el peligro que
amenazaba las vidas de tan sagradas personas, con motivo de la grande
epidemia que se había desarrollado en Barcelona.
AÑO
DE 1410.
XLVI. 9 de enero.
Habiendo escrito el rey don
Martín al conde de Cardona para que fuese a juntarse con él,
le contesta el conde desde Lérida, (Leyda) diciendo que no puede
cumplirlo por el accidente ocurrido a su hermano el obispo. Mas
creyendo que le llamaba para tratar de los asuntos de Cerdeña, le
dice que para dar fin a la conquista de aquella isla y reducirla a la
obediencia, como conviene al honor de la casa de Aragón, era
necesario hacer gastos de consideración y socorrer a los que en ella
estaban prestando servicios.
XLVII. 15 de febrero.
Carta
del rey de Navarra don Carlos al rey de Aragón, suhermano, diciéndole que pensaba partir para su reino el día 17
de febrero; que entendía pasar por Bourges y ver a su amada
tía la duquesa de Berry, y de allí continuar su camino,
pasando por los reinos y señoríos suyos; a cuyo fin le rogaba que
para guiarle y darle entrada en las villas y lugares de su reino, le
enviase a Perpiñan uno de sus caballeros que le saliese al
encuentro.
XLVIII. 19 de febrero.
Carta del rey don Martín al príncipe Roberto, rey de romanos, anunciándole la misión
de su consejero y embajador Tomas de Collibre, enviado para
tratar con él de negocios de la Iglesia. (Colliure, Coquolibero)
Carta del rey don Martín a su nuera la reina de Sicilia, diciéndole que había
deliberado pasar a aquel reino para ponerlo en buen orden; y que ya
lo hubiera ejecutado, sino hubiese estado esperando a los
mensajeros de todos sus reinos y tierras, para que fuesen presentes a
la declaración que quería hacer sobre la sucesión de sus estados,
en caso de que Dios fuese servido que muriese sin hijos varones: y
que luego de hecha hecha aquella declaración, partiría
inmediatamente para aquel reino; rogándole que en el entretanto
tuviese gran diligencia y cuidado de regirlo y gobernarlo bien, para
cuyo fin le enviaría luego algunos sicilianos y catalanes
de probidad, para aumentar el número de los de su consejo.
L.
15 de abril.
Las cortes de Cataluña piden al rey don Martín,
que en atención a haber fallecido su hijo el rey de Sicilia, escriba
a todos sus reinos y tierras para que destinen y envíen incontinenti notables y solemnes embajadores, que determinen el orden de sucesión a la corona, en el caso que Dios permitiera que muriese sin hijo varón. A cuya petición se contesta por parte del rey, que dicho
señor había ya para entonces escrito de motu propio a la mayor
parte de sus reinos y tierras que le enviasen sus embajadores, no
porque creyese estar obligado a ello ni necesitar su consentimiento,
sino porque quería llevar el negocio a buen término, como lo había
comenzado. (fill mascle)
LI. 20 de abril.
Revocación de una real
provisión, en la cual se hace mérito de que san Vicente Ferrer
fue a Vich, y predicaba sus sermones en la plaza.
LII.
29 de abril.
Exhorto del rey al baile general de Valencia y
a Domingo Masconi, enviándoles por duplicado el requerimiento (requirimiento) que había hecho a las cortes de aquel reino,
con motivo de no haber querido juntarse ni enviar mensajeros para tratar de la sucesión a la corona.
LIII. 50 de abril.
Carta
del rey don Martín de Aragón a los obispos de Valencia y Segorbe y
a todo el brazo eclesiástico de aquel reino, quejándose de que
después de tanto tiempo como se lo había pedido y mandado, no le
hubiesen enviado aun personas instruidas para aconsejarle sobre la
persona que debía nombrar sucesor suyo en la corona de Aragón, en
el desgraciado caso de morir él sin hijos; y
haciéndoles
responsables de los males que este retardo pudiese ocasionar a sus
vasallos.
LIV. 4 de mayo.
Don Jaime de Aragón, conde de Urgel, contesta al rey don Martín su tío, diciéndole
que los zaragozanos estaban contentos de que él usase de la
lugartenencia general del reino, conforme se lo habían
acreditado con actos públicos certificados por escribano de su
consejo; y le instaban que les jurase los fueros,
privilegios y libertades del reino, y que les
hiciese justicia: a cuya instancia había accedido, habiendo
quedado todos acordes, a excepción del arzobispo y don Pedro de Urrea con sus partidarios, que eran los que se oponían.
LV.
10 de mayo.
Carta del conde de Urgel al rey don Martín su tío,
diciéndole que el arzobispo de Zaragoza con don Pedro de Urrea se habían fortificado en la seo, en su casa y en otras
diez o doce casas vecinas, donde se habían establecido los hombres más malvados de la ciudad, rebelándose contra las reales
disposiciones.
LVI. 11 de mayo.
Carta del conde de Urgel,
en la que se queja al rey su tío de que su secretario le mudase el
nombre en una credencial que había recibido el día antes por su
tesorero Narciso Sabastida, para que guardase de desórdenes
la ciudad de Zaragoza; y le dice que él ha sufrido por guardar la lugartenencia lo que no hubiera sufrido para sí mismo, y que en
adelante no recibiría otra carta alguna, que no le fuese dirigida
bajo el nombre de Jaime de Aragón, que era el suyo verdadero.
LVII. 12 de mayo.
Carta del rey don Martín al arzobispo de Zaragoza, en que le dice, que habiendo ocurrido muchos escándalos en el reino de Aragón, y especialmente en dicha, ciudad de
Zaragoza, por la oposición que se hacía a que el conde de Urgel ejerciese su oficio de lugarteniente general de aquel reino; escribía al justicia, mandándole que echase (gitar, foragitar) fuera de la
ciudad a dichas gentes armadas, y le ruega a él que trabaje también
por su parte para que así se cumpla.
LVIII. 14 de mayo.
El
conde de Urgel da parte al rey don Martín su tío de los grandes
escándalos ocurridos en Zaragoza el día 14 de mayo, habiendo tocado
las campanas a rebato y trabádose batalla en la calle Mayor (carrera major, en la
que hubo muchos heridos y muertos) entre los partidarios del conde al
ir a la plaza del Pilar a jurar los fueros, y los del arzobispo y del
justicia que se oponían a dicha jura.
LIX. 18 de mayo.
Carta del rey don Martín a su sobrino el conde de Urgel,
mandándole que sobresea totalmente en usar del oficio de lugarteniente suyo general de Aragón, hasta tanto que por el
justicia sea pronunciado que deba ser admitido; y en caso que éste
dijese que no deba serlo, que cese del todo en dicho oficio:
apercibiéndole que, para el caso de resistencia, le revocaba y
anulaba la comisión que le había conferido y todas las demás
provisiones que le hubiese otorgado.
LX. 29 de mayo.
Carta
del rey don Martín a mosen Antonio Torrelles, en al
que le acusa el recibo de la que le había escrito participándole la
buena salud de su nieto don Federico, conde de Luna, y el buen
estado de aquel país, que se hallaba libre de epidemias; y le ruega
afectuosamente que dé siempre a dicho su nieto todos los gustos
y placeres que pueda.
LXI. 30 y 31 de mayo.
Acta pública
por la cual consta, que hallándose el rey don Martín, el 30 de mayo a las once de la noche, enfermo en la cámara de la abadesa del
monasterio de Valldoncella, pero en su sano juicio y con habla, le
preguntó el conseller de Barcelona Ferrer de Gualbes,
si le placía que la sucesión de sus reinos y tierras recayese
después de su muerte en aquel a quien de justicia correspondiese; y
el rey contestó: Hoc. Cuya pregunta le fue repetida el día
siguiente, pocas horas antes de fallecer, sin que pudiese lograrse de
él ninguna otra respuesta más explícita (esplícita).
Hoc:
Oc : sí en occitano,
Langue d´Oc : Languedoc : Occitan (5 dialectos principales:
provenzal, lemosín, gascón, auvernhat, vivaroaupenc, y otros subdialectos como el aranés, sin olvidar
que el catalán siempre fue un dialecto de esta lengua).
LXII.
4 de setiembre.
Carta de los diputados del general de Cataluña
residentes en Barcelona al gobernador del Cataluña, que se
hallaba en Monblanch, diciéndole que les duele el haber
tenido que retardar su ida al parlamento; pero que habiendo
consistido dicha tardanza en el mal tiempo, partirían luego que
éste lo permitiese.
LXIII.
Varias noticias sacadas de
la historia inédita de los condes de Urgel, por Diego Monfar.
(Monfart)
Continúa con el
parlamento en Barcelona