IV
PARTENSA.
¡Prech
á Deu fosses mirall,
¡Prech á Deu!,
De los fillets del
traball!
***
Traballs
rodejat l´havían
Desde ´l matí a la vesprada;
Traballs be
podían dirse
Del pobre malalt lo pare.
Ab
la suor del seu front
Lo pa dels infants guanyava;
Peresa jamay
havía
Visitat la seua casa.
IV
DESPEDIDA.
¡Ojalá
fueras espejo,
¡Ojalá!,
Del trabajador moderno!
***
Los
trabajos rodearon su cuna, y rodeaban su lecho de muerte. Los
trabajos habían sido el padre del pobre enfermo.
Con
el sudor de su frente ganaba el pan de sus hijos; la pereza no había
visitado nunca su casa.
Dematí
dematinet
Quant l´aurora clarejava,
Del obrador lo
llindar
Ja´l veya llest presentarse.
Lo vespre quant la
claror
Dels portals s´en es anada,
Revoltat de sos infants
Y
ab l´esposa que ben ama;
Devant una Dolorosa,
Consol
de les seues ánimes,
Les oracions del rosari
Ell en familia
resava.
En
lo día del Senyor,
Repòs de la greu setmana,
L´esperit en lo
sant temple
Les veus del cel ascoltava.
Les
cases del vil plaher,
Hont l´honradesa s´esglaya,
Les
cavernes hont se jura
La perdició de la patria,
D´eix
menestral nobilíssim
No conexían la cara;
D´eix honrat
traballador
May, may sentiren les passes (pass* se talle)
Muy
de madrugada, cuando clareaba la aurora, veíalo el taller penetrar
con alegre ánimo por sus puertas.
De
noche, cuando la luz ha desaparecido de las tiendas, rodeado de sus
hijos y de su amada esposa;
ante una imágen de la Vírgen de
los Dolores, consuelo de sus almas, rezaba en familia las oraciones
del santo Rosario.
El
Domingo, día de descanso de la trabajosa semana, acudía á la
parroquia á escuchar las refrigerantes voces del cielo.
Las
moradas del vil placer, donde la honradez sufre desmayos; las
cavernas donde se jura la perdición de la patria;
no
conocían el rostro de este nobilísimo menestral; nunca, nunca
oyeron los pasos de tan honrado trabajador.
Quant
la dolça primavera
Empeny la trista ivernada,
Y recorda Mare
Esglesia
Los misteris de la Pascua.
Llevòrs
al peu del Sagrari,
Les culpes del any rentades,
Rebía de Deu
lo Còs,
Lo pa celestial del ánima.
Y
després, ¡oh santa vida!
¡Oh
la singular creuada!,
Lluyta severa y perpetua
Contra ´l mal
qui l´assetjava.
Oh la vida profitosa
D´eix home que ara
batalla
Ab l´angoxa de la mort,
Que s´en es venguda irada.
Miraulo,
feels dexebles
Del que morí per nosaltres;
Miraulo y preneu
exemple
De paciencia y de constancia.
Jau
en un pobre llitet
De pobre mes neta casa;
L´esposa ´l
serveix plorant,
Lo sacerdot l´encoratja.
Cuando
la dulce primavera vence al triste invierno, y la Santa Madre Iglesia
recuerda los misterios de la Pascua,
entónces, al pié del
Sagrario, lavadas en la piscina de la Penitencia las culpas de todo
el año, recibía el Cuerpo de Jesucristo, el pan celestial del alma.
Y
despues, ¡oh santa vida! ¡oh singular combate!, luchaba severa y
continuamente contra el mal, que nos acecha por todos lados.
Bendita
y aprovechada vida la de este hombre, que ahora batalla con las
ansias de la próxima arrebatada muerte.
Miradle,
discípulos del que murió por nosotros en la Cruz, miradle, y tomad
ejemplo de paciencia y de constancia.
Está
acostado en pobre cama, de pobre pero limpia alcoba; la afligida
esposa le sirve, el sacerdote le infunde valor.
Fa
poch que ha tengut la ditxa
De unirse ab lo Deu de gracia;
Y
ungit ab lo sagrat oli
Emprèn la derrera marxa.
Los
ulls d´amor espirejan,
Se conmou sa trista cara,
Y coralment
pronuncía
Les més alegres paraules.
Quant
lo ministre de Deu,
De l´eternitat li parla,
Sa boca sent de
la gloria
La dolçor no pregustada.
Recorda
los seus pecats
Y´l perdó n´implora ab ansia,
Estrenyent un
Crist mil voltes,
Donantli dolces besades.
Y crida á los
seus infants
Qui defora en plors esclatan,
Y tenintlos en torn
seu
Los diu ab veu menyscabada:
“Infants meus, sïau
feëls
Tota la vida á la gracia;
Ascoltau la veu severa
Que´l
traball vos encomana.
Há
poco tuvo la dicha de recibir al Dios de la Eucaristía; y ungido con
los santos óleos emprende la última etapa.
Sus
ojos chispean de amor; se conmueve de gozo su triste semblante; y
pronuncia entre dientes las más alegres palabras.
Cuando
el ministro de Dios le habla de la eternidad, su paladar siente la no
gustada dulzura de la Gloria.
Acuérdase
de sus pecados, y contrito pide indulgencia, estrechando mil veces un
Crucifijo, dándole dulcísimos besos.
Y
llama á sus hijos, que en la antesala se deshacen en llanto, y, al
verlos al rededor de la cama, les dice con entrecortada voz:
“Hijos
míos, sed fieles toda la vida á la Religion; escuchad la voz del
deber que os recomienda el trabajo.
“Alçau
los ulls á n´el cel
Si la dissort vos aglaça;
Pregau per mi,
fillets meus…
No us oblideu de la mare…”
Y baxa ´l
cap, y ab l´angoxa
Les forces perdent anava;
Y mira aprés la
familia,
Y mira al Crist… y badalla.
Ab
un “¡Jesús meu, teniume!”
L´esperit dexa sa cárcer;
Queda
´l còs just si dormís,
L´esperit s´en va á la Patria.
“Si
la contraria fortuna os abate, levantad los ojos al cielo; hijitos
míos, rogad por mí…No os olvidéis de vuestra madre…”
Y
baja la frente, y la angustia le hace perder las fuerzas: mira á la
familia, mira al Crucifijo…. y exhala el último aliento.
Con
un “¡Jesus, valedme!” el espíritu deja su cárcel; el cuerpo
queda como si estuviese dormido, el espíritu sube á la Patria.