(SIGLO XV. LANAJA)

En un árido lugar de los Monegros aunque salpicado de abundantes fuentes, hubo en tiempos una posada para caminantes situada a unas tres leguas de Sariñena, en donde un
día se encontró una imagen de la Virgen que, por tal circunstancia,
se veneró desde entonces en aquel paraje con el nombre de Nuestra
Señora de las Fuentes.
día se encontró una imagen de la Virgen que, por tal circunstancia,
se veneró desde entonces en aquel paraje con el nombre de Nuestra
Señora de las Fuentes.
La nueva ermita levantada alcanzó cierta fama y no eran pocos los peregrinos y caminantes que se acercaban a descansar allí y a solicitar favores a la Virgen. Entre
otros asiduos visitantes, se encontraban el noble caballero don Blasco de Alagón y su esposa, doña Beatriz de Luna, condes de Sástago, quienes tuvieron la idea de crear allí una cartuja, para lo que dispusieron una buena parte de su fortuna.
otros asiduos visitantes, se encontraban el noble caballero don Blasco de Alagón y su esposa, doña Beatriz de Luna, condes de Sástago, quienes tuvieron la idea de crear allí una cartuja, para lo que dispusieron una buena parte de su fortuna.
Qué motivos movieron a don Blasco y a doña Beatriz a llevar a cabo esa fundación no se sabe a ciencia cierta, pero dos parecen ser las explicaciones más plausibles:
Unos cuentan que, en una ocasión, el joven Artal, hijo de los condes, se había citado en la ermita con unos caballeros, pero no puedo acudir al encuentro por haber caído gravemente enfermo. Cuando murió como consecuencia de aquel mal, los padres decidieron enterrarlo junto a la Virgen para guardar el honor de la palabra dada acudiendo al lugar aunque muerto.
Otros dicen que la cartuja nació como consecuencia del cariño que el conde tomó a los habitantes de la ermita cuando, herido de cierta consideración en el transcurso de
una cacería, fue acogido afectuosamente por aquéllos, decidiendo incluso, cuando muriera, ser enterrado allí, como así fue.
una cacería, fue acogido afectuosamente por aquéllos, decidiendo incluso, cuando muriera, ser enterrado allí, como así fue.
Lo cierto es que el matrimonio quiso dignificar más la primitiva y menguada ermita de Nuestra Señora de las Fuentes y convertirla en una cartuja, aunque sólo puso el
convento en pie doña Beatriz quien, una vez fallecido el conde, logró del rey Fernando II el permiso correspondiente.
convento en pie doña Beatriz quien, una vez fallecido el conde, logró del rey Fernando II el permiso correspondiente.
[Supervía, Miguel, «Notas históricas sobre la cartuja de Nuestra Señora de las Fuentes», Linajes de Aragón, III (1912), 63-64.]