(SIGLO XII. DAROCA)
Después de haber reconquistado
Zaragoza, Alfonso I el Batallador tuvo que hacer frente a un
importante ejército musulmán en Cutanda, donde venció. Aquella
victoria significó la posibilidad de conquistar Daroca, principal
enclave murado a la vera del río Jiloca, plaza que, en efecto, pasó
a sus manos en 1122. Aunque una parte importante de los moros
darocenses decidió quedarse en sus casas, otros optaron por el
exilio, refugiándose en tierras de Molina, Cuenca o Valencia, en
espera de una reacción que nunca llegó. Algunos, por fin,
merodearon por la comarca formando grupos de bandoleros que
dificultaban el tránsito por sus caminos. Ello hizo que Alfonso I,
como medida de precaución, ordenara una vigilancia permanente de
Daroca.
Zaragoza, Alfonso I el Batallador tuvo que hacer frente a un
importante ejército musulmán en Cutanda, donde venció. Aquella
victoria significó la posibilidad de conquistar Daroca, principal
enclave murado a la vera del río Jiloca, plaza que, en efecto, pasó
a sus manos en 1122. Aunque una parte importante de los moros
darocenses decidió quedarse en sus casas, otros optaron por el
exilio, refugiándose en tierras de Molina, Cuenca o Valencia, en
espera de una reacción que nunca llegó. Algunos, por fin,
merodearon por la comarca formando grupos de bandoleros que
dificultaban el tránsito por sus caminos. Ello hizo que Alfonso I,
como medida de precaución, ordenara una vigilancia permanente de
Daroca.
Entre los moros que se hallaban al
acecho estaba, capitaneando un importante grupo de hombres de guerra,
el jerife Omar ben Ahmed, hijo de Ahmed ben Ibrain, derrotado por
Alfonso I en Cutanda. Cuando se consideró con fuerzas suficientes,
se propuso la recuperación de Daroca procurándose como aliados a
los moros y judíos darocenses.
acecho estaba, capitaneando un importante grupo de hombres de guerra,
el jerife Omar ben Ahmed, hijo de Ahmed ben Ibrain, derrotado por
Alfonso I en Cutanda. Cuando se consideró con fuerzas suficientes,
se propuso la recuperación de Daroca procurándose como aliados a
los moros y judíos darocenses.
Envió a Daroca a un alfaquí llamado
Jahy ben Jaldum con instrucciones para, una vez en Kal’at Darawka,
soliviantar a sus correligionarios, a los que conocía por haber
vivido en ella durante buena parte de su vida, conviniendo en la
fecha en la que Omar ben Ahmed atacaría las murallas darocenses.
Pero Jahy ben Jaldum fue interceptado vestido de cristiano por una
partida de jinetes darocenses quienes, tras reconocerle, lo
confinaron en la zuda, de modo que no pudo llevar a cabo una parte
del plan urdido por Omar ben Ahmed, desconocedor de lo que había
ocurrido. Por eso, éste siguió con sus planes y, amparado en la
oscuridad de la noche, cabalgó por los llanos de Gallocanta con la
intención de asaltar los muros de Daroca aquella misma noche.
Jahy ben Jaldum con instrucciones para, una vez en Kal’at Darawka,
soliviantar a sus correligionarios, a los que conocía por haber
vivido en ella durante buena parte de su vida, conviniendo en la
fecha en la que Omar ben Ahmed atacaría las murallas darocenses.
Pero Jahy ben Jaldum fue interceptado vestido de cristiano por una
partida de jinetes darocenses quienes, tras reconocerle, lo
confinaron en la zuda, de modo que no pudo llevar a cabo una parte
del plan urdido por Omar ben Ahmed, desconocedor de lo que había
ocurrido. Por eso, éste siguió con sus planes y, amparado en la
oscuridad de la noche, cabalgó por los llanos de Gallocanta con la
intención de asaltar los muros de Daroca aquella misma noche.
En la villa darocense, los centinelas
se habían dormido. Pero quiso la fortuna que, ante el estruendo de
las cabalgaduras moras, las ocas levantaran el vuelo asustadas,
despertando con sus graznidos a los centinelas. Dada la alerta, los
jinetes musulmanes —que no pudieron contar tampoco con la esperada
ayuda de sus correligionarios— fueron vencidos y hechos
prisioneros, descubriéndose además la misión de Jahy ben Jaldum,
que fue ahorcado en la plaza. En reconocimiento
a su inesperada y providencial ayuda, los darocenses incorporaron a
su escudo seis ocas, en sustitución de otros tantos lirios.
se habían dormido. Pero quiso la fortuna que, ante el estruendo de
las cabalgaduras moras, las ocas levantaran el vuelo asustadas,
despertando con sus graznidos a los centinelas. Dada la alerta, los
jinetes musulmanes —que no pudieron contar tampoco con la esperada
ayuda de sus correligionarios— fueron vencidos y hechos
prisioneros, descubriéndose además la misión de Jahy ben Jaldum,
que fue ahorcado en la plaza. En reconocimiento
a su inesperada y providencial ayuda, los darocenses incorporaron a
su escudo seis ocas, en sustitución de otros tantos lirios.
la oca del Ampurdán – ave procedente de la cría selectiva del ganso común salvaje en el norte de Cataluña. Se caracteriza por ser blanca y poseer un característico copete sobre la cabeza.