Tomo II, CAPÍTULO VIII, LAS ÓRDENES RELIGIOSAS EN LA UNIVERSIDAD DE ZARAGOZA.

CAPÍTULO VIII

LAS ÓRDENES RELIGIOSAS EN LA
UNIVERSIDAD DE ZARAGOZA.

SU ESTABLECIMIENTO. – AMBIENTE DE LA
ÉPOCA Y SU COMPLETO DESENVOLVIMIENTO. – DISIDENCIAS. – CARÁCTER DE
LAS MISMAS. – SU PREPONDERANCIA EN NUESTRA UNIVERSIDAD. – ADAPTACIÓN
DE LAS CÁTEDRAS A SUS DOCTRINAS RESPECTIVAS. – ESCUELAS TEOLÓGICAS
EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVII Y PRIMERA DEL XVIII.

No es posible tratar de las
Universidades españolas sin dedicar un capítulo a las órdenes
religiosas, que fueron durante los tiempos medios las guardadoras del
caudal científico y literario. Ellas, después, alimentaron los
claustros universitarios con preclaros varones salidos de su seno,
explicando en las facultades de Artes y Teología las doctrinas de
sus eminentes doctores; y a un tiempo mismo que brillaron por su
saber, pusieron en conmoción la paz académica en las centurias
décimaséptima y octava, sobre todo, en sus anhelos loables
en principio, de que la teoría filosófico-teológica de cada una
prevaleciera sobre las demás, pugnando por alcanzar privilegios
exclusivistas.

Los Predicadores, la Religión de San
Agustín, Franciscanos, Mercedarios, Trinitarios y del Carmen
calzado, fueron las órdenes religiosas que, en cuanto a nuestro
Estudio general, podemos denominar como propiamente universitarias.

La Compañía de Jesús y las Escuelas
Pías tuvieron otro carácter y a ellas dedicamos un estudio
peculiar.

Orden de Predicadores. – Por el mes de
septiembre de 1217 se fundó el Convento de Predicadores de Zaragoza
por el venerable P. Gómez, con los demás frailes enviados a ese
objeto a Zaragoza (1).

El P. Murillo da como fecha de la
venida de los dominicos el 1219, y en dicho año vinieron también
los franciscanos; pero Zurita nos dice que fundaron primero los
dominicos.

En el manuscrito de la Biblioteca
Universitaria de Zaragoza, Historia de la fundación y sucesos más
notables del Convento de Predicadores de Zaragoza, se dice: “Resumida
y fundada en lo que se halla escrito en el Lumen domus, que por estar
en el archivo cerrado se ignoran muchas cosas antiguas; oy dia de San
Pedro, 1713”. Escribió el Lumen domus el maestro Fr. Raimundo
Sáenz en el año 1639 y lo resume y aumenta el maestro Fr. José
Lamana, 1713 (2). Dice así: “… en ellos, y fue mui principal
el (convento) de Predicadores de Çaragoça, que se fundó tres años
después de la confirmación de la Orden por el Papa Honorio III, año
1216, en 22 de diciembre, y luego después, el año 1219, al
principio del año se fundó el Convento de Predicadores de
Zaragoza”. Porque como dice Zurita en su Historia (lib. II, cap.
73) y en los índices latinos, el dicho año 1219 y en el mes de
agosto vinieron los padres de San Francisco a fundar en esta ciudad,
y ya entonces tenían convento los de Predicadores; de modo que se
debió de fundar luego, al principio del año 1219.

Concuerdan con esto Hernando del
Castillo (centuria 1.a, lib. I, cap. 43); Diago, en la Historia de la
Provincia de Aragón (lib. II, cap. 32), y es el primero de las
órdenes mendicantes en Zaragoza. En el margen dice: “Lo más
cierto es que se fundó el año 1217”. Según el Lumen domus,
que así lo dice, coincidiendo con la opinión del P. Domingo en su
Historia manuscrita del Convento de Predicadores de Zaragoza, ya
citada más arriba.

Bien sea el 1217 o 1219, lo cierto es,
y en eso coinciden todos los autores, que los Dominicos fundaron en
Zaragoza antes que los Franciscanos, y los primeros de todas las
órdenes que di- rectamente han de laborar con o contra la
Universidad.

(1) Historia del Convento de
Predicadores de Zaragoza, escrita por el maestro Domingo, fol. I,
B.U.Z., mans. núm. 230.

(2) B.U.Z., manuscrito núm. 69.

De si vino Santo Domingo a hacer la
fundación o envió a hermanos suyos en religión, es cosa que poco
atañe a nuestra reseña.

La ciudad acogió a los Predicadores
con sumo agrado y les cedió en la ribera del Ebro 
y en lo que hoy se llama plaza de Santo
Domingo, toda la tierra desde el postigo que llaman de Sarrial hasta
la puerta de Sancho, y que en 1713 aun era propiedad del convento.
Esta fundación se hizo con el beneplácito y el apoyo moral del rey
niño D. Jaime, que en 1218 tomó las riendas del poder a los diez
años de edad (1).

(1) Vid. Joseph Lamana: Historia del Convento
de Santo Domingo de Zaragoza, ya 
citada (B.U.Z., mans. Núm. 69).
De
este manuscrito es sumamente interesante la parte descriptiva del
antiguo convento.

Aunque no es de este lugar nada que se
refiera al arte de la ciudad de Zaragoza, sin embargo, como nota
saliente, citamos aquí el contrato que de un retablo hizo Damián
Forment con el convento, que no llegó a ejecutarse y que su precio
se había calculado (lo que da a entender que habría hecho dibujos
preliminares o anteproyecto) en 83.000 sueldos, y cuya descripción
es así: “Retablo de alabastro que sin el asiento avía de tener 
sesenta y seis palmos de alto y cinco
historias principales. La mayor y principal avía de ser de la
Anunciación de la Virgen y a los dos lados la Natividad de Christo y
la de su Madre Santísima, y encima de éstas, cuando Christo se
queda en el templo disputando con los doctores, y la presentación de
la Virgen al templo, y al remate del altar, un Crucifijo con Nuestra
Señora y San Juan”. Se concertó en 1507, ante el Notario
Jerónimo de Villanova; pero esta obligación se canceló y anuló en
1537; de manera que no llegó a realidad.

Este manuscrito lo vio ya D. Tomás
Ximénez de Embún y así cita lo más importante que contiene en su
libro La antigua Zaragoza (Zaragoza, 1921, págs. 143 a 147). Sería
curiosísimo en extremo, sin embargo, la publicación de este
manuscrito.

Juntamente con este convento tuvieron
los Dominicos en nuestra Ciudad, y además del Colegio de San Vicente
Ferrer, del cual ya hacemos mención en su lugar más detalladamente,
el Convento de San Ildefonso, fundado para dicha Orden por D. Alonso
Villalpando, el cual destinó 28.000 ducados para la fundación.

El Sr. Ximénez Embún, en su obra ya
citada, nos dice que en virtud de una Bula del Pontífice Julio III,
en 1550, cedió a la Orden de Santo Domingo la antigua iglesia 
de Santa Fe el Príncipe Felipe II para
que sirviera de capilla al convento que se levantó en aquel lugar,
comprando los Jurados las casas inmediatas para este objeto, por lo
cual se hizo patrona del convento la Ciudad.

Grandes colaboradores de la Universidad
fueron los Predicadores desde que los llamaron para formar parte del
profesorado en la persona del ilustre Xavierre, después General de
la Orden y Cardenal de la Sede romana. La escuela tomista se afianzó
en la Universidad, como veremos más tarde, de tal manera que con
la suarista fueron casi los árbitros en este orden de cosas,
poniendo valladar infranqueable a las otras opiniones filosóficas
que a duras penas, como la opinión del sutil Escoto, pudieron
abrirse camino en el palenque académico.

San Francisco. – Los Franciscanos
vinieron a España después del famoso capítulo de las Esteras, al
frente de los cuales vino Fr. Juan Parente de Florencia,
estableciéndose en Zaragoza, rigiendo los destinos de la diócesis
D. Sancho de Ahones, en el año 1219, dándoles para edificar su
convento unas casas muy pobres, entre el río Ebro y el Huerva, donde
después se levantó el convento de San Agustín.

En cinco meses arreglaron lo más
necesario para habitar y oratorio y el día de San Agustín dijeron
la primera misa (1). (1) Murillo (Fr. Diego). Op. cit. 2.a parte,
págs. 294 y siguientes.

Allí habitaron los religiosos
franciscanos algunos años; pero viendo que se les hacía pequeño el
convento, alcanzaron del Pontífice, a instancia del infante D.
Pedro, licencia para cambiarse de sitio y lo hicieron al Coso, donde
hoy se alza el Palacio Provincial, en aquel entonces convento de
religiosos de la Penitencia de Jesu-Christo, que fueron frailes 
agustinos reformados por Fr. Juan Bueno
Mantuano. Las letras pontificias para cambiarse de sitio los
franciscanos las obtuvieron de Nicolás III.

“La iglesia de San Francisco del
Coso comenzó a labrarse en 1286 por el infante D. Pedro. En 1299, en
tiempos del rey D. Pedro IV, se acabó.

En un registro del Rey, que está en el
archivo de Barcelona, se lee cómo este Rey dio, para que este
monasterio se edificase, la guerta que entonces llamaban del
Rey y que tomó a estos Padres entonces en salvaguardia, que se
constituyó patrón y defensor de ellos” (2). (2) Espés:
Historia manuscrita de la Iglesia Metropolitana de Zaragoza, fol.
482.

Bajo el pontificado de Nicolás V y
obispo de Zaragoza Don Dalmau de Mur y reinando en Aragón D. Alonso V, (Alfonso V el magnánimo) se fundó el convento, también de franciscanos, de Nuestra Señora
de Jesús, en el año 1447, en las márgenes del Ebro, al otro lado
de la ciudad. Estos franciscanos eran observantes, y por la
descripción que hemos visto de la capilla y tras- sagrario, debía
ser cosa suntuosa (1). (1) Vid. P. Murillo, op. cit. 2.a parte, pág.
308 y siguientes.

Además los franciscanos tuvieron el
Colegio de San Diego. Cuando el ilustre cardenal Jiménez de Cisneros
acometió la magna obra de reformación de los claustrales en
observantes, no vinieron a Zaragoza frailes de otras provincias, por
la excelente opinión que tenían de la vida religiosa y ejemplar
conducta de los franciscos del convento cesaraugustano.

Sin embargo, en 1567, tomaron posesión
los de la Observancia del convento principal de esta ciudad, viniendo
dieciocho frailes, quedando de los antiguos claustrales apenas cinco
o seis.

El primer guardián observante fue el
P. Juan de Zamora, hombre austero, que consiguió volver a la vida de
pobreza y sacrificio, que fue la piedra angular sobre la que San
Francisco levantó el edificio de su Orden, a los frailes de este
convento.

A pesar de lo que nos dicen los
historiadores de la Orden franciscana de que el convento de Zaragoza
guardaba a maravilla las austeras reglas del santo fundador, ya hemos
dicho más arriba que apenas quedaron cuatro o cinco frailes cuando
se acometió la reforma en Zaragoza, lo que nos indica que se repitió
el caso una vez más como en todos los conventos de España.

Hoy día no hay franciscanos en nuestra
ciudad. El convento de San Francisco se halla convertido en plaza, la
más importante de la ciudad y en palacio de la Diputación; y el
convento de Nuestra Señora de Jesús y el colegio de San Diego
tampoco existen ya.

La Orden de la Merced. – La Orden
fundada por San Pedro Nolasco, San Raimundo y el rey D. Jaime para
redimir cautivos, el día de San Lorenzo del año 1218 (2 : P.
Salmerón: Recuerdos históricos y políticos… de la Orden de la
Merced, por el….. Valencia, 1646, pág. 15.), y confirmada por el
Papa Gregorio XI en 1230, vinieron a Zaragoza a fundar por el año
1224, residiendo primeramente en la ermita de San Miguel del Monte,
hasta que se establecieron, en fecha muy incierta, en el famoso
convento de San Lázaro, antes hospital de leprosos (1).

Sin embargo, el P. Murillo los da como
establecidos desde el principio en el convento de San Lázaro, cinco
años después de las fundaciones de Predicadores y Franciscanos.

Dotó el Rey espléndidamente al
convento de sus frailes en Zaragoza y se dice (aquí lo hacemos
constar a manera de curiosa tradición), que regaló una imagen de
Nuestra Señora, de las que pintó el evangelista San Lucas, la
cabeza de San Zenón mártir, con otras varias reliquias, y además
una custodia y un cáliz. Hoy se halla este convento convertido en
cuartel. fue destrozado en el año 1808, en los memorables sitios, en
ataque de artillería situada en el convento de franciscanos de
Nuestra Señora de Jesús, sito en la margen del Ebro y casi en línea
recta de este de San Lázaro.

“En 1643, a consecuencia de una
gran avenida del río Ebro, los frailes del convento de San Lázaro
huyeron despavoridos a guarecerse en el interior de la Ciudad; a fin
de evitar futuras contingencias, determinaron establecer casa u
hospicio permanente, y para esto recabaron del arzobispo Dr. Fr. Juan
Cebrián, que pertenecía a su misma Orden, auxilios de toda clase:
compraron al conde de Fuentes sus casas en aquella plazuela y
fundaron el colegio de San Pedro Nolasco, no sin grave contradicción”
(2). La iglesia se construyó más tarde, bajo los auspicios del
arzobispo D. Manuel Pérez de Araciel.

Orden de San Agustín. – Los agustinos
vinieron a nuestra ciudad por el año 1286, estableciéndose en las
casas entre el Ebro y el Huerva, y que ya hemos visto fue el primer
asiento de los franciscanos, hasta que en 1283, los PP. de la
Penitencia de Jesucristo abandonaron el convento, en donde levantaron
los franciscos su nuevo convento.

(1) Neila: Excelencias e ilustres
hijos del convento de San Lázaro, 1698. – Ximénez de Embún, op.
cit. p. 153.

(2) Ximénez de Embún; Descripción de
la antigua Zaragoza, 1901, pág. 56.

El Sr. Ximénez Embún sufre una
equivocación al decir en su obra ya citada que unos autores dan la
fecha de venida de los agustinos en 1286 y otros en 1313. Seguramente
no vio la Historia de la Iglesia Metropolitana del maestro Espés,
que re- chaza esta confusión en los folios 491 v. y 492, en que
dice: “En este tiempo, cerca de los años 1313, fue començado a
edificar el monasterio de San Agustín de Çaragoça, como parece en
una memoria de cosas antiguas entre los papeles del secretario
Coloma”. Y añade: “Pero esto entiendo yo para los frailes agustinos que oy lo tienen que en el y al principio, como arriba
se dixo, fueron recogidos los franciscos”.

De manera que pudo muy bien ser la
fecha de venida de los agustinianos en 1286, y establecerse con las
elementales reformas hechas en aquel sitio por los franciscos, y en
1313 comenzar, como dice el maestro Espés, el gran convento. A
juzgar por alguna descripción de este convento, que hemos visto,
debía ser suntuoso.

Los historiadores nos dicen que fueron
claustrales hasta el año 1568, en que se hicieron de la observancia,
viniendo como prior reformador el P. Francisco de Castroverde, con
más de cincuenta religiosos (1).

En la plazuela de San Roque, antes de
San Camilo (2), se alza aún el colegio de Santo Tomás de
Villanueva, fundado por el arzobispo Fr. Francisco Gamboa, de la
orden de San Agustín, colegio y fundador; convertido después en
colegio de Madres Escolapias. No llegó a fundarse quizá, pues su
patrocinador murió antes. En la cúpula central se hallan pinturas
de Claudio Coello.

El Carmen. – El año 1200 es la fecha
que se da de la venida de los Carmelitas a Zaragoza, siendo obispo D.
Hugo de Mataplana, situándose “en la hermita de Santa Elena,
que estava entre unos pinares, en el mismo lugar donde está ahora el
Hospital de Ntra. Sra. del Carmen” (3).

(1) El P. Castroverde fue predicador de
S. M.

(2) Se llamó así porque por los años
1650 se fundó una casa de los sacerdotes regulares de San Camilo de
Lelís, por D. Miguel A. Francés de Urritigoiti, muerto en 1670.

(3) Murillo, op. cit. 2.ª parte, pág.
324.

Grandes elogios hacen todos los
escritores del convento construído por los Carmelitas, y, sobre
todo, debió ser notable su biblioteca.

A instancias (y salvando obstáculos)
del señor Conde de Sástago, D. Artal de Alagón, vinieron los
Carmelitas descalzos en el año 1594.

Trinitarios. – Por iniciativa del
Vicario de Cristo, en 1522 se empezó a edificar el Convento de San
Lamberto, que fue de Trinitarios. Tuvieron además como Patrón a
Carlos V. Y es tradición que en aquel paraje se verificó el
martirio de San Lamberto, y en el mismo lugar había una zarza, la
cual descuajaron los frailes al hacer la huerta, con escándalo de
los escritores de aquel tiempo, por tenerse la idea que la plantó el
santo mártir y había durado más de 1260 años.

Además, los PP. de la Santísima
Trinidad edificaron, a espaldas del Viejo Estudio, el colegio, que no
tuvo ningún patrón particular y cuyo estudio lo hacemos en el
capítulo correspondiente a “Colegios”.

***

En las postrimerías del siglo XVI es
cuando surge en nuestra ciudad la Universidad integral “de todas
las ciencias” y con ella, académicamente, la Facultad de
Teología, completando así el cuadro de estudios filosóficos. Nacen
éstos, pues, al comienzo de la decadencia del poderío español, lo
mismo en la política exterior que interior, y muy pronto esa
decadencia había de invadir también la vida del espíritu, sobre
todo en sus manifestaciones culturales.

Aun los primeros catedráticos de la
naciente Escuela zaragozana conocieron los tiempos brillantes de
España, y así dice uno de ellos, micer Joan Costa, en el prólogo
de su libro, rarísimo ya, Gobierno del Ciudadano (1):

“Lástima por cierto grande en era
tan abundante de buenos entendimientos como los que hoy produze la
exhuberante España, que aunque en verdad que hasta los felices
tiempos de los Reyes Católicos don Hernando y doña Isabel, de
gloriosa memoria, italianos, franceses, hizieron a españoles la
ventaja con la pluma en la mano que los españoles

a ellos, siempre con la lanza en el
puño; pero desde entonces acá hay tanta fertilidad de ingenios
exercitados en buenas letras en España, que quedándose con las
ventajas de las armas, juegan con todos, tan a las parejas, con las
plumas, que con proprio derecho podemos antes preciarnos de que ellos
traduzcan en sus lenguas nuestras obras que de traduzir nosotros en
la nuestra las suyas”.

Siglo de grandezas, como tan
donosamente lo manifiesta este hombre ilustre. El pensamiento y el
lenguaje habían adquirido todo el empuje titánico de que era capaz
la raza ibérica. Aquél era elevado, noble, a manera de luz potente
que desde la cumbre iluminaba hasta las tierras de allende el océano
y el lenguaje se hizo instrumento apropiado para expresar lo mismo
los sublimes conceptos de aquel ideal de héroes, que las sutilezas
de ingenio de los clásicos. Y otro catedrático, Fr. Pedro Malón de
Chaide, en el prefacio a su Libro de la Magdalena, pondera
castizamente nuestro lenguaje.

A la par que las demás ciencias y
artes, la Filosofía y Teología tuvieron su época de oro en la
centuria del quinientos. Del Renacimiento fueron hijos predilectos:
Raimundo Lulio, Luis Vives, Gómez Pereira, Hernán Pérez de Oliva,
Juan de Mariana, Miguel Sabuco, el P. Nieremberg y muchos más, entre
los filósofos eclécticos y tomistas, suaristas, de Escoto y
hebraizantes. Todos ellos dieron gloria imperecedera a su patria y no
merecen el abandono en que los tenemos. En todos resplandece vivo su
genio ibero y, entre los más notables, el catolicismo es su fuente
principal de inspiración.

La lista de los teólogos es asimismo
larga y brillante. Los Pérez de Ayala, Ciruelo, Curiel, Vitoria,
Baüer, Medina, Lemos, Salmerón, Suárez, Vázquez, Ponce de León,
Zumel, los Salmanticenses, etc., son otros tantos focos científicos
de singular magnitud.

(1) “Gobierno del Ciudadano,
compuesto por Micer Ioan Costa, Doctor y Cathedratico de Leyes en la
Universidad de Çaragoça; trata de cómo se ha de regir así su casa
y Republica. Dirigido a la Illustrissima Ciudad de Çaragoça.
(E. de la C.) En Çaragoça, en casa de Joan de Altarach (filete).
Agora nuevamente en esta tercera edición por el mismo Auctor
añadido y emendado; M.D.LXXXIIII (1584)”. – 804 págs.,
8.° pad.

¡Y qué podríamos decir de nuestros
numerosos y excelentes místicos! Eran estos filósofos, teólogos y
místicos los herederos de Séneca, San Isidoro, Tajón, Samuel, San
Braulio y de las grandiosas escuelas arábigo y hebraico-hispanas:
sedimentos copiosos que nuestro Renacimiento recogió para, con
ellos, levantar el magno edificio de la ciencia española. Artífices
del Renacimiento los llama Menéndez Pelayo, con admirable propiedad;
ellos fueron los que iluminaron el camino a seguir por literatos y
artistas, que tan hondas huellas han dejado de su paso por la vida.

Y estos años de la centuria décimo
sexta son los de mayor pujanza de los estudios filosófico-teológicos
en las Universidades españolas. Aun se oyó en nuestro Estudio de
Artes la voz autorizada de uno de esos hombres originales, Juan Pedro
Núñez y, como ya hemos apuntado, el gran místico y filósofo Fray
Pedro Malón de Chaide, juntamente con el sabio dominico y después
Cardenal Xavierre, adornaron también un tiempo la galería de aquel
profesorado prudente y abnegado.

Pero iban a ser muy otros los tiempos
en que la vida universitaria de nuestra ciudad adquirió su
desarrollo pleno. En acentuado decaimiento desde Felipe II todo el
aparato externo e interno de la gobernación del Estado, por causa
del exagerado centralismo absolutista que los Austrias y Borbones
quisieron imprimir a su Monarquía, repercutió, naturalmente, hasta
en la vida íntima del país. Y como dice Weis, el arte cedió su
plaza al oficio y el genio a la paciencia. Así quedó demostrado,
añade Danvila (1: El Poder civil en España. – Madrid, 1885. – T.
III, pág. 353.), en todas las manifestaciones del espíritu, que
cuando una nación decae políticamente y pierde en influencia y se
debilita su poder, la cultura nacional es el espejo fiel de su vida
íntima y no existe posibilidad de que las letras y las artes
prosperen con los malos gobiernos.

El culteranismo exagerado en la
literatura y el academismo en las artes plásticas cortan los vuelos
a la inteligencia y a la fantasía y el amaneramiento triunfa por
completo, produciendo obras huecas, faltas de fondo, más propias de
cortesanos que hijas del genio creador de verdaderos artistas.

Las costumbres públicas (1) se
hicieron igualmente afectadas: el fanatismo sustituyó al sentimiento
religioso; las intrigas palaciegas a la generosa caballerosidad, y
los afeites y toda clase de ridículos postizos a la gracia natural
de las damas.

Y aunque Felipe IV, olvidándose de sus
deberes gubernamentales, prodiga su favor a los artistas, procurando
orillar así de su pensamiento las frecuentes desgracias políticas,
ignoraba que Velázquez y Murillo, Alonso Cano y Zurbarán, Lope de
Vega, Tirso y Quevedo y tantos otros, eran los últimos destellos de
la patria grande, y que tan sublimes manifestaciones del espíritu
sólo pueden brotar de la pública prosperidad y engrandecimiento
nacional.

La decimoséptima centuria – dice D.
Vicente de la Fuente (2) – estuvo impregnada de vanidad e hinchazón,
redundancia y litigiosidad. En las facultades eran nuestros
catedráticos paravicinos, y las Universidades, reñideros
escolásticos. Los cabildos catedrales reñían por los hábitos
corales. Familias poderosas se arruinaban por un tratamiento, y era
frecuente andar a esto- cadas por haber dado merced a quien tenía
señoría.

Innumerables son los impresos que
atestiguan los pleitos habidos entre trinitarios y mercedarios por el
título de redentores. Con ocasión de haber fundado Felipe III los
Estudios de San Isidro y dado su dirección a los jesuitas, las
Universidades se exasperan y aun vino de Lovaina Jansenio a avivar
más la lucha. En Salamanca y otras universidades importantes
anduvieron alborotadas las órdenes religiosas por adquirir
privilegios docentes; cuestiones de local etiqueta, cosas baladís,
pero muy en armonía con el ambiente de la época.

Mas es natural que del medio se
destacaron algunos ingenios, ya que las excepciones nacen al mismo
tiempo que las reglas generales, y Uriel de Acosta, Rodrigo de
Arriaga, Baltasar Téllez, Francisco de Oviedo, Bernaldo de Quirós,
Antonio Rubio, Rivadeneyra, Samuel de Silva, etc…, honraron sus
escuelas filosóficas respectivas.

(1) Francisco Javier Sarabia: Ensayo
histórico-crítico sobre las costumbres públicas y privadas. Usos
familiares y estilos domésticos de la Península española, 1846. –
Julio Monreal. – Artículos publicados en la Ilustración Española y
Americana, 1881 y 1882.
– Lope de Vega: El perfecto señor en la
Corte. 1652. (2) Historia eclesiástica de España.

El siglo XVIII, como dice un escritor
del novecientos, es hijo legítimo del anterior. Verificada la
revolución de ideas, rotos los lazos tradicionales, sujetóse todo a
discusión, planteando problemas que no resolvió. España se vio agitada por luchas entre Austrias y Borbones; pasó el tiempo
estérilmente para nuestro poderío, y a una dinastía agotada y
decadente sucedió otra que nada tenía de nacional y compenetrada
con el pueblo que iba a regir.

La pendiente iniciada acentuóse más y
más, y casi nos atrevemos a decir que únicamente el reinado de
Carlos III puede constituir un alto en la marcha acelerada de la
política extranjerizada y absurda, al querer implantar sobre el
accidentado suelo de España la uniformidad del centralismo francés.

En nuestras Universidades dominaba el
escolasticismo con sus variantes, completamente agotado y un tanto
refractario a innovaciones de toda índole.

Las ciencias físicas, matemáticas y
naturales van adquiriendo singular pujanza, y de ese análisis
científico y espíritu de crítica se deriva la erudición
histórica, literaria y artística, que constituye una faceta
gloriosa en el retablo de nuestro movimiento cultural.

Los innovadores filosóficos:
gassendistas, cartesianos empíricos, sensualistas wolfianos y
eclécticos (1: (1) Vid. Menéndez y Pelayo: Ciencia española, 1888.
– Bib. de Aut. Cast., páginas 201 y siguientes.), ganan terreno,
quizá con detrimento de las escuelas nacionales.

En este ambiente, pues, tienen lugar
las contiendas de las órdenes religiosas en nuestra Universidad
durante todo el siglo XVII y la primera mitad del XVIII. ¿Cómo
buscar en ellas altura de miras? Hubieran tenido que habitar nuestros
universitarios en otro planeta para no estar contaminados de las
miseriucas de que estaban impregnados los ideales
empequeñecidos de entonces. En manera alguna, sin faltar a la
verdad, podríamos aquí 
vituperar nuestro régimen de estudios
y a los hombres que los llevaron a la práctica. No es un mal
circunscrito a los estrechos límites de nuestras aulas, sino que
extendido se hallaba en todas las Universidades españolas (1:
Vicente de La Fuente: Historia de las Universidades.) y en la vida
toda del país. Por muy elásticos que sean los preceptos que regulen
en todos los tiempos la vida del espíritu, es imposible que pueda
abarcar sus infinitos matices, en constante renovación y muda-
miento. Hoy mismo se abomina del régimen de enseñanza por
inadecuado a las modernas exigencias de las ciencias y las ar- tes; y
¿acaso hubo algo tan efímero en la cultura patria que la acción
que ejercieron (altamente beneficiosa en aquella época) las
Sociedades Económicas y las Reales Academias, sagrados templos del
saber, que viven en la actualidad más del prestigio de sus recuerdos
nobilísimos, que de su verdadera eficacia social en lo presente?

Vano empeño sería el del que
pretendiera encerrar en un molde la cultura y la civilización en
constante armonía con el progreso.

En estas luchas o, mejor dicho,
desavenencias entre las órdenes religiosas, no vemos hondas
diferencias de sistemas filosóficos, sino celos mal reprimidos, por
pretender ser únicas, cada una de ellas, dentro del claustro
universitario.

No aparecen aquí reminiscencias de las
discordias de escuelas sobre temas concretos, como la de Auxiliis
sobre la gracia en cuanto a la predestinación y libre albedrío. De
poca monta eran éstas y seguramente en otra época no hubieran
surgido.

Santo Tomás, Durando, Suárez y Escoto
fueron los doctores eximios cuyas doctrinas se leyeron en las aulas
universitarias. Querer desarrollar las diferencias, pequeñas en el
fondo, aunque numerosas en la forma, que separaban a cada uno de
estos santos y sabios, nos llevaría a una disertación que para nada
sirve al pretender historiar las desavenencias a que hacemos
referencia. Escolásticos son todos, y realzar las disidencias al
tratar de las especies inteligibles entre los seguidores del Ángel
de las Escuelas y los de Durando, las pequeñas surgidas también
entre tomistas y suaristas, sería completamente baladí. Algo más
hondas son las discrepancias entre el santo Aquinate y el filósofo
escocés, pues ya lo hacen en materia de verdadera transcendencia
metafísica, como es el principio de individuación, y podemos
ver, por tanto, en su escepticismo y criticismo, características
peculiares que luego han brotado en filósofos modernos.

Mas aquí, repetimos, no fueron por
esos intrincados caminos, de suyo sutilísimos, las desavenencias,
sino que tanto los Predicadores como los Agustinos y jesuitas (1: Los
jesuitas no tuvieron cátedra universitaria en nuestra ciudad.)
seguidores de Suárez, los Carmelitas que por estudiar a Bacón
(Bacon) intra claustra se aliaban con los tomistas, y por
último, los mendicantes de San Francisco, escotistas, siguieron otra
trayectoria más práctica, si se quiere, y muy del seiscientos y
primera mitad del setecientos.

Hasta 1654 no comienzan las grandes
desavenencias; pero en 1645, con motivo de la provisión de las
cátedras de Artes, los canónigos de la Metropolitana formaron un
fuerte partido en el Claustro, que se propuso no dar posesión a los
religiosos que habían opositado a las cátedras fundadas por el
arzobispo Apaolaza.

En esta ocasión todas las órdenes
religiosas formaron grupo, y como ya les habían puesto el veto en
cuanto a la predicación en la Catedral, se dirigieron en esta
ocasión a S. M. en un curioso memorial (2: Se dará en el tomo de
Documentos.), e igualmente los arzobispos de Zaragoza y Tarragona en
nombre de las religiones mendicantes se alzaron también al Rey
pidiendo ordenara a la Universidad que posesionara de sus cátedras a
los opositores religiosos antes de confirmar los nuevos Estatutos,
como otras veces se había verificado. Y en el mismo año 1645 el
Monarca accedió a la petición y el incidente quedó totalmente
terminado.

***

La Orden de Santo Domingo fue la que
inauguró los estudios en la Facultad Teológica de nuestra
Universidad. El después Cardenal Xavierre fue su primer catedrático,
y desde entonces procuró por todos los medios a su alcance mantener
su primacía, pretendiendo que la doctrina del Angélico Doctor se
leyera en las aulas, con detrimento de las otras opiniones, a lo cual
se opusieron con tenacidad las demás órdenes religiosas, sobre todo
los Franciscanos.

Y surgió el primer incidente cuando,
en 1654, el obispo de Teruel, D. Diego Chueca, quiso dotar tres
cátedras de Artes y dos de Teología para la opinión tomista.

Los Predicadores trabajaron activamente
para conseguir tal fundación; para ello contaban con un claustro
universitario dócil a sus pretensiones y simpatizante con el tomismo
puro. A este propósito el prior y el convento de Predicadores
zaragozano se dirigieron en un memorial al Rey, fechado en 2 de mayo
de 1654, en el que manifiestan (1: Archivo de la Corona de Aragón,
Leg. 78 (Consejo de Aragón).) “que D. Diego Chueca, del Consejo
de V. M., obispo de Teruel, con el amor que tiene a nuestra sagrada
Religión y a la doctrina del Angélico Doctor Santo Tomás;
deseando, también, el mayor lustre de la Universidad de Çaragoça
que goça también de su enseñanza; ymitando los exemplos de don
Pedro Cerbuna, obispo de Tarazona, su fundador, y de don Pedro
Apaolaza, Arzobispo de Çaragoça, que aumentó considerablemente los
salarios de algunas cathedras, hace donación a dicho convento de la
cantidad necesaria para la fundación y lectura de tres cathedras de
Artes en que se lea la doctrina de Santo Tomas por los religiosos de
dicha Orden, al modo que por otra orden real se sirvió hacer merced a
la misma Religión que se fundaren para Theología en la Universidad
de Salamanca, por cédula de 26 de agosto de 1606. Y por que de
efectuarse lo sobredicho se ha de seguir al servicio de Dios, de S.
M. y bien universal tan grande beneficio, y a la dicha Religión este
nuevo favor que espera merecer, suplica a V. M. se digne interponer
su real authoridad con la Ciudad y Universidad de Çaragoça para que
se logre la piedad y buen celo de dicho Obispo y la Religión tenga
mas ocasión de enseñar la doctrina del Angélico Doctor Santo
Tomás”.

El Rey no accedió sin más a la
súplica que le dirigieron los Predicadores, y con objeto de
cerciorarse y obrar con conocimiento pleno del asunto, expidió una
real carta en la que da cuenta al virrey aragonés de la petición
que le fue hecha, y dice:

“y me suplican interponga mi
influencia y authoridad con esa ciudad para que se logre la piedad y
buen zelo de dicho Obispo de Teruel; y antes de tomar resolución en
esta materia he querido que me informeys con toda liberalidad como os
lo encargo y mando, las cathedras que hay en essa Universidad y la
conveniencia que se seguiría de añadir estas que propone el
convento, conviniéndolo con la Ciudad, para que entendido mande lo
que mas convenga” (1: Está firmada la carta real en Aranjuez, a
6 de mayo de 1654.). Gran prudencia en la gobernación del país
revela D. Felipe IV al querer conocer los pros y los contras que
habían de seguirse en la cultura universitaria por fundación de las
mencionadas cátedras, y sobre todo, al pedir información a la
Ciudad, que era la patrona indiscutible del Estudio general. El
virrey y Consejo de Aragón se opusieron a la pretensión dominicana
con el siguiente alegato (2):

“1.a Conforme a los Estatutos de
la Universidad para crear otras nuevas se necesita derogar los
Estatutos antiguos en Claustro pleno y, por tanto, sería ir contra
los mismos Estatutos que afirmó S. M.

“2.a Cesaría la cuantiosa renta
que dejó el arzobispo Apaolaza para las cátedras que hay fundadas
que las dejó para éstas a proveerse por oposición y votos de los
estudiantes.

“3.a Que aunque de conformidad con
la Ciudad y la Universidad en Claustro pleno podría V. M. anular los
Estatutos, pero perderían los cathedraticos la renta que les dexó
el Arzobispo, porque fue con calidad de observarse los Estatutos que
ya estaban decretados por V. M., y si se faltara a ellos se aplicaría
el dinero a la sacristía de la Iglesia Metropolitana.

“4.a Que ya que van apenas 20
estudiantes a cada cathedra si se ponían más de Santo Thomas se
terminaría la oposición y sería toda tomística.

“5.a Que se aumentarían los
examinadores y disminuirían por tanto las propinas o aumentándose
gasto a los que quisieren graduarse y no se querrían graduar, siendo
esto en deslucimiento de la Universidad.

( 2 ) Cinco hojas folio, en las que el
virrey muestra a S. M. los inconvenientes que 
presentan la Ciudad y Universidad para
la fundación de las cinco cátedras de Artes por 
el obispo de Teruel.

“6.a Que no hay salas donde
poderse acomodar cinco cathedraticos nuevos.

“7.a Que proveyéndose estas
cathedras por el provincial de Santo Domingo en dominicos, aunque se
diesen con aprobación de la Universidad, vendría a tener la
Religión dominicana más autoridad que la Ciudad, que es la patrona;
y pretenderían otras religiones lo mismo.

“8.a Que no se necesita esta
fundación porque ya se lee en esta Universidad la doctrina de Santo
Tomás, y además se entregó un papel impreso con razones en contra
de esta fundación, expuestas por otras personas y entidades, etc.

“9.a Que lo pactado es que de las
tres cathedras de Artes se provean dos como las de la Universidad por
votos de estudiantes si pareciere y las dos de Theología por los
Jurados de Çara- goça y doctores de la Universidad, oponiéndose
religiosos dominicos, con que no padece en ello la Ciudad.

“10.a Que desde que salió el
obispo de Teruel de aquella Universidad ya no se ha leído en Artes
la doctrina de Santo Thomas y por eso es su propósito de fundación
de nuevas cathedras.

“11.a Que hecha esta nueva
fundación en las dos cathedras de Theología no podrán los
religiosos dominicos oponerse a otras de la misma Facultad, con que
quedaran seis para leerse diferentes doctrinas.

“En el Consejo se ha visto y
discutido sobre todas las razones que por una y otra parte se ha
representado acerca desta nueva fundación de cathedras, y
reconociendo que con las tres que hay dotadas son bastantes y que en
lugares tan populosos como Çaragoça no es conveniente erigir
grandes Universidades, que sería en perjuicio del concurso de las de
Salamanca, Alcalá, Huesca y otras que son más antiguas y de mucho
fruto para la enseñanza de la juventud y por la contradición
a hacer el Claustro de la misma Universidad de Çaragoça y los
inconvenientes que representa son de parecer que no se admita esta
nueva fundación ni se haya anunciado”.

La Ciudad también era refractaria a la
fundación de nuevas cátedras de Santo Tomás, porque veía en ello
un peligro para el cumplimiento de los Estatutos; pero era
partidaria, antes de dar su opinión en firme, oír al Claustro
universitario. Y así dice en la contestación:

“Lo que la Ciudad puede responder
al señor Gobernador en orden a la súplica que ha hecho el señor
Obispo de Teruel a S. M. para que interponga su authoridad con esta
Ciudad, a fin de que se puedan fundar en la Universidad tres
cathedras de Artes en que se lea la Doctrina de Santo Thomas por
religiosos de la Orden de Santo Domingo, Y que se diga que cathedras
hay fundadas en esta Universidad y la conveniencia que se sigue de
añadir las que se proponen, Y cumpliendo con el tenor de dicha
carta, décimas que en esta Universidad están fundadas y se lehen en
la Facultad de Theología las cathedras de Prima, Vísperas,
Escritura, Durando, Santo Thomas, y por supernumeraria la de Escoto y
esta sin renta y que se lehen también tres cathedras de Artes, y que
el concurso de los estudiantes es más limitado que el de otras
Universidades, y en lo que mira a la conveniencia que pueda resultar
de la fundación de tres cathedras de Artes que se pide, no se le
offrece por aora a la Ciudad inconveniente, porque casso que aia
algunos, han de resultar de las condiciones con que se pidira la fundación de las cathedras y de lo que la Universidad y Claustro podrán representar que por no haverlos oído para hacer esta relación
no se puede hazer juicio de la justificación que pueden tener”.
(A. C. A., legajo núm. 78).

Los ministros reales andaban divididos
en sus opiniones sobre la conveniencia de la fundación de las
cátedras del Obispo de Teruel. Y así vemos este informe particular
de los Regentes Conde de Robres, Miguel de Marta y el Protonotario D.
Miguel de Lanuza, expresando, según su criterio, la conveniencia de
que se realice en esta Universidad la pretendida fundación, en
oposición al informe de la Ciudad y Universidad, Audiencia y Virrey.
Pues dicen: “Pues debe mucho referirse a la inteligencia del
Virrey y de aquellos ministros por haberse criado en aquella
Universidad se hallan más noticiosos que otros de la conbeniencia
que ha de resultar el tener estas cathedras y que su fundación no se
contravienen con los Estatutos ni al aumento de renta que aplico a
algunas antiguas el Sr. Apaolaza… “Ni puede decir que el
numero de los estudiantes es limitado para tantas cathedras,
particularmente las de Artes, pues según las relaciones mas
verdaderas, empieza cada año el curso de Artes con más de
doscientos estudiantes y no entienden sea maior el de Barcelona ni el
de Valencia y hay seis cathedras de Artes, empezando cada año dos
cursos, que es lo que se pretende introducir en Çaragoça, y si en
aquellas Universidades no se ha hallado inconbeniente, no debe
hallarse en esta, demás que a la vez de la oposición de doctrinas y
que los cathedraticos se han de desvelar en acreditar lo que cada uno
defiende sera mucho maior el concurso de los oyentes y habrá numero
competente para todos. Ni por esta contraposición de opiniones hay
que recelar sucedan desgracias, por que no son las riñas de
voluntad, sino de entendimiento…”

“Decir que hasta admitir las dos
cathedras de Theologia y excluir totalmente la fundación de todas
por que el intento del Obispo mira principalmente a las de Artes, por
haber experimentado que desde que él salió de aquella Universidad
no se ha leído en ellas la doctrina del Santo y pretendiendo que se
enseñe con toda su propiedad y rigor es conbeniente se empieze desde
las Artes”.

Y después de expresar lo conveniente
que es esta doctrina tomista por su solidez, más que otra ninguna,
y que no se opone, antes al contrario, tampoco al artículo del
Estatuto acerca del misterio de la Concepción Inmaculada, concluyen
el informe así: “Por lo cual son de parecer que V. M. debe
servirse mandar escribir al Virrey de Aragón interponga sus oficios
con la ciudad de Çaragoça y su Universidad, para que se admitan
estas nuevas cathedras, con las condiciones y limitaciones del
memorial que por el Obispo y los religiosos dominicos se ha dado,
manifestando en nombre de S. M. se dará con esto por servido y
previniéndole que si en alguno de estos puestos allare repugnancia,
vea y comunique con los ministros de la Audiencia de qué medios se
podrá valer para que se consiga enteramente esta fundación”.
(A. C. A., leg. núm. 78).

Y paralelamente al informe de los
ministros reales el P. Ordóñez volvió a escribir a S. M. con la
súplica siguiente:

“Señor: El maestro Fr. Sebastián
Ordóñez, de la Provincia de Aragón, de la Orden de Predicadores,
en nombre de D. Diego Chueca, Obispo de Teruel y del Provincial y
Provincia, dize: Que el dicho Obispo de Teruel, deseando el mayor
lustre de la Universidad de Çaragoça y imitando a D. Pedro Cerbuna,
su fundador, y a D. Pedro Apaolaza, su Arçobispo, que dotó
algunas cathedras y aumentó otras, intenta fundar tres de Artes y
dos de Theología de Prima y vísperas, para que en ellas se lea la
doctrina del angélico doctor Santo Thomás, para religiossos de
dicha Orden, al modo que la Magestad del Señor Rey Don Felipe III,
de gloriosa memoria, padre de V. M., fue servido fundarla para la
mesma Religión de la Universidad de Salamanca por su Real Cédula
del año 1606; y considerando la utilidad que se seguía desta
fundación que se supplica, fue servido V.M. mandar al Presidente de
Aragón y a la Ciudad de Çaragoça, por sus reales cartas de 6 de
mayo de 1654, informaran a V. M. de las conveniencias que dicha
fundación podían resultar, y respondieron ser muchas, como pueden
representarse, pues el dicho Obispo de Teruel le da dos mil ducados
para el Arca de la Universidad a más del salario de dichas
cathedras, y una de las tres de Artes para que provea en sujeto que
no sea de dicha Orden. Y porque el efectuarse lo sobredicho no se
opone a la fundación de D. Pedro Cerbuna ni a la dotación de D.
Pedro Apaolaza, antes bien, de eso mesmo se ha de seguir un grande
servicio a Dios y a V. M., suplica con todo rendimiento sea servido
mandar al Presidente de Aragón y al Rector y Claustro de la
Universidad se execute con efecto dicha fundación en que así la
Religión de Santo Domingo como el Obispo de Teruel recibirían
singular favor de la grandeza de V. M. = Vuelto: Suplica a S. M. de
Fr. Sebastián Ordóñez, en nombre de la Orden y Convento de
Çaragoça de Predicadores, para que se sirva mandar al Virrey de
Aragón y al Rector y Claustro de la Universidad pongan en execución
la fundación de las cinco cathedras que desea hazer el Obispo de
Teruel”.

Algunos incidentes se siguieron en el
seno mismo del Claustro universitario por la disconformidad que en él
había, pues fijándose en el bien de la Universidad y velando por la
intangibilidad de sus Estatutos hasta aquellos doctores que más simpatía sentían por la doctrina tomista, deseando su mayor
acrecentamiento, veían serios peligros en la implantación de las
cátedras que el Dr. Chueca, Obispo de Teruel, quería fundar. La
dotación de 2.000 escudos que el Prelado daba de su peculio
particular con el fin de realizar sus propósitos, no ingresaría en
las arcas de la Escuela, sino que había de administrarlos
directamente el Convento de Predicadores cesaraugustano y también la
provisión de las cátedras se vinculaba en los Dominicos por el
nombramiento exclusivo de su Provincial.

Todo era abiertamente contra los
Estatutos y mutilaba los derechos de la Ciudad como patrona que era
de la Escuela.

Para admitir tales proposiciones había
que modificar totalmente la parte legislativa en cuanto a provisión
de cátedras, y se corría el peligro de que las cátedras que se
alimentaban con el legado Apaolaza, que, como ya hemos dicho en otro
lugar, se proveían por votos de estudiantes, pasara a la Sacristía
de La Seo, pues así se ordenaba en la fundación del Arzobispo.

Si a esto se añaden las razones que el
Virrey de Aragón y la Ciudad consignaban en sus memoriales y
consultas a S. M., vemos cómo verdaderamente no eran necesarias las
mencionadas cátedras. El interés de los Predicadores se basaba
principalmente en el deseo de preponderar sobre todas las demás
Religiones en el Claustro, causa inicial de todas estas disputas, que
más tenían de intereses creados que de filosófico- teológicas.

En 22 de julio de 1656 el Rey mandó
poner perpetuo silencio a este asunto y fracasada fundación. No
satisfechos los Dominicos con el real acuerdo, de nuevo elevan
súplicas y memoriales (1); pero fue todo en vano. Mas viendo perdida
su causa, procuraron llegar a una inteligencia con los catedráticos
suaristas y los franciscanos, que tenían una cátedra supernumeraria
de la doctrina del Doctor sutil, para conseguir su reiterada
pretensión. De tal alianza circunstancial entre las órdenes
religiosas nos da cuenta la instancia que los catedráticos de Artes
Dr. Vicente Antonio Ibáñez de Aoyz y D. Domingo Pérez, por sí y
en nombre de todos los estudiantes teólogos y artistas, elevaron a
S. M. denunciando el hecho. Dice así: “Que el obispo de Teruel
pretendió fundar tres cátedras de Artes para que las leyesen
religiosos de Santo Domingo, y aviendo V. M. hallado

(1) Todos estos papeles se publican en
el tomo de Documentos.

muchos inconvenientes en su fundación,
mandó con Decreto poner silencio en ello…” Y añaden: “Sin
orden de V. M. han comenzado a tratar de nuevo de dicha fundación,
pretendiendo recen cinco cátedras y todas para la doctrina de los
religiosos dominicos. Y aunque resistían a esta fundación la
primera vez que se intentó algunas religiones, aora, a diligencias
de los religiosos de Santo Domingo y por conveniencias de todos, a
fin de repartirse entre sí todas las cátedras, vienen bien con esta
fundación, porque con ella aseguran estas Religiones apoderarse no
sólo de las dos cátedras que dexan libres los religiosos dominicos,
sino de todas las que oy tiene la Universidad, con que los que nos
emos criado en ella y se an de criar, gastando gran parte de su
patrimonio, no pueden aspirar a conseguir jamás cátedra alguna,
porque qualquiera religioso que se oponga, tiene de seguro los tres
catedráticos dominicos con sus discípulos…” (A. C. A., Leg.
78).

En mayo de 1657 volvieron los
Predicadores a lanzar una nueva intentona procurando salvar los
inconvenientes legales que se habían opuesto a la fundación de las
cátedras de Artes y Teología, enviando a S. M. un proyecto de
Estatutos que sal- varan tales obstáculos. El documento dice así:

“El convento de Predicadores de
Çaragoça a 26 de mayo, sobre las cathedras que el Obispo de Teruel
quiere fundar en la Universidad de Çaragoça. – El Prior y convento
de Predicadores ha suplicado a S. M. fuese servido de interponer su
Real authoridad para que tuviesse efecto una fundación de tres
cathedras de Arte que funda y dota en esta Universidad con igual
salario el Sr. Obispo de Teruel, para que se lea por religiosos de
nuestra Orden la doctrina del Angélico Doctor Santo Thomas. S. M.
recusó el Memorial pidiendo informe al Sr. Gobernador con Audiencia
de la Ciudad, y esperamos embiarle para la estafeta que viene, nos ha
parecido dar cuenta deste a V. S. y emitir juntamente un proyecto de
Estatuto para en el progresso si S. M. fuere servido de conformarse
se pueda encaminar la dirección de suerte que por parte de la
Universidad no haya algún estorvo, siendo como pareze una de las
principales en esta afectación, para que havido el estado por V. S.
con el favor que nos haze siempre V. S. y por la memoria del Sr.
Obispo de Albarrazin su tío de V. S., que es muy perpetua en esta
casa como en todas partes donde han gozado su doctrina, podamos
lograr mucho desseo y y el bien público deba también a V. S. este
tan singular beneficio y guarde nuestro Señor a V. S. muchos años.
= Marzo 26 de 1659. = Besamos la mano de V. S. sus siervos F.
Sebastián Ordóñez, prior. – Fr. Juan Laurencio Cairossa. El
maestro Fr. Feliciano Uberte. – Maestro Fr. Pablo Pedro”.

No hemos visto respuesta al memorial
último que publicamos sobre la fundación del Obispo de Teruel.
Hasta 1672 no se habló en los claustros de nuevos estatutos y hasta
1684 no se promulgaron por Carlos II. La súplica dominicana, por
tanto, debió caer en el vacío para siempre, pues no hemos
encontrado ya noticia alguna que haga referencia a la alteración
universitaria por las cátedras del Obispo de Teruel.

***

Después de las ruidosas discusiones
que hemos historiado entre la Orden de Predicadores y parte del
Claustro universitario y hasta de la propia autoridad real, y de
otros incidentes que expuestos dejamos en el capítulo de “Cátedras”,
en el año 1672, con motivo de la votación del Dr. Parras, venimos
al año 1691, en el que habiendo quedado vacante la cátedra
indiferente de Artes, por muerte del Sr. Pérez Araciel, que la
desempeñaba, tuvieron las órdenes religiosas motivos de discusiones
nuevas, que duraron largo tiempo y que terminaron, como veremos, con
el triunfo completo de los escotistas (1).
(1) Borao, en su
Historia, relata muy someramente estas discusiones producidas en el
año 1691, en las páginas 93 a 97. Nosotros aportamos numerosísimos
documentos interesantes, dándole una gran extensión. Nada dice,
tampoco, de las otras disputas, constituyendo asuntos nuevos a
tratar, de singular importancia.

Como dejamos apuntado más adelante,
los franciscanos leían una cátedra supernumeraria en la Facultad de
Teología, según la doctrina del Doctor Sutil, pero no tenían
cátedra escotista en la de Artes, y creyeron llegada la hora de que
la cátedra indiferente se concretara para su eminente filósofo.

Para ello encontraron una tenaz
oposición en los Predicadores y estudiantes tomistas que defendían
con ardor su causa para conservar hegemonía en la Facultad de Artes
y, en general, en toda la Universidad.

Graves trastornos y alteraciones se
producían en cada provisión de la cátedra indiferente, y la
Ciudad, así como la mayor parte del Claustro, vio en la pretensión
de la Orden de San Francisco la manera de terminar con aquellas
luchas titánicas.

Al quedar concretada para Escoto no
habría la contienda de partidos: la provisión se haría normalmente
y la paz de la Escuela sería un hecho para bien de la cultura y aun
en beneficio del orden público. Puestos sus ojos en tan laudables
propósitos, Ciudad y Universidad suplicaron a S. M., en 25 y 28 de
agosto respectivamente de 1691, se sirviera aprobar la pretensión
franciscana de querer concretar la cátedra indiferente a la escuela
escotista, realzando “los sumos inconvenientes que se
experimentaban hacia el servicio de Dios y del Rey y de la inquietud
del público en la provisión de ella y que convenía atajarlos”.

Con este motivo se encargó al Virrey,
príncipe de Cariati, comunicase esta instancia con la Audiencia y,
oyendo a la Ciudad y a la Universidad, discurriesen si a más del
medio propuesto de destinar a la doctrina de Escoto la cátedra
indiferente se encontrarían otros para atajar los daños que se
ponderaban, y así, S. M. pudiera elegir el que más conveniente le
pareciera. Y el Virrey, en carta de 18 de octubre del mismo año,
dice así:

“Que había conferido con la
Audiencia la noticia y remitió los votos de los ministros, que
fueron varios, conformándose con el del Representante fiscal y
Ezmir, los cuales se reducían a que se confirmase el Estatuto que
proponía la Ciudad y que para mayor facilidad del establecimiento se
podría permitir a los religiosos franciscanos la oposición a esta
cátedra, dando lugar a que todos los votos de estudiantes concurran,
pues no pudiendo ser opositor tomista ni suarista, no habría tantos
inconvenientes de parcialidad, y habiéndose de elegir sujeto que
precisamente fuera escotista, teniendo por reparable la alternativa,
que se discurrió por lo pasado entre tomistas y suaristas para la
cátedra indiferente de Artes, pues la Escuela que hubiese gozado del
turno antecedente se hallaría ventajosa en número de votos teólogos
para ganar la cátedra, siendo vencida esta parcialidad en el turno
de la alternativa siguiente con que se continuaría la contradicción
entre ambas opiniones, y reputaron que esto no se oponía a la
dotación que hizo el Arzobispo Apaolaza de estas cátedras, pues
siempre quedaba el voto a los estudiantes con limitación de éstos,
o los otros, y en caso de no ser esta razón suficiente, se podía
solicitar confirmación del Estatuto de la Sede apostólica, o mandar
escribir S. M. al Cabildo de la Metropolitana, que es el instituído,
y llamado en caso de contravención a la voluntad del Arzobispo, para
que dé su consentimiento”.

Los Consejeros Exea y Contamina
reputaron inconvenientes en el establecimiento del nuevo Estatuto,
por no haber “sujetos criados, ni disciplinados en la doctrina
de Escoto, y que sólo podría ser medio para la pacificación que se
permitiese la provisión en religiosos franciscanos, a lo menos por
algunos años, hasta que se criasen sugetos que asegurasen el
intento, y que en cuanto a no concurrir todos los votos en la
provisión, se les ofrecía el reparo de si repugnaba la disposición
del Arzobispo Apaolaza, entendiendo que lo más conveniente sería
nombrar un visitador, para que enterado de lo que conduzca al mejor
beneficio de la Universidad, con audiencia y satisfacción de los
interesados, informase a S. M. y, con su Real acuerdo, se
restableciese la quietud y el mayor lustre de la Escuela”.

El Dr. D. Agustín Estanga fue de
dictamen que este nuevo Estatuto se oponía a la disposición del
Arzobispo Apaolaza, y en lo que se refiere a la conformidad
dispuesta, para conveniencia y utilidad de la Universidad, y que por
ello se conseguiría la paz y quietud que tanto se desea, era materia
de grave consideración, por lo que creía que era muy necesario y
conveniente allanar, cuanto antes, las dificultades que ocurriesen,
obteniendo el consentimiento del Cabildo, como sustituto o
representante del Arzobispo Apaolaza.

La Ciudad se había dirigido al Rey
enviándole copia del Estatuto que nuevamente había formado la
Universidad, señalando esta cátedra indiferente a la doctrina de
Escoto, y pidiendo se sirviera aprobarlo; por su parte el Claustro se
dirigió al monarca suplicando la brevedad en la aprobación.

El Real Consejo, en vista de lo
referido en consulta de 14 de septiembre de 1691, fue de parecer se
proveyese esta cátedra por alternativa entre las dos escuelas
tomista y suarista “y que si no llegaran a un acuerdo la Ciudad
y la Universidad, se diera a la opinión de Escoto, pidiendo su
consentimiento al Cabildo por la donación Apaolaza…”

Los consejeros Borja, Ariza y Climente
fueron de parecer que no se diera esta cátedra a la doctrina
escotista, por los reparos que ocurrían, y que el medio más
proporcionado era el de que alternativamente fuera suarista o tomista
“y que se escribiere a la Ciudad y Universidad para ver si se
podría ajustar a este medio”.

A la consulta indicada respondió S.
M.: “Notifíquese al general de San Francisco en nombre de su
Religión desista de la pretensión de esta cátedra, en que se
reconocen obstáculos que lo resisten y provéase regularmente por
votos de estudiantes en opositores beneméritos”.

Pasó al Consejo la consulta, en 27 de
febrero de 1692, y al día siguiente este alto cuerpo consultivo
dictaminaba a S. M. “que habiéndose estudiado detenidamente lo
que se había servido responder en la citada consulta de 14 de
setiembre y no podía escusar poner en su consideración los nuevos
inconvenientes que se podían seguir de que en tiempo de guerra en
aquellas fronteras, y aun dentro del Reino, se proveyese esta cátedra
con la oposición de tan fuertes parcialidades, que aun sacando el
Santísimo Sacramento se habían dado casos de no contenerse los
ánimos inquietos, pareciendo al Consejo se procurase que esta
cátedra se alternase por trienio o sexenio, entre tomistas y
suaristas”. S. M. respondió: “Como parece y encargo al
Concejo asista con particular cuidado a la pacificación de
estudiantes en virtud del medio que se propone”.

El Gobernador de Aragón, en carta de
11 de marzo, dice que se comenzaban a experimentar algunas
inquietudes en los estudiantes; y el Rector, en otra misiva, también
manifestaba lo mismo.

Ejecutáronse las órdenes reales que
dimanaban de estas representaciones, añadiéndose en ellas que en el
ínterin que no preste su consentimiento el Cabildo y se obtuviese
aprobación de Roma, no se pusiesen edictos para la provisión de la
cátedra, pues estando tan próximo el día 1.° de abril, que es en
el que se dispone por los Estatutos se pongan, si se ejecutaba se
frustraba la providencia que S. M. había mandado dar en la materia y
no se obviaban los inconvenientes que se deseaban evitar.

Pero no obstante lo resuelto en ellas,
se pasó a poner edictos para la provisión de la cátedra que estaba
vacante, como participó el Gobernador en 1.° de abril de 1692, y
aunque se le escribió en 5 del mismo instándole a la ejecución y
se volvieron a repetir los mismos despachos por acuerdo del Consejo
de 19, también de abril, no se logró el efecto, y leyeron los
opositores, si bien corrió la matrícula con algún sosiego y
quietud, según participó el Gobernador en cartas de 22 y 29 de
abril y 10 y 13 de mayo, y en esta última dijo “que por haberse
movido algunas discusiones entre las parcialidades tomista y
suarista, aun quedaban algunos seglares, procuró juntar las Salas
para que viesen si convendría entregar la orden que se le envió de
S. M. y que resolvieran que no por empeñarse la autoridad real el
conflicto quedaría resuelto, pues los estudiantes votaban en esta
cátedra y los ministros de S. M. celaban el que no hubiera
disturbios”.

El marqués de Camarasa, que pasó al
Virreynato de Aragón el mismo año 1692, participó, en cartas de 10
y 17 de ju- nio, cómo se había concluído todo lo concerniente a la
provisión de esta cátedra y que no había permitido saliese el
vítor que tenían preparado los estudiantes, por el temor de algunos
escándalos que pudieran originarse, y que habiendo intervenido en
esta materia D. Jorge de Híjar y el marqués de San Martín, les dio
las gracias, ratificándolas poco después el Monarca.

Pasóse todo el año de 1693 sin cosa
especial en este asunto, y en 23 de febrero de 1694 escribió el
Arzobispo a S. M. ponderando los desórdenes, escándalos e
inquietudes que ocurrían en esta Universidad, con motivo de las
provisiones de las cátedras y que para evitarlos proponía, como
Prelado y como Canciller de la Universidad, que lo más conveniente
sería el nombramiento de un visitador en la forma regular, para que
estudiando los abusos y escándalos que estaban ocurriendo, obligase
a la Universidad a combatirlos por el medio que se estimara más
adecuado y caso de ser necesaria alguna disposición se recurriese a
la Sede apostólica.

En virtud de esto, en 6 de Marzo de ese
año se le preguntó al Arzobispo a quién podría nombrarse
visitador, respondiendo dicha autoridad eclesiástica que al
Inquisidor general D. José Monreal, pero quedó en suspenso este
nombramiento, pues entre el Arzobispo y el Consejo mediaron varías
cartas, pues el alto tribunal no quería hacer propuesta al Rey en
este sentido hasta estar bien seguro que el nombramiento, no sólo no
iba contra los fueros de Aragón, sino que sería bien acogido por la
opinión en general y por la Ciudad y la Universidad, al mismo
tiempo. Larga fue la tramitación de este enojoso asunto, pero 
después de varias cartas y consultas
entre el Consejo y el Arzobispo, el primero manifestó rotundamente
al segundo, por acuerdo de 18 de mayo, que propusiera otros medios
más fáciles y sin “tantos embarazos ni dilaciones”.

Después, con motivo de una carta que
se recibió del Virrey duque de Jovenazo, de 27 de 
junio, pareció al Consejo, vistas las
circunstancias que hacían difícil y enojosa esta cuestión,
escribir al Virrey y al Arzobispo en 19 de julio, que no se tratase
de esto hasta después de la campaña.

En 9 y 12 de julio se vieron dos
memoriales en el Consejo, del Decano y mayor número de doctores de
la Universidad, refutando algunas razones contra los medios que se
ideaban en aquella ciudad para remediar los escándalos que se
originaban en la provisión de las cátedras.

Con motivo de lo que se le escribió al
Virrey para que se suspendiese la provisión de la cátedra,
manifestó en diferentes cartas, desde 20 de julio hasta 31 de
agosto, lo que se le ofrecía; los recursos de que se valían en el
tribunal de la Corte los interesados, y las diligencias que se hacían
por el fiscal en defensa de la regalía de S. M. y, últimamente, en
despacho de 10 de septiembre de 1694, emanado de acuerdo del Consejo
de 4 del mismo, se le dijo ordenase al fiscal continuase en la Corte
las diligencias necesarias para la declaración a favor de la regalía
y que el Virrey pasase a este fin los oficios convenientes, y que
respecto al atrevimiento de un opositor de haberse dado apellido de
aprensión contra regalía tan notoria y asentada, se le castigase
con las penas que, según fueros, práctica y estilo, pueden ser
castigados semejantes excesos, y que mirando esto sólo a que
subsista la suspensión de la provisión de la cátedra que mandó S.
M. en despacho de 21 de julio y que lo que más conviene al
servicio del Rey y quietud del Reino es tomar una providencia en el
punto de cátedras que atajare de raíz los inconvenientes ponderados
en las cartas que remitió al Virrey y Arzobispo, se discurra con los
ministros y personas que mejor pareciese los medios que se podrían
poner en práctica para evitar tantos desórdenes, no ciñéndose
sólo a lo que se le ha dicho en otros despachos, sino corriendo el
discurso por todos los que pudiere escogitar su celo y experiencia.

Estando pendiente de resolución todo
lo expuesto (1: En 12 de agosto la religión de San Francisco elevó
un memorial al Rey volviendo a instar que la cátedra indiferente se
señalase a la doctrina de Escoto.), se ordenó, en despacho de 10 de
septiembre del mismo año de 1694, a la Ciudad que se cerrasen las
puertas de la Universidad hasta que se tomase en la materia la
resolución que condujese a remediar de raíz las inquietudes
escandalosas en la provisión de las cátedras.

En 21 de septiembre del mismo año se
recibió una carta del Virrey respondiendo al despacho de 10 del
mismo, en la cual daba cuenta de lo que se le ofrecía, reduciéndose
a la dificultad de que establezca el medio que se busca y que deseará
que los que propone resulten eficaces.

Que el ser las doctrinas de las
cátedras que se disputan tomista, escotista y suarista, o
compuestas de dos o de todas tres no descubría el menor
inconveniente hacia el real servicio de S. M., pero grandísimo en la
dilación; y remitió los pareceres de los ministros de la Audiencia,
pareciéndole bien, como todos los que salven los dos puntos
capitales, de que en la Universidad se lean opiniones sanas y que la
Ciudad y Reino logren quietud, pero que la dificultad estriba en que
concurra el Claustro en el establecimiento del nuevo Estatuto, la
Ciudad con su aprobación y el Cabildo con su consentimiento, cuyas
precisas circunstancias pudieran embarazarse por las pasiones
particulares.

Los ministros del Consejo D. Antonio
Blanco, D. Luis Exea, D. José Ezmir, D. Agustín Estanga y D. Manuel
de Contamina, se inclinan en su parecer a que se apruebe el Estatuto,
que suplicaron a S. M. el año 1691 la Universidad y la Ciudad,
destinando la cátedra indiferente a la doctrina de Escoto y que en
todas tres no puedan votar sino 25 estudiantes y éstos de la
doctrina de la cátedra vacante que se haya de proveer, poniéndolos
a todos su redolinos (1: Papeletas.) y sacándolos por suerte
inmediatamente a la última lección, como se practica en las
provisiones que hacen los cinco jurados y cinco doctores de los que
salen por suerte. Y porque habiendo de proveer la cátedra vacante
los que hubieren cursado en ella, se perpetuarían sus maestros,
parecióles que el catedrático de Artes no pueda leer más de dos
cursos, porque con eso se dé lugar a los nuevos pretendientes, Y
para asegurar la subsistencia de la reducción a cierto número de
votos, que se pidiese consentimiento al Cabildo de la Metropolitana,
por lo que dispuso el Arzobispo Apaolaza en los Estatutos del año de
1642 que da derecho para la provisión a todos los estudiantes, Y en
orden a estar cerradas las puertas de la Universidad, reputaron el
perjuicio que padecía aquel público.

Don Bernardo Pérez de Nueros, asesor
del Gobernador, y D. Miguel Jaca, fiscal, se inclinaron a que se
quitase de raíz el voto a los estudiantes, dejando las provisiones
de las cátedras a las personas que S. M. dispusiese, eligiendo el
más digno de los opositores, dejando a su árbitro la elección de
las doctrinas que les pareciese más convenientes a la enseñanza
pública, como se practica en todas las Universidades de España, y
que se pidiese el consentimiento al Cabildo por lo que se alteraba lo
dispuesto en los Estatutos del Arzobispo Apaolaza, que dotó dichas
cátedras, poniendo la contravención a favor de la doctrina de dicha
Santa Iglesia; y por si esto encontraba oposición en la Ciudad y
Claustro pleno por estar ya adjudicadas las dos cátedras a la
opinión tomista y suarista, como más universales y admitidas en las
Universidades y religiones, se conformaban con el otro propuesto de
reducir los votos a 25 de cada opinión respectivamente, y no
juzgaban necesario señalar las demás cátedras de Teología de
votos de estudiantes, opiniones ciertas, sino que se dejasen éstas,
y la indiferente de Artes, para que puedan entrar todos los
opositores bonetes y religiosos de todas las doctrinas sanas y
católicas.

El Arzobispo, en carta también de 21,
no asiente a la designación de la cátedra indiferente, sino que se
abrogue el Consejo la provisión de las mismas, que fuera lo mejor, o
que se hagan por votos de tantos doctores jurados y prebendados o en
otra forma, la que parezca más conveniente, pues él esperaba
obtener el consentimiento del Cabildo, no siendo difícil la dispensa
de la Santa Sede, pidiéndola S. M.

Estas cartas se vieron en el Consejo en
25 de septiembre y se acordó que se elevasen al Sr. D. Segismundo
Monter, y estándose para hacer consulta a S. M. se suspendió, por
haber recibido una carta del Virrey, de 19 de octubre, en que daba
cuenta de las instancias que hacían escotistas y suaristas para que
se abriesen las puertas de la Universidad zaragozana y que el
Claustro pequeño había nombrado para sustituto en la cátedra
tomista, que debía próximamente proveerse, a Fr. Antonio Xelabert,
mercedario, y que reconociendo podía tocar esta provisión a S. M.,
la proveyó el Regente en el mismo sujeto, a fin de excusar cualquier
perjuicio.

La ciudad de Zaragoza, en otra de la
misma fecha, repitió el perjuicio que se seguía de tener cerradas
las puertas de la Universidad hasta el día de San Lucas, en que
principió el curso.

Con vista a ambas cartas se acordó, en
25 de septiembre, que se escribiese al Virrey que precaviendo el que
hubiese inquietudes o sucediesen los inconvenientes que se han
procurado evitar, permitiese que se abrieran las puertas de la
Universidad y leyesen los catedráticos, según previenen los
Estatutos, y en la que vacó tomista, el sustituto nombrado Xelabert,
y se le volvió a instar, discurriendo el medio de atajar estos
desórdenes, según los despachos que se le habían remitido,
confiriéndole con la Ciudad y Universidad, pues para caminar en esta
materia con más seguridad, era indispensable que de allá viniese
propuesto y aprobado lo que discurriesen más conveniente al efecto
referido.

Con anterioridad había dado un
memorial Fr. Mateo Barredo, Prior que era de la Orden de San
Francisco por la Provincia de Aragón, oponiéndose a la suspensión
que se intentaba en Zaragoza de la cátedra vacante de Santo Tomás,
con el pretexto que suponían y no probaban de haber escándalos e
inquietudes, y se acordó que justificasen lo que en él
manifestaban, y después, con decreto de 20 de octubre, llegó al
Consejo un memorial impreso dado por el mencionado religioso en
nombre de la Orden de San Francisco, pidiendo se declarase la cátedra
indiferente por la doctrina del sutil Doctor.

Muy curioso es el informe que el Virrey
elevó a S. M., fechado en 1.° de abril de 1695 y en que manifiesta
su pesar por los enconos entre frailes y estudiantes:
Considerando que fenecido el Curso
quedava ineficaz el Decreto de firma que se
obtuvo en el mes de diciembre pasado
para impedir la provisión de la cathedra de Artes 
concretada a la opinión thomista que
intentó el Claustro de Rector y consiliarios, no obstante que la
regentava por sustitución el M.° Gilaverte, religioso mercenario
con 
conocido aprovechamiento de los
estudiantes, y que llegado el mes de abril vacava también la
cathedra indiferente y pasarla a la provisión de entrambas, se formó
una Junta 
los días pasados de los regentes del
Consejo Supremo D. Josef Oscáriz, D. Segismundo 
Monter, D. Antonio Blasco, regente de
la Real Cancillería; D. Bartholomé Pérez de Nueros, asessor de la
General Governación, y D. Miguel de Jacca, advogado y fiscal; y
después de larga conferenzia discurriendo varios medios, se reparó
que por lo ceñido del 
tiempo no le havia para dar quenta a V.
M. y esperar su resolución; y viendo que convenía 
evitar que no votassen los estudiantes
por los inconvenientes experimentados, pareció a la Junta que podía
ser medio proporcionado para salir de la occurrencia presente y ganar 
tiempo, que se dixesse a cada una de
las dos parcialidades que de común consentimiento y sin oposición
ni nezesidad de votar los estudiantes, se diesse la cathedra thomista
al mismo sustituto que la havía regentado este curso para que lo
concluyesse, y la indiferente al M.° Pomar, religioso agustino que
se hallava poseedor por otros tres años,y que incessantemente se
tratasse de la formación de nuevo Estatuto que diesse norma a la
provisión de estas cathedras y evitasse las ofensas de Dios e
inquietudes que cada año se experimentan, como S. M. con su
catholico zelo lo tiene 
mandado.

Y haviendo participado esta propuesta
el arzobispo y convenido en ella, pasaron los regentes D. José
Oscáriz y D. Segismundo Monter a hazerla thomistas y suaristas y la 
admitieron entre ambas partes; pero con
esta diferenzia: que los suaristas decían que las dos cathedras se
probeiessen luego en propiedad en los sujetos propuestos y después
se 
trataría de establecer el Estatuto.
Los thomistas respondieron que se diessen por sustitución a los
mismos sujetos; y acordado y confirmado por V. M. el Estatuto, se le
confiriessen en propiedad, teniendo por inconbeniente el dar antes la
cathedra al P. Pomar; porque, a más de que se augmentaba la
parcialidad suarista, saliendo de 
la dependencia se resistiría con mayor
esfuerzo el temperamento que se deseava tomar para lo venidero.
Viendo esta desunión en los dictámenes sin que vastasse ninguna
razón 
a convenirlos, volvió la Junta a
conferir y acordó que se diesse orden al Rector de la 
Universidad juntasse Claustro pleno, en
donde representasse el fiscal en nombre de V. M. lo mucho que
convenía a la quietud de la Escuela y para evitar las ofensas de
Dios el tomar expediente en la provisión de las cathedras de
estudiantes, y para este fin propusiesse el Claustro medio o medios
que le pareciessen más proporcionados y participados a la Ciudad se
propusiessen a V. M. para que se saviesse aprobar el que 
V. M. estimasse por más conveniente a
su real servicio y que en el ínterin suspendiessen el Rector y
Claustro passar a la provisión de las cathedras vacantes.
Y haviendo respondido el Rector que
tenía reparo en juntar aora el Claustro pleno por 
ser el tiempo precisso en que disponen
los Estatutos, se probean las cathedras, sin poder 
dispensar en su dilación por tener
jurada su observancia, ha parecido a la Junta que 
no bastando los medios suaves que se
han procurado passe de mucho el fiscal a intimar al Rector y Claustro
la aprensión que tuvo el año passado en la Corte del Justicia de
Aragón y en virtud de la possesión en que V. M. se halla de mandar
suspender la 
provisión de las cathedras de votos de
estudiantes siempre que le ha parecido convenir a la quietud y
utilidad de la Escuela, y también que precediendo el declarar en
nombre de 
V. M. que conviene la suspensión, se
haga requerimiento al Comisario nombrado de la aprensión para que
passe a prohibir y embarazar las prouisiones, según le aconsejare 
la Corte, con quien podrá consultar si
le pareciere necessario, y que si el Rector y 
Claustro, con pretesto de una Comisión
de Corte antigua que pretende tener para 
probeer las cathedras en los tiempos
necessarios y señalados por el Estatuto, pasaren 
a su riesgo a executar, la podría el
fiscal intimar monitorios y instar en la ocupación de 
temporalidades de los eclesiásticos, y
proceder con apellidos criminales contra los seculares y assí mismo
pedir desde luego en el proceso antiguo de aprensión, que pende 
en la Real Audiencia, declarar que la
regalía de V. M. y drecho nuebamente aprenso, no 
están comprehendidos en la Comisión
de Corte antigua y que no obstante ésta puede usar V. M. de este
drecho superior a leyes y estatutos… = Y V. M. a la vista de esto
se servirá mandar lo que le pareciesse más de su servicio. =
Zaragoza 12 de abril de 1695. 
(Leg. 79, A. C. A.).

El Virrey, en 9 de noviembre, avisó
que se habían abierto las puertas de la Universidad, 
y en 22 del mismo se acordó que se
elevase el escrito al señor Fiscal.

En 12 de abril del año 1695 remitió
el Virrey una representación de la Junta que

celebraron los ministros provinciales y
otros tocante a las cátedras, y en 19 del mismo se acordó se
elevase al Fiscal con un memorial que nuevamente dio Fr. Mateo
Barredo, por D. Tomás de Broto, catedrático de Escritura, en nombre
de los graduados y demás 
profesores de la doctrina suarista, y
al que respondió en 27 del mismo se conformara al Consejo,
enviándose la orden misma en 29.

Hay, además de todo lo expuesto, un
impreso de los religiosos de San Agustín y el Carmen oponiéndose a
que la cátedra indiferente fuera para la doctrina de Escoto.

Otro memorial impreso de los discípulos
del angélico Doctor, suplicando que dicha cátedra no se afecte a la
opinión de Escoto y que en las provisiones de las cátedras voten
sólo veinticinco estudiantes de todas las facultades.

Últimamente remitió el Virrey Duque
de Jovenazo una carta para el Protonotario en ese año y con ella una
consulta del fiscal en la cual dice que no tenía nada que añadir en
el asunto por haberse atenido enteramente a los dictámenes de
aquellos ministros.

La consulta del Fiscal se reducía a
que habiéndose propuesto al Claustro discurriese los medios
proporcionados para que se evitasen “tantas ofensas a Dios”
y lo participasen al Virrey, siguiéndose al mismo tiempo las
diligencias de justicia; no llegó el Consejo a tomar acuerdos “por
la destemplanza de algunos y descompostura”. Pareciendo a los
ministros que el Virrey declarase con acto, en nombre de S. M., tenía
por conveniente a la paz pública y utilidad de la Escuela que se
suspendiese la pro- visión de las cátedras hasta otro orden, y que
habiéndose notificado al Rector, hizo elección de firma.

En 29 de marzo el Virrey (Jovenazo) le
decía al Protonotario Villanueva: Estoy apretando 
las diligencias a fin de hallar alguna
forma de componer esta cansadísima dependencia 
de cathedras, y aunque deviera
alimentar esperanzas de buen éxito, desconfío mucho 
respecto a la calidad de sujetos que
concurren; y como si esto no fuera bastante, añade en 5 de abril: En
quanto a cathedras, van discurriendo estos señores ministros que he 
combocado a varias Juntas; pero
haviéndose de tratar con tanto fraile y clérigos 
themáticos, yo no aguardo cosa de
provecho; sin embargo, se travaja, y con el otro 
correo espero decir algo de partido.

A pesar de todo, el Claustro no varió
su actitud; la cátedra de Escoto siguió dándose 
en nuestra Universidad, y Felipe V, al
fin, por Real Cédula fechada en 14 de agosto de 1721, definió la
cátedra indiferente para la doctrina del filósofo escocés, norte y
guía en sus estudios de la seráfica Orden mendicante.

Copiosísima documentación tenemos
respecto de este asunto de la cátedra indiferente, que nos vemos
privados siquiera tan sólo de citar aquí por ser su enumeración
larguísima. En el tomo de Documentos irán completamente
desarrollados.

Damos aquí un resumen de los
memoriales, consultas y alegaciones publicadas por la Universidad y
religiosos contendientes en 1691, ejemplares raros y curiosos, para
dar 
más cabal idea de la importancia del
asunto que estudiamos.

Estos son: Papel de las causas y
motivos que la Universidad y Estudio general de la Ciudad de Zaragoza
tiene para aver deliberado en Claustro pleno las resoluciones que 
acordó en los días 1 de agosto y 22
de septiembre del año 1691. (B.U.Z., “Varios”, 
A. 50, 5.a, 3.637).

Explica en él las causas y motivos
fundamentales para acordar que la famosa cátedra vacante fuera
escotista “… por aver mostrado a la experiencia que la vacante
de esta 
cátedra indiferente ha sido causa de
graves inquietudes, violencias y trastornos contra la disciplina y
enseñanza pública de los estudiantes, por emplearse los maestros y
discípulos de entrambas opiniones, suarista y tomista, en ruidosas
solicitudes, violencias y sobornos que sólo producen una total
destitución de la quietud pública de la Escuela y común
aprovechamiento de los estudiantes….. Las diligencias que se hacen
para su provisión (aun mirándola tan de lexos) muy violentas y
desusadas y que se halló recusado el Rector (1) de esta Universidad,
inventariados los edictos, aprehendida la Universidad; el Consejo de
la Real Audiencia, dado por sospechoso; la Corte del Justicia,
emplea- da únicamente en los recursos forales de que se valen las
parcialidades de entrambas opiniones tomista y suarista, y la Ciu-
dad con sumo desconsuelo, pues viendo tan infaustos y escandalosos
principios en la provisión de dicha cátedra indiferente, sólo
puede esperar un continuado desasosiego en sus vecinos y
habitadores”.

Declaraciones en que publican los
discípulos del angélico doctor Santo Tomás de Aquino 
la fidelidad y necesidad con que han
procedido en los tratados pretendidos y propuestos 
sobre la cátedra vacante de Filosofía
en la Universidad de Zaragoza este año

(1691). (B.U.Z., “Varios”, A.
50, 5.a, 3.636).

Por su parte: Consulta del Rector y
consiliarios de la Universidad.

(B.U.Z., “Varios”, A. 50,
5.a, 3.638).

(1) Por el Dr. Martínez. Citamos con
anterioridad un memorial de “la mayor parte de los graduados”
protestando de esta recusación.

“Consulta, sí, en consideración
de lo que disponen los Estatutos de dicha Universidad: Item
estatuimos que cuando vacare…

Item estatuimos si vacare… Item
estatuímos que siempre que vacare…, puestos debajo del tít.
25 de la provisión de las cátedras, al fol. 37 y 38, y en el tít.
26 de las condiciones que se requieren para que puedan votar los
estudiantes si en atención del estilo y práctica indubitada que
tiene executoriada el dicho Claustro de disponer y dar providencia
sobre todos los casos que ocurran y sean omisos y no estuvieran
comprendidos en lo literal de dichos Estatutos y de los demás que
tenga dicha Universidad establecidos, podrá (o no) dicho Claustro
passar a mandar poner edictos en el primer mes de septiembre de este
año de 1691, para proveer en propiedad por cuatro años, por tres o 
por uno la cathedra de Artes que vacó
en 16 de abril de este año 1691, por aver passado 
a mejor vida el doctor Domingo Pérez,
dentro del año escolástico y del curso del segundo año de esta
facultad que estaba leyendo, o si deberá hacer dicho Claustro
provisión de un sustituto para que termine de leer el tercero año
de Artes de esta cathedra”.

La contestación fue que la Universidad
“podrá usar de dicho arbitrio y providencia, poniendo edictos a
la cathedra vacante a 10 de septiembre del corriente año para
proveerla en propiedad por los cuatro años, si assi entendiera el
Claustro ser conveniente a la utilidad pública y quietud de la
Escuela. = Zaragoza, agosto 17 de 1691. = D. Lamberto Antonio
Vidanía. = D. Félix Corín de Arbolea. = D. Pedro Ugarte. = D.
Baltasar 
de Yanguari”. Hay un informe
particular que firma D. Pedro Antonio Sorfelin. (B.U.Z., “Varios”,
A. 50, 5.a, 3.636).

Último | examen de | la verdad sobre
los tratados de la | cathedra vacante de la 
Universidad | de Zaragoza, año 1691.

(B.U.Z., “Varios”, A. 50,
5.a, 3.632).

Lo firma el Dr. Joseph Martínez, que
contesta a otro de don Tomás Broto titulado Verdad manifiesta de lo
precedido y procedido sobre la cátedra vacante de la Universidad de 
Zaragoza, en el cual, este último, se
da satisfacción a los discípulos de Santo Tomás y se satiriza
mordazmente al Dr. Martínez. (Ya hemos hablado de este asunto en
otra parte de este capítulo).

Respuesta | a un papel manuscrito que
comienza: “Demostración jurídica sobre la vacante de la
cathedra de Artes”. – Anónimo; 14 fols. (B.U.Z., “Varios”,
A. 50, 5.a, 3.242). Y en el cual dice no ser jurídico proveer por
sustitución la cátedra de Artes, que vacó a 16 de abril de 1691
por muerte del Dr. Domingo Pérez, según el Estatuto, tít. 37, 4,
fol. 61. Antes, con mayores fundamentos, según dicho Estatuto,
pueden el señor Rector y señores consiliarios de la Universidad y
Estudio general, que se provea por cuatro años.

“Consulta el Claustro de Rector y
consiliarios de la Universidad y Estudio general de la Ciudad de
Zaragoza, a los señores doctores D. Lamberto Vidania, Jurado segundo
de la Ciudad; D. Miguel Claramonte, del Consejo de S. M. y Juez de
Enquestas en este Reino de Aragón; D. Antonio Gavín, D. Diego
Cossíu y D. Baltasar de Yanguas… podrá y deberá poner edictos en
1.° de septiembre de 1691, para proveer en propiedad por un año,
por tres o por cuatro la cathedra vacante, etcétera…

(B.U.Z., “Varios”, A. 50,
5.a, 3.632) dentro del año escolástico y del curso del segundo año
desta facultad que estaba leyendo, o si deberá hazer dicho Claustro
provisión de un sustituto para que termine de leer el tercer año
del curso de Artes de esta cathedra”.

“D. Miguel Claramonte firma la
respuesta en Zaragoza a 17 de agosto de 1691”. (B.U.Z., con el
anterior). Viene a decir que se atengan estrictamente a los Estatutos
y que “por haberse consumido y passado los dos primeros años,
sólo hay vacación del tercero año, y assi sólo se debe proveher,
y para la provisión del trienio que corre, según lo dispuesto en
los Estatutos modernos de la provisión de las cathedras”.

Defensa sobre la acusación que se haze
diciendo ser illícito y contra Estatuto el que pretendiendo cathedra
haze pacto de leer la sentencia del Angélico Doctor. (B.U.Z.,
“Varios”, A. 50, 5.a, 3.642).

“Apología en defensa de la
sagrada | authoridad y sólida verdad del Ángel de las Escuelas,
Santo Thomás, quinto Doctor de la Iglesia, contra un | moderno papel
anónimo que le desautoriza”. Va firmado por Fr. Miguel Navarro
y Soria, lector de Vísperas del Convento de Predicadores. (B.U.Z.,
G. número 22).

***

En 1754, los Carmelitas descalzos,
viendo acopladas todas las cátedras de Artes a las tres doctrinas de
Santo Tomás, Suárez y Escoto, y como por Estatutos no podían
opositar a dichas cátedras más que aquellos que hubiesen cursado
en Filosofía las teorías correspondientes a cada una de las
Escuelas, viéronse aquéllos fuera de la Universidad imposibilitados
de intentar entrar en ella.

Los Carmelitas cursaban intra claustra
la doctrina de Bacón, y como dicha Escuela no se profesaba en los
estudios universitarios de nuestra Ciudad, no estaban aptos para
opositar a cátedras de Artes, Por ello intentaron que se les
concediera derecho a opositar a cátedras, a pesar de no cursar ellos
en su carrera eclesiástica las doctrinas indicadas.

La Universidad sostuvo que la oposición
de doctrinas “es conveniente para mayor estímulo, los
Carmelitas no le dan ninguna importancia y declaran que es una
oposición falsa, puesto que son nada más que juego de voces, pero
que en el fondo no encuentran ellos diferencia alguna”.

Los Dominicos y Agustinos, o sea los
tomistas y suaristas, respectivamente, más antiguos y más fuertes
en nuestra Universidad, pusieron un valladar infranqueable. Y por
fin, en 6 de marzo de 1756, por Real Cédula de Fernando VI, se
ordenó a la Universidad “que a los Carmelitas se les conceda y
concrete el derecho a opositar las cátedras de Artes de la Escuela
escotista, conservando todos sus privilegios y regalías de
entonces”, (A. U. Z., G. núm. 4, fols. 135 a 136).

En Claustro de 17 de febrero de 1758 se
dio cuenta por el Sr. Roa del acuerdo que se hizo con el convento del
Carmen.

Y ya quedan agotadas las disensiones
que hemos historiado, entrando la vida universitaria en una
normalidad completa y en días honrosos para ella, como fueron los de
la última mitad de la décimo-octava centuria.

Como ya hemos manifestado, no podemos,
sin faltar a la verdad, achacar todas las culpas a nuestra
Universidad, de la esterilidad del progreso científico en aquel
entonces. fue el ambiente general de decadencia en todos los sentidos
el que se introdujo también en la Escuela zaragozana, y desde luego,
no con tan ruidosos sones de guerra como en otras Universidades
españolas

(Lámina 8, pág. 299. Seminario de San
Carlos. Antiguo Colegio de la Compañía.

Loggias de la Iglesia. (Fot. Mora).