
Las carabelas fueron embarcaciones de vela ligera utilizadas en los siglos XV y XVI por Portugal y España, especialmente conocidas por su papel en los viajes de exploración durante la Era de los Descubrimientos. Estas embarcaciones eran ideales para explorar mares desconocidos y aguas costeras poco profundas debido a su maniobrabilidad, velocidad y capacidad para navegar contra el viento.
Las carabelas tenían una única cubierta y popa llana, y generalmente contaban con tres palos con tres velas, aunque algunas versiones tenían dos velas latinas o combinaban velas latinas con velas cuadradas.
Su diseño permitía que navegaran a una velocidad de unos ocho nudos y fueran muy maniobrables, lo que las hacía adecuadas para explorar aguas desconocidas y costeras.
Las carabelas fueron cruciales en la exploración y descubrimiento de nuevas rutas comerciales y territorios, incluyendo el viaje de Cristóbal Colón en 1492, en el que utilizó tres carabelas:
la Niña, la Pinta y la Santa María.
Aunque la Santa María era una nao, no una carabela, la Niña y la Pinta fueron carabelas latinas que fueron convertidas en carabelas redondas poco antes del viaje de Colón.
Con el tiempo, las carabelas fueron reemplazadas por embarcaciones más grandes y mejoradas, como los galeones, debido a su mayor capacidad de carga y resistencia.
Sin embargo, las carabelas permanecen en la historia por su papel fundamental en la exploración y colonización de América y otras regiones.