8 Con la entrada de los Bárbaros en estos Reynos, y la destrucción del Imperio Romano, se acabaron en el Occidenta las Lógicas de los Griegos, y también se fueron perdiendo las demás Artes, no dominando otra cosa que el espíritu guerrero y la barbarie. En el siglo séptimo (siglo de ficciones por haberse en él entregado muchos a fingir libros de todas clases) por ser muy grande y bien fundada la fama de San Agustín y haber dicho este Santo Doctor en sus Confesiones, que había escrito una Dialéctica, no faltó quien tomando su respetable nombre publicase una Dialéctica, la cual dominó siglos enteros en los Estudios. Los Padres de San Mauro en la famosa edición que han hecho de las Obras de San Agustín, han impreso esta Dialéctica en el tomo primero, poniéndola, como lo merece, entre los apócrifos atribuidos a este Santo Padre. Desde ese tiempo hasta que se fundó la Escuela de París, que fue la madre de todas las otras, se hallaban los Estudios solo en el Clero, porque estaban reducidos a la enseñanza que se daba en algunas Iglesias Catedrales, y en los Monasterios, por donde somos deudores al Clero, y por la mayor parte a los Religiosos, de habernos conservado el estudio de las Artes y Ciencias, así divinas como humanas, en siglos tan obscuros y tan incultos. Después, siendo tan grande la dominación de los Moros dedicados al estudio de Aristóteles, entre los cuales se señaló el Español Averroes, de quien hemos hecho crítica en el Discurso del Mecanismo, por la comunicación que tenían con los Christianos, fue fácil que en general reynase una misma Filosofía. Así que en los Estudios públicos se dio entrada a la Filosofía de Aristóteles. La comunicación de estudios entre los Christianos y los Árabes es uno de los puntos más intrincados y más dignos de averiguarse en la Historia Literaria. En otro escrito pienso aclarar este asunto, según lo permite la escasez de noticias de aquellos tiempos. A los principios se recibió la Lógica Aristotélica y demás partes de su Filosofía con harta templanza, pues se contentaban con aprender el texto de Aristóteles y el comentario de Averroes. Andando el tiempo se fue viciando la Dialéctica de manera, que la fueron reduciendo a un infinito número de qüestiones pueriles, arbitrarias, y de ninguna substancia sostenidas con el título de sutilezas. PEDRO HISPANO el antiguo, Religioso Dominico, reduxo a compendio los libros Lógicos de Aristóteles, y los intituló Súmulas en el siglo décimotercio. Viciaron esta obra con tantos comentarios impertinentes algunos Escritores de aquel tiempo, que con ser ella reducida, no alcanzaban dos años para instruirse la juventud en la Dialéctica. Esto obligó a otro PEDRO HISPANO más moderno, Clérigo y Teólogo insigne, a enmendar las Súmulas, cuya obra ilustró con Comentarios muy buenos y muy breves nuestro PEDRO CIRUELO, natural de Daroca y Canónigo de Salamanca, uno de los hombres más bien instruidos en todo género de buenas letras, que tuvo el siglo décimosexto. Estas Súmulas con el Comentario de Ciruelo, son excelentes, y por ellas puede qualquiera instruirse en lo principal de la Lógica de Aristóteles, y entender muy bien el texto de este Filósofo. Nada de esto bastó para contener la sofistería de los Dialécticos de las Escuelas, pues cada día iba creciendo con nuevas cavilaciones. Los Quodlibetos, el incipit desinit, el argumento de asinus super ab asino, y otras monstruosidades de los siglos trece y catorce, junto con las escandalosas reyertas de los Realistas y Nominales, volvieron de todo punto despreciable la Lógica Escolástica. Por los años de 1315 floreció el famoso FRANCISCO MAYRÓ, Religioso Franciscano, discípulo de Escoto, y, según la costumbre de aquellos tiempos de poner títulos pomposos a los literatos insignes, conocido con el nombre de Doctor iluminado. Este introduxo en las Escuelas de París la costumbre, que aun hoy se mantiene en todas partes, de defender conclusiones públicas. Poníase los Viernes de cada semana en el Verano, desde salir el Sol hasta ponerse, en un lugar público, dispuesto a responder a cuantos argumentos quisiesen hacerle los concurrentes, sin comer, ni beber, ni descansar en todo el día. Este estilo, que tenía mucho de bárbaro, y de que han quedado siglos enteros vestigios harto claros en algunas Universidades, agradó a las gentes de aquel tiempo, hechas a oír disputar sin término, y sofisticar sin límites. Es increíble cuánto se acrecentó con esto la contienda entre los Dialécticos, cuántas cuestiones vanas se aumentaron, cuánto se corrompió la Lógica. No es esto condenar el estilo de defender conclusiones públicas, porque el método de las Escuelas de disputar en forma sylogística no lo tenemos por malo, como se prueba en esta Obra tratando del método, sino dar a entender, que se han introducido con este motivo abusos intolerables en el método Escolástico, que purificado y libre de los excesos, es muy a propósito para el examen de la verdad. Así que conviene distinguir en las Escuelas las materias que se tratan, del método de disputar. Entre las materias es cierto que se tratan cosas vanísimas y asuntos aereos mezclados con otros que pueden ser útiles, porque no todo lo de las Escuelas es malo: el método, como hemos dicho, si se guardan las reglas que sobre él hemos puesto en esta Lógica, le tenemos por el más acomodado al adelantamiento de las Artes y Ciencias. En los siglos décimoquinto y décimosexto con la renovación de las letras parece que habían de mejorarse estos Estudios; mas no fue así, porque en tiempo de Luis Vives estaban muy dominantes estas inepcias, como se ve en la grandísima impugnación que hizo de ellas en sus libros de las Causas de la corrupción de las Artes. Nuestro Cano dice: “?Quién habrá que pueda tolerar las disputas de los universales, de la analogía de los nombres, de lo primero que se conoce, del principio de individuacion (así lo intitula) de la distinción entre la cantidad y la cosa en que se halla, de lo máximo y mínimo de la intension y remisión, de las proporciones y grados, y de otras seiscientas a este modo, que yo sin ser de ingenio muy tardo, con haber gastado no poco tiempo y diligencia en entenderlas, no las he podido comprehender? Estaría corrido de decir que no lo entiendo, si lo entendieran aquellos mismos que tratan de estas cosas (a: Cano de Loc. Theol. Lib.9.cap.7.pag.297.edición de Salamanca.).
“Todavía en los tiempos siguientes se aumentaron las qüestiones Escolásticas en tanto número, que si Cano las volviera a ver había de quedarse atónito. Hanse formado después dos partidos tan opuestos entre sí, que basta que en cualquiera cuestión afirme el uno una cosa para que la niegue el otro; y así se ve que no han dejado nada estable ni hay cosa ninguna que no la hayan reducido a cuestiones de partido puramente contenciosas e interminables.
(c) De Augm. scient. lib. 5. cap. 4. pag. 139. Novum organum, aphor. 52. y sig.pag.286.
12 Refiere Cartesio sus estudios, viages, y el modo que tuvo en fundar su Filosofía con mucha extensión al principio de su Disertación del Método; y dando por inútiles los conocimientos que adquirió en sus peregrinaciones, y cuanto le podían sugerir los Autores de qualquiera clase que fuesen, se resolvió a ser Autor original de la Filosofía, estableciendo la máxima, que mejor lo puede hacer eso un hombre solo de buenas luces que muchos juntos. Con esto formó dos famosos sistemas: uno físico para explicar las obras de la naturaleza corpórea: otro intelectual para mostrar las del entendimiento. El sistema físico, aunque por la corriente del siglo fue primero aceptado y defendido de la mayor parte de los Filósofos, tuvo después tales impugnadores, que junto esto con su insubsistencia, le han dejado caer del todo. En el sistema intelectual ha sucedido al contrario; porque sin embargo de que Cartesio, poco instruido en la Filosofía antigua, confundió las nociones mentales pertenecientes a la Metafísica con las de la Animástica, y estas con las de la Lógica, la mayor parte de los Escritores de Lógica en estos tiempos guardan la misma confusión, mezclando indiferentemente los principios de las Artes, y queriendo que a título de Lógica se sepan todas, sin cuidar después de instruirse de cada una de ellas. De la Lógica no escribió de propósito, solo sí hablando de la de las Escuelas dijo: “Que las formas de los sylogismos y casi todos sus preceptos, no tanto aprovechan para averiguar las cosas que ignoramos, como para exponer a los demás las que ya sabemos, o como lo hace la Arte de Lulio, para hablar mucho y sin tino lo que no sabemos (a).” (a) Dissert. de Meth. pag. II. Edic. de Amsterd. de 1656.
Para suplir la muchedumbre de preceptos, de que suponía llena la Lógica, determinó establecer cuatro reglas como suficientes para gobernar su entendimiento con el firme propósito de no desampararlas en toda la vida. La primera regla es: No tener jamás por verdadero sino lo que llegase a conocer que lo era con toda certeza y evidencia. La segunda: Que las dudas que se ofreciese, examinar había de dividirlas en tantas partes cuantas juzgase convenientes para resolverlas con más comodidad. La tercera: Colocar los pensamientos con orden para la averiguación de la verdad, empezando por las cosas más simples y más fáciles de entender, para caminar como por grados al conocimiento de las más difíciles y más compuestas. La última: En el examen de los medios para alcanzar la verdad, y en la averiguación de las partes de las dificultades señalar perfectamente cada una de las cosas, poner la mira en todas, de manera que pudiera estar cierto de no haber omitido nada (a). A estas reglas se reduce toda la Lógica de Cartesio, las cuales sin duda ninguna fueron propuestas por Aristóteles, no todas en la Lógica, porque no todas pertenecen a ella, sino parte en los Analíticos postreros, cuando trata de la demostración, parte en la Metafísica y alguna vez en la Física. Añadió Cartesio a estas reglas de su Lógica otras máximas notables, como que antes de filosofar de una cosa, aunque sea la más cierta y evidente, debe el entendimiento empezar dudando de ella, de modo que pide se dude por un poco de tiempo de la existencia de Dios, y de uno mismo, para buscar con estas dudas un principio fixo, que es este: Yo pienso: luego existo (b). Dejo las innumerables impugnaciones que esto ha tenido, y solo advierto, que esta máxima ha renovado en nuestros días un scepticismo peligrosísimo. Era otra máxima Cartesiana la ninguna fé que se ha de dar a los sentidos con el título de que estos pueden engañarnos (c). De esta han nacido tantos sistemas de Física tan extravagantes y ridículos, de que estamos hoy oprimidos, porque abandonada la observación y entregados los hombres a lo que se les presenta en su entendimiento, han tomado por obras de la naturaleza los desórdenes de su fantasía. Fue Cartesio el que introdujo las Ideas para significar las nociones mentales, con tal variedad en la significación de la voz Idea, que unas veces la toma por solo las representaciones de la imaginativa, otras veces por toda especie de conocimiento (d). De este estilo Cartesiano ha nacido la ruidosa e impertinente cuestión de las ideas innatas; y como Cartesio escribió en Francés y sus Obras al principio fueron generalmente recibidas, la universal introducción de la lengua Francesa ha hecho que con suma confusión de los actos mentales se expliquen todas las operaciones del entendimiento por la voz Ideas. Se ha seguido también el inconveniente de trastornar la comunicación filosófica de los modernos con los antiguos, porque estos para explicar las cosas intelectuales no se valieron de la voz Ideas.
(b) Princip. Philos, p. I. pag. 2.
(c) Princip. Philos. p. 2. pag. 25.
Las ideas de Platón sobre ser confusísimas no tienen conexión ninguna con las Cartesianas. Feyjoó lo ha dicho muy bien en estas palabras: “Otros muchos robos literarios (dice) imputaron a Descartes algunos enemigos suyos, entre los cuales se cuenta, que todo lo que dijo de las ideas lo tomó de Platón. Pero valga la verdad: no hay ni aun rastro de semejanza entre lo que el antiguo Griego y el moderno Francés escribieron sobre esta materia (a).” También fue máxima Cartesiana el que los brutos son puras máquinas, lo que dijo también del hombre, aunque admitía alma racional puro espíritu. El daño que esta máxima ha traído a la Religión, renovando el Materialismo y a la Física, pretendiendo que las operaciones del cuerpo humano todas se pueden hacer por las afecciones mecánicas (b), es increíble, como lo he mostrado en el Discurso del Mecanismo. El exceso (el buen uso le alabaré siempre) con que se aplican hoy las Matemáticas a las Ciencias, también ha venido de Cartesio. Tuvo este mucha inclinación a la Geometría, embebecido de sus demostraciones: colocó la esencia de la materia en la extensión; y siendo la cantidad (quantidad) el objeto de las Matemáticas, le fue fácil trasladarlas a toda la Física, pues en toda la naturaleza no admitía más que materia y afecciones mecánicas. Así que, el aplicar las Matemáticas a las cosas cuando se tiene por objeto la cantidad de ellas, es del caso: el usar de estas Ciencias, queriéndolas trasladar a las innumerables cosas de la naturaleza, que ni dependen, ni están necesariamente conexâs con la cantidad, es desquiciarlas, apartándolas de su instituto: cosa que también he tratado en el citado Discurso del Mecanismo. De lo dicho se deduce, que pocos literatos se cobijan hoy con el nombre de Cartesio, pero que los más no siguen otra Lógica que la suya. !Oxalá, que como se le sujetan en lo que pudieran omitir sin hacerles falta, lo hicieran también en la piedad con que se subordinó a las verdades reveladas! “Hemos de fijar en nuestra memoria (dice) como regla inviolable, que las
cosas que Dios nos ha revelado se han de creer como las más ciertas; y aunque la luz de la razón, aun la más clara y evidente, pareciese sugerirnos cosa distinta, debemos sujetar nuestra creencia a sola la autoridad divina más que a nuestro propio juicio (a) ::: y teniendo por cosa averiguada, que las verdades que Dios ha revelado exceden la capacidad del ingenio humano, temiera caer en el crimen de temerario, si intentase llevarlas al exâmen de mi flaca razón (b)
13 Al mismo tiempo que Cartesio, vivía PEDRO GASENDO, que en algunas cosas discordaban, y se escribieron algunas cartas principalmente sobre las meditaciones Cartesianas, que no agradaban en todo a Gasendo. Fue este también Francés, Eclesiástico, y Canónigo de la Iglesia de Diñe en Provenza. Escribió muchas Obras y todas muy eruditas, porque era incomparablemente superior a Verulamio y a Cartesio en el conocimiento de la antigüedad y en la erudición. Hablaremos de dos solamense (solamente) que hacen a nuestro propósito. La una tiene este título: Exercitationes paradoxicae adversus Aristoteleos. El designio de esta Obra es mostrar primero la insuficiencia, liviandad, y poca subsistencia de la Filosofía Aristotélica de las Escuelas, después cargar contra Aristóteles, contra sus Escritos, y contra su doctrina. Escribió estas Exercitaciones hallándose descontento de la Filosofía, y cobrando ánimo con lo que leyó en Luis Vives, en Charron, en Ramo, y Pico Mirandulano, según él mismo lo refiere (c); bien que yo añadiría a Verulamio aunque no le nombra, porque veo que en su Lógica trata de él con extensión, y alaba mucho sus maneras de pensar, las cuales, como hemos visto, tiraban a destruir la Filosofía Aristotélica, y introducir la libertad filosófica. La fuerza del siglo, que estaba en su vigor, arrebató a Gasendo, que era mozo cuando escribió estas Exercitaciones, y le hizo prorrumpir en expresiones, que desaprobaba después cuando era viejo (d). Esta Obra de Gasendo no añade casi nada a lo que habían dicho los que tomó por maestros: solo se distingue en que la escribió en tiempo más libre, y en que ya se había perdido el miedo a los Aristotélicos.
(b) Dissert. de Meth. pag. 5.
(c) Praefat. in Exercit. Paradox. oper. tom. 3. pag. 99.
En el Libro primero, Exercitacion tercera, trae a la larga el lugar de Luis Vives sobre la mala traducción que Averroes hizo del texto de Aristóteles, y quien haya leído atentamente lo de corrupta Dialéctica de Luis Vives, poco hallará que aprender en esta Obra de Gasendo, en la cual añadió innumerables cavilaciones, ya reprehendiendo el método Aristotélico, ya buscando con ansia contradicciones: cosa que cualquiera puede hacer con los Escritores más acreditados del mundo. Ha tenido varios impugnadores de este tratado, entre los cuales es digno de verse Facciolato, que con su acostumbrada moderación manifiesta algunas equivocaciones de Gasendo (a). Hizo este profesión de Scéptico y Pyrrhónico, no queriendo que lo tuviesen por Dogmático (b). En aquel tiempo sucedió a muchos hombres de buen ingenio lo mismo que a una tropa de gentes, que en una noche obscura se convienen en dejar un camino, porque todos le tienen por poco a propósito para llevarlos adonde van; pero ignorando por donde han de ir, cada uno toma el suyo, y todos se apartan igualmente de la senda que los conduciría al término deseado. Ya Gasendo en edad más madura resolvió dejar el escepticismo y tomar partido; y no pudiéndolo hacer en Aristóteles, ni en Cartesio, porque al uno le había impugnado fuertemente, y del otro no gustaba, echó por el medio y se acogió a Epicuro, a quien tomó por Xefe de su doctrina, sucediéndole lo que a otros muchos que han hallado gran facilidad en derribar las Artes, y poco acierto en reedificarlas. ¿Quién hay que no sepa los enormísimos errores de Epicuro, así en lo Físico como en lo Moral? Quiso Gasendo enmendarlos, como algunos dicen, christianizándolos, pero es tan imposible componer el epicurismo con la Religión Christiana como juntar la luz con las tinieblas. Lo que ha logrado Gasendo con sus trabajos es abrir el camino a los Deistas y Naturalistas de estos tiempos que sin nombrarle no siguen otras máximas que las impiedades de Epicuro.
(b) Loco citato, cap. 7. pag. 426.
(c) Tom. 2. lib.3. Part.2. cap.6. Pag. 95 y sig.
(e) Trat. 2.cap. 4. num. 51. y sig.
(f) Tom. 3. lib. 6. part. 2. cap.3. pag.III y sig.
De Lógica no ha escrito nada Mallebranche; y con su suma impropiedad los últimos Escritores de Lógicas trasladan a ellas sus máximas que pertenecen todas a la Metafísica, Animástica, y Teología: vicio que resplandece mucho en el Genuense que tiene por Lógica la Obra de Mallebranche de que aquí tratamos (a).
Entre los mismos modernos ha tenido muchos y fuertes impugnadores, de modo que ya hoy entre los verdaderos Filósofos no hallan apoyo los entusiasmos de Mallebranche.
16 Aunque todos estos fundadores de la Filosofía moderna hablaron de la Lógica, convenidos en vituperar la de las Escuelas, con todo ninguno de ellos (salvo lo poco que hay en Gasendo) escribió Lógica de propósito. Mr. Arnaud, ya fuese solo, o ayudado de sus compañeros de Puerto-Real, poco más de la mitad del siglo pasado publicó una Lógica con el título: Arte de pensar, que como halló los ánimos dispuestos a despreciar la antigüedad y a recibir qualesquiera novedades por una parte, y por otra este libro les alhagaba el gusto, fue generalmente recibido con grande aceptación, tanto que en breve se hicieron muchas ediciones, se trasladó a la lengua Latina, y los que escribieron Cursos Filosóficos no pusieron en ellos otra Lógica que esta, con solas algunas mutaciones, que más sirven de adorno que de alterar la sustancia. Como esta Lógica está también traducida en Castellano, y todo el mundo tiene noticia de ella, no hay necesidad que yo explique por menor lo que contiene; solo si juzgo conveniente poner algunas advertencias sobre ella, para que nadie se entregue a su lectura sin el debido discernimiento. El Arte de pensar es una Lógica puramente Cartesiana, más Metafísica que Lógica, llena de ejemplos de Moral, Física, Teología y otras Ciencias; de manera que es menester primero entender a estas que leer este libro, porque si no es de este modo, los ejemplos que se toman de estas Artes se tuercen al Cartesianismo con perjuicio de la verdad. Síguese de esto otro inconveniente, que aquí se hacen las demás Ciencias servir a la Lógica, cuando esta Arte se ha establecido para servir a las otras, y por eso es transcendental a todas las Artes y Ciencias. Los continuos defectos que con estudio procura descubrir en (Asistóteles) Aristóteles, aunque no siempre lo hace con toda exactitud, producen dos malos efectos: el uno retraer a los Lectores de la lectura de este Filósofo, sin la cual no puede haber perfecta Lógica: el otro atraher los ánimos a la Filosofía Cartesiana, que en todas sus partes, así en lo físico, como en lo intelectual, es sistemática y poco apreciable. El desprecio que hace de las categorías Aristotélicas (a): el poner la esencia del cuerpo en la extensión (b): el tener por obscuras las nociones de las cualidades sensibles, como calor, frío, &c. (c): el ponerse como inventor del modo de conocer la bondad de todos los sylogismos (d) y otras muchas cosas a este modo, no solo son agenas de la verdad, sino perjudiciales a las ciencias respectivas a que pertenecen, como lo conocerán los que estén debidamente instruídos en estas cosas, y fuera fácil mostrarlo si correspondiese a nuestro asunto. El Autor del Arte de pensar ha puesto al principio de su libro dos Discursos: el uno para manifestar que la extensión de noticias de su Lógica es necesaria para que esta Arte no sea estéril, como era hasta aquí, y dejar el entendimiento ilustrado con ellas. Pero estos fines generales no se han de lograr con la Lógica, cuyo destino no es ese, sino con el estudio bien fundado de las Ciencias. El otro Discurso es para responder a las objeciones, y en especial a la que se le hizo del mal uso de los ejemplos. En la realidad no satisface a este reparo el Autor de esta Lógica, ni ha podido estorbar que después de sus respuestas continuasen en impugnarla algunos Escritores inteligentes (e). Solo resta poner lo que dice en favor de Aristóteles en este Discurso (f) después de haberle hollado extremadamente en su Lógica “Es cierto (dice) que Aristóteles en la realidad es de un entendimiento muy vasto y muy extendido, que descubre en los asuntos que trata un gran número de conexiones y conseqüencias …. y sin embargo de la confusión que se halla en sus Analíticos, debemos confesar que casi todo cuanto sabemos de reglas de Lógica es tomado de allí.” Esta confesión es legítima, porque que lo que hay en el Arte de pensar, que pertenezca verdaderamente a la Lógica, todo está en Aristóteles: lo demás que se lleva la mayor parte, y pudiera haberse excusado, es de Cartesio, y de algunos sectarios suyos.