Tomo II, CAPÍTULO XII, LA UNIVERSIDAD Y LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA.

CAPÍTULO
XII

LA UNIVERSIDAD Y LA GUERRA DE LA
INDEPENDENCIA.

LA UNIVERSIDAD CONVERTIDA EN MAESTRANZA
DE INGENIEROS. – GESTIONES DEL RECTOR Y CLAUSTRO PARA OBTENER DE
PALAFOX SU TRASLADO A OTRO LOCAL. – PATRIOTISMO DE LOS CLAUSTROS,
PUBLICANDO EDICTOS PARA DAR LAS ENSEÑANZAS EL AÑO 1808. – ESCASA
MATRÍCULA. EL SEGUNDO SITIO. – DESTRUCCIÓN DE LA UNIVERSIDAD. –
CIERRE INDEFINIDO DE LA MISMA. – MEMORABLE CLAUSTRO DE 23 DE AGOSTO
DE 1813. APERTURA DEL CURSO. – PLAN DE ENSEÑANZA ADOPTADO.

Conocidos son de todos los hechos que
motivaron el levantamiento general de España contra Napoleón: los
sucesos del 2 de Mayo de 1808 en Madrid, repercutieron, rápidamente,
por toda la nación, y prepararon el ánimo de todos los buenos
patriotas contra el invasor, Zaragoza, la invicta ciudad, supo poner
en aquellos memorables sitios de 1808 y 1809 tan alto el honor patrio
y el carácter bravo e indomable de sus hijos, que se conquistó la
admiración de propios y extraños, escribiendo en el gran libro de
la Historia patria las páginas más brillantes y conmovedoras de
aquella memorable campaña, por la integridad del territorio.

Poco más de un mes hacía que las
tropas que mandaba el mariscal Lefévre habían levantado el sitio
puesto a esta inmortal ciudad, al ver el tesón con que sus hijos la
defendían, cuando el Claustro de la Universidad, que, aun en medio
del horror de la tragedia, se preocupaba por la enseñanza y a ella
lo sacrificaba todo, dando un alto ejemplo de amor y de patriotismo,
se reunía el 21 de septiembre de ese año de 1808, para estudiar el
modo y manera de abrir la matrícula y comenzar las enseñanzas el 18
de octubre, como era uso y costumbre.

Hay que tener en cuenta que la
Universidad había dejado de ser tal Universidad en lo que atañe a
su edificio, pues la suprema razón de la defensa de Zaragoza había
obligado al capitán general D. José de Palafox a convertirla, casi
en su totalidad, en Maestranza de Ingenieros, y de ahí la furia con
que fue atacada en el segundo sitio, y el heroísmo con que fue
defendida: los universitarios, a pesar de comprender la suprema razón
que obligaba a Palafox a convertir su edificio en alojamiento
militar, protestaron de ello, y procuraron, como veremos más
adelante, que la Maestranza fuera trasladada a paraje más
conveniente y alejado de ella.

En el Claustro a que hacemos referencia
se encomió el celo del Rector, demostrado en todo cuanto con las
enseñanzas y mayor lustre de la Escuela estaba relacionado: se
estudiaron con detenimiento las imposibilidades y complicaciones que
ofrecería el plantear en el curso que se trataba de inaugurar el
nuevo plan académico dado el año anterior por el Marqués de
Caballero y el deseo que animaba a todos los claustrales de que la
Maestranza de Ingenieros fuera trasladada a otro punto apto y cómodo
para sus operaciones; lo necesario que era en la presente situación
restablecer en esta Universidad la enseñanza de la Medicina (se
había suprimido en esta Universidad por el plan citado); lo
acreedores que eran los estudiantes que se hallaban en el ejército,
defendiendo a la patria, de que sus servicios se les contase por un
año de estudios, como se ejecutó en la pasada guerra con Francia;
las facultades que residían en el Capitán general y Gobernador de
Aragón para resolver y determinar sobre estos puntos y lo
conveniente que sería, por los muchos cuidados y ocupaciones que
pesaban sobre el defensor de Zaragoza, que comisionase al Rector para
arreglar el modo y términos de que la enseñanza pudiera darse, sin
entorpecimiento de ninguna clase.

Se acordó, por lo tanto, dirigir a
Palafox dos solicitudes: una, pidiendo prórroga del rectorado en el
Sr. D. Joaquín Pascual, que lo venía ejerciendo; facultar al mismo
para el arreglo de la enseñanza; habilitación para ganar curso a
los que se hallaran en el real servicio, etc., y otra, pidiendo la
traslación de la Maestranza de Ingenieros a otro local más
adecuado. Para atender y redactar estos memoriales se comisionó a
los Sres. Berné, Lario y Andrés.

La segunda de estas solicitudes dice lo
siguiente:

“Excmo. Sr.: El Claustro de la
Pontificia y Real Universidad y Estudio general en Zaragoza, con la
debida atención a V. E. Expone: Ser esta Escuela el primer Centro 
literario de España que antes
manifestó su amor, lealtad y fidelidad a su Rey Don Fernando, lo que
la hace más digna de la atención de V. E., a cuyo infatigable zelo
por la defensa de la ciudad y Reyno aumenta mayor esplendor proteger
las Ciencias en que tanto interna el bien de la Monarquía. Apenas
cercaron los enemigos esta capital, lo preciso de la situación y la
necesidad inevitable hicieron ocupar el edificio de la Universidad y
destinarle para Maestranza; pero como el curso se halla tan cercano y
a los 
ciudadanos amantes del lustre de la
Patria les sea no poco sensible verse privados de un edificio tan
proporcionado para dar la enseñanza pública, la mutua relación con
el Parque de Artillería excita la ocasión de proponer a V. E., para
el objeto, el palacio o casa del Marqués de Aytona, sito también en
la plaza del Pilar. = Por lo que: A V. E. suplica se digne amparar
esta solicitud de trasladar el taller de la Maestranza a las casas
del 
Marqués de Aytona, terreno capaz y de
combeniencias apetecibles, con lo que pueda esta Escuela dar la
enseñanza en su propio edificio. = Zaragoza 24 de septiembre de
1808, = Excelentísimo Señor” (1). (1) Se trata de un borrador
que se inserta en el Gestis núm. 48, fol. 210.

Palafox resolvió la primera en 25 de
septiembre, accediendo a todo lo solicitado, y en cuanto a la segunda
manifestó que la había pasado a informe del comandante de
Ingenieros D. Antonio de Sangenís, el cual había reconocido la casa
del Marqués 
de Aytona – propuesta por la
Universidad – como otros
sitios que se le habían insinuado por los
mismos comisionados, y que no las hallaba aptas para colocar en ellos
la referida Maestranza y que únicamente reunía condiciones el
antiguo palacio en que habitaba el Capitán General, conocido por
casa de los gigantes (hoy Audiencia), pero que el edificio había
sido cedido para hospital de Misericordia. (Fol. 214, G., núm. 48).

En vista de la imposibilidad de
trasladar la Maestranza a otro local se trató del sitio y paraje en
que podía darse la enseñanza en el curso próximo. Y teniendo
presente el Claustro que si podía conseguir del Comandante de
Ingenieros D. Antonio Sangenís “que dejase expedita la luna de
los colegios, en que en el día se hallaban las herrerías, podría
muy bien establecerse dicha enseñanza en los referidos colegios con
el auxilio del Claustrillo, Iglesia y Biblioteca respecto del corto
número de estudiantes que por las actuales circunstancias se espera
concurran en el próximo curso”. Se acordó comisionar a los
señores P. M. Andrés y D. Lorenzo Mareta, para tratar sobre el
particular con el expresado Comandante. (Fol. 218, G., núm. 48).

El 15 de octubre se reúne nuevamente
el Claustro y acuerda abrir la Universidad el 4 de noviembre, hacerlo
público para que llegue a conocimiento de los escolares, que las
clases se den en la parte del edificio que pueda quedar libre (las
casas del bedel) y que se comunique a la Ciudad todo lo resuelto,
así como las diferentes atenciones que el Capitán General Sr.
Palafox había tenido con los universitarios.

En virtud de lo acordado se hizo
público el siguiente Aviso. – “Como la enseñanza pública de
establecidos estudios generales y Universidades había sido siempre
la más interesante mira, y objeto de los que gobiernan dignamente
los Estados y Reyno: El Excmo. Sr. Gobernador y Capitán General de
éste, penetrado de tales sentimientos ha concedido a la Universidad
Literaria de esta Ciudad, sin embargo, que su edificio se halla
ocupado con los ramos de Maestranza, dar principio en el próximo
Curso a la enseñanza de las facultades y ciencias, y entre ellas la
de la Medicina, tan necesaria en las actuales circunstancias,
verificándose la aperción del Curso en el quatro de noviembre,
según disposición del Rector y Claustro. Así mismo ha dispensado
la generosidad de S. E. que los cursantes que se hallen con destino
en los Reales Exércitos sirban por escolares los años de su
servicio militar, y que con ellos puedan tener a su tiempo los grados
respectivos, concurriendo la idoneidad y suficiencia en los exámenes,
para cuio efecto podrán matricularse los que quieran gozar de este
beneficio por sí o por otra persona hasta el día treinta y uno de
diciembre, y caso de no poderlo executar en alguno de los referidos
modos deberán justificar causa que les haia impedido practicarlo”.
(Fol. 217, G. número 48).

Además se dirigió al Ayuntamiento la
comunicación que damos a continuación:

“Ilmo. Sr: En medio de las
actuales críticas circunstancias que llaman la atención del
Gobierno; a la defensa de nuestras fronteras y organización del
nuevo Exército en la capital; no ha podido este Claustro mirar con
indiferencia la suerte de los jóbenes estudiantes que no se hallan
comprehendidos en el servicio militar, y ha propuesto al Excmo. Sr.
Capitán General quanto ha creído oportuno en beneficio de la
enseñanza y compatibilidad de ésta con la causa pública y urgente
del día. = S. E, ha aprobado y oído benignamente las intenciones
del cuerpo literario, y zeloso del bien general, se ha serbido
acordar: que para el próximo Curso se dé la enseñanza de todas las
ciencias, incluso la de Medicina, por los profesores de esta
Universidad, comisionando al señor Rector actual (a quien al efecto
ha tenido a bien prorrogar en su empleo por un año) para que
disponga de la apertura de la Escuela en el tiempo y forma compatible
con el Estado presente, y el que a los estudiantes soldados se les
pasen los respectivos Cursos, precedido el correspondiente examen. =
A consecuencia de esta superior determinación, en vista de los
antecedentes y después de un detenido examen ha acordado el Claustro
que la Unibersidad se habra para dar la enseñanza en
el día quatro de noviembre próximo, y que se participe a V. S. I.
esta resolución, a fin de que no extrañe la retardación de la
Fiesta del Sr. San Lucas, a que con el debido tiempo se combidará a
V. S. I. en la forma acostumbrada, y para que acompañe al Claustro
en la satisfacción, que le resulta de la gracia concedida por S. E.
= Dios guarde a V. S. l. m. a. Zaragoza y octubre 17 de 1808. = Ilmo.
Sr. = Por el Claustro de la R. Universidad literaria. = Joaquín
Pascual, Rector. = El Barón de Castiel. = Por acuerdo de la
Universidad. = Pablo Fernández Trebiño, Secretario. = Ilmo.
Aiuntamiento de la Ciudad de Zaragoza”. (Fol. 219, G., núm.
48).

Todos los buenos propósitos del Rector
y Claustro vinieron a estrellarse ante la gravedad de los sucesos que
en España se desarrollaban; ya no tenemos libros de Gestis hasta
1813, pues, no hubo más remedio que suspender la enseñanza y cerrar
la Universidad; el Curso que se proyectaba no debió llegar a tener
efecto o fue suspendido, y no fue, seguramente, por falta de
matrícula: aunque poca, la hubo, a pesar de que Borao, en el estado
que publica al final de su obra, no menciona el año 1808, como si
nadie hubiera acudido al llamamiento que la Universidad hizo.

Hubo los siguientes matriculados, según
el correspondiente libro que hemos tenido a la vista: En Teología,
32; en Cánones, 6; en Leyes, 35; en Medicina, 3; en Cirugía, 2; en
Artes, 35.

Destruída la Universidad en una gran
parte al año siguiente, rendida Zaragoza después de una heroica
resistencia, poniendo el pie el ejército invasor sobre escombros y
sobre ruinas, desarrollándose en nuestra patria la épica epopeya de
ir arrojando poco a poco, lentamente y después de varias
alternativas, a los ejércitos invasores, llegamos al año 1813, en
el cual, despejada ya nuestra situación, vencidas las águilas
imperiales, nuestros universitarios dan nuevamente un alto ejemplo de
patriótico celo en bien de la cultura pública.

El 23 de agosto de ese año y bajo la
presidencia del Vicerrector D. Pedro Valero, se celebra el primer
Claustro después de la guerra, y en él, unánimemente, sin
discusión 
alguna, el acuerdo que se toma es el de
“que se dé principio a la enseñanza de todas las 
ciencias en este año; que se reconozca
el edificio por el arquitecto Sr. del Caso, y que se vea dónde están
las alhajas de la Universidad y sus caudales”.

El reconocimiento del edificio se llevó
a cabo y el informe del arquitecto no pudo ser más lamentable: “Lo
he encontrado derruído y destrozado – dice el Sr. del Caso – por lo
que padeció en el segundo asedio…, porque siendo su situación en
un extremo de la población y de la calle del Coso, procuraron los
enemigos tomarle con el mayor esfuerzo y violencia, sin perdonar
medio alguno de los que proporciona el arte tormentario para tales
ocasiones, tanto, que siendo la longitud del edificio de más de 150
varas, trabajaron por la calle de la Puerta del Sol diversas minas,
con las que, y el favor de la voracidad de las llamas que prendieron,
lograron volar y demoler la fachada que en la parte del edificio
correspondía al grande patio circundado de un corredor o
claustro…”

Resulta, pues, del informe del
arquitecto mencionado, que toda la fachada que daba a la llamada
Puerta del Sol (hoy Coso) quedó completamente destruída con sus
puertas principales de entrada y salida y nueve aulas, habiendo
tenido igual suerte el extremo inferior del edificio por la misma
calle, en cuyo piso superior se hallaba la biblioteca y en el bajo
salas para repasos y colegios de los cursantes; gran parte del
hermoso patio quedó también destruído, salvándose la capilla, el
teatro o paraninfo, casi toda la fachada que daba a la Magdalena y la
parte de la calle de la Universidad, llamada casa del bedel; los
daños ocasionados los estimaba el Sr. del Caso en un millón de
reales aproximadamente; en las casas del bedel, el arquitecto
informante dice que con un gasto aproximado de 4.000 r. v. (sin
contar los bancos o asientos) se podrán poner, interinamente, unas
cuantas aulas “para formalizar la enseñanza, con consideración
al número de cursantes que permitirán concurrir las circunstancias
de la presente época, y aunque ésta exigiera más, podrían
habilitarse algunos sitios del edificio”.

No se arredraron nuestros
universitarios de aquella época; el 31 de agosto celebraron Claustro
y los acuerdos tomados fueron los siguientes: Habilitar cinco aulas,
por lo pronto, en la llamada casa del bedel; en vista del escaso
resultado que había dado la investigación hecha para averiguar
dónde estaban las alhajas y caudales de la Universidad, que el
Receptor Sr. Barón de Castiel, a más de seguir sus investigaciones
sobre tan importante asunto, se le autorice para que proporcione los
medios necesarios para la obra que haya necesidad de hacer para
habilitación de aulas, con calidad de reintegro, de los primeros
fondos que entren en la Escuela “sean de la clase que fueren”
y que al jefe político y al Ayuntamiento se les visite para
manifestarles que el próximo San Lucas comenzará el Curso”.

Con el edificio en ruinas, sin dinero,
sin haber cobrado, seguramente, en los años de la guerra sus sueldos
y sin esperan- zas de percibirlos, aquellos universitarios dan el
ejemplo más grande de amor a la enseñanza de que se pueda hacer
mención; y no andan con trámites dilatorios, ni expedientes de
ninguna clase, sino que firmes en su noble propósito de reintegrarse
a sus puestos, de divulgadores de la ciencia, a pesar de las
angustias y de los sinsabores que seguramente les esperaban, hacen
cuanto en el terreno académico y administrativo estaba a su alcance
para ponerse en condiciones de laborar, cuanto antes, en pro de los
intereses culturales que les estaban encomendados.

¡Con cuántas dificultades no hubieran
tropezado de no ser autónoma la Universidad! ¡Cuántas
comunicaciones se hubieran tenido que cruzar entre el Claustro y los
ministros en estos tiempos que corremos, para poder llevar a cabo la
obra de abrir la Universidad zaragozana!

En toda la Ciudad causaron la mayor
satisfacción los nobles anhelos del Rector y Claustro de nuestro
primer centro docente: el Jefe político aplaudió entusiasmado y
aprobó todo lo que se venía haciendo y el Ayuntamiento dio los
4.000 reales vellón que por lo pronto hacían falta y a cuenta de lo
que debía por el cargo ordinario.

En 22 de septiembre de ese año se
aprueba el plan de estudios, que con carácter interino presentó la
comisión encargada de informar acerca de las enseñanzas que podían
darse 
en el curso próximo de 1813- 14, y del
cual hemos hablado ya en el capítulo correspondiente.

En Claustro de 13 de octubre y bajo la
presidencia del Vicerrector Sr. Valero, se hicieron los siguientes
nombramientos de sustitutos para las cátedras que había vacantes:

Vísperas de Teología, Dr. Juan Pablo
Campo; Escritura de íd., D. Juan Sánchez Muñoz; Cuarta de íd., P.
M. Dr. Fr. Francisco Sánchez; Vísperas de Cánones, Dr. D. Miguel
Laborda; Prima de Leyes, Dr. D. Joaquín Mainar; Vísperas de íd.,
D. Miguel Otal; Economía de íd., Dr. D. Lorenzo Español;
Filosofía, tercer año, Dr. D. Ceferino Lagrava; Id., 2.° año, Dr.
D. Antonio Ventura; Id., 1.° íd., P. M. Dr. Pelegrín Serrano;
Vísperas de Medicina, Dr. D. José Villar.

En ese mismo Claustro se acordó poner
en conocimiento del Ayuntamiento que al día siguiente de San Lucas
comenzaría el curso, que duraría hasta el 18 de junio “y que
atendidas las circunstancias no pueden hacer la fiesta con la
decencia y solemnidad convenientes como se ha executado en otros años
con su asistencia”, dándose comisión a los Dres. Martínez y
Berné para que pasen en embajada, con arreglo a Estatutos, a invitar
a la expresada Corporación.

También se acuerda que puesto que los
Consiliarios nombrados para 1808 no ejercieron sus funciones, por
las circunstancias azarosas de aquellos tiempos, continúen en este
año escolar.

Todo lo actuado fue aprobado por el
Claustro pleno que se celebró el día 16 de los expresados mes y
año; por el acta vemos que sólo concurrieron a él veintinueve
doctores y el Fiscal y actuando de Secretario D. Manuel Gil Burillo.
¡Cuántas bajas no ocasionó la guerra en nuestra ciudad!

La apertura del curso se hizo sin
ostentación alguna, pues el día de San Lucas no hubo jura de Rector
ni oración latina; el 27 de octubre se reunía el Claustro de
Consiliarios para nombrar Rector y Vicerrector (el Sr. Valero había
presentado la di- misión de su cargo) siendo nombrados D. Joaquín
Cistué para el primero y D. José M.a Azpiazu para el
segundo; sin ceremonia oficial alguna y dentro de la mayor sencillez
juró su cargo y tomó posesión de él el Sr. Cistué el día 30 de
octubre y en ese mismo Claustro se hicieron los nombramientos de
nuevos Consiliarios, Limosnero, Receptor y Junta de Hacienda. La
matrícula fue escasa: el total de cursantes fue de 101, divididos en
la siguiente forma:

Teología, 11; Cánones, 4; Leyes, 24;
Medicina, 6; Artes, 29; Cirugía, 27, según consta en el
correspondiente libro.

En ese mismo Claustro dieron lectura a
una comunicación, por la cual las Cortes, enteradas de las
solicitudes hechas por el Ayuntamiento y la Universidad pidiendo la
habilitación de un edificio para continuar la enseñanza, así como
que se asignaran rentas, había resuelto que se remitieran a la
Regencia para que acordara lo más conveniente, destinando para la
inmediata apertura el Convento de San Ildefonso u otro que se juzgara
más oportuno, y que en cuanto a la asignación de rentas se espere a
la resolución del expediente sobre Instrucción Pública, que está
a consulta de las Cortes. (Fol. 139, G., núm. 45).

En este capítulo hemos querido reseñar
sólo la labor de los Claustros al principio y al fin de la guerra de
la Independencia, para que pueda apreciarse el patriotismo y el amor
a la enseñanza de aquellos profesores que al reanudar sus tareas en
1813 estudiaron detenidamente todo cuanto con la instrucción pública
se relacionaba, pues en el capítulo “Biblioteca de la
Universidad” ya se hace constar todos los trabajos realizados
por ellos para reponer la destruída en 1809 y hasta de las clases de
Gramática que a su cargo corrían se preocuparon, pues en diciembre
de 1813 presentaron – como en otro lugar decimos – a la Diputación
un plan aprobado por el Claustro para el restablecimiento de dicha
enseñanza en el más breve espacio posible.