Francisco de Quevedo y Luis de Góngora eran enemigos irreconciliables.
De diferente clase social, Quevedo, conceptista, abreviaba los conceptos, iba al grano, contracorriente, y Góngora, era culterano, amante de adornar lo escrito y lo vivido, mucho más con la época barroca que les tocó vivir.
Fue una trifulca llevada al límite, hasta el punto que Quevedo llegó a comprar la casa de Góngora, en Madrid, sólo por el placer de echarlo de su propia casa y que este tuviera que volverse a su ciudad, Córdoba.
En esta disputa las ofensas son totalmente hirientes, además, que ese era su propósito dañar al otro, utilizan los defectos físicos de uno (Quevedo era miope y cojo) o a la falta de linaje (de buena familia) por parte de Góngora.
Quevedo es, sin duda, unos de mis escritores preferidos, y, conociendo el momento en que vivió y el castellano utilizado, puedes troncharte de risa y admirar su ingenio.
Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un pez espada muy barbado.
Érase un reloj de sol mal encarado,
érase un alquitara pensativa,
érase un elefante boca arriba,
era Ovidio Nasón mas narizado.
Érase un espolón de una galera,
érase una pirámide de Egipto,
las doce tribus de narices era.
Érase un naricísimo infinito,
muchísima nariz, nariz tan fiera,
que en la cara de Anás fuera delito.
Nas en chapurriau es nariz

Córdoba, 11 de julio de 1561-ibídem, 23 de mayo de 1627, fue un poeta y dramaturgo español del Siglo de Oro, máximo exponente de la corriente literaria conocida más tarde, y con simplificación perpetuada a lo largo de siglos, como culteranismo o gongorismo, cuya obra será imitada tanto en su siglo como en los siglos posteriores en Europa y América. Como si se tratara de un clásico latino, sus obras fueron objeto de exégesis ya en su misma época.
Ándeme yo caliente |
y ríase la gente. |
Traten otros del gobierno |
del mundo y sus monarquías, |
5 mientras gobiernan mis días |
mantequillas y pan tierno, |
y las mañanas de invierno |
naranjada y aguardiente, |
y ríase la gente. |
10 Coma en dorada vajilla |
el príncipe mil cuidados, |
como píldoras dorados, |
que yo en mi pobre mesilla |
quiero más una morcilla |
15 que en el asador reviente, |
y ríase la gente. |
Cuando cubra las montañas |
de blanca nieve el enero, |
tenga yo lleno el brasero |
20 de bellotas y castañas, |
y quien las dulces patrañas |
del rey que rabió me cuente, |
y ríase la gente. |
Busque muy en hora buena |
25 el mercader nuevos soles; |
yo, conchas y caracoles |
entre la menuda arena, |
escuchando a Filomena |
sobre el chopo de la fuente, |
30 y ríase la gente. |
Pase a media noche el mar, |
y arda en amorosa llama |
Leandro por ver su dama, |
que yo más quiero pasar |
35 del golfo de mi lagar |
la blanca o roja corriente, |
y ríase la gente. |
Pues Amor es tan crüel, |
que de Píramo y su amada |
40 hace tálamo una espada, |
do se junten ella y él, |
sea mi Tisbe un pastel, |
y la espada sea mi diente, |
y ríase la gente. |