En tiempos en los que regía los destinos de Aragón el rey Sancho Ramírez, el ejército cristiano aragonés trató una y otra vez de conquistar por la fuerza de las armas la ciudad de Ejea sin éxito alguno, pues tanto la enorme valía y la bizarría de los soldados musulmanes como la situación privilegiada de la que gozaba el enclave de la murada plaza impedían un asalto definitivo con ciertas garantías.
Afortunadamente, cuando los soldados aragoneses estaban a punto de perder toda esperanza de victoria, llegaron de Gascuña el conde de Bigorra, don Gastón de Espés y otros muchos nobles y caballeros franceses con sus propias huestes perfectamente armadas. Éstos, una vez se hubieron percatado de la situación real —muy difícil por cierto—, aconsejaron humilde y sabiamente al rey que hiciera una promesa a san Geraldo, santo del que eran muy devotos los guerreros franceses. De esta manera, le hablaron pormenorizadamente al rey aragonés del monasterio de Selvamayor, situado en plena Gascuña, donde se guardan los restos de tan venerado santo, bien conocido y aclamado por su demostrado poder milagroso. (Abbaye de La Sauve-Majeure)
Sancho Ramírez, deseoso de tomar Ejea a toda costa para proseguir el avance reconquistador en otros frentes, prometió que, en caso de obtener la fortaleza, entregaría al santo las primicias de pan, vino, olivas, lino y de todas las riquezas de la tierra. Así es que el ejército aragonés, confiado en el poder intercesor de san Geraldo ante Dios y en el apoyo de los franceses, se dispuso para la batalla final lleno de fe en la victoria. La lucha por la hasta entonces inexpugnable Ejea —que sin duda hubo de ser muy intensa— terminó con la muerte de todos los infieles a manos cristianas, con lo que la población cayó y quedó en poder del monarca aragonés.
La calma se hizo en el campamento del gozoso rey Sancho Ramírez, quien, fiel a la palabra que había empeñado ante los muros ejeanos, satisfizo la promesa que le hiciera al santo y para ello mandó construir dentro ya de la ciudad tomada una iglesia, casa y cementerio (lo que se denominó en adelante como «Abadía de Ejea»), donde se recogerían y guardarían desde entonces los frutos de las primicias prometidas.
Ejea de los Caballeros (Exeya d’os Caballers en aragonés) es una villa y un municipio español, de la provincia de Zaragoza y la comunidad autónoma de Aragón, situado en la comarca de las Cinco Villas en el partido judicial homónimo. Dista 72 km de la capital provincial, Zaragoza, y 43 km de Tudela (Navarra).
Con una superficie de 609,92 km², es el segundo municipio más extenso de Aragón. Tenía una población de 16 605 habitantes (INE 2018), lo que le convierte en el cuarto más poblado de la provincia.
Actualmente, el municipio de Ejea de los Caballeros comprende las siguientes localidades:3 Bardenas, El Bayo, Ejea de los Caballeros, Farasdués, Pinsoro, El Sabinar, Rivas, Santa Anastasia y Valareña.
Por su extensión se trata de uno de los municipios españoles más extensos, siendo su superficie de 609,92 km2.
El término municipal incluye los núcleos habitados de Farasdués y Rivas, junto con los pueblos de colonización de Pinsoro, El Bayo, Bardenas, Valareña, Santa Anastasia y El Sabinar. Limita al norte con Sádaba, Biota, Luesia y Asín; al este, con Orés, Luna y Castejón de Valdejasa; al sur, con Tauste; y al oeste, con las Bardenas Reales, en Navarra.
El origen geológico del territorio que hoy ocupa Ejea de los Caballeros se remonta al comienzo de la Era Terciaria, en lo que los especialistas han llamado el «paroxismo alpino».
Justo en la zona donde en la actualidad se sitúa Ejea, se produjo un hundimiento, que se cubrió con posterioridad con materiales miocénicos (margas, arcillas, arenisca y calizas) de una antigüedad en torno a los 22 millones de años. La fineza de esos materiales facilitó la acción de la erosión diferencial, que a lo largo de miles de años configuró este territorio con unas formas dominadas por la planitud del terreno.
Así pues, Ejea se ubicó en el centro de una depresión cubierta después por sedimentos cuaternarios, de hace un millón de años, que tiene relación con el sistema fluvial de terrazas Arbas-Riguel. Como consecuencia de todo ello, el relieve ejeano es predominantemente llano, salteado tan sólo por suaves elevaciones. Ejea se encuentra a 320 msnm, altitud baja si se compara con los 525 msnm de la vecina villa de Luna o con los 745 msnm de la Sierra de Erla y los Montes de Sora.
Ejea tiene un clima de tipo continental, aunque suavizado con ligeros matices del clima mediterráneo. Se caracteriza por sus temperaturas extremas, la escasez e irregularidad de las precipitaciones y la limpieza atmosférica gracias a los vientos. El clima es de los más duros de España, con temperaturas muy bajas en invierno que pueden alcanzar los 18 °C bajo cero y temperaturas superiores a los 40 °C en verano.
La temperatura media anual es de 14 °C. Los meses más fríos son enero y febrero con medias menores de 5 °C, aunque se dan baremos absolutos que descienden por debajo de 0 °C, sobre todo en invierno. La media de temperatura de noviembre a enero es inferior a los 10 °C, pero se producen con frecuencia heladas hasta bien entrado el mes de mayo.
Los meses más calurosos son julio y agosto, aunque ya desde finales de junio se produce un aumento notable de las temperaturas. La media en el verano es de 23 °C, sin descartar los días en que el termómetro alcanza los 40 °C. Esta rigurosidad térmica se suaviza en otoño.
La media de lluvias de Ejea es de 468 mm anuales, siendo mayo el mes más lluvioso seguido de la estación otoñal, en forma de gota fría. Por el contrario, el verano es el periodo más seco, humedecido sólo con esporádicas tormentas de origen térmico.
El viento es un meteoro muy característico de la zona. El viento del norte encajonado en el valle del Ebro origina el llamado «cierzo», que llega a alcanzar grandes velocidades y provoca una sensación térmica muy fría en invierno pero refrescante en verano. En verano, sobre todo, sopla el viento del sureste, el llamado «bochorno», que contribuye al aumento de las temperaturas.
Tanto el relieve como el clima hacen que el régimen hidrográfico sea un tanto irregular, con una pertinaz sequía en verano, sólo rota por las riadas provocadas por las tormentas y con un aumento del caudal en primavera y otoño. Todas estas peculiaridades se reflejan en los ríos que atraviesan el término municipal de Ejea de los Caballeros: Riguel, Arba de Luesia y Arba de Biel. Estos dos últimos se unen en un solo río Arba ya cerca del casco urbano de Ejea.
En el territorio de Ejea de los Caballeros se dan bastantes casos de endorreísmo como consecuencia de la impermeabilidad del suelo, sobre todo en zonas donde se concentra material calizo. Hay una buena muestra de estancas, lagunas y balsas, dotadas de diversas dimensiones y peculiaridades: el lagunazo de El Moncayuelo, el de Bolaso, la estanca de El Gancho y El Sabinar, y el pantano de San Bartolomé, además de otros núcleos de menor entidad.
También existen algunos manantiales. El más famoso de ellos es el de Bañera, aunque en el extenso término municipal encontramos numerosas fuentes.
A pesar de la intervención del hombre modificando el terreno, aún quedan en Ejea algunos restos de la vegetación original. Existe abundante monte bajo (coscojo, tomillo, romero) y algunas manchas espesas de arbolado, sobre todo pino carrasco (en la Bardena). En los márgenes de los ríos hallamos tamarices en las zonas de inundación, además de sauces y chopos.
No obstante, la construcción del embalse de Yesa y del canal de las Bardenas, que convirtió en regadío la mayor parte del término estepario de Ejea, terminó con la mayor parte del medio natural no humanizado.
Los arqueólogos han encontrado en estas tierras indicios de épocas tan pretéritas como la Edad del Bronce, el periodo Calcolítico o incluso el Neolítico. Se han descubierto huellas de la actividad humana desde el 8000 a. C. En concreto, se han hallado restos en el yacimiento arqueológico existente en la parte alta de la villa, localizado ante la iglesia de Santa María, en pleno barrio de la Corona.
Edad Antigua
Sin embargo, los primeros datos históricos relativos a Ejea aparecen con la presencia en el lugar de los suesetanos, un pueblo de lengua celta relacionado con la gran tribu belga de los suesones, y que da a Ejea el primer nombre que nos es conocido, Segia, del que deriva el nombre actual. Sin embargo, los historiadores no tienen clara la importancia de la población de Segia dentro del territorio suesetano, desconociéndose por el momento si se trataba de su capital, de una ciudad importante o de un núcleo menor.
En este sentido, se ha defendido la identificación de Segia con la capital de los suesetanos, Corbio, que fue arrasada por un Ejército romano al mando del cónsul Terencio Varrón en el año 184 a. C., tras lo cual el territorio suesetano fue cedido a los vascones.
Época romana
Después de que Roma asumiese el control directo del territorio vascón, tenemos constancia de un documento, el llamado «Bronce de Ascoli», en el que, en el marco de la guerra social —de 91 a. C. a 89 a. C.—, Cneo Pompeyo Estrabón concedió la ciudadanía romana a nueve jinetes suesetanos o vascones de Segia, integrados en la llamada «Turma salluitana», como premio a sus actividades militares en dicha guerra.4
Tanto bajo la República romana como bajo el Imperio romano, Segia y otras localidades de las Cinco Villas, como Tarraca —posiblemente Los Bañales de Uncastillo—, fueron objeto de una intensa romanización, motivada además por el hecho del intensivo cultivo en los llanos de la zona de trigo y otros cereales. La calzada Caesaraugusta (Zaragoza)-Pompelo (Pamplona) constituyó la columna vertebral de las comunicaciones que atravesaban sus tierras. Asimismo, los romanos extendieron una red de vías secundarias que daban acceso a las villas y los asentamientos de la población.
Cabe suponer que Ejea se viese afectada por las revueltas de los bagaudas en el siglo V, aunque carecemos de citas documentales al respecto, ya que los disturbios y enfrentamientos producidos se centraron en Hispania en el valle del Ebro, en especial en sus zonas alta y media —saqueos de Tarazona y Zaragoza, por ejemplo.
Edad Media
La caída del Imperio Romano supuso para Ejea un periodo de decadencia. A partir del año 545, su territorio entró en un proceso de despoblación y de disminución de la vida socioeconómica. En este contexto, el área de Ejea quedó bajo el dominio de un terrateniente hispanorromano, el Conde Casio.
Los visigodos hispanorromanos llamaron a la ciudad Egessa, denominación que aparece en algunas monedas.
La llegada de los musulmanes a la zona se produjo en 714, tres años después de su desembarco en la Península Ibérica. Aplicando una política de conversión, los musulmanes llegaron a un pacto con el Conde Casio: éste se convirtió al Islam, manteniendo todas sus posesiones pero rindiendo pleitesía al nuevo poder. De este modo, nació la dinastía muladí de los Banu Qasi. Bajo la dominación musulmana, la ciudad recibió el nombre de Siya.
En el posterior marco de la Reconquista, el rey de Pamplona Sancho Garcés I quiso arrebatar Siya a los musulmanes en los años 907-908, lo mismo que Sancho Ramírez en 1091, en ambos casos sin éxito. No sería hasta el año 1105 que Alfonso I el Batallador recuperase la villa para los reinos cristianos, pasando a denominarse Exea.
El historiador Jerónimo Zurita, en sus Anales de la Corona de Aragón, refiere que Alfonso I «lo primero que se acometió fue poner cerco sobre la villa de Ejea, lugar principal a la frontera de Navarra dentro de los límites de la región antigua de los vascones, y ganóla a los moros… Y allí se afirma que en aquél lugar tomó el título de emperador». Además de los pobladores cristianos, Exea se nutrió con la llegada de los judíos, cuya presencia aparece reflejada en las crónicas de la época. Por ejemplo, en el año 1208, Pedro II de Aragón les concedió el Castillo de Ortes para su repoblación.
Entre los edificios medievales más importantes destacan la iglesia de Santa María, edificada en 1174, y la de San Salvador, consagrada en 1222 y que durante un tiempo fue la base de uno de los prioratos que tuvo la orden de la Selva Mayor en Aragón. En 1265 Jaime I el Conquistador convocó Cortes en Ejea, en las cuales se acabó de modelar la figura del Justicia Mayor de Aragón, quien debía dirimir las disputas entre la monarquía y la nobleza.
Edad Moderna y Contemporánea:
En la Guerra de Sucesión, Ejea se había pronunciado por el archiduque de Austria, por lo que fue sitiada por el ejército de Felipe de Anjou. Comandadas por el Marqués de Saluzo, las tropas saquearon e incendiaron la ciudad.
Los habitantes de Ejea de los Caballeros contribuyeron a la lucha contra los franceses durante la Guerra de la Independencia, formando algunas guerrillas, que acudieron a combatir a Tudela. Era natural de Ejea una de las heroínas del primer Sitio de Zaragoza, Juliana Larena y Fenollé.
Ya en el siglo XX, el movimiento obrero tuvo una presencia importante en Ejea y su comarca, hallándose fuertemente implantada la Unión General de Trabajadores. Los socialistas de las Cinco Villas estuvieron implicados en la sublevación de Jaca y el diputado socialista por Zaragoza, José Algora, había recomendado a Fermín Galán que, desde Jaca, dirigiera sus tropas hacia Zaragoza atravesando las Cinco Villas, que les eran afectas.
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A nivel económico, la ciudad se vio fuertemente modernizada a principios del siglo XX. Accedió al transporte en ferrocarril con la construcción del Ferrocarril de Sádaba a Gallur en 1915, lo que permitió el transporte barato de los productos de la comarca, cuya producción iba a aumentar con las sucesivas ampliaciones del regadío. La construcción del Pantano de Yesa y del Canal de las Bardenas, ambos consecuencia directa del Plan Aragón, permitió aumentar drásticamente la producción de cereal y remolacha y motivar la implantación de algunas industrias agroalimentarias. El proyecto del canal es de 1924 y el del pantano de 1926. En 1959 se inauguraron las dos infraestructuras y se construyeron los seis pueblos de colonización de Ejea.